miércoles, 30 de junio de 2021

“Ustedes, escritores y artistas, han tenido el privilegio de ser testigos de esta Revolución”

 


Este 30 de junio se cumplen 60 años de “Palabras a los intelectuales”, la memorable intervención de Fidel Castro en el cierre de tres intensas jornadas de debate con los intelectuales cubanos. ¿Por qué un acontecimiento ocurrido hace más de medio siglo sigue siendo importante en nuestros días? ¿Cuánto podemos aprender de aquella intervención en la que se habló de censura, libertad creadora y necesidad de apoyo popular en medio de la agresión imperialista?

La revolución agredida

Al evocar las Palabras a los intelectuales suele mencionarse la censura a un cortometraje o la frase: “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada”. Rara vez se describe el marco histórico, y sin tener en cuenta ese contexto la comprensión del proceso queda mutilada. Un intelectual de la talla de Fernando Martínez Heredia lo expresó con toda claridad:

Me preocupa mucho que la circunstancia de la cual es hija Palabras a los intelectuales haya sido olvidada.”

http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/06/29/acerca-de-palabras-a-los-intelectuales-55-anos-despues/

Para no incurrir en ese olvido voy a hacer un rápido repaso histórico.

Tras la fuga de Batista un golpe de estado continuista se desmoronó ante el arrollador avance de los combatientes cubanos. Estados Unidos que había sido sostén del régimen tuvo que asumir un protagonismo más directo. En enero de 1959 comenzaron las advertencias, presiones y maniobras desestabilizadoras. Entre las primeras actividades subversivas estuvo el desvío de aviones hacia Estados Unidos. Los personeros del antiguo régimen, descontentos y contrarrevolucionarios fueron incentivados para efectuar espectaculares fugas “hacia la libertad”.

https://javiernieva.blogspot.com/2020/06/sobre-vuelos-y-revuelos.html

El gobierno revolucionario se vio sometido a un continuo hostigamiento militar y propagandístico. Se fomentaron las incursiones armadas y los sabotajes. Se propició la deserción y la traición al mismo tiempo que se desarrollaba una intensa campaña de intoxicación mediática. Durante esos primeros meses se incentivó la emigración de profesionales para vaciar al nuevo régimen de apoyatura intelectual.

La Revolución debió actuar con mano muy firme desde un principio. Era una cuestión de supervivencia y no podía mostrar debilidades ni vacilaciones a la hora de castigar a los esbirros y criminales de la dictadura batistiana; puede decirse que, en medio de tan difíciles circunstancias, hubo un equilibrado ejercicio del rigor. El continuo hostigamiento no dejaba mucho margen para la práctica democrática. Había que realizar tareas de inteligencia, una acelerada preparación militar de toda la población y poner freno a cualquier intento contrarrevolucionario. Lo raro no es que se hubieran producido algunos excesos en la tarea para salvaguardar al estado, sino que esos desbordes hayan sido mínimos. Si se tiene en cuenta que las amenazas de invasión eran muy concretas, que se tenía la experiencia de lo ocurrido en Guatemala pocos años atrás y que Estados Unidos no ocultaba su participación en la agresión en curso, las medidas disuasorias y defensivas no parecen haber provocado acciones censurables por parte del gobierno.

Construyendo bajo el fuego enemigo

Vale la pena agregar lo que significaba para la economía de un país pequeño y subdesarrollado semejante esfuerzo de guerra. Se tuvo que movilizar a unos doscientos mil hombres para hacer frente a la amenaza de invasión. A ello había que sumar el enorme desvío de recursos para comprar material defensivo a proveedores muy distantes del territorio cubano. Y todo eso se hacía al mismo tiempo que se trataba de organizar el nuevo aparato estatal, los nuevos sindicatos, construir el partido que uniese a todos los que habían luchado por la nueva sociedad.

