martes, 24 de abril de 2018

Recordando a Marcelo Senra

A 40 años de su desaparición

El entonces Comisario Benito De Vincenzi, quien residía en Darregueyra 2126 (entre Guatemala y Paraguay), manifestó que el 26 de abril de 1978 en horas de la noche varias personas vestidas de civil penetraron en el edificio y se dirigieron al departamento "C". En su condición de policía les pidió que se identificaran y así lo hizo quien comandaba el grupo, con una cédula que lo acreditaba como Primer Teniente de la Fuerza Aérea Argentina, donde constaba que su nombre era Jorge Moyano. Dicho oficial le manifestó que se trataba de un operativo de fuerzas conjuntas y debían realizar una inspección domiciliaria. El testimonio de De Vincenzi fue complementado por el de su esposa, Marta Aurelia Ofelia Artuso de De Vincenzi, y ambos testigos relataron que el grupo de civiles armados se llevó detenido a Marcelo Walterio Senra.
Los datos que encabezan esta nota se encuentran en el documento caratulado “Equipo Nizkor - Causa 13: Caso Marcelo Walterio Senra”, y pueden ser consultados en: http://www.derechos.org/nizkor/arg/causa13/casos/caso306.html

Marcelo había sido delegado de los trabajadores de instalaciones que tenían como oficina de asiento al edificio Conesa, y desde mediados de los ’60 integraba la Lista Rosa de Telefónicos. Era un compañero de aspecto bonachón, de apariencia apacible, casi como si estuviera desinteresado de los problemas sociales, pero en realidad era un hombre entero, capaz de rebelarse frente a las injusticias, y de reaccionar con energía aún en las condiciones más adversas. Una anécdota lo pinta de cuerpo entero.
En agosto de 1972 se produjo la fuga de un grupo de presos políticos de la cárcel de máxima seguridad ubicada en Rawson. Algunos de ellos consiguieron abordar un avión y llegar a Chile, pero la mayoría de los evadidos quedaron cercados en el aeropuerto y debieron rendirse. En lugar de ser devueltos al penal, los 19 prisioneros fueron llevados a la base naval Almirante Zar donde, una semana después, serían fusilados por sus carceleros. Entre las víctimas de aquel asesinato masivo se encontraba María Angélica Sabelli, y aquí es donde aparece el compañero que estoy recordando.
El apellido materno de Marcelo Senra es Sabelli, para ser más preciso, él era primo de María Angélica, la compañera asesinada en Trelew. Marcelo no dudó en actuar como representante de la familia y reclamar el cadáver, pero los asesinos habían argumentado que las muertes se habían producido en un nuevo intento de fuga, y mostrar los cuerpos acribillados a balazos era reconocer el crimen. Finalmente consintieron en entregar los restos en ataúdes cerrados, con la exigencia de que no fuesen abiertos, y que el sepelio se hiciera sin ningún tipo de manifestación pública.
Cuando los féretros llegaron al local donde iban a ser velados, la sede del Partido Justicialista en Avenida La Plata, lo primero que se hizo fue abrirlos para confirmar lo que todos sabían de antemano: que los compañeros habían sido alevosamente asesinados. La policía quiso poner fin al velatorio, y con tanquetas y disparando balas de goma arremetió contra los familiares y amigos de las víctimas. Era un enfrentamiento muy desigual, pero Marcelo estuvo entre los que a puñetazos resistieron e hicieron retroceder a los agresores.
La breve primavera democrática de 1973 fue desplazada por un nuevo período represivo. Tras la muerte de Perón la ofensiva derechista no tuvo ninguna contención, la legislación para despedir delegados y activistas sindicales se aplicó tanto en empresas estatales como en la actividad privada; en diciembre de 1974 fueron cesanteados decenas de compañeros telefónicos, y entre ellos, el propio Marcelo.
Puede parecer inverosímil que varios compañeros discutieran si era correcto cobrar la indemnización, pero las cuestiones de principios eran muy importantes: “estábamos dispuestos a pasar penurias económicas, pero no a claudicar”. Cuando los compañeros quedaron convencidos que no estaban traicionando ningún principio aceptaron el pago. Durante varios meses (porque la indemnización se pagó en cuotas) se encontraban José Baddouh, Sergio Porta, Mario Dacuna y Marcelo para comer juntos el día de cobro.
Después se siguió sobreviviendo con lo que hubiese a mano. Haciendo changas, trabajando en telefonía, en cocina o en lo que viniera, eludiendo la represión y tratando de dar una mano a las decenas de compañeros y amigos que se encontraban en situaciones similares. Sergio Porta y Marcelo mantuvieron el contacto hasta el momento en que éste último fue desaparecido. Al día siguiente tenían que encontrarse para ir a ver un trabajo, pero cuando Sergio pasó por delante de su casa había indicios de que la patota se lo había llevado.
En 2001, en el edificio Conesa donde Marcelo desarrolló sus tareas, fue instalada una placa en su memoria. Cuando el edificio Conesa dejó de funcionar los trabajadores conservaron y protegieron la placa hasta reinstalarla en Paternal, el nuevo asiento de la especialidad que lo tuviera como delegado.
Sergio Porta expresó durante el acto de reinauguración que Marcelo ya era delegado en Instalaciones cuando él ingresó en la Empresa. “Era un compañero muy representativo, con una gran simpatía, y se había ganado el respeto y el cariño de todos los trabajadores del sector. Como buen delegado, se esforzaba por resolver los problemas de los telefónicos que representaba, pero no se limitaba a lo que ocurría exclusivamente en su lugar de trabajo. Con el mismo empeño se involucró en las tareas del gremio, participó de los plenarios de delegados, las asambleas de afiliados y las movilizaciones tan frecuentes por aquellos años”.
En el acto estuvieron presentes Verónica y Enrique, hijos de Marcelo; ellos recibieron el cariño de numerosos delegados y trabajadores telefónicos, y de representantes de diversas organizaciones de derechos humanos.
Cuando llegó el momento de descubrir la placa recuperada, Osvaldo Iadarola expresó que “a los luchadores no se los llora; se los imita”. El Secretario General del Sindicato agregó: “Nosotros somos parte de un gremio que a lo largo de su historia ha estado marcado por el coraje y la valentía de sus hombres para luchar siempre por los trabajadores. Marcelo, a quien conocí, era un compañerazo, parte de una generación extraordinaria, capaz de dar la vida por los demás”.
Al finalizar el acto dijo Florencia Chiapetta, secretaria de Derechos Humanos de FOETRA: “Marcelo nos dejó muchas cosas, como cada uno de los treinta mil desaparecidos. Está en nosotros saber qué hacer con ese legado. Podemos traicionarlo o podemos tomarlo como bandera para llevarlo a la victoria”.
Pocos meses después, el sábado 28 de abril de 2012, se colocó una baldosa recordatoria en el domicilio donde Marcelo vivía y en el que fue secuestrado por el terrorismo de Estado.

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