Del Noreste a Córdoba, pasando por Tucumán
El viernes 9 de mayo se produjeron los primeros choques entre estudiantes y policías en la provincia de Corrientes. El detonante de los enfrentamientos fue la privatización del comedor universitario en la Universidad del Nordeste, y la elevación del precio del almuerzo de 25 a 57 pesos.
Tal vez las autoridades universitarias esperaban que durante el fin de semana se calmase la indignación estudiantil y que todo sería más manejable a partir del lunes. Si pensaron eso, se equivocaron, porque el lunes 12 no sólo protestaban los estudiantes de Corrientes, sino también los de El Chaco. En Resistencia se produjo un paro total en las facultades de Ingeniería, Arquitectura, Humanidades y Económicas.
En un comunicado conjunto de los distintos centros estudiantiles se denunciaba la intención de recrear la universidad oligárquica de decenios atrás, se advertía que las manifestaciones de violencia policial ponían al descubierto que se estaba frente a sangrientos represores, y se exigía la renuncia del rector Walker y los decanos. Al día siguiente, una asamblea universitaria en Resistencia era interrumpida por fuerzas policiales. El salón de actos fue desalojado a garrotazos, y las jóvenes estudiantes fueron objeto de insultos y vejámenes por parte de los uniformados. Allí se produjeron numerosas detenciones.
Mientras el noreste se encendía en protestas estudiantiles, en Tucumán los trabajadores del Ingenio azucarero Amalia ocupaban las instalaciones como un recurso desesperado para evitar su desmantelamiento. Se trataba de obreros que habían quedado sin trabajo al cerrarse el establecimiento dos años antes. Reclamaban el pago de salarios e indemnizaciones adeudadas, y veían que la posibilidad de cobrar se evaporaba si los antiguos dueños continuaban con el desguace del ingenio. Acompañados por sus esposas e hijos, los operarios ocuparon el lugar en la mañana del martes 13, y tomaron como rehén a un representante de la patronal. Exigían que los antiguos dueños y el gobierno provincial garantizaran el pago de la deuda con los trabajadores.
Estaba fresco el recuerdo de lo ocurrido en otro ingenio, el de Villa Quinteros, que había sido cerrado y vaciado por la patronal, dejando impagos los compromisos con los trabajadores. Por eso en el Amalia se encerró al ejecutivo en una farmacia dentro del establecimiento, se lo dejó bajo la custodia de los hijos de los obreros, y los trabajadores, junto a sus esposas, se dispusieron a hacer frente a los policías que se hicieron presentes. Fueron varias horas de extrema tensión, pero se consiguió que el gobernador Avellaneda y la patronal se comprometieran a saldar la deuda.
En el centro del país, en la ciudad de Córdoba, se realizó una asamblea de los trabajadores mecánicos en la tarde del miércoles 14. El cuerpo de delegados de la fábrica Ika-Renault expresaba su malestar por el desconocimiento de que era objeto por parte de la patronal, y se reclamaba un aumento de sueldo para todos los obreros nucleados en SMATA.
La reunión prevista en el Córdoba Sporting Club fue desautorizada prácticamente sobre la hora. A pesar de eso unos 3 mil trabajadores se encontraban dentro del local cuando éste comenzó a ser rodeado por fuerzas de la policía montada. En ese momento Elpidio Torres habría sido informado de la prohibición, y habría instado a los asistentes para que abandonasen el lugar en forma ordenada. Cuando los obreros salieron a la calle se encontraron con una primera línea de policías armados con sus garrotes de madera que les cerraba el paso. El contacto fue violento, pero la primera línea de contención fue rota por los trabajadores. Desde una segunda línea se los recibió con una andanada de gases lacrimógenos, y una tercera línea se preparó en Olmos y la Avenida Alvear.
La embestida por parte de los policías de a caballo demostró una saña brutal. Mientras tanto, los obreros que no habían podido abandonar el local, treparon por una pared de los fondos y se encontraron con una obra en construcción. Allí se proveyeron de proyectiles con los que volvieron para repeler a sus atacantes. Entonces empezaron a funcionar pistolas y metralletas. Carlos Vignasco recibió un balazo en el hombro, a Luis Mansilla le arrojaron una granada a la cara, y otros 13 obreros sufrieron heridas de consideración.