Los ataques militares directos eran sólo una parte de las medidas implementadas por los Estados Unidos para aniquilar a la Revolución. Ellas fueron acompañadas de agresiones económicas y diplomáticas cada vez mayores. Entre las medidas económicas destinadas a desquiciar el aparato productivo cubano estuvo la reducción de la venta de petróleo norteamericano a la isla. La respuesta cubana fue proveerse de ese petróleo en la Unión Soviética, y la decisión de las empresas petroleras (norteamericanas e inglesa) instaladas en Cuba fue negarse a destilar ese petróleo. Lo que siguió fue la nacionalización de esas empresas apoyándose en cláusulas contractuales que habían sido violadas. Algo similar ocurrió con la cuota azucarera cubana que tenía como destino el mercado norteamericano.

El hostigamiento económico fue acompañado con decisiones impulsadas por el gobierno de Estados Unidos condenando a Cuba “por apoyarse en potencias extracontinentales”. En la reunión de la OEA realizada en Costa Rica se emitió una Declaración que preparaba el camino para una futura intervención militar. Esa escalada de agresiones alcanzó su pico máximo en abril de 1961 con la invasión de Playa Girón.

https://javiernieva.blogspot.com/2021/04/a-60-anos-de-playa-giron.html


La derrota de las fuerzas mercenarias armadas y dirigidas por el imperialismo se produjo apenas dos meses antes de las jornadas que culminarían con las Palabras a los intelectuales.

El diálogo en la Biblioteca

El serio desencuentro entre la intelectualidad y algunos responsables políticos cubanos con poder para ejercer funciones de censura, se produjo a mediados de 1961 alrededor del documental “PM” y la prohibición de exhibición en las salas de cine. Esto generó una gran tensión y el propio Fidel decidió hacerse cargo; a pesar de la infinidad de problemas que debía resolver, el jefe de la Revolución dedicó tres jueves consecutivos a escuchar y debatir con los intelectuales en la Biblioteca Nacional. Fue en el último de esos encuentros cuando pronunció sus Palabras a los intelectuales.

Aún hoy se sigue citando la frase: “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, como una suerte de fórmula mágica desde el momento que aseguraba la libertad para la creación artística dentro del proceso revolucionario. Pero la intervención de Fidel en aquel día contuvo mucho más que esa frase esgrimida de uno y otro lado de los bandos en conflicto cada vez que se produjo un problema similar.

El film objetado mostraba los aspectos más sórdidos de la noche habanera, algo que era reconocido hasta por los que defendían el derecho de la película a ser exhibida. Decididamente el documental no era un modelo de virtudes ciudadanas; eso debían creer quienes desde el ICAIC censuraban su difusión masiva. La visión de los censores podía estar condicionada por rígidos principios asimilados del realismo socialista (al menos han sido muchos los que le atribuyen un origen estalinista a los censores), aunque un veto semejante se habría producido por parte de cualquiera de los clérigos falangistas que aún quedaban en Cuba si hubiesen tenido poder para juzgar.

Y ni siquiera es necesario suponer que los guardianes de la moral tenían que ser, necesariamente, devotos de alguna de esas disímiles ortodoxias, porque un rechazo similar podría haber surgido de cualquiera que sintiera irritada su sensibilidad y que se creyera con la obligación de levantar una barrera protectora de la moral y las buenas costumbres.

La libertad para crear

Lo primero que hizo Fidel fue destacar que las posibilidades de expresión no estaban en riesgo. Nadie con un mínimo de honestidad podía dejar de reconocer que antes del triunfo revolucionario las condiciones eran absolutamente deprimentes para los artistas y escritores. Teniendo eso en cuenta no se justificaba el recelo de que la misma Revolución que había abierto todas esas posibilidades podía tener entre sus planes cercenarla libertad para la creación artística.

Luego dijo que si los hombres se midieran por sus obras, los dirigentes revolucionarios podían caer en la tentación de presentar a la Revolución misma como respaldo de sus actos. Pero agregó que, en realidad, todos estaban aprendiendo (tanto los dirigentes como los propios intelectuales), por lo tanto no había que argumentar como si se tuviera un conocimiento superior e infalible. A continuación se preguntó cuál debía ser la principal preocupación de todos, ya fueran intelectuales o pueblo en general, y recalcó que la primera preocupación debía ser, y de hecho lo era, la supervivencia de la Revolución misma. Un buen motivo para decir eso es que sólo habían pasado dos meses desde la invasión por Playa Girón.

¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el arte, de que la Revolución vaya a asfixiar el genio creador de nuestros ciudadanos, o la preocupación por parte de todos debe ser la Revolución misma? ¿Los peligros reales o imaginarios que puedan amenazar el espíritu creador, o los peligros que puedan amenazar a la Revolución misma?”

No era un argumento retórico para eludir el debate, sino una forma de responder a algunos que habrían discutido a lo largo de los tres días como si no existiese ningún peligro de agresión externa. Por eso, el problema de la libertad de los escritores y de los artistas para expresarse fue abordado de inmediato. Nadie parecía haber puesto el acento en el tema de la libertad formal, lo que parecía centrar todas las preocupaciones era el tema de la libertad de contenido, porque estaba expuesto a las más diversas interpretaciones y se convertía en el nudo de la polémica. La cuestión era si debía haber o no una absoluta libertad de contenido en la expresión artística.

Algunos de los intelectuales debían haber bregado por una libertad irrestricta, y se habrían opuesto a cualquier tipo de prohibiciones, regulaciones, limitaciones, reglas o autoridades para decidir sobre la cuestión.

El argumento que desplegó Fidel fue el siguiente: Los escritores y artistas auténticamente revolucionarios no tenían por qué albergar ningún temor, porque su creación estaría puesta al servicio de la Revolución. Incluso, porque estarían dispuestos a sacrificar la propia vocación artística para ponerse al servicio de la Revolución. El problema era para los escritores y artistas honestos que no eran revolucionarios y que tampoco eran contrarrevolucionarios. Aclaró que nadie había supuesto que todos los artistas y escritores (ni todos los hombres honestos, fueran o no artistas o escritores) debían ser revolucionarios. Era para los artistas y escritores no revolucionarios, que la Revolución constituía un hecho nuevo, imprevisto y hasta problemático. Pero, a la inversa, ellos también constituían un problema para la Revolución.

Para ejemplificarlo planteó el caso de un escritor católico que estaba de acuerdo con la Revolución en los aspectos económicos y sociales, pero con la que disentía en su fundamentación filosófica. Y la duda de ese escritor era si él podría interpretar el proceso revolucionario desde su universo simbólico o si esa posibilidad le estaría vedada.

Ese es el sector que constituye para la Revolución el problema, de la misma manera que la Revolución constituye para ellos un problema. Y es deber de la Revolución preocuparse por esos casos, es deber de la Revolución preocuparse por la situación de esos artistas y de esos escritores. Porque la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales revolucionarios. (...) los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el pueblo.”

La Revolución debía tener una política inclusiva para todo ese sector del pueblo, seguramente mayoritario, que no era revolucionario pero tampoco era contrarrevolucionario. Por tanto debía actuar para que todo ese sector de artistas y escritores sintiesen que dentro de la Revolución tenían un campo para trabajar y para crear. Lo que ellos no podían hacer era trabajar contra la Revolución. Y es allí cuando dice: dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada.

La Revolución y su derecho a existir

Aunque la expresión “contra la Revolución, nada”, podía parecer una obviedad, se encargó de explicarla. La Revolución tenía también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución era el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir nadie podía alegar con razón un derecho contra ella. Porque la Revolución expresaba y defendía los intereses del pueblo y de la nación. Ese no era un principio exclusivo para los artistas y los escritores, sino que era una ley general que abarcaba a todos los ciudadanos.

Luego explicó que no sólo querían una vida mejor en el orden material para todo el pueblo, sino que aspiraban también a proporcionarle una vida mejor en el orden cultural. Por eso propiciaban todas las condiciones para que los bienes culturales estuvieran al alcance de los sectores populares. Eso no quería decir que los escritores y artistas debían sacrificar la calidad de sus obras, pero, de hecho se planteaba el problema de si el artista creaba para un público que pudiese entenderlo o si creaba por un simple goce estético personal. Daba por supuesto que los artistas creaban para un público, que ese público debía tener las posibilidades de ser receptivo al mensaje artístico por tanto (aunque no lo dijo de este modo) la obra debía tender un puente entre la sensibilidad del artista y la sensibilidad del público. Hasta allí los temas planteados eran enormemente complejos, pero todavía había más.

