sábado, 30 de mayo de 2020

El mayo argentino (5)

Protestas en todo el país

El miércoles 21, mientras en Rosario ocurrían los hechos enumerados en la entrega anterior, en Córdoba las manifestaciones de protesta eran reprimidas con inusitada violencia por las fuerzas policiales. La estudiante Elba Rosa Canelo recibía una bomba de gas en pleno rostro, y a consecuencia de las heridas, debió extirpársele el ojo derecho. En Salta, los violentos enfrentamientos entre estudiantes y policías dejaban un saldo de 14 manifestantes y 9 policías internados. Los detenidos ascendían a 78, según la información oficial, se habían suspendido las clases hasta el lunes siguiente, y camiones militares cargados de soldados patrullaban las calles. En Tucumán se producía la ocupación de la Universidad. En Buenos Aires el paro universitario contaba también con la adhesión de los estudiantes secundarios, se sumaban nuevas detenciones a las de los días anteriores, y hasta en la Universidad del Salvador se producían manifestaciones de protesta. En esta última, tras una misa celebrada por doce sacerdotes a los que presidía el rector, padre Ismael Quiles, los estudiantes realizaron una sentada en la Avenida Callao. Hasta el jesuita Jacinto Luzzi, vice decano de la Facultad de Teología, fue zamarreado por las fuerzas represivas.

Al día siguiente, en Córdoba, se realizó una asamblea estudiantil en el local de Luz y Fuerza, y, entre otras cosas, se decidió la acción coordinada con el movimiento obrero a favor de reivindicaciones comunes, y de protesta y duelo por la represión y muerte de estudiantes. La idea era establecer una planificación en las acciones, y estaba previsto desarrollar ese programa en una nueva asamblea a realizarse al día siguiente en el comedor universitario, comedor que seguía funcionando a pesar de la orden rectoral de clausurarlo. En los periódicos se adelantaba que, a propuesta del SMATA, estaba siendo considerada la realización de un paro general. En esa medida de fuerza iban a participar los sindicatos de ambas centrales obreras y las organizaciones estudiantiles.

Ese mismo jueves, en Tucumán, los estudiantes secundarios se mostraban tan activos como los universitarios en la protesta callejera. Unos y otros se concentraron frente al templo de Santo Domingo, en la calle 9 de julio, y al ser atacados con gases lacrimógenos y garrotes, respondieron lanzando proyectiles con sus gomeras. Después buscaron refugio dentro del templo, de donde pretendieron sacarlos los policías, pero fueron protegidos por los dominicos que se opusieron a la invasión policial. Al atardecer, los universitarios reunidos en asamblea declararon la huelga por tiempo indeterminado, y una hora después el gobierno provincial decretaba asueto universitario para contrarrestar la medida. Aunque oficialmente no se había declarado la emergencia, efectivos militares vigilaban distintos lugares considerados estratégicos. Mientras tanto, 200 docentes de la Universidad del Nordeste –donde se produjera el asesinato de Cabral- reclamaban la destitución del rector Carlos Walker y su equipo. Y en Buenos Aires, las clases eran suspendidas en las facultades de Derecho y Arquitectura, la policía irrumpía a garrotazos en Ciencias Exactas, se producían nuevas movilizaciones estudiantiles, y se detenía los que llevaban escarapelas negras en señal de duelo por los compañeros asesinados.


El viernes 23 el gobernador Caballero afirmaba que no iba a declararse a córdoba como zona de emergencia. Acababa de retornar de Buenos Aires, donde había estado reunido con el dictador Onganía, y aseguraba que no existían razones para tomar esa medida, porque lo que calificaba como “disturbios estudiantiles” eran provocados por agitadores infiltrados. Sin embargo para esa misma tarde a las 19 estaba prevista una concentración obrero estudiantil frente al local de la central obrera, en la Avenida Vélez Sársfield.

El acto no pudo concretarse a causa de la represión policial. Los manifestantes expulsados de la zona céntrica fueron tomando posiciones en el Barrio Clínicas, residencia no sólo de los estudiantes de medicina, sino de todas las facultades. Las fuerzas policiales quisieron tomar el barrio por asalto, pero fueron rechazadas con piedras, palos y cuanto objeto pudiera servir como proyectil. Obreros y estudiantes contaban con la colaboración de todo el vecindario que se encargaba de avisarles sobre la posición y desplazamientos de las fuerzas represivas, y que hostigaban a éstas últimas lanzándoles distintos proyectiles. Apenas comenzaron a llegar los contingentes policiales el barrio quedó a oscuras. La desconexión habría sido realizada por los propios estudiantes para dificultar las operaciones. Si antes del apagón los policías ya se mostraban remisos a entrar en el barrio, después que se cortó la luz el miedo creció.