El jueves, gris y lluvioso, amaneció con tres paros simultáneos en la ciudad de Córdoba: el de los mecánicos, el de los metalúrgicos y el del transporte de pasajeros. Todos parecían tener distintas motivaciones, pero había un destinatario común de la protesta. Los primeros expresaban su repudio a la violenta represión de que habían sido objeto el día anterior, al tiempo que insistían con su reclamo de mejoras económicas. Los metalúrgicos protestaban por la anulación de las quitas zonales, y los trabajadores del transporte exigían que las empresas reconociesen la antigüedad en el empleo. Aunque las demandas estaban dirigidas a las respectivas patronales, el destinatario último de la protesta era el propio gobierno. Por eso la policía anunció que cualquier tipo de reunión quedaba prohibida, todos sus efectivos estaban acuartelados y se había reforzado la vigilancia en las calles.
La actividad estaba semiparalizada pero al día siguiente la inactividad sería total, porque ambas regionales cegetistas, la que se enrolaba en la CGT a, y la que respondía a Azopardo, habían resuelto paros generales por 24 horas para el día viernes. La información periodística resaltaba la coincidencia en los motivos de la protesta: 1º, oposición a la nueva ley de sábado inglés, 2º, contra los aumentos de precios y, 3º, en repudio al ataque policial contra los mecánicos.
La muerte se hace presente en Corrientes
Pero ese jueves 15 la noticia luctuosa llegó desde Corrientes. A mediodía se realizaba una manifestación de los estudiantes que insistían con su protesta por la duplicación en los precios del comedor universitario. Privados de la posibilidad de dirigirse directamente al rector de la universidad, habían decidido marchar a mediodía por el centro de la ciudad. La policía cargó contra ellos con sus sables y las bombas de gases lacrimógenos. Los manifestantes consiguieron reagruparse, y entonces la represión recurrió a las armas de fuego. Y tiró a matar.
Juan José Cabral, estudiante de medicina de 22 años de edad, fue herido por dos balazos en el pecho, y falleció antes de que pudiera ser asistido. Pero no fue el único en ser baleado a mansalva por la policía. Otros estudiantes fueron alcanzados por los disparos (cuatro, en una primera información de Crónica, Ocho, según un pormenorizado relato del diario Norte), aunque sus heridas fueron menos graves. Además de ellos otra veintena de compañeros presentaban heridas cortantes y contusiones múltiples. La indignación se extendió por toda la ciudad, y desde allí al resto del país. El periódico CGT informaría: Inmensa indignación. Trescientos cincuenta profesores piden la renuncia del rector Walker. Paro total del foro en Resistencia. Repudio de la Cámara de Comercio.
El viernes 16, prácticamente en todas las grandes ciudades se produjeron movilizaciones de proteta. Por supuesto, fue en Corrientes donde se realizó la mayor movilización de duelo, con la participación de 5 mil personas, entre estudiantes, trabajadores y población en general. En Buenos Aires los estudiantes universitarios estuvieron a la cabeza de esa indignación. En algunas facultades, como las de Medicina o Ciencias económicas, las manifestaciones fueron toleradas por las autoridades y no se generaron incidentes violentos. En otras, en cambio, la actitud prodictatorial de algunos directivos provocaron enfrentamientos. En Derecho, el profesor Estanislao del Campo Wilson hostigó a los estudiantes acusándolos de comunistas. Fue en esa misma facultad donde los integrantes del Sindicato Universitario de Derecho quisieron retirar del Centro de Estudiantes un cartel que denunciaba el asesinato de Cabral. Los estudiantes resistieron el intento, y hubo un duro enfrentamiento entre ambos sectores. Pero los hechos más violentos se produjeron en Filosofía. Después de rendir homenaje al compañero asesinado en Corrientes, los estudiantes salieron por Independencia con dirección a Deán Funes. Una barrera de policías les cerró el paso, y los manifestantes quisieron retroceder hacia La Rioja pero fueron atacados por otros efectivos. Policías de civil se habían mezclado con los estudiantes, y a cachiporrazos arrastraron a algunos de ellos hacia automóviles sin identificación. Un fotógrafo de Asociated Press que registraba las escenas, y que se negó a entregar los rollos a los policías, también fue golpeado y arrestado.
Aunque Córdoba estaba paralizada por la huelga general, y a pesar de que las patrullas policiales impedían cualquier concentración, también se produjeron algunas manifestaciones de estudiantes y trabajadores repudiando el asesinato de Cabral. Mayor dimensión tuvieron las protestas en Tucumán, cuando los estudiantes comenzaron a concentrarse frente al local de La Gaceta, en el atardecer de ese viernes. La represión policial provocó enfrentamientos que fueron extendiéndose por todo el centro de la ciudad, y a pesar de que los represores no se privaron de ningún medio, las protestas duraron hasta muy tarde, y se reiniciaron desde la mañana del día sábado.
(Continuará)
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