jueves, 18 de junio de 2020

Sobre vuelos y revuelos

El desvío de aviones hacia Cuba

No es un secreto que tras el triunfo de la Revolución Cubana los Estados Unidos desataron una campaña de agresiones contra el nuevo gobierno. Mientras el dictador Fulgencio Batista estuvo en el poder la participación norteamericana se limitó al suministro de material militar, ya fuera en forma directa o a través de trujillo y otros incondicionales servidores de Centro América y el Caribe. Cuando se produjo la huida de Batista se orquestó un golpe de estado con fachada democrática, pero la maniobra fue desbaratada por la fulminante ofensiva final del Ejército Rebelde. Con el gobierno revolucionario recién instalado comenzaron las presiones, advertencias y maniobras desestabilizadoras orquestadas desde Washington.

La recepción de los antiguos personaje del régimen batistiano en Estados Unidos se hizo al principio con un cierto decoro. El propio Batista debió conformarse con su exilio en República Dominicana, pero otros cómplices del ex dictador tuvieron una fraternal acogida por parte del gobierno yanqui. Luego éste incentivó la salida de descontentos y contrarrevolucionarios, y cuanto más espectacular fuese la huída de Cuba, más afectuosa era la bienvenida otorgada por Washington.

El robo de aviones para “escapar hacia la libertad” se transformó casi en una moda, y el gobierno norteamericano la incentivó proporcionando generoso y rápido asilo a los ejecutores de esas operaciones. Apenas tres meses y medio después del triunfo de la Revolución, el 15 de abril de 1959, un avión con tres tripulantes y 19 pasajeros fue desviado hacia Estados Unidos por cuatro antiguos miembros del Ejército de Batista (tres del Servicio de Inteligencia Militar y un mecánico de aviación). En esa época el gobierno yanqui todavía devolvía los aviones secuestrados. Esa fue otra parte de la campaña agresiva, porque luego comenzó a “confiscar” los aviones cubanos que llegaban a Estados Unidos como represalia por las medidas antiimperialistas tomadas por la Revolución.

Que los antiguos pilotos del régimen batistiano fuesen algunos de los secuestradores tampoco fue una rareza. Juan Romero, ex piloto de la Fuerza Aérea Cubana, capturó un avión Cesna en mayo de 1960, con ese aparato llegó a Estados Unidos, y de allí volvería integrando la tripulación de uno de los aviones que participaron de la agresión en Playa Girón.

La moda se transformó en un recurso permanente, los secuestros se incentivaban o se dejaban de lado según la conveniencia, pero nunca se descartaron totalmente. Algunos de los delincuentes aéreos terminaron excediéndose, y cuando las cosas salían mal no vacilaron en matar. El 27 de marzo de 1966 un anticastrista intentó apoderarse a punta de pistola de un Il-18 que realizaba un vuelo interno con 97 personas a bordo. El piloto se resistió al asalto y aterrizó en La Habana. El secuestrador entonces lo asesinó, hizo lo mismo con su escolta y dejó malherido al copiloto.

En algún momento el método se volvió en contra de sus autores. Recuerdo haber leído un discurso de Fidel en el que comentaba irónicamente que al aprendiz de brujo se le había escapado de las manos su creación. Es que cuando los aviones cubanos comenzaron a ser retenidos en Estados Unidos empezaron a producirse secuestros de aviones norteamericanos (y no sólo norteamericanos) que eran desviados a Cuba. Eso ya no resultó del agrado de los yanquis, comenzaron a tener dolores de cabeza con su propio engendro, y acusaron al gobierno de La Habana de estar detrás de los “secuestros de nueva generación”.

El 17 de agosto de 1961, Che Guevara y Richard Goodwin, asistente de la Casa Blanca, se reunieron en Montevideo y hablaron sobre el tema. El Che le dijo al representante norteamericano que ellos no habían sido responsables por ningún secuestro, y comentó que quien se apoderó del primer avión fue un tipo joven que era un buen chico, pero un poco alocado. Agregó que no todos los que habían desviado aeronaves eran considerados simpatizantes de la Revolución, e incluso sospechaban que alguno de ellos eran provocadores orquestados por la CIA. Por eso Guevara llegó a sugerir que los Estados Unidos y Cuba negociaran un acuerdo referido al asunto de los secuestros desde ambos países, y pusieran fin a esa peligrosa práctica.

