A 40 años de su desaparición
El entonces Comisario Benito De Vincenzi, quien residía en
Darregueyra 2126 (entre Guatemala y Paraguay), manifestó que el 26
de abril de 1978 en horas de la noche varias personas vestidas de
civil penetraron en el edificio y se dirigieron al departamento "C".
En su condición de policía les pidió que se identificaran y así
lo hizo quien comandaba el grupo, con una cédula que lo acreditaba
como Primer Teniente de la Fuerza Aérea Argentina, donde constaba
que su nombre era Jorge Moyano. Dicho oficial le manifestó que se
trataba de un operativo de fuerzas conjuntas y debían realizar una
inspección domiciliaria. El testimonio de De Vincenzi fue
complementado por el de su esposa, Marta Aurelia Ofelia Artuso de De
Vincenzi, y ambos testigos relataron que el grupo de civiles armados
se llevó detenido a Marcelo Walterio Senra.
Los datos que encabezan esta nota se encuentran en el documento
caratulado “Equipo Nizkor - Causa 13: Caso Marcelo Walterio Senra”,
y pueden ser consultados en:
http://www.derechos.org/nizkor/arg/causa13/casos/caso306.html
Marcelo había sido delegado de los trabajadores de instalaciones que
tenían como oficina de asiento al edificio Conesa, y desde mediados
de los ’60 integraba la Lista Rosa de Telefónicos. Era un
compañero de aspecto bonachón, de apariencia apacible, casi como si
estuviera desinteresado de los problemas sociales, pero en realidad
era un hombre entero, capaz de rebelarse frente a las injusticias, y
de reaccionar con energía aún en las condiciones más adversas. Una
anécdota lo pinta de cuerpo entero.
En agosto de 1972 se produjo la fuga de un grupo de presos políticos
de la cárcel de máxima seguridad ubicada en Rawson. Algunos de
ellos consiguieron abordar un avión y llegar a Chile, pero la
mayoría de los evadidos quedaron cercados en el aeropuerto y
debieron rendirse. En lugar de ser devueltos al penal, los 19
prisioneros fueron llevados a la base naval Almirante Zar donde, una
semana después, serían fusilados por sus carceleros. Entre las
víctimas de aquel asesinato masivo se encontraba María Angélica
Sabelli, y aquí es donde aparece el compañero que estoy recordando.
El apellido materno de Marcelo Senra es Sabelli, para ser más
preciso, él era primo de María Angélica, la compañera asesinada
en Trelew. Marcelo no dudó en actuar como representante de la
familia y reclamar el cadáver, pero los asesinos habían argumentado
que las muertes se habían producido en un nuevo intento de fuga, y
mostrar los cuerpos acribillados a balazos era reconocer el crimen.
Finalmente consintieron en entregar los restos en ataúdes cerrados,
con la exigencia de que no fuesen abiertos, y que el sepelio se
hiciera sin ningún tipo de manifestación pública.
Cuando los féretros llegaron al local donde iban a ser velados, la
sede del Partido Justicialista en Avenida La Plata, lo primero que se
hizo fue abrirlos para confirmar lo que todos sabían de antemano:
que los compañeros habían sido alevosamente asesinados. La policía
quiso poner fin al velatorio, y con tanquetas y disparando balas de
goma arremetió contra los familiares y amigos de las víctimas. Era
un enfrentamiento muy desigual, pero Marcelo estuvo entre los que a
puñetazos resistieron e hicieron retroceder a los agresores.
La breve primavera democrática de 1973 fue desplazada por un nuevo
período represivo. Tras la muerte de Perón la ofensiva derechista
no tuvo ninguna contención, la legislación para despedir delegados
y activistas sindicales se aplicó tanto en empresas estatales como
en la actividad privada; en diciembre de 1974 fueron cesanteados
decenas de compañeros telefónicos, y entre ellos, el propio
Marcelo.
Puede parecer inverosímil que varios compañeros discutieran si era
correcto cobrar la indemnización, pero las cuestiones de principios
eran muy importantes: “estábamos dispuestos a pasar penurias
económicas, pero no a claudicar”. Cuando los compañeros quedaron
convencidos que no estaban traicionando ningún principio aceptaron
el pago. Durante varios meses (porque la indemnización se pagó en
cuotas) se encontraban José Baddouh, Sergio Porta, Mario Dacuna y
Marcelo para comer juntos el día de cobro.
Después se siguió sobreviviendo con lo que hubiese a mano. Haciendo
changas, trabajando en telefonía, en cocina o en lo que viniera,
eludiendo la represión y tratando de dar una mano a las decenas de
compañeros y amigos que se encontraban en situaciones similares.
Sergio Porta y Marcelo mantuvieron el contacto hasta el momento en
que éste último fue desaparecido. Al día siguiente tenían que
encontrarse para ir a ver un trabajo, pero cuando Sergio pasó por
delante de su casa había indicios de que la patota se lo había
llevado.
En 2001, en el edificio Conesa donde Marcelo desarrolló sus tareas,
fue instalada una placa en su memoria. Cuando el edificio Conesa dejó
de funcionar los trabajadores conservaron y protegieron la placa
hasta reinstalarla en Paternal, el nuevo asiento de la especialidad
que lo tuviera como delegado.
Sergio Porta expresó durante el acto de reinauguración que Marcelo
ya era delegado en Instalaciones cuando él ingresó en la Empresa.
“Era un compañero muy representativo, con una gran simpatía, y se
había ganado el respeto y el cariño de todos los trabajadores del
sector. Como buen delegado, se esforzaba por resolver los problemas
de los telefónicos que representaba, pero no se limitaba a lo que
ocurría exclusivamente en su lugar de trabajo. Con el mismo empeño
se involucró en las tareas del gremio, participó de los plenarios
de delegados, las asambleas de afiliados y las movilizaciones tan
frecuentes por aquellos años”.
En el acto estuvieron presentes Verónica y Enrique, hijos de
Marcelo; ellos recibieron el cariño de numerosos delegados y
trabajadores telefónicos, y de representantes de diversas
organizaciones de derechos humanos.
Cuando llegó el momento de descubrir la placa recuperada, Osvaldo
Iadarola expresó que “a los luchadores no se los llora; se los
imita”. El Secretario General del Sindicato agregó: “Nosotros
somos parte de un gremio que a lo largo de su historia ha estado
marcado por el coraje y la valentía de sus hombres para luchar
siempre por los trabajadores. Marcelo, a quien conocí, era un
compañerazo, parte de una generación extraordinaria, capaz de dar
la vida por los demás”.
Al finalizar el acto dijo Florencia Chiapetta, secretaria de Derechos
Humanos de FOETRA: “Marcelo nos dejó muchas cosas, como cada uno
de los treinta mil desaparecidos. Está en nosotros saber qué hacer
con ese legado. Podemos traicionarlo o podemos tomarlo como bandera
para llevarlo a la victoria”.
Pocos meses después, el sábado 28 de abril de 2012, se colocó una
baldosa recordatoria en el domicilio donde Marcelo vivía y en el que
fue secuestrado por el terrorismo de Estado.
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