Con Héctor Mango
Conversación en el café
Héctor Mango fue Secretario General del Sindicato Buenos Aires de FOETRA entre 1965 y 1969. En esa época las elecciones en el sindicato se hacían cada dos años, él integró la Lista Marrón que ganó en abril de 1965. Al año siguiente se produjo el golpe de estado que derrocó a Illia, la autotitulada “Revolución Argentina” instaló la dictadura del general Juan Carlos Onganía, comenzó un período de duros ataques al movimiento obrero. Finalmente la CGT convocó a un paro general para el 1 de marzo de 1967, y la dictadura aprovechó para mostrar toda su ferocidad cuartelera. Nuevos sindicatos represaliados se sumaron a los que ya habían sido golpeados. El sindicato Buenos Aires de FOETRA estuvo entre los que vieron suspendida su personería, no pudieron realizarse las elecciones previstas para 1967, esos comicios fueron postergados hasta fines de octubre de 1969.
Aunque habíamos militado en agrupaciones rivales, Mango y yo siempre tuvimos una buena relación personal, en enero de 2015 nos encontramos para hablar de viejos tiempos y tomar un café.
Me contó que había ingresado en Teléfonos del Estado en 1952 cuando tenía 16 años.
“Fue en la mesa de pruebas de la oficina Devoto, el delegado general era un buen tipo de apellido López. También estaba el Ateneo Peronista donde el dirigente era Cansiani. Había una puja entre el Ateneo y el sindicato. Yo no me afilié a ninguno de los dos, por entonces no tenía ningún interés en la política, lo que me interesaba era jugar al fútbol e ir a bailar. Mi viejo era un tano analfabeto, y tanto él como mi madre simpatizaban con el peronismo, aunque nunca habían militado en nada”
Se rio al decir: “Yo también hice el 17 de octubre”, y recordó que tenía 9 años cuando vio pasar por la calle Triunvirato una manifestación de unas 400 personas. “Yo no sabía nada de nada, pero me fui tras ellos. Seguimos hasta Girardot, en una fábrica estaban trabajando, y los que encabezaban la columna les gritaron para que dejaran de hacerlo”. Como si necesitara justificarse agregó: “Yo era pibe, me volví para mi casa”.
Continuó recordando que entonces Triunvirato tenía un boulevard en el centro por donde pasaba el tranvía. “Después, en la tarde, pasó otra manifestación más chica, tal vez unas 50 personas. De nuevo me enganché y los seguí hasta Chacarita. Desde allí pegué la vuelta. Y en la noche, en lo de un vecino que tenía radio, escuchamos el discurso del coronel”.
Todos los chicos del barrio iban a la misma escuela, en su evocación dijo que por allí no existían colegios privados, “y en la tardecita nos juntábamos en la esquina”
“Después empecé a trabajar en el taller de un ruso, un judío que tenía unos cuantos telares, porque entonces en todas las casas del barrio había un telar. Eso duró hasta 1951, vino una crisis fuerte en la industria textil, y me quedé sin trabajo”. Un vecino le sugirió que le escribiera una carta a Nicolini “que era Secretario o Ministro”, otro vecino se la hizo llegar, “y así fue como ingresé a Teléfonos del Estado”.
Cuando llegó el ’55 y se produjo el bombardeo, con un amigo se fueron para la CGT. “Recuerdo como si fuera hoy a los aviones que venían volando sobre Independencia y ametrallando a la gente. No podía creer que fueran tan hijos de puta; a partir de eso me afilié al sindicato”.
“Estaba muy indignado, aunque nunca me había interesado, también me fui hasta el local de la Juventud peronista que estaba por la calle Charcas. El partido a nivel nacional había sido intervenido, el interventor era Leloir; y en el distrito Capital el interventor era John William Cooke. Para intervenir la Juventud se había designado al doctor Framinián, que era un buen tipo. Allí conocí a Carlos Gallo, que venía trabajando con el “profesor González”, que era realmente profesor, pero de educación física”.
