José trabajaba en el edificio Golf, en una sección de Ingeniería
que se dedicaba al diseño de los equipos de energía que se usaban
en algunos sectores de la Empresa. A mediados de los ’60, cuando lo
conocí, era delegado y se había integrado al Movimiento Gremial
Telefónico que estaba organizándose bajo la conducción de Ricardo
Campari. Yo me incorporé tiempo después, pero como ambos estábamos
en zonas y especialidades laborales diferentes recién empezamos a
tener mayor contacto cuando nos aproximamos a las elecciones del
Sindicato en abril de 1965. Fueron tiempos de trabajo entusiasta, nos
presentábamos por primera vez con la Lista Rosa, se consiguió
nuclear a un gran número de compañeros y obtuvimos 1500 votos
transformándonos en la tercera fuerza del gremio.
A partir de entonces asumimos un compromiso militante que fue
afianzándose cada vez más. Al año siguiente a aquellas elecciones
se produjo el golpe de estado que derrocó al presidente Illia, en su
lugar asumió el general Onganía, la dictadura comenzó de inmediato
con los atropellos y las persecuciones. Se intervinieron algunos
sindicatos, se avasalló la autonomía universitaria, la Noche de los
bastones largos quedó como un símbolo del oscurantismo dictatorial.
Otros hechos luctuosos fueron sumándose, Santiago Pampillón fue
muerto en Córdoba (coincidencias de la historia, también entonces
un Santiago fue la primera víctima de la violencia autoritaria), el
desmantelamiento de los ingenios azucareros de Tucumán fue preludio
del asesinato de Hilda Guerrero de Molina. La espiral de violencia
estatal creció en forma vertiginosa, la resistencia empezó a
manifestarse a todo lo largo y lo ancho del país. Ricardo Campari
que había sido nuestro dirigente en telefónicos se volcó a la
construcción política, fue entonces cuando José lo sucedió en la
secretaría general de la agrupación.
Por su práctica amplia, pluralista y unitaria AVANZADA se ubicó
como punto de cruce entre las agrupaciones combativas de aquellos
años. La CGT de los Argentinos, dirigida por Raimundo Ongaro, y el
Movimiento Sindical Combativo, encabezado por Agustín Tosco,
contaron con la participación entusiasta de José Baddouh. Las
definiciones clasistas de la agrupación no fueron levantadas jamás
como una bandera sectaria, eso permitió la militancia junto a
compañeros peronistas, marxistas y cristianos. No siempre fue fácil
la tarea conjunta, pero se privilegiaron las coincidencias para
enfrentar al enemigo común.
Fue una década de intensa militancia, José fue objeto de amenazas
en tiempos de la Triple A, pero ni los riesgos ni la cesantía lo
hicieron renunciar a su compromiso con los trabajadores. Al llegar la
dictadura de 1976 debió pasar a la clandestinidad, después no le
quedó otra alternativa que el exilio. Desde el exterior continuó
con tareas de denuncia y solidaridad, de compromiso con otros
luchadores latinoamericanos. Pasó por Nicaragua cuando el Frente
Sandinista libraba la lucha final contra la dictadura somocista. A
mediados de 1983 regresó al país para sumarse al Frente Gremial
dirigido por Julio Guillán, al año siguiente fue recuperado el
sindicato de manos de la dictadura.
Luego siguieron las elecciones normalizadoras, José participó de
ese frente pluralista y ocupó un lugar en la nueva dirección del
sindicato. Se le asignó una tarea difícil: conseguir la
reincorporación de todos los que habían sido perseguidos por la
dictadura. El éxito alcanzado no fue mérito suyo únicamente, pero
él puso todas sus fuerzas y su inteligencia para que ninguno quedara
afuera. Aquella fue una demostración práctica de democracia y
pluralismo, no se excluyó a ningún compañero.
Otra tarea lo absorbió durante meses; en el período en que el
sindicato estuvo intervenido por la dictadura, el local sindical
había sido hipotecado. Como consecuencia se acumuló una deuda
imposible de pagar. Algo similar ocurrió con otras organizaciones
hermanas y con la propia CGT. Lo ideal habría sido realizar un
reclamo conjunto para que el estado se hiciera cargo de ese pasivo,
pero las disensiones intersindicales llevaron a que cada organización
realizara el reclamo por su cuenta. Lo recuerdo haciendo gestiones
ante distintos funcionarios y en el Congreso, la dirección cegetista
se desentendió del problema y Sindicato quedó librado a sus propias
fuerzas. En esa lucha de David contra Goliat fue Goliat quien venció.
José no pudo torcer el rumbo de decisiones que se tomaban en otros
niveles, mientras tuvo fuerzas bregó por la unidad de los
trabajadores. Siempre fue leal a los compromisos asumidos aunque no
estuviera de acuerdo con todo lo que se hacía. En los últimos años
se encontraba alejado de la conducción del gremio, pero siguió
participando hasta el final.
Aquel viernes 28 de septiembre de 2007 Laura me llamó llorando y me
dijo: “mi papá se murió”. Esperábamos el desenlace desde
tiempo atrás pero eso no lo hizo menos doloroso. Yo había estado a
visitarlo en el Instituto Roffo el día anterior, lo encontré
profundamente dormido con la ayuda de sedantes y analgésicos. Rosita
fue a despertarlo, pero la detuve diciéndole que era mejor dejarlo
descansar.
Javier Nieva
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