viernes, 12 de enero de 2018

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XLVI)

Últimas semanas (VI)

En las reuniones que Aramburu mantuvo con las 62 Organizaciones y los 32 Gremios el conflicto telefónico tuvo un tratamiento muy importante, la información periodística del viernes 11 señaló que se esperaban novedades. Para ese momento lo más destacado eran los nuevos actos de sabotaje: corte del cable a Luján, incomunicación de un millar de abonados en Bánfield, más de 800 en Adrogué, un número similar en Vicente López, etc. Se estimaba que de aproximadamente 700 mil abonados existentes en el país, 200 mil sufrían inconvenientes de distinta clase, la mitad estaban incomunicados.
El 12 de octubre, a pesar del feriado, los directivos empresarios recibieron a los representantes de los telefónicos. Encabezada por el Capitán Casanova se encontraba la plana mayor de la Empresa; por el lado de los trabajadores estuvieron José Vázquez, Pedro Valente, Héctor Andreatta, diego Pérez, Teobaldo Tombessi y Norma Ciorciari. También asistió el coronel Carlos Peralta, secretario general de la presidencia de la Nación. Este último ostentaba la representación del presidente, ya había estado junto a Aramburu en la reunión de Olivos y desde ese momento oficiaba de aval gubernamental de cuanto se decidiera. Diego Pérez me lo describió como un interlocutor muy amable, escuchaba con atención, tomaba nota de los planteos sindicales, “pero a la hora de la verdad repetía el mismo libreto que veníamos escuchando desde el principio”.
Esa reunión del 12 de octubre fue muy prolongada, empezó alrededor de las 17.30 y terminó cuando eran las 22. El ofrecimiento empresario fue de un 20 por ciento de aumento sobre la base de una mayor productividad, algo que estaba en línea con todo lo ofertado anteriormente y con la política salarial del gobierno. La propuesta era inaceptable porque se parecía más a una capitulación que a un acuerdo, para mantener la negociación los dirigentes obreros reclamaron que por lo menos se aumentara el porcentaje ofrecido. El gobierno especulaba con la angustia económica de los trabajadores, el último sueldo que habían cobrado era el de agosto, una remuneración ya de por sí reducida porque el convenio no había sido renovado desde principios de 1956. Con ese magro ingreso habían tenido que sostenerse durante todo septiembre y lo que ya iba de octubre, con objetividad los funcionarios del ministerio ni siquiera habrían necesitado escuchar las conversaciones telefónicas para saber que los empleados se encontraban en una situación límite.
Que el conflicto continuase sosteniéndose en condiciones tan adversas ya era una verdadera hazaña, desde un principio las provocaciones patronales habían sido muchas. El gobierno quería escarmentar a los telefónicos y a través de ellos a toda la clase trabajadora, el espionaje telefónico denunciado en la reunión con Aramburu tenía el doble objetivo de vigilar a los huelguistas y de mostrar ante los demás el estado de desesperación de aquellos. A pesar de eso las deserciones habían sido mínimas, los sectores obreros tenían una larga tradición de firmeza en los conflictos, pero la adhesión de administrativos y técnicos fue verdaderamente ejemplar. Juan Carlos romero me contó que en la división de ingeniería en la que él era delegado la participación fue de alrededor del 90 por ciento y se mantuvo prácticamente sin variantes hasta el final. “A algunos había que hablarles continuamente, pero cuando ya estuvimos todos jugados los que salieron a la huelga se mantuvieron firmes”. Por supuesto, no todo fue épica y ardor combativo, ya comenté con anterioridad que cuando la lucha se prolongaba y no se veía un éxito cercano algunos delegados le pidieron a Valente que levantara la huelga. Masitelli les reprochó duramente la “agachada”: “Cuando se sale a la lucha se gana o se pierde, pero nunca hay que tener miedo”.
A partir del lunes 14 se entró en el terreno de las definiciones. Esa noche el coronel Peralta se reunió con directivos de la empresa sin que se dieran a conocer detalles de lo tratado. En los días siguientes los representantes obreros tuvieron nuevos encuentros con la dirección empresaria y comenzó a hablarse de una propuesta que no sólo condicionaba el incremento salarial al establecimiento de horario discontinuo sino que debía extenderse la jornada de trabajo. Además los aumentos no alcanzarían a todos los telefónicos por igual, variarían entre un 5 y un 15 por ciento, sólo llegarían al 20 los que tuvieran una calificación especial. Una consecuencia de ese esquema sería la cesantía de unos 6.400 telefónicos.
El miércoles 16 el nuevo gerente general, teniente coronel retirado Carlos Humberto Farías, se reunió durante hora y media con Héctor Andreatta, Teobaldo Tombessi, Diego Pérez, Pedro Valente, José Vázquez y Norma Ciorciari. A continuación los dirigentes telefónicos mantuvieron otro encuentro de media hora con los integrantes del Consejo Directivo de la Empresa.

La propuesta empresaria estipulaba, entre otras cosas, horario optativo de 44 horas semanales en jornada discontinua; incluso esta modalidad quedaba sujeta a las posibilidades de implementarla en cada sector. Adecuación de los sueldos sobre la base de los nuevos horarios de trabajo, de la mayor producción y de la reducción proporcional del personal y las siguientes condiciones:
Remuneración proporcional al horario de trabajo
Implantación de un plan de estímulo a la producción y asistencia, consistente en un sistema de premios de hasta un 20 por ciento de acuerdo a la calificación mensual sobre la base de la eficiencia, contracción al trabajo, disciplina, asistencia y puntualidad.
Las condiciones anteriores implicaban una reducción del personal estimada en un 21 por ciento, por renuncia, jubilación u opción a indemnización por despido sujeta a las necesidades del servicio

Al día siguiente, jueves 17 de octubre, cuando se cumplía un mes de huelga, volvieron a reunirse los dirigentes sindicales con los directivos de la empresa. Tras el rechazo formal de la propuesta patronal los directivos empresarios dieron por terminadas las gestiones y se conminó a todo el personal a reintegrarse al trabajo de forma inmediata.
Esto ocurrió el mismo día en que el Ministerio de Trabajo distribuyó la declaración sobre lo decidido por el gobierno tras la reunión con Las 62 y Los 32.
Todos los caminos habían quedado cerrados, el presidente de la Nación no sólo se reunió con los ministros de Comunicaciones y Trabajo y Previsión, también lo hizo con directivos de la empresa dando un respaldo explícito a todo lo resuelto.

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