El golpe de estado
Como todo gobierno, el peronismo favoreció a unos y perjudicó a
otros -no podía ser de otra manera-, por eso se ganó adhesiones
incondicionales de muy amplios sectores sociales y el rencor o la
indiferencia de sectores casi tan amplios como los primeros. Nadie
que pase por la historia dejando una huella profunda en ella, puede
aspirar a que todos estén de su lado. Pero entre adherentes y
opositores había una marcada diferencia social. En los sectores
populares y entre los trabajadores la adhesión al peronismo era
incuestionablemente mayoritaria. Esto no quiere decir que no hubiera
un importante número de enconados opositores de extracción obrera y
popular. Eso sí, no fueron estos últimos los que estuvieron a la
cabeza de la lucha contra el gobierno peronista y los que provocaron
su derrumbe. Quienes condujeron aquel proceso fueron sectores
esencialmente reaccionarios y antipopulares apenas contrabalanceados
por fuerzas políticas más moderadas y democráticas. Así como el
peronismo era en buena medida expresión de un conglomerado social,
quienes lo combatieron también lo eran, pero las cargas estaban
distribuidas de distinta manera.
El jueves 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la
Casa de Gobierno, la Plaza de Mayo, la Avenida Paseo Colón y la
Residencia presidencial. Otros aviones se encargaron de ametrallar la
Avenida de Mayo desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo, mientras un
grupo compuesto por efectivos navales y comandos civiles tiroteaban
la Casa Rosada desde el lado de Plaza Colón. El criminal ataque dejó
un saldo de no menos de 350 muertos y más de un millar de heridos,
casi 80 de ellos, quedarían inválidos de por vida.
La responsabilidad principal por el ataque golpista fue de la Marina,
con una menor participación de la Fuerza Aérea, y una adhesión
prácticamente simbólica por parte del Ejército. En un extenso
artículo de la periodista María Seoane publicado en el diario
Clarín al cumplirse 50 años del golpe, se dan las siguientes
precisiones:
“La conspiración que terminará con los bombardeos en Plaza de
Mayo comenzó a principios de 1955, pero recrudeció en abril de ese
año. El capitán de Aeronáutica Julio César Cáceres en su
testimonio (fojas 842) admitirá que el capitán de Fragata Francisco
Manrique era el encargado de reclutar para la rebelión entre los
marinos. Que se reunían en una quinta en Bella Vista, propiedad de
un tal Laramuglia, no sólo Manrique, sino también Antonio Rivolta
del Estado Mayor General Naval; el contraalmirante Samuel Toranzo
Calderón, jefe del Estado Mayor de la Infantería de Marina y los
jefes de la aviación naval en la base de Punta Indio, los capitanes
de fragata Néstor Noriega y Jorge Bassi, así como el jefe del
Batallón de Infantería de Marina B4 de Dársena Norte, capitán de
navío Juan Carlos Argerich.”
El enlace civil entre Toranzo Calderón y los capitanes de la Base de
Morón de la Fuerza Aérea y el comandante de Aviación Agustín de
la Vega, fue el nacionalista católico Luis María de Pablo Pardo.
Este personaje también se encargaba de la conexión con el general
León Bengoa, del III Cuerpo de Ejército con asiento en Paraná. De
Pablo Pardo era un fervoroso antiperonista que ya había participado
del intento golpista del general Benjamín Menéndez en 1951. Después
del bombardeo del 16 de junio escapó a Brasil, pero regresó para
ser premiado por Lonardi con la designación como ministro del
interior. De Pablo Pardo sólo duró un día en el cargo, porque al
día siguiente de asumir en el ministerio, Lonardi fue obligado a
renunciar como presidente.
Originalmente el plan de los golpistas era atacar la Casa Rosada el
día miércoles 22, cuando Perón se encontrase reunido con los
colaboradores con los que compartía las decisiones de gobierno.
Sabían que esa reunión se realizaba miércoles por medio a las 10
de la mañana, por eso pensaban iniciar el bombardeo a esa hora, y
terminar con esa parte de la operación en unos pocos minutos. Luego
vendría el asalto por parte de comandos civiles que atacarían desde
la entrada principal sobre la calle Balcarce a los defensores que
hubiesen sobrevivido al bombardeo. Simultáneamente dos compañías
de infantes de marina atacarían desde el lado de Plaza Colón. No
sólo se contaría con el factor sorpresa y con un brutal bombardeo
preliminar, también tendrían de su parte una abrumadora
superioridad numérica y un armamento mucho más moderno que el de
los granaderos que defendían la Casa de gobierno.
Para Marcelo Larraquy la idea del bombardeo había sido planteada por
el capitán de fragata Jorge Bassi a otros compañeros de armas por
lo menos dos años atrás. Al principio el proyecto pareció
demasiado fantástico, pero fue ganando adeptos entre los
conspiradores, se fueron puliendo los detalles y terminó por ser
adoptado. Aprovechando un viaje a Europa de un buque escuela de los
cadetes navales, los marinos habían adquirido fusiles
semiautomáticos FN, de procedencia belga, fuera del programa de la
compra oficial. La Armada los hizo ingresar de contrabando, y con
ellos armó a los infantes que atacaron la Casa Rosada. Estaba
previsto que el centro de operaciones fuera la base aeronaval de
Punta Indio. De allí despegarían los aviones. En media hora o
cuarenta minutos ya estarían sobrevolando Buenos Aires. El
Aeropuerto de Ezeiza funcionaría como central de reabastecimiento
para los aviones después del primer ataque. Desde hacía más de un
año se estaba construyendo allí, en forma clandestina, un depósito
para almacenar las bombas y el combustible. Los explosivos fueron
trasladados desde la base aérea Comandante Espora, de Bahía Blanca,
hacia Punta Indio y Ezeiza.
Una operación militar de esa magnitud, en la que iban a participar
varios centenares de efectivos, y con una logística enormemente
compleja, no podía pasar desapercibida. Los servicios de
inteligencia funcionaron bien, y funcionaron tanto en una dirección
como en la otra. Las fuerzas leales al gobierno detectaron los
preparativos golpistas, tal vez no llegaron a tener una información
completa, pero supieron que se estaba preparando algo importante. Los
conspiradores, por su parte, también supieron que los otros sabían,
tal vez no supieron cuánto sabían, pero ya no contaban totalmente
con el factor sorpresa. Si esperaban hasta el miércoles 22 podía
ser demasiado tarde, por eso decidieron adelantar la operación para
el día 16.
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