Si la obra debía ser contemporánea de su tiempo y adecuarse a las condiciones culturales existentes, la producción artística podía quedar deprimida ya que la enorme masa de la población recién estaba saliendo del analfabetismo. No era ese el sentido que Fidel le estaba dando a sus palabras, porque también dijo que quien trabajase para sus contemporáneos no tenía que renunciar a la posteridad de su obra, creando para sus contemporáneos, independientemente incluso de que sus contemporáneos lo hubiesen comprendido o no, es que las obras habían adquirido un valor histórico y un valor universal. Y para ejemplificarlo hizo un paralelo entre la creación artística y la propia Revolución. Dijo que no estaban haciendo una revolución para las generaciones venideras sino para sus contemporáneos:

¿Quién nos seguiría a nosotros si estuviésemos haciendo una revolución para las generaciones venideras? Trabajamos y creamos para nuestros contemporáneos.”

Y después de esa larga introducción fue al fondo del problema. Era un deber del gobierno contar con un órgano altamente calificado para estimular, fomentar, desarrollar y orientar el espíritu creador. Podía cuestionarse la existencia de esa autoridad rectora, pero con el mismo criterio se podía rechazar la existencia de la milicia, la existencia de la policía, la existencia del poder del Estado y la existencia del Estado mismo.

Y si a alguien le preocupa tanto que no exista la menor autoridad estatal, entonces que no se preocupe, que tenga paciencia, que ya llegará el día en que el Estado tampoco exista.”

Hizo una defensa del Concejo Nacional de Cultura (que en ese momento estaba siendo duramente cuestionado por los intelectuales), y para ello dio por supuesto que los integrantes del Concejo cumplían correctamente con las funciones que tenían encomendadas. El supuesto era discutible, y, tal vez por eso, lo moderó al referirse al caso de la película. Dijo que se podía discutir la forma del procedimiento, si el Concejo había actuado bien o mal, si no tendría que haber tenido un manejo más amigable e, incluso, si el fallo no había estado equivocado. Pero lo que no se podía discutir era el derecho del gobierno a ejercer la función de fiscalización. El cine, la televisión y la prensa tienen un peso demasiado grande en la formación de la conciencia social como para que el estado (y sobre todo, el estado de un país agredido) estuviera inhibido de ejercer una función de control. Fidel no lo dijo de esta manera, pero era como dejar a Pandora en libertad de abrir la caja cuando y como quisiera.


Hasta aquí este recuerdo mínimo; aquellas Palabras a los intelectuales fueron dichas hace 60 años pero siguen resonando hoy para todos los que quieran escuchar el testimonio de la Revolución. Aquellas palabras son mucho más que un documento histórico, son una fuente permanente de conocimiento.

“Y ustedes, escritores y artistas, han tenido el privilegio de ser testigos presenciales de esta revolución. Cuando una revolución es un acontecimiento tan importante en la historia humana, que bien vale la pena vivir una revolución aunque sea solo para ser testigos de ella. Ese también es un privilegio, que los que no son capaces de comprender estas cosas, los que se dejan tupir, los que se dejan confundir, los que se dejan atolondrar por la mentira, pues renuncian a ella.”

http://www.cubarte.cult.cu/tienes-la-palabra/palabras-los-intelectuales/

miércoles, 16 de junio de 2021

El libro y las bombas

 


Fue un sábado de mucha lluvia, el agua tardaba en escurrirse y las calles se encontraban anegadas en muchos lugares. Tenía la esperanza de que después del mediodía mejorara un poco el clima, quería concurrir a un taller intensivo donde varios encuadernadores artesanales explicarían las técnicas usadas para la reparación, acondicionamiento y exposición de obras bibliográficas. Pero al comenzar la tarde la caída de agua seguía siendo intensa, como mi interés por esa exposición seguía siendo grande me armé de coraje y de un camperón presuntamente impermeable y me fui a tomar el colectivo. Tras el largo viaje descendí en Sarmiento y Lambaré, esquivando algunos charcos y metiéndome en otros llegué hasta el local donde se haría la reunión.

