AVANZADA, de memoria (VI)
Algunos amigos a
principios de 1968
El contacto con compañeros de otros gremios se fue haciendo muy
frecuente. Además de atender la cotidiana tarea dentro de
Telefónicos nos prodigábamos en reuniones con militantes de
Publicidad, Bancarios, Gráficos, del Seguro, Prensa y muchos más.
Era lógico que con los amigos de publicidad la relación fuera
mayor, eran quienes nos prestaban su casa para que pudiéramos
funcionar. Ya mencioné a Ernesto Gutiérrez, el Secretario general
del sindicato, la Secretaria adjunta era Lía Andrada. En las tareas
con agrupaciones de distintos gremios los compañeros de Publicidad
que participaban más frecuentemente eran Monona Casanello, quien
también integraba la conducción del sindicato, y Rafael Lombardi,
el abogado de la institución.
En la mayoría de los casos esos encuentros entre militantes de
diferentes gremios eran provocados por la coyuntura, no se
establecían vinculaciones de larga duración, pero servían para
conocernos, aprender de algunos de ellos, contar nuestras propias
experiencias. A todos nos interesaba una vinculación más permanente
y organizada, sobraban los motivos para que eso fuese una necesidad.
Luego del golpe de estado conducido por Onganía –“le llaman
Revolución”, diría irónicamente Gregorio Selser- la expresión
“racionalización administrativa” había adquirido lúgubres
resonancias. Uno de los pilares del nuevo programa gubernamental era
la drástica reducción de personal, tanto en la administración
pública como en las empresas del estado o en la actividad privada.
Después del paro del 1º de marzo había venido la catarata de
sanciones contra los trabajadores; casi sin tiempo para asimilar los
golpes llegaron los anuncios económicos de Adalbert Krieger Vasena:
para contener la inflación se congelaron los salarios y se devaluó
el peso en un 40 por ciento. Como puede verse, los sectores
reaccionarios siempre echan mano a la misma receta para resolver sus
problemas. La dirección cegetista no intentó ninguna forma de
protesta que excediera lo meramente declarativo, y esto último en
términos muy moderados.
Para enfrentar tanto atropello habría hecho falta un gran
compromiso, mucha organización, disposición para luchar y criterio
para no lanzarse irreflexivamente contra una pared. En lugar de eso
los distintos sectores en que se encontraba dividida la dirigencia
empezaron a tender puentes de acercamiento al gobierno, el criterio
parecía ser: si no se puede vencer al enemigo, hay que aliarse con
él.
Vandoristas y alonsistas, cada uno a su modo, procuraban la bendición
gubernamental. En realidad esto es una simplificación porque ninguno
de los nucleamientos era homogéneo, en ambos sectores coexistían
sindicatos muy burocratizados y hasta derechistas junto a otros más
contestatarios. Los que procuraban un mayor acercamiento con el
gobierno eran los llamados “participacionistas”, y el paradigma
del sector era Luz y Fuerza, el gremio dirigido a nivel nacional por
Juan José Taccone. Un ejemplo de sus convicciones –si se les puede
llamar así- está en la idea que expuso uno de sus dirigentes, Luis
Angeleri, luego de ponerse en contacto con la Histadruth, la central
sindical israelí.
Frente a lo que llamaba “problema tucumano” la propuesta de
Angeleri era dejar de lado la protesta obrera y las huelgas
generales. En lugar de perder tres días de salarios como
consecuencia de los paros, se debía reunir ese dinero, unos 3 mil
millones de pesos de esa época, para que la CGT instalara una planta
industrial en Tucumán. Según su razonamiento, la planta piloto
serviría para dar trabajo a los desocupados de la provincia, al
mismo tiempo que convertiría a la CGT en una fuerza empresaria.
Los participacionistas eran el caso más extremo de complicidad no
sólo con el régimen sino con el propio sistema. Otros sectores
burocráticos cuidaban un poco más las formas, debían rendir
cuentas ante bases más organizadas, o sus aspiraciones políticas
requerían de un acompañamiento popular que hubiera sido impensable
con posiciones tan derechistas. El tema es importante, pero me estoy
desviando de lo que venía comentando sobre compañeros y amigos de
AVANZADA.
Una buena cantidad de compañeros que conocimos en aquel tiempo
militaban en el Movimiento de Liberación Nacional, una fuerza
política conducida por Ismael Viñas. El MLN había sido rebautizado
como “Malena” en el ambiente de la militancia. Por lo que pudimos
conocer tenían bastante presencia en gremios como Bancarios y
Seguros, pero no llegaban a conformar agrupaciones de gran peso.
Frecuentemente nos cruzábamos con ellos en reuniones donde se
discutía algún documento político sindical o en tareas de
solidaridad con algún conflicto. Uno de esos compañeros era el
“gallego” Manolo Queipo. Era un tipo macanudo, siempre muy
sonriente, aunque Sergio me contó que no se lo vería muy risueño
el día en que su esposa, por error, volanteó el sueldo en medio de
una movilización.
Por esa época también Ignacio Ikonikof estaba en el Malena. A él
ya lo conocíamos de las reuniones con los compañeros de Prensa. Nos
hicimos bastante amigotes, yo tenía buena formación técnica, él
era licenciado en física, sus explicaciones científicas eran muy
didácticas, y aunque esto no tuviera mucho que ver con la práctica
sindical también contribuyó a que se consolidara la amistad.
Susana Viau por ese entonces trabajaba en la revista Siete días, una
publicación que en su formato y su estética imitaba a la
norteamericana Life. Susana militaba en prensa junto a Jozami,
Jáuregui, Ikonikof y muchos otros; con ella nos cruzamos en algunas
reuniones y en las múltiples tareas solidarias que nos imponía la
coyuntura política.
De una vertiente distinta eran los compañeros de la Lista Blanca de
Aceiteros. Recuerdo que uno de ellos era Murat Lima y otro Vega. No
recuerdo haber visto a otros compañeros de ese gremio, ni cuál
sería la dimensión de su trabajo sindical; seguramente no
realizamos ninguna tarea conjunta. Murat Lima traía el periódico
Baluarte, y lo menciono particularmente a él, aunque supongo que
también Vega pertenecía al mismo grupo político. Hasta donde
recuerdo ellos estaban en la seccional argentina de la OLAS,
Organización Latinoamericana de Solidaridad, que se había formado
un año antes en el encuentro de la Tricontinental en La Habana.
No quiero dejar de mencionar a Heraldo Salvatierra, era por entonces
un importante dirigente estudiantil en la provincia de Tucumán. Su
hermano, Aníbal, integró AVANZADA desde el comienzo, y en uno de
los viajes de Heraldo a Buenos Aires lo acercó a nuestras reuniones.
Aquí salgo de la contemporaneidad del relato para recordar que
Heraldo siguió siendo un militante de prestigio, que en alguna
reunión de la CGT de los Argentinos se lo mencionó como un
compañero que había que tener muy en cuenta, que en años
posteriores se integró al PRT –al menos así lo cuenta Humberto
Pedregosa en una entrevista que le hicieron con motivo del estreno de
Gaviotas blindadas-, y que fue detenido-desaparecido en 1976.
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