El 18 de marzo los trabajadores telefónicos argentinos celebran su
día en conmemoración de la estatización del servicio producida en
1948. Hoy se cumplen 70 años de aquel acontecimiento y es una buena
oportunidad para hacer un rápido repaso histórico.
La historiografía más o menos oficial dice que en los primeros días
del año 1881 se instalaron los primeros teléfonos en el país.
Probablemente sea cierta la anécdota de que el 4 de enero se instaló
el primer aparato en el domicilio de Bernardo de Irigoyen, ministro
de relaciones exteriores, y que luego seguirían las residencias de
Julio Roca, presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear,
intendente porteño, y otros funcionarios e instituciones. Eso
ocurrió en Buenos Aires, pero en fechas muy próximas también se
instalaron líneas telefónicas en otros lugares, como las ciudades
de Tucumán y Rosario y hasta en un ingenio de Santiago del Estero.
El negocio de las comunicaciones comenzaba a desarrollarse, varias
empresas pugnaban por obtener autorización, y las licencias eran
otorgadas sin exigir compatibilidad entre los distintos sistemas.
Cuando las instalaciones eran punto a punto eso no representaba un
problema, pero cuando las conexiones se hacían a través de
centrales sólo podían comunicarse entre sí los abonados a una
misma compañía. En un primer momento en la ciudad de Buenos Aires
funcionaron tres empresas distintas, luego se fusionarían dando
nacimiento a la que se conocería como Compañía Unión Telefónica
del Río de la Plata.
El dominio de las comunicaciones no sólo tiene valor económico sino
también valor estratégico, la pugna por el mercado mundial fue
feroz desde el comienzo mismo. Las compañías más pequeñas o las
de tipo cooperativo fueron siendo liquidadas o relegadas a los
márgenes, las grandes ciudades y las rutas principales de
comunicación fueron copadas por las compañías más poderosas. A
principios del siglo XX se produjo el desembarco en América del Sur
de las tres grandes multinacionales: Ericsson, Siemens e ITT. Detrás
de cada una de ellas se encontraban los gobiernos de sus países de
origen y las empresas proveedoras de material telefónico.
Ericsson se hizo fuerte en Argentina con la Compañía Entrerriana de
Teléfonos y con la Compañía Argentina de Teléfonos; Siemens se
estableció en las provincias de Corrientes y Misiones con la
Compañía Internacional de Teléfonos, la que también prestaba
servicios en Paraguay; por su parte la ITT se lanzó a conquistar la
Unión Telefónica que hasta ese momento era explotada por capitales
británicos. Para ello compró compañías telefónicas en Río
Grande do Sul, en Uruguay y en Chile, tendió un cable internacional
entre Chile y Argentina y anunció la compra de pequeñas empresas
telefónicas en la provincia de Buenos aires. Ante ese despliegue de
fuerzas los británicos decidieron vender, a partir de 1927 los
norteamericanos se hicieron dueños de la parte más rentable del
servicio telefónico en Argentina.
Durante los años siguientes se multiplicaron los reclamos contra los
abusos de la Unión Telefónica y para que el estado se hiciera cargo
del servicio. Los proyectos de expropiación no tuvieron éxito pero
evidenciaron una creciente conciencia nacionalizadora. Después del
triunfo peronista en 1946 el proceso se puso en marcha. A fines de
agosto se hizo el anuncio y el 3 de septiembre se realizó la compra
de la Unión Telefónica por parte del Estado. En la ceremonia
oficial estuvieron presentes el Presidente de la Nación, Juan
Domingo Perón, el presidente de la ITT, coronel Sosthenes Behn, el
embajador norteamericano y numerosos funcionarios.
Si toda operación económica puede dar lugar a críticas y
suspicacias, ésta no le fue en saga. La oposición criticó la
compra desde diferentes aspectos, algo imposible de resumir en una
nota tan pequeña como esta. Tal vez sea necesario decir algunas
obviedades. Un Estado comprando y una empresa vendiendo, no cualquier
empresa, sino una empresa muy poderosa con el respaldo del gobierno
del país más poderoso del mundo; para que esto fuera posible la
parte vendedora tenía que estar haciendo un buen negocio. Pero el
Estado comprador (si obraba de buena fe) debía considerar que esa
operación era conveniente en términos de soberanía política.
Sobre esto se ha escrito mucho en el pasado, se sigue escribiendo en
el presente y se seguirá escribiendo en el futuro.
Lo que ahora interesa señalar es que la empresa recién adquirida no
se transformó en empresa estatal, sino que se apostó a la
constitución de una empresa mixta –Empresa Mixta Telefónica
Argentina- en la que el Estado conservaría el 51 por ciento de la
propiedad y en la que los capitalistas privados podrían participar
con el 49 por ciento restante.
Según el presidente del Banco Central, Miguel Miranda, el objetivo
de la empresa mixta era la argentinización (y no la nacionalización)
de las grandes compañías de servicios públicos de capitales
foráneos. “Con la formación de sociedades mixtas deseamos
alcanzar: a) la participación del ahorro nacional en empresas
industriales; b) la cooperación y la participación de los obreros y
empleados de las empresas en la dirección y beneficios de las
mismas”.
Un año y medio después de haberse constituido la empresa mixta el
ministro del Interior, Ángel Borlenghi, explicó que “el capital
privado no demostró tener interés suficiente para intervenir en la
financiación y sostenimiento de la EMTA”; su único interés era
dirigirla para maximizar sus propios beneficios. Era una constatación
amarga que echaba por tierra con el proyecto inicial y obligaba a un
drástico cambio de dirección: en adelante No se admitirá ninguna
intervención económica, y mucho menos en la administración de los
servicios”.
El 18 de marzo de 1948 se firmó el decreto 8.104 que dio por
finalizada la experiencia con la empresa mixta; luego se constituyó
Teléfonos del Estado (que posteriormente cambiaría su nombre por
Empresa Nacional de Telecomunicaciones) y la empresa estatal se puso
en marcha. Durante más de cuarenta años el estado prestó el
servicio telefónico en la mayor parte del país, sólo las compañías
pertenecientes al grupo Ericsson quedaron sin estatizar. La
coexistencia de esos dos modos de administración sirvió para
demostrar que el prestador privado no era más eficiente que el
estatal.
Hoy se cumplen 70 años de aquel 18 de marzo, es un nuevo Día del
Telefónico, feliz día entonces para todos los compañeros.
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