La detención de Ongaro
El amanecer del sábado 24 en Córdoba es descripto como lluvioso y triste después de los graves sucesos del día anterior. Ongaro, en su carácter de secretario general de la CGT de los Argentinos viaja a la provincia para participar en las deliberaciones de la Regional sobre el paro general previsto para la semana siguiente. Cuando llega a córdoba a las 9.30 de la mañana es detenido apenas baja del tren por seis policías vestidos de civil. Tras Separarlo de los otros compañeros de la delegación fue introducido en un automóvil y trasladado hasta la jefatura de policía.
Raimundo contó que, al preguntar sobre los motivos de su detención, se limitaron a contestarle que cumplían con “órdenes superiores”. Luego llegó el capellán policial, y posteriormente lo hicieron pasar a otra habitación donde fue interrogado por el teniente Miranda, quien se presentó como Director de Informaciones. Cerca de las 14 le informaron que el jefe de policía había estado reunido con el gobernador Caballero, y que éste último había ordenado que lo enviaran de vuelta a Buenos Aires. Desde la Jefatura de Policía fue llevado hasta la Escuela de Aviación Militar, y poco antes de las 15 fue subido a un bimotor en compañía de dos oficiales de la policía.
A la media hora de vuelo el piloto recibió orden del propio gobernador Caballero de desviarse hacia Río Cuarto porque Ongaro iba a ser enviado a La Pampa. Cuando el avión aterrizó, toda la comitiva subió a un automóvil e inició el viaje hacia esa provincia. Pero al llegar a Realicó, una patrulla policial al mando del comisario Garello les informó que las “órdenes superiores” habían cambiado nuevamente, y que ahora debían llevar a Ongaro al Departamento Central de Policía en Buenos Aires.
Finalmente, a las 5 de la mañana del día domingo el prisionero fue entregado a un sorprendido subinspector que no sabía qué hacer con él. En Coordinación Federal no estaban enterados de nada, y se pusieron a interrogar a los policías cordobeses para decidir los próximos pasos. Ongaro fue llevado a Orden Gremial, y allí, casi por rutina, los oficiales empezaron a preguntarle por los motivos de su viaje a la provincia, y sobre qué pensaba del futuro del país. A los policías se sumaron algunos militares, y Raimundo creyó reconocer al “vicecomodoro Pendell, el teniente coronel Seijo y el capitán Balín”. Recién fue liberado a las 7 de la mañana del día lunes, sin ninguna acusación en su contra, y luego de 48 horas de haber permanecido bajo control policial.
Una fiesta patria muy particular
El gobernador tucumano pasó un momento desagradable en la mañana del 25 de mayo cuando presidía los festejos oficiales por la fiesta patria. Las autoridades provinciales se encontraban frente a la estatua de la Libertad, en la Plaza Independencia, y en ese momento grupos de estudiantes hicieron detonar varios petardos, mientras bloqueaban con automóviles los accesos a la plaza. El desconcierto debió ser muy grande, pero se volvió aún mayor cuando parte de los efectivos policiales se negaron a reprimir a los manifestantes, como forma de protesta por insatisfechos reclamos salariales. Mientras esto ocurría en la esquina de 25 de Mayo y Mendoza, otros actos estudiantiles se efectuaban en las esquinas de Maipú y 24 de Septiembre, y Junín y San Martín. Finalmente la policía intervino, e hirió de un balazo al estudiante Ernesto José Rodríguez, y al estudiante Oscar Palierri de un sablazo.
El mal momento no debió ser fácil de digerir para el gobernador porque se sumaba al que había vivido la noche anterior mientras se realizaba la función de gala en el Teatro San Martín. El gobernador Avellaneda había asistido al teatro con todo su gabinete, fue entonces cuando un asistente a la función pidió un minuto de silencio como homenaje a los estudiantes muertos. Todos los concurrentes, excepto las autoridades provinciales, se pusieron de pie y adhirieron al homenaje.
