sábado, 20 de enero de 2018

Recordando a Olga Pini

Conocimos a Olga a mediados de los ’60 cuando junto a decenas de compañeras y compañeros se sumó a la Lista Rosa de telefónicos. Trabajaba en el edificio Golf de Cabildo y Dorrego, en la sección dibujantes de la Dirección de Ingeniería. Era una compañera muy simpática, siempre con una sonrisa en los labios, cuando reía lo hacía de forma contagiosa. La mayor actividad sindical la desarrollaba en su edificio, el cuidado de los hijos recortaban su posibilidad de asistir con frecuencia las reuniones. Alguna vez vino con Pablo, su marido, aunque él no era telefónico debía tener una buena imagen de nosotros y quiso conocernos.
Teníamos en común la actividad como telefónicos, el repudio a la dictadura de Onganía, la simpatía por las luchas que sacudían el mundo de entonces, la admiración por el Che. En alguna oportunidad, hablando sobre cine, fue inevitable referirnos a Eisestein, a “La batalla de Argelia” y a “Morir en Madrid”. Éramos parte de una rebeldía que se expresaba de muchas maneras y no sólo artística o literariamente. Olga colaboró con nosotros en la distribución del periódico de la CGT de los Argentinos, esperaba ansiosamente cada número para seguir el “¿Quién mató a Rosendo?”, como si se tratara de una novela policial por entregas.
Ninguno de nosotros pertenecía al mundo de los indiferentes y conformistas, en mayor o menor medida fuimos asumiendo compromisos cada vez mayores. Olga y su marido se inclinaron por el peronismo combativo –la Juventud Peronista-, ignoro el alcance de esa adhesión pero estoy seguro que fueron consecuentes hasta el final.
El 20 de enero de 1978 la patota llegó hasta donde ambos vivían, en Wenceslao de Tata 4821, localidad de Caseros. Alrededor de media docena de hombres de civil tirotearon el frente de la casa sabiendo que ellos estaban dentro con sus tres pequeños hijos. Probablemente se entregaron sin ofrecer resistencia para salvar a los niños, éstos quedaron abandonados en el lugar mientras se llevaban a sus padres “en una camioneta blanca y dos autos”.
En Campo de Mayo fueron vistos por integrantes de la familia Meza Niella que también estaban secuestrados y que los conocían del barrio. Las denuncias que los familiares de Olga hicieron ante organismos policiales y militares fueron infructuosas, insistieron con reclamos en organismos de derechos humanos y embajadas, hicieron presentaciones de habeas corpus en sede judicial.

Hoy se cumplen 40 años del secuestro y desaparición de Olga Haydee Pini y Bernardo Pablo Bolzán; hasta tanto reaparezcan el delito de desaparición forzada sigue repitiéndose día tras día, es imprescriptible, y seguiremos reclamando por ellos y por los 30 mil compañeros que esperan justicia.

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