El gobierno cubano deseaba que Washington repatriase a los exiliados que hubieran recurrido al robo de aviones o buques para salir de la Isla. En una nota diplomática de 1961 Cuba propuso un acuerdo recíproco para devolver a todos los secuestradores a sus países de origen, pero la administración Kennedy ignoró la propuesta. Eso fue como dejar la puerta abierta a la piratería. Entre 1961 y 1967 17aviones fueron desviados a Cuba. En 1968, de 35 secuestros de aviones a nivel mundial, 17 fueron llevados a la Isla. Entre 1969 y 1972, el número global de secuestros de aeronaves saltó a 280. La mayoría de ellos fueron conducidos a La Habana.

Sin embargo para Cuba no era nada agradable aparecer como plácido destino de piratas aéreos, por eso el 19 de septiembre de 1969 Fidel anunció una nueva ley sobre el trato a los secuestradores. Esta establecía que Cuba juzgaría o extraditaría a todos los piratas extranjeros. Ello, sin embargo, solo ocurriría con países que hubieran negociado un acuerdo bilateral anti-secuestros con Cuba.

Pero ¿cómo empalma todo esto con los sucesos de 1969 en Argentina?

El revuelo

Uno de los arrestados tras la implantación del estado de sitio fue Ernesto Gutiérrez, el secretario general del Sindicato de Publicidad. Antes que él lo había sido Monona Casanello, la Secretaria administrativa del mismo sindicato. Ella me comentó que en el atardecer del 1 de julio se encontraba en el local de la Federación Gráfica Bonaerense, y que fue una de las detenidas cuando se produjo el allanamiento. Después que la encarcelaran, Ernesto fue a reclamar por su libertad, pero su gestión no resultó muy exitosa, porque decidieron dejarlo dentro, como hicieron incluso con algunos abogados que fueron a presentar recursos de habeas corpus.

Cuando le pedí a Ernesto que me diera algunas precisiones sobre su arresto, ni siquiera mencionó que lo hubiese sido por ir a reclamar la libertad de una compañera. Se limitó a comentarme que había sido detenido el 3 de julio de 1969, y que lo habían alojado en la cárcel de Villa Devoto. Agregó que allí el general Onganía había reunido un heterogéneo conjunto de aproximadamente 120 compañeros. La mayoría pertenecían a la CGT de los Argentinos, acompañados por una veintena de jóvenes del Partido Comunista Revolucionario, a los que denominaban ”los pececitos”.

Y agregó que “entre los compañeros de prisión se encontraban el Doctor Rojo, del radicalismo; Sánchez Sorondo, director de ”Azul y Blanco”, católico y profascista; el Dr. Ascuehaga del PC; Néstor Martín abogado de la CGTA, posteriormente desaparecido. También estaban Galimberti y Gravois, dirigente en la Facultad de Filosofía. Sólo nos faltaba un conservador y un socialista para formar un frente popular, aunque teníamos a Cerrutti Costa que fuera ministro de la Libertadora”.

No recuerdo que en el Sindicato de Publicidad se mencionase la posibilidad de que Ernesto fuera expulsado del país. Ya dije que él era de nacionalidad chilena, y la deportación de un extranjero podía sonar a música en los oídos de ciertos nacionalistas. Sin embargo, aunque no lo recuerde, es posible que se hablase de ese riesgo y que yo no lo registrase porque en esos días estábamos en medio de un proceso electoral en Telefónicos. Lo concreto es que ese peligro existía, y que debió haberse presentado algún recurso de amparo porque Ernesto me contó que la orden de expulsión dictada en su contra contravino una resolución judicial.

La medida fue ejecutada el miércoles 8 de octubre, día en que se cumplía el segundo aniversario de la caída en combate del Che Guevara. El avión en que Ernesto Gutiérrez era deportado a Chile no hizo el recorrido previsto, y como él dijera: “el avión que debía viajar a Chile se desvió un tanto, fue secuestrado y fuimos a parar a Cuba”.

La noticia causó un enorme revuelo, y con los compañeros de Publicidad hacíamos los más variados comentarios, desde apesadumbrados pronósticos porque Ernesto no podría volver a Argentina, hasta inventar jocosas historias en torno al desvío del avión. Sin embargo su ausencia no fue tan prolongada, porque a pesar de que los revolucionarios cubanos le ofreciesen asilo, decidió probar el regreso. Cuando el avión secuestrado salió de La habana, allí iba Ernesto, y luego de hacer escala en Miami llegó a Santiago de Chile. Pero tampoco se quedó mucho tiempo allí, y quince días después de haber salido de Argentina estaba de nuevo en Buenos Aires.

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