sábado, 27 de junio de 2020

Sobre populismo y antipopulistas (3)

El discurso antipopulista

Gino Germani es considerado el precursor de la teorización sobre el llamado populismo. Nacido en Italia en 1911, emigró a Argentina cuando contaba con 23 años de edad. Opuesto al fascismo, había sufrido persecuciones y confinamientos que lo llevaron a optar por el exilio. En nuestro país realizó sus estudios de filosofía, y para 1942 ya se desempeñaba como encargado de investigaciones bajo la dirección de Ricardo Levene. Como dice Martina Casullo sin ninguna sutileza, “durante la dictadura no tuvo conexiones con la Universidad”, lo que evidencia su enfrentamiento con el peronismo. Precisamente fue con posterioridad al golpe de estado de 1955 cuando publicó los trabajos en que expuso su teoría. El primero de ellos apareció en 1956 con el título "La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo".


“(…) Ante la decepción y el desconcierto que provocaba el apoyo de las masas a los regímenes totalitarios (…) Germani buscará ayuda en elementos de la psicología profunda para intentar entender este comportamiento, centrando luego su interés en aplicar las dimensiones de análisis para abordar el fenómeno del peronismo” (12).


No es nuestro objetivo hacer una minuciosa exposición de la teoría germaniana, pero como muchos planteos posteriores sobre el populismo se apoyan en formulaciones suyas, haremos una breve mención de los aspectos que nos parecen más salientes.

Su punto de partida está planteado por el rápido tránsito desde una sociedad tradicional a una sociedad desarrollada. La primera es una sociedad mínimamente industrializada, mientras que la característica de la segunda es la industrialización. El paso de una a otra es la modernización. En opinión de Germani ese cambio se produce –en Argentina en particular, y en América Latina en general - de forma súbita, dando lugar a la coexistencia de elementos de una y otra formación en un mismo momento histórico. Llevado hasta sus últimas consecuencias, es obvio que este planteo sólo considera aceptable el gradualismo, porque la simultaneidad de características es entendida como lógicamente contradictoria. Saltos cualitativos o cambios revolucionarios quedan así excluidos del esquema propuesto.

Esta simultaneidad o superposición de aspectos entendidos como opuestos y excluyentes, es lo que nuestro autor denomina asincronías. Al no haber un desarrollo armónico y simultáneo de los distintos países y regiones, se producen centros y periferias, no sólo a nivel internacional, sino también hacia el interior de la propia sociedad nacional. Esta asincronía geográfica es complementada por las asincronías institucional, de grupos sociales y de motivaciones. El conocimiento por parte de los más postergados de los beneficios alcanzados por los más desarrollados, da lugar a desmedidas aspiraciones de acceso a los mismos niveles de bienestar. Sectores de la sociedad anteriormente pasivos se ponen en movimiento, logrando que sus reclamos comiencen a ser tenidos en cuenta.

La industrialización, la urbanización y la masiva migración interna se aceleran a partir de la década del ‘30. Es aquí cuando, según Germani, se produce en América Latina la irrupción de las masas en la política, derribando antiguas barreras institucionales y sin valorar el sistema democrático.


“La diferencia que existe entre el caso de Inglaterra o de otros países occidentales y el caso de América Latina depende pues, de un grado distinto de correspondencia entre la movilización gradual de una proporción creciente de la población (hasta alcanzar su totalidad) y la aparición de múltiples mecanismos de integración: sindicatos, escuelas, legislación social, partidos políticos, sufragio, consumo de masa, que son capaces de absorber estos grupos sucesivos y de proporcionarles medios de expresión adecuados al nivel económico y político, como en otros terrenos fundamentales de la cultura moderna” (13).


Según su razonamiento, en Europa se habría producido una consolidación de la democracia representativa en dos etapas (democracia con participación limitada y luego con participación total) en la que las masas fueron incorporadas sin traumas al aparato político a través de reformas y participación en partidos liberales u obreros (14). Esta afirmación es más que discutible, pero por ahora pasemos al otro aspecto de la teoría, el que tiene que ver con el comportamiento de las masas y su subordinación al líder carismático. Para ser justos con el autor italiano no haremos centro exclusivo en su pensamiento, también incluiremos puntos de vista de Di Tella y de otros teorizadores sociales que contribuyeron a consolidar el discurso académico sobre el llamado populismo.