“Recuerdo que antes del ’55 se habían realizado elecciones en el sindicato, participaron por lo menos dos listas peronistas , una era 17 de Octubre, y la otra, Renovación”.
La dictadura encabezada por el binomio Aramburu-Rojas intervino todos los sindicatos y la Confederación General del Trabajo.
“Cuando en el año 1956 se preparaban las elecciones para la normalización en el Sindicato, un muchacho amigo, Matías Bellavista, me propuso que nos acercáramos a una reunión de compañeros peronistas que se juntaban en el Sindicato Argentino de Prensa. Allí conocí a Jonch, aunque la figura principal era Jorge Lupo, quien había sido agregado obrero en una embajada argentina; era el candidato natural para encabezar nuestra lista, pero fue inhabilitado por el interventor en el sindicato”.
Lo anecdótico fue que en otro sindicato, el de panaderos, pudo participar un hombre que también había sido agregado obrero, Pedro Conde Magdaleno, por eso Mango terminó enviando una carta a la revista Qué, denunciando la discriminación.
“El primer candidato de nuestra lista fue un compañero de Valentín Gómez, de apellido Gallino, el segundo de la lista fue el delegado general de Cuyo, uno que prometía traer una carrada de votos. Era una chantada, perdimos la elección, habíamos creído que la ganábamos fácil, y la gente de Valente nos ganó limpiamente”.
“Después, con Jonch y otros muchachos –no éramos muchos- formamos una célula peronista dentro del gremio, hasta que después de la huelga del ’57 nos convencimos que el esfuerzo había que ponerlo en ganar el sindicato para incorporar al movimiento obrero al movimiento peronista”.
Mientras estuvieron en ese trabajo clandestino (“tenía que ser necesariamente así porque si no íbamos en cana”), el encargado de citar a los pocos compañeros que se reunían era Mango. Cuando llegó el 57 y le tocó hacer el servicio militar (“14 meses en la aeronáutica”), le dijo a jonch que él se encargara de hacer ese trabajo.
“1957 fue el año de la huelga en telefónicos, aunque yo estaba haciendo el servicio militar, igual fui a hablar en una asamblea del gremio. Te imaginás, yo estaba todo pelado, para que no se dieran cuenta estuve todo el tiempo con una gorrita, y desde las tribunas había unos que me gritaban que me sacara la gorra para hablar”.
Varias veces se detuvo como para recordar mejor, sabiendo de mi interés por la mayor rigurosidad había llevado algunos apuntes. Me sorprendió un poco cuando dijo:
“No sé por qué te digo esto, pero para mí es importante. Para nosotros el viejo Valente era un gorila, había llegado al sindicato con la intervención del ’55… esas antinomias… Pero Valente era vecino de mi barrio, después me lo encontré varias veces por Triunvirato, terminé visitándolo en su casa. Vivía en un lugar muy modesto, muy modesto. Charlamos mucho… y para mi dejó de ser un gorila, tal vez nunca lo había sido. Incluso como dirigente gremial fue ejemplar, se bancó el reclamo de aumento que pedía la asamblea, algo que era inalcanzable, pero cumplió con el mandato y no levantó la huelga”.
Me quedé en silencio pensando que Pascual Masitelli me había dicho algo muy parecido cuando le pedí información sobre la Huelga de 1957: “Valente como hombre de principios defendió la huelga como ninguno”. El juicio de Masitelli podía estar distorsionado por ser compañero de militancia de Valente, pero lo que dijo Mango resultaba una confirmación de aquellas palabras.
“Valente había sido un dirigente gremial que había estado en la huelga telefónica de 1932, un gran dirigente. Cuando murió faltaban manos para llevar el cajón, y yo estuve allí; no fuimos amigos, pero nos respetábamos muchísimo. Después su hijo me dijo: “Tengo un libro, Luchas y conquistas, que Gay le dio a mi padre; no sé si otras personas se lo merecen, pero vos merecés tener ese libro”. Y es uno de los tesoros que siempre conservo, por él, y tal vez un poco por Gay”.