El libro

A pesar de la lluvia la concurrencia era numerosa, la calidad profesional de las y los expositores justificaba ese interés. Los primeros hablaron de un antiguo documento impreso sobre pergamino que se había deformado y fue necesario darle un tratamiento especial para recuperarlo. Luego unas especialistas describieron la digitalización de imágenes como una técnica complementaria para la conservación. Finalmente una encuadernadora contó su experiencia en la preparación de una caja atril para la guarda y exposición de un libro importante. Todas las intervenciones fueron excelentes, pero quiero detenerme especialmente en la última.

En principio la especialista no tuvo que hacer ningún trabajo de conservación con el libro. Aquel era un documento histórico, un ejemplar único que después de 60 años fue expuesto por primera vez al público. Ella tuvo que construir el estuche donde permanecería resguardado. Según dijo era su costumbre hacer una continua verificación del perfecto acoplamiento entre el libro y su continente, no debía haber rozamientos que pudieran dañar la obra, esta no tenía que “bailar” ni deslizarse innecesariamente.

En cada paso de la construcción solía corroborar la perfección del trabajo, eso era lo acostumbrado. Pero en este caso tuvo el libro durante muy poco tiempo, no sólo porque se recuperaban imágenes que se usarían en la inminente exposición, también otras personas reclamaban disponer del volumen para consultarlo o simplemente para curiosear. ¿Por qué tanto interés en ese ejemplar?

Ese libro había sido encontrado cuando se hacía el relevamiento de documentos que habían estado en poder del almirante Isaac Rojas. Ese volumen contenía el “Informe Casa Militar del 16 de junio de 1955”.


Si hubiera podido conversar con la encuadernadora le habría preguntado las características del libro. Por la descripción podía deducir que en principio era un álbum fotográfico, se decía que era un ejemplar único y que además de las fotos tenía gráficos de las zonas atacadas y de los daños producidos. Empecé a imaginar la posible historia de ese volumen, un informe mecanografiado al que luego se sumaron gráficos y posteriormente fotografías.

Si mi presunción era cierta, antes de convertirse en un volumen fotos y hojas estuvieron sueltas; luego las fotos se fijaron sobre las hojas (habría preguntado si con adhesivo o mediante esquineros o charnelas), tal vez conociendo esos datos se habría podido saber cuánto tiempo hacía que el libro-álbum había sido encuadernado.

El archivo de Rojas

Durante su paso por la función pública Rojas acumuló una enorme cantidad de documentos; sus biógrafos dicen que dedicaba buena parte del día a organizar su archivo personal con la ayuda de un par de asistentes. Después de su muerte la documentación fue entregada por sus hijos al Archivo General de la Armada Argentina. En el acta de recepción consta que “el Archivo General recibe la cantidad de 30 cajas selladas e identificadas con numeración correlativa, y el subdirector se compromete a su indización”. Mientras se encontraba en el Archivo General de la Armada la única persona autorizada para consultar esos documentos fue María Sáenz Quesada.

Esta investigadora recogió el testimonio de María Teresa Rojas afirmando que las cajas originales con las cuales ingresó al Archivo, de cartón y de grandes dimensiones, fueron reemplazadas por unas 65 cajas un poco más pequeñas de polipropileno azul. A partir de ese momento muchos documentos van desapareciendo: “se han podido detectar algunos faltantes de documentación, desde carpetas vacías hasta algunas cuyo índice señala documentación que no se encuentra, en general de acontecimientos relacionados al gobierno de la Revolución Libertadora”.

“María Teresa Rojas afirma que su padre tenía varias cajas con documentación relativa a los fusilamientos de 1956 y en el DEHN solamente se ha podido identificar un sobre con copias de la declaración de Rojas de 1958 sobre este hecho”.

