Ayer, poco después de las 11, recibí un mensaje de Horacio Rovelli avisándome que había fallecido Alberto Piccinini. A mediodía llegó un correo similar, esta vez enviado por Carlos Iaquinandi desde España: “Otra pérdida irreparable”. Y después continuaron Alberto Genoud y otros compañeros que se hacían eco de la noticia.
Lo Conocí personalmente en Madrid a comienzos de los ’80; recién empezaba a moverse fuera del país y quiso tomar contacto con los trabajadores y sindicalistas que estábamos exiliados, con los sindicatos europeos y con los organismos de derechos humanos que podían darle una mano para denunciar las atrocidades de la dictadura. Era el histórico dirigente de los metalúrgicos de Villa Constitución, el que se puso al frente de sus compañeros para hacer frente a la patota de la burocracia sindical y a las bandas armadas de la Triple A.
La Seccional Villa Constitución de la UOM estuvo entre las organizaciones sindicales que sufrieron el ataque de las fuerzas represivas más o menos oficiales coligadas con las parapoliciales y la burocracia sindical. Una primera embestida destinada a desconocer el resultado de una elección pudo ser rechazada con éxito en 1974, en un acto multitudinario diría Agustín Tosco:
“Compañeros y Compañeras, asistentes a este plenario antipatronal y antiburocrático. Todos los que estamos aquí, en primer lugar- los compañeros metalúrgicos de ACINDAR, MARATON y METCON, y todos los compañeros y compañeras que desde distintos lugares del país hemos venido a brindar nuestra solidaridad a esta lucha, decimos (…) que aquí en este plenario se reafirma la unidad combativa del movimiento obrero frente a la burocracia traidora, frente a las patronales y frente al imperialismo”.
El segundo ataque se produjo en 1975 y terminó pasando por encima de toda legalidad. La Operación “Serpiente Roja del Paraná” se realizó con la presunta finalidad de abortar un plan terrorista para paralizar la actividad industrial desde el norte bonaerense hasta la localidad santafecina de San Lorenzo. Al mismo tiempo que se ponía cerco a Villa Constitución centenares de obreros fueron apresados, mientras otros eran secuestrados, torturados y asesinados. Entre los detenidos se contó la Comisión Directiva de la Seccional de la UOM con su Secretario General a la cabeza. Nuevamente sería Agustín Tosco quien se referiría a ellos:
“Al nombre del compañero Alberto Piccinini, al que queremos y respetamos mucho, junto al Comité de Lucha y al Cuerpo General de Delegados, se asociaron los conceptos de firmeza y decisión para defender los derechos de los trabajadores”.
Alberto Piccinini y sus compañeros fueron absueltos tanto en primera instancia como por la Cámara Federal de Apelaciones, pero continuaron presos a disposición del Poder Ejecutivo. Recién en 1980 Alberto recuperó algo parecido a la libertad; sus movimientos estaban vigilados y tardaría muchos meses hasta poder viajar fuera del país. Cuando lo hizo entró en contacto con centrales sindicales y organismos de derechos humanos consiguiendo un apoyo que sumado al de los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución le permitirían recuperar la conducción del Sindicato.
El TYSAE madrileño organizó el encuentro de Piccinini con el exilio argentino; Rafael Flores lo presentó a los asistentes y Alberto dialogó durante casi dos horas con todos los compañeros. Susana se ubicó en la primera fila para grabar la exposición, luego los principales conceptos fueron sintetizados en “El Trabajador”; en este tiempo de pandemia es imposible llegar hasta el archivo para hacer alguna cita de ese texto.
Cuando la dictadura tuvo que retirarse los trabajadores metalúrgicos pudieron recuperar su sindicato; Alberto y sus compañeros volvieron a la dirección de la UOM de Villa Constitución, pero fueron más allá todavía. A partir de ellos se formó el Centro de Estudios y Formación Sindical, compañeras y compañeros con larga trayectoria de lucha se sumaron a ese proyecto.
En 1985 Alberto y otros dirigentes sindicales viajaron a La Habana para participar del Encuentro contra la Deuda Externa; al regresar se dedicaron a difundir los aspectos más salientes de aquellas jornadas. Pero esta nota es una simple evocación, pinceladas sueltas sobre alguien que fue un destacado luchador al que no podría hacerse justicia con unas pocas líneas. Por eso tal vez sea mejor cerrar con una pequeña anécdota de aquel viaje.
Estando en La Habana estuvieron junto a Fidel. Alberto recordaría ese momento con modestia y buen humor: “Tenía que saludarlo, darle la mano, decirle alguna palabra, pero en ese momento me di cuenta que cualquier cosa que yo pudiera decirle iba a parecer una boludez”.
Una enorme firmeza y una gran sencillez fueron su característica, y así queremos recordarlo.
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