“Antes yo te dije en broma que había hecho el 17 de octubre, pero Luis Gay y Cipriano Reyes sí que tuvieron mucho que ver con el 17 de octubre. Después vino lo que vino, pero esa es otra historia…”
En esa conversación, como ocurre casi en cualquier conversación de café, saltamos de un tema a otro, íbamos y veníamos con la guía de su memoria. Yo intercalaba algunas preguntas y cada tanto debía detener el grabador cuando él quería hacer alguna acotación muy personal o cuando revolvía entre sus apuntes.
“En 1965 ganamos las elecciones del sindicato, Agustín Cuello encabezaba la Lista, pero cuando se hizo el congreso de FOETRA él fue elegido como Secretario General de la Federación, se fue a Ambrosetti, y yo quedé al frente del Sindicato Buenos Aires. En ese tiempo la lista no venía con los cargos tan definidos como ahora, los miembros de Comisión Administrativa éramos 15 y, al menos en teoría, cualquiera de nosotros podía ser designado como Secretario General. En la primera reunión de la Comisión se hacía la distribución de cargos, se cubrían las distintas secretarías, y los demás quedaban como vocales. Por supuesto, se daba por sobreentendido que el orden en la lista indicaba una cierta prioridad, pero la asignación de funciones era prerrogativa del conjunto de la Comisión”.
“Hace un tiempo en el Sindicato me convocaron para aportar información porque pensaban escribir una historia. YO les llevé todo el material que tenía, listas, comunicados, periódicos; hasta un convenio del año 1929. Me pareció que era el lugar más lógico para que estuviera todo eso, no sé qué uso le dieron, pero me quedé sin los documentos. Algunas anotaciones conservo, porque a veces la memoria falla”.
El comentario tenía que ver con una pregunta que le hice sobre elecciones y listas. Durante la dictadura todo mi archivo fue destruido o robado. Quise saber si él tenía datos que me permitieran llenar algunos vacíos.
“Hay quienes no le dan importancia a esas cosas, me acuerdo que en la Federación estaban todos los periódicos de FOETRA; pero un día asumió como secretario de organización Gerónimo Calvo, y una de las primeras medidas que tomó fue tirar todo eso a la basura. ¿Por qué? Tal vez porque creía que organización era deshacerse de los papeles viejos o cambiar los pocillos de lugar”.
Era casi mediodía cuando salimos del café; antes de levantarnos Mango hizo otro comentario:
“En un libro de documentos de la resistencia peronista, de Roberto Baschetti, aparece una carta de John William Cooke como secretario de Acción Revolucionaria Peronista para dos dirigentes del Sindicato Buenos Aires de FOETRA. Los dos dirigentes figuran con las iniciales HM y JF, el primero soy yo, y JF es José Ferreri. Creo que la fecha que figura aquí está equivocada, la carta debió ser de fines de 1967…
“John William Cooke era como un ícono para un sector importante del peronismo, pero cuando murió y se cremaron sus restos, junto a Alicia Eguren estábamos sólo unos pocos compañeros”.
Estuvimos casi dos horas en ese café de Avenida Pueyrredón entre Lavalle y Corrientes, mientras caminábamos hasta la parada del colectivo recordó viejos tiempos por esa zona cerca del sindicato. Quedaron muchas preguntas pendientes y estuvo de acuerdo en que volviéramos a encontrarnos, como para terminar de convencerlo le dije que la próxima vez lo invitaría al café de la calle Austria donde iba Perón cuando era presidente.
Después pasó el tiempo, otras ocupaciones fueron haciendo postergar el encuentro, su salud se deterioró y ya no volvimos a vernos. Un compañero me avisó que en este otoño Héctor Mango había fallecido.
La carta de Cooke dirigida a los dirigentes telefónicos figura en el libro de Baschetti, Documentos de la resistencia peronista, 1955-1970, volumen 1. página 327.
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