Un par de semanas atrás escribí a algunos compañeros para saludarlos por el Primero de Mayo; recordé que habíamos compartido las movilizaciones organizadas por las centrales sindicales españolas cuando estuvimos exiliados en Madrid. Entonces marchábamos bajo la bandera del TYSAE junto a otros compañeros latinoamericanos, mezclándonos con las columnas de Comisiones Obreras y la UGT, de la CNT y de otros sindicatos. Los argentinos estábamos dispersos en varias organizaciones, pero para el Día de los Trabajadores TYSAE era el polo convocante, al menos no recuerdo que a principios de los ’80 nadie pusiera en duda nuestra representatividad como trabajadores y sindicalistas en el exilio. No había sido fácil ganarnos esa posición, otros nucleamientos ligados a partidos y organizaciones se presentaban como genuinos representantes de los trabajadores y, en algunos casos, tenían algunos “pergaminos” para exhibir.
En los antecedentes del TYSAE estaba GTAE, Grupo de Trabajadores Argentinos en el Exilio. Aquel nombre parecía más adecuado para un agrupamiento partidario que para una entidad que pretendiera reunir a sindicalistas exiliados. Tal vez fuera una sospecha exagerada, pero algunos creían ver cierta reminiscencia de un grupo político detrás de ese nombre. Los programas, las declaraciones y las denominaciones nunca son asépticas ni ingenuas; junto a cada una de ellas hay cierta intencionalidad, cierta orientación. Además cada uno de nosotros llegaba con una historia militante, incluso los que proveníamos de una práctica en organizaciones sindicales habíamos tenido un encuadramiento en agrupaciones, corrientes o tendencias. Nuestro común denominador era haber estado comprometidos en algún sindicato, pero allí se terminaba la coincidencia. Entre los exiliados había peronistas, comunistas, izquierdistas de las más variadas tendencias. Hasta entre los que se definían como peronistas la variedad era enorme; pretender construir un espacio que diera cabida a todos era casi utópico, la aspiración era, en todo caso, conseguir armar algo parecido a un sindicato amplio y pluralista
El GTAE se reunía en la oficina de la CADHU –Comisión Argentina de Derechos Humanos- ese también debió ser tema de controversia porque sus dirigentes tenían su propia historia política, sus simpatías y antipatías, sus partidarios y opositores. La CADHU se había radicado en Madrid y en su dirección estaban Gustavo Roca, Eduardo Luis Duhalde y Lili Massaferro. El “Gordo” Tito Paoletti tenía buena relación con ellos desde años atrás, fue él quien me invitó a acercarme. Cuando digo que reunirse en esa oficina debió ser inicialmente tema de controversia es porque cada tanto aparecía la sugerencia de buscar otro espacio. En general se suponía que lo mejor era un sindicato, pero allí también se presentaban simpatías y antipatías. Alguno sugería a Comisiones Obreras, otro a la Unión General de Trabajadores, otro a la CNT; no faltaba algún delirante que proponía plantear a las centrales sindicales que nos facilitaran un local para nuestro uso exclusivo. Dejo aquí la referencia a la CADHU para no dispersarme.
Todo organismo está sujeto a movimientos y cambios, un nucleamiento que pretendía representar a trabajadores y sindicalistas exiliados no podía ser una excepción. Algunos compañeros se alejaron, otros se acercaron y reemplazaron a los que habían partido, con esas variaciones volvió a ponerse sobre la mesa la cuestión del nombre. No recuerdo cómo fue que se produjo la modificación, tal vez ni siquiera estuve presente cuando se discutió el tema; lo cierto fue que con el cambio de composición también se pasó de GTAE a TYSAE: Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio.
Entre los nuevos integrantes se destacaban compañeros que habían sido liberados después de pasar mucho tiempo detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. Los cordobeses, así los llamamos entonces, tenían antecedentes sindicales que nadie podía objetar, Rafael Flores había sido Secretario del Sindicato del Caucho, Taurino Atencio integró la conducción de Luz y Fuerza junto a Agustín Tosco, y Soledad García era una reconocida dirigente docente. Tanto se destacaba Soledad en su militancia que unos años después de regresar del exilio fue elegida como Secretaria General de la UEPC, Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba. A veces nos detenemos sólo en las figuras principales y nos olvidamos de otros actores que no están en el podio. La práctica no los llevó a los primeros planos a veces por puro azar, pero son constructores tan importantes que sin ellos todo el edificio se vendría abajo. Alfredo Lafuente y Susana (Susana de Perkins la llamaba Lidia Atencio) estaban en ese nivel. Otros compañeros aportaron esporádicamente, alguno como Armando Jaime habían jugado un papel importante antes de la dictadura, otros como Marcelo Frondizi se destacarían mucho más tras el retorno al país.
Me animaría a decir que en Europa el TYSAE madrileño fue el que alcanzó mayor desarrollo y estabilidad. Se formaron otros TYSAE en Francia, Holanda, Suecia; dentro de España el de Tarragona desarrolló una actividad duradera editando un pequeño boletín con el nombre de “La abeja obrera”. Sobre el de México muy poco es lo que podría decir. Nuestra actividad esencial era la denuncia de la dictadura, casi sin recursos económicos hacíamos un esfuerzo enorme para editar “El Trabajador” y coordinar la tarea con los TYSAE hermanos. De los encuentros internacionales recuerdo el que se realizó en Madrid.
Ya para entonces habíamos logrado una buena relación con las centrales sindicales españolas, particularmente con Comisiones Obreras y UGT. En la Secretaría de Relaciones Internacionales de la UGT estaba Manuel Simón, y en la de Comisiones Obreras el legendario Marcos Ana. Éste último era conocido como “el poeta de las cárceles españolas” por haber permanecido en prisión desde el final de la Guerra Civil hasta 1961. Fue desde la cárcel donde comenzó su labor literaria…
Pero me estoy extendiendo y esta era una simple evocación, un ensayo histórico requiere mayor espacio y una abundancia de datos rigurosos. Cierro como comencé, con el recuerdo de las marchas del primero de mayo. Taurino Atencio me contó que en una de esas movilizaciones había tenido a su lado a Ernesto Cardenal ataviado con ropa de fajina y boina. Termino de escribir esto y me doy cuenta que he citado a dos poetas –no estaría mal llamarlos trabajadores de la poesía- ellos dedicaron su vida a la lucha por un mundo mejor: Marcos Ana y Ernesto Cardenal.
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