domingo, 18 de marzo de 2018

Aquel 18 de marzo

El 18 de marzo los trabajadores telefónicos argentinos celebran su día en conmemoración de la estatización del servicio producida en 1948. Hoy se cumplen 70 años de aquel acontecimiento y es una buena oportunidad para hacer un rápido repaso histórico.
La historiografía más o menos oficial dice que en los primeros días del año 1881 se instalaron los primeros teléfonos en el país. Probablemente sea cierta la anécdota de que el 4 de enero se instaló el primer aparato en el domicilio de Bernardo de Irigoyen, ministro de relaciones exteriores, y que luego seguirían las residencias de Julio Roca, presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, intendente porteño, y otros funcionarios e instituciones. Eso ocurrió en Buenos Aires, pero en fechas muy próximas también se instalaron líneas telefónicas en otros lugares, como las ciudades de Tucumán y Rosario y hasta en un ingenio de Santiago del Estero.
El negocio de las comunicaciones comenzaba a desarrollarse, varias empresas pugnaban por obtener autorización, y las licencias eran otorgadas sin exigir compatibilidad entre los distintos sistemas. Cuando las instalaciones eran punto a punto eso no representaba un problema, pero cuando las conexiones se hacían a través de centrales sólo podían comunicarse entre sí los abonados a una misma compañía. En un primer momento en la ciudad de Buenos Aires funcionaron tres empresas distintas, luego se fusionarían dando nacimiento a la que se conocería como Compañía Unión Telefónica del Río de la Plata.
El dominio de las comunicaciones no sólo tiene valor económico sino también valor estratégico, la pugna por el mercado mundial fue feroz desde el comienzo mismo. Las compañías más pequeñas o las de tipo cooperativo fueron siendo liquidadas o relegadas a los márgenes, las grandes ciudades y las rutas principales de comunicación fueron copadas por las compañías más poderosas. A principios del siglo XX se produjo el desembarco en América del Sur de las tres grandes multinacionales: Ericsson, Siemens e ITT. Detrás de cada una de ellas se encontraban los gobiernos de sus países de origen y las empresas proveedoras de material telefónico.
Ericsson se hizo fuerte en Argentina con la Compañía Entrerriana de Teléfonos y con la Compañía Argentina de Teléfonos; Siemens se estableció en las provincias de Corrientes y Misiones con la Compañía Internacional de Teléfonos, la que también prestaba servicios en Paraguay; por su parte la ITT se lanzó a conquistar la Unión Telefónica que hasta ese momento era explotada por capitales británicos. Para ello compró compañías telefónicas en Río Grande do Sul, en Uruguay y en Chile, tendió un cable internacional entre Chile y Argentina y anunció la compra de pequeñas empresas telefónicas en la provincia de Buenos aires. Ante ese despliegue de fuerzas los británicos decidieron vender, a partir de 1927 los norteamericanos se hicieron dueños de la parte más rentable del servicio telefónico en Argentina.
Durante los años siguientes se multiplicaron los reclamos contra los abusos de la Unión Telefónica y para que el estado se hiciera cargo del servicio. Los proyectos de expropiación no tuvieron éxito pero evidenciaron una creciente conciencia nacionalizadora. Después del triunfo peronista en 1946 el proceso se puso en marcha. A fines de agosto se hizo el anuncio y el 3 de septiembre se realizó la compra de la Unión Telefónica por parte del Estado. En la ceremonia oficial estuvieron presentes el Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, el presidente de la ITT, coronel Sosthenes Behn, el embajador norteamericano y numerosos funcionarios.
Si toda operación económica puede dar lugar a críticas y suspicacias, ésta no le fue en saga. La oposición criticó la compra desde diferentes aspectos, algo imposible de resumir en una nota tan pequeña como esta. Tal vez sea necesario decir algunas obviedades. Un Estado comprando y una empresa vendiendo, no cualquier empresa, sino una empresa muy poderosa con el respaldo del gobierno del país más poderoso del mundo; para que esto fuera posible la parte vendedora tenía que estar haciendo un buen negocio. Pero el Estado comprador (si obraba de buena fe) debía considerar que esa operación era conveniente en términos de soberanía política. Sobre esto se ha escrito mucho en el pasado, se sigue escribiendo en el presente y se seguirá escribiendo en el futuro.
Lo que ahora interesa señalar es que la empresa recién adquirida no se transformó en empresa estatal, sino que se apostó a la constitución de una empresa mixta –Empresa Mixta Telefónica Argentina- en la que el Estado conservaría el 51 por ciento de la propiedad y en la que los capitalistas privados podrían participar con el 49 por ciento restante.
Según el presidente del Banco Central, Miguel Miranda, el objetivo de la empresa mixta era la argentinización (y no la nacionalización) de las grandes compañías de servicios públicos de capitales foráneos. “Con la formación de sociedades mixtas deseamos alcanzar: a) la participación del ahorro nacional en empresas industriales; b) la cooperación y la participación de los obreros y empleados de las empresas en la dirección y beneficios de las mismas”.
Un año y medio después de haberse constituido la empresa mixta el ministro del Interior, Ángel Borlenghi, explicó que “el capital privado no demostró tener interés suficiente para intervenir en la financiación y sostenimiento de la EMTA”; su único interés era dirigirla para maximizar sus propios beneficios. Era una constatación amarga que echaba por tierra con el proyecto inicial y obligaba a un drástico cambio de dirección: en adelante No se admitirá ninguna intervención económica, y mucho menos en la administración de los servicios”.
El 18 de marzo de 1948 se firmó el decreto 8.104 que dio por finalizada la experiencia con la empresa mixta; luego se constituyó Teléfonos del Estado (que posteriormente cambiaría su nombre por Empresa Nacional de Telecomunicaciones) y la empresa estatal se puso en marcha. Durante más de cuarenta años el estado prestó el servicio telefónico en la mayor parte del país, sólo las compañías pertenecientes al grupo Ericsson quedaron sin estatizar. La coexistencia de esos dos modos de administración sirvió para demostrar que el prestador privado no era más eficiente que el estatal.
Hoy se cumplen 70 años de aquel 18 de marzo, es un nuevo Día del Telefónico, feliz día entonces para todos los compañeros.

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