En octubre de 2010 (Nota 750/10 letra SSRI, ASJ) el Director del Archivo General de la Armada resuelve transferir el archivo de Isaac F. Rojas al Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina (DEHN), que funciona como Archivo histórico de la Fuerza. Según testimonios del personal del Departamento de Estudios Históricos, el archivo de Rojas no ingresó en cajas ni contenedores de ningún tipo, por lo que fue depositado en una mesa y algunos documentos fueron envueltos en grandes paquetes para evitar su dispersión, pero sin orden alguno.

A mediados de 2012 se detecta la documentación de Rojas en una gran mesa del depósito del DEHN, “suelta, sin contenedor, mezclada con documentos de otras procedencias y sin orden aparente”. Las autoridades en ese momento no pueden dar cuenta de la forma de ingreso, del porqué de su estado y de ningún instrumento descriptivo de la misma. Se solicita entonces el traslado del archivo de Rojas a un lugar más adecuado para su futura estabilización, clasificación y ordenación.

En marzo de 2014 se decide que todos los documentos en manos de los investigadores sean devueltos; allí se encuentran algunos pertenecientes al Fondo particular de Rojas, específicamente aquellos relacionados a los hechos de la autoproclamada Revolución Libertadora. Pero también se descubren documentos con clasificación de seguridad producidos orgánicamente por la Armada Argentina, entre ellos uno denominado “Relación de antecedentes Revolución Libertadora año 1955 y acto subversivo año 1951”, que da cuenta de la remisión de la mayoría de estos documentos desde el Despacho Operaciones del Estado Mayor General Naval al DEHN en 1962. No es el único material ajeno que aparece entre los documentos de Rojas, también se encuentran una serie de libros de actas y resoluciones del Partido Peronista que fueron requisados tras el golpe de 1955.

El bombardeo

A mediados del 2012 se encontró el llamado Archivo Rojas sobre una gran mesa del depósito del Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina. Entre los documentos estaba el “Informe Casa Militar del 16 de junio de 1955”. Tres años después se decidió incluirlo en la muestra que bajo el nombre “1955, golpean la casa”, se realizó en el Museo del Bicentenario de Casa Rosada. En ese momento se cumplían 60 años del bárbaro atentado contra la población civil; las imágenes incluidas en aquel libro habían permanecido inéditas y la exhibición fue la oportunidad para difundirlas.

https://www.casarosada.gob.ar/informacion/archivo/28791-se-inaugura-una-muestra-sobre-los-bombardeos-a-plaza-de-mayo-en-el-museo-del-bicentenario

Por entonces también se reeditó el libro “Bombardeo del 16 de junio de 1955”. La edición original había sido prologada por Eduardo Luis Duhalde, y aquel iniciaba la presentación con estas palabras:

“El bombardeo de una ciudad abierta por parte de fuerzas armadas del propio país es un acto de terrorismo que registra pocos antecedentes en la historia mundial…”

Efectivamente, Argentina no se encontraba en guerra con ningún país extranjero, tampoco había un conflicto interno declarado, existían diferencias políticas bastante intensas pero nada hacía prever un atentado de semejante envergadura. La intención inicial era asesinar al presidente Perón y a todo su equipo de ministros atacando la reunión que se realizaba miércoles por medio en la Casa de Gobierno. Los complotados formaban parte de las fuerzas armadas, mayoritariamente eran marinos, algunos pertenecían a la fuerza aérea y un grupo más reducido provenía del ejército. Junto a ellos operarían los llamados comandos civiles.

https://javiernieva.blogspot.com/2017/09/1957-la-huelga-grande-de-los_22.html

Desde un principio el objetivo fue el magnicidio, no existía ninguna opción alternativa. Un par de años antes el capitán de fragata Jorge Bassi había planteado la posibilidad de bombardear la Casa de Gobierno. En un primer momento el proyecto pareció irrealizable, curiosamente se lo rechazaba por ser casi fantástico y no por ser criminal. Después los conspiradores fueron puliendo los detalles y terminaron convencidos de su viabilidad. Con meses de anticipación se compraron los fusiles semiautomáticos FN de fabricación belga y se los ingresó al país en buques de la Armada. En secreto se construyeron depósitos para el combustible y las bombas en el Aeropuerto de Ezeiza que funcionaría como central de reabastecimiento después del primer ataque. Los complotados civiles recibieron entrenamiento militar y fueron provistos de las armas que usarían para el asalto a la Casa Rosada. La jerarquía eclesiástica aportó su parte en el complot transformando la procesión de Corpus Cristi en una manifestación opositora.