Masas y líder son los componentes esenciales de los movimientos nacional populares. La caracterización que se ha hecho de ellos tiene todos los ingredientes de la descalificación y la segregación. En el caso de las masas se define a sus componentes como los sectores más atrasados de la sociedad, un aluvión que llega a las ciudades desde la marginalidad rural, sin cultura, sin educación, sin historia. En el mejor de los casos merecen la conmiseración, cuando no el desprecio por su condición social y racial. Desprovistos de toda capacidad y experiencia política están destinados a ser mano de obra barata o, y esto es lo alarmante, a ser manipulados por el demagogo populista. Las masas son esencialmente irracionales, peligrosas, explosivas. Han vivido y se han formado en una sociedad tradicional, autoritaria y paternalista, todo ese mundo que le servía de referencia está desapareciendo rápidamente, no hay un nuevo marco ni instituciones capaces de contenerlos ni encausarlos.


“Hoy en día los reclamos de las masas se están volviendo cada vez más claramente definidos y significan nada menos que la determinación de destruir completamente a la sociedad tal como ésta existe actualmente, con vista a hacerla retroceder a ese primitivo comunismo que fue la condición normal de todos los grupos humanos antes de los albores de la civilización. Las exigencias se refieren a limitación de las horas de trabajo, nacionalización de las minas, ferrocarriles, fábricas y el suelo; la igualitaria distribución de todos los productos, la eliminación de todas las clases superiores en beneficio de las clases populares, etc. Poco adaptadas a razonar, las masas, por el contrario, son rápidas en actuar. Como resultado de su actual organización, su fuerza se ha vuelto inmensa” (15).


No, esto no fue dicho por Germani ni por ningún otro de los teorizadores sobre el populismo, al menos no de los académicamente reconocidos. Aunque la apreciación podría resultar tentadora para quienes se manifiestan contra el “populismo radical”, como por ejemplo el general Hill, a quien hemos citado anteriormente. La frase fue expresada bastante antes, en un contexto europeo, incluso antes de que se pensara en el fascismo. Si hemos insertado este juicio de Gustave Le Bon es para mostrar que el pensamiento descalificador de las masas tiene una raigambre muy antigua.

Otro tanto ocurre con el líder, que para ser funcional a la teorización maniquea, debe ser un individuo inescrupuloso, oportunista y demagógico. No tiene ningún interés en contribuir a la redención de los sectores populares del estado de postergación en que se encuentran, no es altruista, ni honesto, ni solidario. Sólo atiende a sus propios intereses, y a veces, para poder satisfacerlos, tiene que ofrecer dádivas. Su relación con las masas populares es vista como esencialmente utilitarista. Aprovecha del atraso e incultura de las mismas para presentarse como el paternalismo bueno que sustituye al paternalismo malo de la sociedad tradicional. Precisamente es ese período de ruptura y tránsito entre la vieja sociedad y la sociedad moderna la cuna del populismo. Para emerger, la nueva sociedad necesita de un conductor, de un miembro de la elite comprometido con el proyecto modernizador. Éste para poder afirmarse necesita de una fuerza propia y la encuentra en ese rebaño popular al que manipula.

De acuerdo con la línea de razonamiento que venimos esquematizando, el populismo es un punto de cruce en el que la vieja estructura social se ha convertido en una traba al desarrollo, el liberalismo ya no puede ser un motor de cambio y, simultáneamente, la clase obrera no puede ofrecer una alternativa propia. Pero los sectores populares tienen demandas y expectativas crecientes; Revolución de las expectativas, las llamará Di Tella: “… Quieren tenerlo todo antes de que estén dadas las condiciones para satisfacerlas. Esto hará difícil el funcionamiento de la democracia ya que se pedirá más de lo que ella puede dar.”


“El populismo, por consiguiente, es un movimiento político con fuerte apoyo popular, con la participación de sectores de clases no obreras con importante influencia en el partido, y sustentador de una ideología anti-statu quo. Sus fuentes de fuerza o 'nexos de organización' son: a) una elite ubicada en los niveles medios o altos de la estratificación y provista de motivaciones anti-statu quo; b) una masa movilizada formada como resultado de la 'revolución de las aspiraciones', y, c) una ideología o un estado emocional difundido que favorezca la comunicación entre líderes y seguidores y cree un entusiasmo colectivo” (16)


La relación entre el líder y la masa está en el núcleo de esta teorización, sin embargo eso que se presenta casi como una exclusividad del llamado populismo ya había sido planteada en las teorías elitistas de principios del siglo XX. Aclaremos un poco esta cuestión. Caetano Mosca sostenía que no puede haber organización humana sin jerarquía, es decir sin que haya unos que manden y otros que obedezcan. En este sentido era deudor del pensamiento de Henri de Saint Simon y su sistema de dos clases con una minoría dominante y una mayoría dirigida. Para el pensador italiano existe una genuina necesidad de la naturaleza social del hombre, de gobernar y sentirse gobernado. En opinión de Vilfredo Pareto, la minoría gobernante –la élite- está constituida por individuos con ciertas cualidades reales o imaginarias, cualidades que los diferencian de la masa poco educada que se les subordina.

