viernes, 30 de marzo de 2018

Jorge Di Pascuale

AVANZADA, de memoria (IX)
Jorge Di Pascuale

El 28 de marzo de 1968 se realizó el Congreso Normalizador “Amado Olmos” que dio nacimiento a la CGT de los Argentinos. La nueva central abrió las puertas a las agrupaciones que, como la nuestra, manifestaban su voluntad de luchar por los intereses de los trabajadores. Frente al enemigo común todos sosteníamos una misma disposición para la unidad en la acción. Pero no todo era tan idílico, y las diferencias y roces entre los distintos participantes de la CGT A planteaban problemas que no siempre eran de fácil resolución. Las mayores tensiones se producían entre los sindicatos y agrupaciones de claro perfil peronista, con aquellos que manteníamos posiciones más de izquierda. Pero aún hacia el interior de estos dos bloques principales se producían desinteligencias y cortocircuitos. Nunca es fácil mantener la unidad de fuerzas, máxime cuando estas tienen un origen heterogéneo, cuando hay marcadas diferencias ideológicas y políticas, y cuando hay sectores más dispuestos a la ruptura que a la integración.
Si bien estos problemas se daban dentro de otros de mayor gravedad no por eso dejaban de tener su importancia. Cada tanto se producían crisis, y era necesario hacer esfuerzos reunificadores, limar asperezas, restañar algunas heridas y buscar fórmulas de consenso para disminuir los chisporroteos y evitar las rupturas. Recuerdo uno de esos episodios, no en sus detalles, sino en la actitud de Jorge Di Pascuale. Era el Secretario General del Sindicato de Farmacia, un flaco de trato agradable, de apariencia sencilla y bondadosa, que sin embargo irradiaba una gran autoridad. Tenía una forma de hablar suave y tranquila, un tono de voz amistoso que desarmaba cualquier disposición beligerante.
Seguramente fue alguna declaración de prensa con un grado de definición partidaria irritativo lo que disparó la discusión en aquella oportunidad. Las palabras habrían ido creciendo en intensidad, los ánimos se habían encrespado, y todos estábamos más cerca de la pelea que de la reconciliación. Alguien tenía que componer ese entuerto, y uno de los reunidos se fue hasta otra oficina a buscar a Jorge. El vino y nos habló a todos con su forma tranquila y afectuosa, pero lo importante no fue el tono de su intervención, sino sus palabras. Hoy no podría reproducir lo que dijo, pero sí puedo afirmar que el sentido de su discurso fue una crítica a los bandeos sectarios, una invocación a la unidad, y un reclamo para encauzar la discusión de los puntos de vista contrapuestos. Es imposible eliminar las diferencias, porque todos los procesos se desarrollan en base a sus contradicciones internas, pero es imprescindible moderar esas contradicciones si se quiere un avance y no el estallido de las fuerzas propias.
Aquel fue un episodio, uno más entre muchos otros, pero tuvo su peso propio y lo marcó para siempre en mi memoria. En otras oportunidades volví a escuchar a Jorge, siempre con su expresión amable, con la palabra justa, con un mensaje unificador. Yo prestaba mucha atención a lo que él decía porque sus palabras tenían un contenido que iba mucho más allá de lo doctrinario. Nunca lo escuché en una asamblea, ni en un discurso de barricada, pero pienso que aún en esas circunstancias su tono habría sido igualmente sereno y convincente. Hay quienes sostienen que un gesto, una actitud en un momento, o una simple palabra, revelan todas las virtudes o defectos de una persona. No estoy convencido de que sea así, pero aquella actitud suya en esa reunión en el Sindicato de Farmacia, me parece que puede ser considerada como el punto de síntesis de lo que fue Jorge.
Mi trato con él siempre fue en el marco de esas reuniones, además, una cierta timidez me retraía frente a compañeros de mayor trayectoria y responsabilidad. Después otras contingencias de la militancia volvieron menos frecuentes las visitas a aquel sindicato. Cuando la CGT de los Argentinos dejó de funcionar, pusimos nuestros esfuerzos en otros proyectos, pero siempre conservamos un gran respeto por los compañeros de Farmacia. Después vino el golpe del 76, y todos los horrores de la peor dictadura de nuestra historia.
Todos pagamos un muy alto precio por haber sido consecuentes en la lucha por un mundo mejor. Una de las víctimas de aquel genocidio fue Jorge Di Pascuale. En la madrugada del 29 de diciembre de 1976 fue secuestrado. Con posterioridad fue reconocido por otros detenidos en El Vesubio, y después no hubo más noticias de él.
Luego pasaron 33 años hasta que sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Cuando leí esa noticia sentí una gran emoción, y volví a tener frente a mí a aquel Jorge que a fines de los 60 se había interpuesto entre los bandos en disputa, como un padre entre dos hermanos que están a punto de irse a las manos.

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