Una operación militar de esa magnitud, en la que iban a participar varios centenares de efectivos, y con una logística enormemente compleja, no podía pasar desapercibida. El servicio de inteligencia funcionó bien, pero también funcionó bien la contrainteligencia; de un lado se supo que se tramaba algo importante contra el gobierno, del lado de los conspiradores se supo que los otros podían saber. La sospecha de que el plan había sido descubierto llevó a los complotados a adelantar las operaciones; inicialmente el ataque iba a realizarse el miércoles 22 a las 10 de la mañana, pero ante la posibilidad de haber perdido el factor sorpresa se dispuso el bombardeo de la Casa de Gobierno para el jueves 16 de junio.

El único plan seguía siendo el asesinato del presidente, como ya no estaría reunidos con los ministros sería la población civil la que lo acompañaría en el holocausto: ¡era terrorismo en estado puro! Desde el mediodía hasta el atardecer se prolongaron los bombardeos y ametrallamientos principalmente por el centro de la ciudad. Las víctimas se contaron por centenares, los muertos fueron más de 300.

https://javiernieva.blogspot.com/2017/09/1957-la-huelga-grande-de-los_25.html

Epílogo

A las 10 de la mañana del jueves 16 de junio el capitán Noriega partió con su avión desde Punta Indio. Llevaba dos bombas de demolición de cien kilos cada una. Para ese momento los efectivos a las órdenes del capitán Bassi ya habían tomado Ezeiza y esperaban la llegada de los infantes de marina que viajaban en cinco aviones de transporte. El general Franklin Lucero fue informado de los movimientos en Punta Indio y de la toma del aeropuerto de Ezeiza, entonces le propuso a Perón que se trasladara al Ministerio de Guerra. A partir de las 12.30 aviones de la Marina iniciaron el bombardeo; catorce toneladas de explosivos fueron lanzados sobre la Casa de Gobierno, la Plaza de Mayo, la Avenida Paseo Colón y la Residencia presidencial. Otros aviones se encargaron de ametrallar la Avenida de Mayo desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo, mientras un grupo compuesto por efectivos navales y comandos civiles tiroteaban la Casa Rosada desde el lado de Plaza Colón. El criminal ataque dejó un saldo de más de 300 muertos y un millar de heridos, de estos últimos casi 80 quedarían inválidos de por vida.

La férrea resistencia de los granaderos impidió que los marinos y comandos civiles pudieran asaltar la Casa Rosada. La defensa fue verdaderamente heroica y la llegada de refuerzos terminó por inclinar la balanza hacia el lado leal. Tal vez porque ya eran inútiles los ataques resultó más evidente la irracionalidad asesina de los complotados. Desde el aire siguieron ametrallando los alrededores de Plaza de Mayo, sumando muertos y heridos sin otra finalidad que sembrar el terror.

Las palabras pronunciadas por el presidente Néstor Kirchner en el acto de homenaje a las víctimas el 16 de junio de 2005 reflejan con toda crudeza la irracionalidad asesina de los complotados.

“El 16 de junio de 1955 no murieron solamente ciudadanos de un partido determinado, murieron argentinos, chicos que iban en colectivo, hombres y mujeres que por ahí salían a buscar trabajo, a encontrarse con sus familiares, que salían de almorzar; murieron argentinos que por allí estaban de acuerdo con los que tiraban las bombas. Pero la incomprensión, la intolerancia y la irracionalidad de quienes las tiraban ni siquiera ese tipo de cosas alcanzaban a medir, era tal la acción de odio que no importaba.”