En Mendoza la represión policial fue tan brutal y desmedida como en otras ciudades del país. La protesta estudiantil de días anteriores volvió a reeditarse durante los festejos oficiales del 25 de Mayo. La información periodística consigna que alrededor de un millar y medio de manifestantes fueron atacados por policías uniformados y de civil. La violencia empleada fue tan extrema que causó la indignación hasta de los más indiferentes. El apaleo de estudiantes secundarios y universitarios se realizó a la vista de todos generando la reacción del vecindario. Esa indignada reacción fue reprimida con idéntica saña. Algunas mujeres que reclamaban a gritos que cesaran los malos tratos contra los jóvenes fueron igualmente insultadas y golpeadas. Un templo metodista donde habían buscado refugio algunos estudiantes fue desalojado a bastonazos por los enfurecidos policías. El pastor Sicardi y otros dignatarios de ese credo fueron detenidos junto con los muchachos. También periodistas y fotógrafos del diario Mendoza fueron llevados al Departamento de Policía, y en el propio despacho del jefe de investigaciones les velaron los rollos en que habían registrado las escenas represivas. Hasta el arzobispo mendocino, Monseñor Alfonso Butteler, fue víctima de los gases lacrimógenos cuando regresaba de oficiar el Tedeum.
La fecha patria tuvo características parecidas en San Juan. Estudiantes y trabajadores se congregaron en el local de la CGT de los Argentinos para responder con un homenaje popular al festejo oficial. Cuando los concurrentes al acto salieron a la calle y pretendieron marchar hasta el monumento al Libertador fueron atacados con gases lacrimógenos por policías fuertemente armados. La represión alcanzó hasta a los paseantes por el lugar, y entre los heridos durante el apaleamiento se contó al dirigente sindical Bernardino Romero. Los arrestados superaron la veintena, incluyendo a un periodista del diario Tribuna.
En Corrientes los actos oficiales para celebrar el 25 de Mayo contaron con una reducida participación de funcionarios civiles y militares. Los estudiantes y trabajadores eligieron convocarse en los alrededores de la Plaza Cabral para homenajear a los jóvenes asesinados en los últimos días. La policía cargó contra ellos una y otra vez, en enfrentamientos y corridas que se prolongaron desde las 16 hasta cerca de las 21. Las detenciones fueron numerosas, aunque no se dio información oficial sobre la cantidad de apresados. Lo que sí se informó fue que el Gobierno había instruido al fiscal del estado para que iniciara proceso por subversión a los organizadores del acto de protesta.
Curiosamente en Buenos Aires no fueron los estudiantes sino los actores quienes acapararon la atención periodística. La Asociación Argentina de Actores había decidido hacer público su repudio por la violencia represiva de esos días. Para ello dispuso que sus afiliados leyeran un comunicado de la entidad y que realizaran un minuto de silencio en las funciones teatrales en que participaran. El comunicado decía:
Este 25 de Mayo oscurece su brillo por la inmolación de jóvenes argentinos perpetrada en los últimos días por las llamadas fuerzas del orden. Los intérpretes nacionales agrupados en la Asociación Argentina de Actores guardarán un minuto de silencio en sus lugares habituales de trabajo en repudio de aquellos hechos que enlutan al país. Y recordarán de este modo, en la fecha máxima de nuestra nacionalidad, que la libertad no puede ser cercenada por la brutalidad de quienes circunstancialmente detentan el poder.
La lectura del comunicado fue recibida con aprobación por el público, pero en un par de lugares las derivaciones no estuvieron dentro de lo previsto. En el Teatro Agón se presentaron efectivos de Coordinación Federal armados con metralletas y pistolas lanzagases. Recorrieron la sala y los camarines, y se retiraron después de una prolija y amenazante revisión del lugar. En el Teatro San Telmo la acción represiva fue más lejos, porque luego de revisar las instalaciones, se llevaron detenidos a los actores Juan Carlos Gené, Raúl Ramos y Carlos Carella. Por esa época Carlos Carella era el secretario general de la Asociación Argentina de Actores.
(Continuará)
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