Para iluminar el terreno de operaciones los sitiadores recurrieron a reflectores y luces de bengalas lo que debió acrecentar el dramatismo de lo que estaba ocurriendo. En un momento del enfrentamiento policías y gendarmes comenzaron a tirar hacia las azoteas de los edificios. Los defensores del barrio respondieron con bombas molotov y hasta con granadas de gases lacrimógenos que, aparentemente, habían tomado de un patrullero momentáneamente abandonado. El estudiante Héctor Crusta, de 18 años, que se encontraba en una azotea de 9 de julio y Pasaje Clínicas, fue alcanzado por uno de los disparos policiales. La bala, entró por debajo de la nariz, y luego de hacer un extraño recorrido quedó alojada detrás de la oreja derecha, por lo que el muchacho tuvo que ser operado de urgencia.

Durante el prolongado enfrentamiento los policías decidieron tomar el Hospital de Clínicas. Entraron disparando sus armas pero en el interior sólo encontraron al personal de servicio y a los internados. Entretanto, en otros sectores de la ciudad se producían pequeños actos relámpago que obligaban a la dispersión represiva. Frente a los edificios del correo, de Radio Nacional y en otros puntos se armaron barricadas y fogatas. Un corte de energía dejó sin luz a todo el Barrio Alberdi, y el hecho fue atribuido a la explosión de una bomba molotov.

Volviendo al barrio Clínicas, efectivos de la policía federal fueron comisionados para tomar la casa que se calificó como “comando de la resistencia”. Lanzando gases lacrimógenos y disparando sus armas de fuego intentaron una y otra vez la ocupación del lugar. Pero en todas las oportunidades fueron rechazados por los defensores. Finalmente, a las 5 de la mañana, todas las fuerzas policiales optaron por retirarse.

Al igual que su colega cordobés, también el gobernador tucumano, Roberto Avellaneda, le había informado a Onganía que en su provincia no había disturbios. Pero ese viernes 23 de mayo las calles de la ciudad estuvieron envueltas en gases lacrimógenos. Estudiantes y obreros organizaron un acto a sólo tres cuadras de la casa de gobierno. Aunque el dispositivo de seguridad abarcó 12 cuadras a la redonda, los enfrentamientos con los manifestantes comenzaron poco después del mediodía. Una columna entró por la calle 24 de Noviembre, y al llegar a Maipú fueron recibidos con gases lacrimógenos. Hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo con miembros de la guardia de infantería, los manifestantes se dispersaron, pero un rato después reaparecían a unas pocas cuadras lanzando bombas de estruendo.

Los pasajeros de un ómnibus que escapaban aterrados del cerco represivo fueron golpeados por los policías, uno de esos viajeros fue atropellado por un móvil policial. También los periodistas fueron apaleados en forma inmisericorde, y uno de ellos, Hugo Galván, debió ser hospitalizado con heridas en la cabeza, cara y brazos.


Más al norte, en la provincia de Salta, obreros y estudiantes llevaron a cabo una concentración al pie del cerro San Bernardo, donde se encuentra la estatua del general Martín Güemes. Las fuerzas represivas actuaron de inmediato, porque en las cercanías del lugar estaban las residencias del coronel Benjamín Isidro de la Vega, jefe militar de la guarnición local y del mayor Ricardo Espángenberg, intendente de Salta. A pesar de que los manifestantes fueron dispersados en ese lugar, en el centro de la ciudad se produjeron algunos actos relámpago, y en uno de ellos, un automóvil que pretendió atropellar a quienes protestaban fue dado vuelta e incendiado.

También Buenos Aires fue escenario de movilizaciones y enfrentamientos. En las inmediaciones de Medicina y Ciencias Económicas fueron detenidas más de 70 personas que, a partir de las 19, pretendieron participar de los actos convocados por los estudiantes. Policías uniformados y de civil, la guardia de infantería, patrulleros y camiones hidrantes se emplearon para romper cualquier intento de concentración. Para repeler la agresión, los manifestantes usaron bombas molotov y petardos, al tiempo que armaban barricadas para impedir el paso de los autos policiales. A la altura de Pasteur al 200, dos coches terminaron incendiados en medio del tumulto, y lo mismo ocurrió con un tercero, en la Avenida 9 de Julio y Bartolomé Mitre. A la misma hora, poco después de las 19, se organizaron otras manifestaciones en la ciudad. Una en la zona de Plaza de Mayo, cerca de la catedral. Otra en la esquina de Lavalle y Maipú, a una cuadra del edificio República. Una tercera en las inmediaciones del Obelisco. Y lo mismo ocurrió en la Galería Florida, en la salida sobre San Martín. Hasta en las cercanías de Liniers se produjeron corridas y detenciones.

Como una continuidad de los hechos del viernes por la noche, en la mañana del sábado se produjeron nuevas movilizaciones estudiantiles en la zona de Once. Tres facultades se encontraban cerradas por orden de sus autoridades: Ciencias Económicas, Derecho y Arquitectura. En las demás, aunque estaban formalmente abiertas, se evidenciaba un marcado ausentismo y tenían fuerte custodia policial.

(Continuará)

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