Esa construcción ideal tan diferenciada admite sin embargo una cierta movilidad social. Es necesaria una periódica renovación de la clase dirigente, porque ésta puede anquilosarse y dejar de contar con la pasiva aceptación de los gobernados. Individuos fuertes y vigorosos surgidos de las masas pueden elevarse socialmente e incorporarse a la élite, sin embargo deben ser unos pocos elegidos, aquellos que estén mejor dotados para asimilar las cualidades superiores y revitalizarlas. Si la incorporación fuese muy numerosa la dirigencia se transformaría en plebe. Pero la élite no es totalmente homogénea. En su interior se verifican niveles y jerarquías, dentro de ella existe lo que podríamos llamar una élite de la élite. Es un grupo dirigente muy reducido que concentra un poder mayor que los demás y que ejerce la función de liderazgo.

Como puede apreciarse la idea de una minoría dirigente dentro de la élite deja el camino abierto para pensar en el líder. Con esto ya tenemos todos los ingredientes fundamentales de la teorización sobre el populismo: la élite, el líder, la masa. Sería muy irresponsable de nuestra parte plantear que la fuente de inspiración de Gino Germani y sus continuadores fueron Mosca y Pareto, pero no podemos dejar de señalar la coincidencia.

(Continuará)


Notas

(12) Casullo, Martina; "Gino Germani ante la condición humana", 2006, en la serie El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Cotejado el 19.1.2014 en:

http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/germani.htm

(13) Germani, Gino; "Democracia Representativa y Clases Populares", en O. Ianni (ed.), Populismo y Contradicciones de Clase en Latinoamérica, México, Serie Popular Era, 1977, p. 29.

(14) La evolución del capitalismo europeo no fue tan idílica como podría inferirse del pasaje germaniano que hemos mencionado. Desde los propios orígenes del sistema el expolio de los trabajadores fue tan atroz, que no tardaron en surgir las organizaciones obreras que se oponían a aquel. Esas masas movilizadas produjeron acontecimientos de tanta trascendencia como la Revolución de 1848 en Alemania, la guerra civil en Francia o la comuna de París. Estos ejemplos por si solos servirían para refutar la presunta contención del sistema, pero tal vez sea más ilustrativa la expulsión de población que trajo aparejada el capitalismo. En el estudio realizado por Gloria Teresita Almaguer G.; "Europa, la que olvida: las grandes migraciones europeas", se dice:

Entre 1820 y 1930 alrededor de 60 millones de personas emigraron del continente, aunque la mayor actividad en estos movimientos se produjo entre 1870 y 1913. (…) Se reconocen como paradigmáticos los casos de Noruega, Irlanda y Reino Unido. El primero, un país escasamente poblado que vio emigrar a prácticamente dos tercios de sus habitantes, en tasas que se mantuvieron altas hasta la Primera Guerra Mundial y no se detuvieron hasta la crisis económica de la década de los 30 del siglo XX. De Irlanda se dice que la mitad de la nación emigró hacia EEEUU (…) en cuanto al Reino Unido, los datos más conservadores apuntan a más de 10 millones de desplazados, incluso un autor menciona la astronómica cifra de 17 millones. (…) Ya para los finales del siglo XIX a estos grandes emisores se les unieron, más al norte, Suecia, Dinamarca, Alemania y Austria, también con altos flujos aunque en menor proporción que los anteriores. Conjuntamente, 3 países de la zona mediterránea, Italia, España y Portugal se incorporaron activamente al proceso”.

Como explica la autora, la expansión del modo de producción capitalista provocó un importante excedente de fuerza de trabajo, ejércitos de desempleados cuya única salida fue la forzada decisión migratoria. Con ello, el capitalismo, ya para esa época imperialismo europeo, salió fortalecido, pues pudo soslayar en alguna medida los grandes conflictos que generan la desigualdad e injusticia social endémicas al sistema, aunque no se libró totalmente de ellos.

Almaguer G., Gloria Teresita; "Europa, la que olvida: las grandes migraciones europeas", Publicado en el periódico digital Rebelión el 10 de septiembre de 2009. Cotejado el 19.1.2014 en:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=90932

(15) Le Bon, Gustave; Psicología de las Masas, Introducción,(Primera edición francesa 1895), versión digital en español, La Editorial Virtual, 2004. cotejado el 19.1.2014 en:

http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/LeBon/LeBon_PsicologiaDeLasMasas.htm#_Toc88815838

(16) Di Tella, Torcuato S.; "Populismo y reformismo", en O. Ianni (comp.), Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica, México, Serie Popular Era, 1977, pp. 47-48.


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