Últimas semanas (VI)
En las reuniones que Aramburu mantuvo con las 62 Organizaciones y los
32 Gremios el conflicto telefónico tuvo un tratamiento muy
importante, la información periodística del viernes 11 señaló que
se esperaban novedades. Para ese momento lo más destacado eran los
nuevos actos de sabotaje: corte del cable a Luján, incomunicación
de un millar de abonados en Bánfield, más de 800 en Adrogué, un
número similar en Vicente López, etc. Se estimaba que de
aproximadamente 700 mil abonados existentes en el país, 200 mil
sufrían inconvenientes de distinta clase, la mitad estaban
incomunicados.
El 12 de octubre, a pesar del feriado, los directivos empresarios
recibieron a los representantes de los telefónicos. Encabezada por
el Capitán Casanova se encontraba la plana mayor de la Empresa; por
el lado de los trabajadores estuvieron José Vázquez, Pedro Valente,
Héctor Andreatta, diego Pérez, Teobaldo Tombessi y Norma Ciorciari.
También asistió el coronel Carlos Peralta, secretario general de la
presidencia de la Nación. Este último ostentaba la representación
del presidente, ya había estado junto a Aramburu en la reunión de
Olivos y desde ese momento oficiaba de aval gubernamental de cuanto
se decidiera. Diego Pérez me lo describió como un interlocutor muy
amable, escuchaba con atención, tomaba nota de los planteos
sindicales, “pero a la hora de la verdad repetía el mismo libreto
que veníamos escuchando desde el principio”.
Esa reunión del 12 de octubre fue muy prolongada, empezó alrededor
de las 17.30 y terminó cuando eran las 22. El ofrecimiento
empresario fue de un 20 por ciento de aumento sobre la base de una
mayor productividad, algo que estaba en línea con todo lo ofertado
anteriormente y con la política salarial del gobierno. La propuesta
era inaceptable porque se parecía más a una capitulación que a un
acuerdo, para mantener la negociación los dirigentes obreros
reclamaron que por lo menos se aumentara el porcentaje ofrecido. El
gobierno especulaba con la angustia económica de los trabajadores,
el último sueldo que habían cobrado era el de agosto, una
remuneración ya de por sí reducida porque el convenio no había
sido renovado desde principios de 1956. Con ese magro ingreso habían
tenido que sostenerse durante todo septiembre y lo que ya iba de
octubre, con objetividad los funcionarios del ministerio ni siquiera
habrían necesitado escuchar las conversaciones telefónicas para
saber que los empleados se encontraban en una situación límite.
Que el conflicto continuase sosteniéndose en condiciones tan
adversas ya era una verdadera hazaña, desde un principio las
provocaciones patronales habían sido muchas. El gobierno quería
escarmentar a los telefónicos y a través de ellos a toda la clase
trabajadora, el espionaje telefónico denunciado en la reunión con
Aramburu tenía el doble objetivo de vigilar a los huelguistas y de
mostrar ante los demás el estado de desesperación de aquellos. A
pesar de eso las deserciones habían sido mínimas, los sectores
obreros tenían una larga tradición de firmeza en los conflictos,
pero la adhesión de administrativos y técnicos fue verdaderamente
ejemplar. Juan Carlos romero me contó que en la división de
ingeniería en la que él era delegado la participación fue de
alrededor del 90 por ciento y se mantuvo prácticamente sin variantes
hasta el final. “A algunos había que hablarles continuamente, pero
cuando ya estuvimos todos jugados los que salieron a la huelga se
mantuvieron firmes”. Por supuesto, no todo fue épica y ardor
combativo, ya comenté con anterioridad que cuando la lucha se
prolongaba y no se veía un éxito cercano algunos delegados le
pidieron a Valente que levantara la huelga. Masitelli les reprochó
duramente la “agachada”: “Cuando se sale a la lucha se gana o
se pierde, pero nunca hay que tener miedo”.
A partir del lunes 14 se entró en el terreno de las definiciones.
Esa noche el coronel Peralta se reunió con directivos de la empresa
sin que se dieran a conocer detalles de lo tratado. En los días
siguientes los representantes obreros tuvieron nuevos encuentros con
la dirección empresaria y comenzó a hablarse de una propuesta que
no sólo condicionaba el incremento salarial al establecimiento de
horario discontinuo sino que debía extenderse la jornada de trabajo.
Además los aumentos no alcanzarían a todos los telefónicos por
igual, variarían entre un 5 y un 15 por ciento, sólo llegarían al
20 los que tuvieran una calificación especial. Una consecuencia de
ese esquema sería la cesantía de unos 6.400 telefónicos.
El miércoles 16 el nuevo gerente general, teniente coronel retirado
Carlos Humberto Farías, se reunió durante hora y media con Héctor
Andreatta, Teobaldo Tombessi, Diego Pérez, Pedro Valente, José
Vázquez y Norma Ciorciari. A continuación los dirigentes
telefónicos mantuvieron otro encuentro de media hora con los
integrantes del Consejo Directivo de la Empresa.
La propuesta empresaria estipulaba, entre otras cosas, horario
optativo de 44 horas semanales en jornada discontinua; incluso esta
modalidad quedaba sujeta a las posibilidades de implementarla en cada
sector. Adecuación de los sueldos sobre la base de los nuevos
horarios de trabajo, de la mayor producción y de la reducción
proporcional del personal y las siguientes condiciones:
Remuneración proporcional al horario de trabajo
Implantación de un plan de estímulo a la producción y asistencia,
consistente en un sistema de premios de hasta un 20 por ciento de
acuerdo a la calificación mensual sobre la base de la eficiencia,
contracción al trabajo, disciplina, asistencia y puntualidad.
Las condiciones anteriores implicaban una reducción del personal
estimada en un 21 por ciento, por renuncia, jubilación u opción a
indemnización por despido sujeta a las necesidades del servicio
Al día siguiente, jueves 17 de octubre, cuando se cumplía un mes de
huelga, volvieron a reunirse los dirigentes sindicales con los
directivos de la empresa. Tras el rechazo formal de la propuesta
patronal los directivos empresarios dieron por terminadas las
gestiones y se conminó a todo el personal a reintegrarse al trabajo
de forma inmediata.
Esto ocurrió el mismo día en que el Ministerio de Trabajo
distribuyó la declaración sobre lo decidido por el gobierno tras la
reunión con Las 62 y Los 32.
Todos los caminos habían quedado cerrados, el presidente de la
Nación no sólo se reunió con los ministros de Comunicaciones y
Trabajo y Previsión, también lo hizo con directivos de la empresa
dando un respaldo explícito a todo lo resuelto.
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