AVANZADA, de memoria (IV)
Se suspenden los
comicios de 1967
FOETRA estuvo entre los varios gremios que fueron sancionados por
enfrentarse a la dictadura en los primeros meses de 1967. Esto
coincidió con el momento en que debían realizarse las elecciones
para la renovación de la conducción del Sindicato Buenos Aires. Hay
que recordar que en esa época los comicios se efectuaban cada dos
años, y que en el sindicato ya se había efectuado la
correspondiente convocatoria a elecciones. Por eso, en un primer
momento se decidió continuar adelante con el proceso electoral en
marcha.
Nosotros ya veníamos discutiendo con Ricardo Campari para que en
esta oportunidad fuera candidato. Había unanimidad en este reclamo
y, respetando que Picone volviera a encabezar la Lista, él debía
ocupar el segundo lugar. Volvimos a efectuar las reuniones en los
lugares de trabajo, pero esta vez se hizo evidente una fuerte
retracción por parte de los compañeros. El repliegue participativo
no tenía que ver exclusivamente con nuestra agrupación, sino que
alcanzaba a todo el gremio y a amplios sectores del movimiento
obrero. La energía represiva mostrada por el gobierno militar había
conseguido su objetivo. En todos los lugares de trabajo los
compañeros se mostraban reacios a involucrarse en una actividad que
se había vuelto muy riesgosa.
Esto supuso una dificultad a la hora de conformar la lista. No es que
nos faltaran compañeros para integrarla (nosotros armamos una lista
muy representativa) pero no era lo mismo trabajar en un ambiente de
permisividad democrática que en las nuevas condiciones de presión y
represión. Esta fuerte disminución en el compromiso iba a
caracterizar la actividad sindical por mucho tiempo. Se volvería muy
difícil realizar una asamblea general de afiliados, y hasta los
plenarios de delegados tendrían una asistencia muy menguada. En
nuestro caso particular esto nos llevó a “tocar fondo”, en
cuanto a la participación de los compañeros, entre ese año y el
siguiente.
La Junta Electoral del gremio venía cumpliendo con todos los pasos
previstos por los Estatutos. Nuestros apoderados en esta oportunidad
eran Juan Carlos Romero y Guillermo Pérez Curtó. El número de
listas que se habían presentado era menor al del año 1965, pero los
contendientes no íbamos a ser menos de cuatro. Ya se estaba
avanzando hacia la confección de los padrones cuando la Secretaría
de Trabajo informó que las elecciones no iban a ser fiscalizadas por
el Ministerio. Esto implicaba el no-reconocimiento gubernamental de
las autoridades que fueran electas y, consecuentemente, que tampoco
habría reconocimiento de la Empresa. Esto preanunciaba serios
problemas legales.
La decisión gubernamental causó bastante malestar entre la
militancia del gremio y también provocó inquietud en los lugares de
trabajo. La pregunta era ¿Qué iba a pasar cuando se venciera el
mandato de las autoridades del sindicato? Este puede parecer un
interrogante un poco ingenuo, pero en ese momento no había ninguna
comunicación al respecto. De hecho, si no había autoridades electas
al momento de caducar el mandato de las anteriores podía
considerarse que se estaba en estado de acefalía. Y ya se decía que
había quienes especulaban con esa posibilidad y, de producirse, con
el pedido de intervención al gremio. No era un temor infundado. En
todo tiempo han existido los que aprovechan del río revuelto y
aquellos que buscan entrar por la ventana cuando no pueden hacerlo
por la puerta.
Nuestra opinión era que se realizaran las elecciones y que todas las
listas asumiésemos el compromiso de reconocer al ganador como
autoridad legítima del sindicato, independientemente de lo que
dijera el gobierno. Desde el punto de vista de los principios la
posición era justa, pero no fue considerada realizable. En lugar de
ello, la Junta Electoral optó por consultar a la Secretaría de
Trabajo sobre qué sucedería una vez que la Comisión Administrativa
hubiera cumplido su mandato. Después de alguna demora, la respuesta
fue que se prorrogaría el mandato hasta que le fuera devuelta la
personería gremial y se pudieran efectuar las elecciones legalmente.
Se hicieron las protestas del caso, pero las elecciones no tuvieron
lugar.
Para entonces ya habíamos dejado de tener nuestro local en la calle
Alsina. Creo que en ese edificio había habido un largo litigio
porque el dueño quería desalojar a todos los inquilinos para poder
venderlo. Debimos buscar un nuevo lugar para seguir funcionando, pero
los ingresos de la agrupación no alcanzaban para que nos
propusiéramos el alquiler de un local. Al promediar 1967 nosotros ya
gozábamos de bastante prestigio entre las agrupaciones y sindicatos
combativos. Por eso exploramos entre algunas organizaciones amigas y
finalmente encontramos albergue en el Sindicato Único de Publicidad
que en esa época estaba ubicado en Río de Janeiro al 300.
El Secretario General de ese sindicato era Ernesto René Gutiérrez,
nos tenía bastante afecto y nosotros siempre fuimos muy respetuosos
de su hospitalidad. Como el local era de dimensiones reducidas
siempre se hablaba de una futura mudanza a otro lugar más grande.
Alguna vez eso nos preocupó y, con la mayor delicadeza posible,
preguntamos qué criterio iban a tener con respecto a las
agrupaciones que pidieran reunirse. Gutiérrez nos contestó con una
enorme sonrisa: “Ustedes no se preocupen por eso, porque ya están
en el inventario de Publicidad”.
Procuramos mantener muy buena relación con todos los compañeros de
la organización gremial y nunca nos inmiscuimos en sus disputas
internas. Hasta llegamos a disponer de la llave del sindicato y
teníamos carta blanca para el uso del mimeógrafo. Obviamente, jamás
abusamos de esa franquicia, se hubiera perdido la confianza en
nosotros, y teníamos la convicción de que si dejábamos de ser
confiables ya nunca volveríamos a serlo.
Ese fue el año de la caída del Che. El acontecimiento nos
conmocionó a todos y sentimos su impacto. Para muchos profundizó
una divisoria de aguas que ya había comenzado con la Revolución
Cubana, para otros fue un revulsivo que los puso a pensar, y para
todos fue un suceso que no podía pasar desapercibido. Puede parecer
increíble que en el boletín de nuestra agrupación no hayamos
publicado ni una línea sobre un hecho tan importante, pero en ese
tiempo sufríamos tironeos de todos lados para que adhiriéramos a
distintas propuestas partidarias, y en el cuidado por mantener la
agrupación como un espacio amplio, optamos por guardar silencio.
Ahora bien, el hecho de que no dijéramos nada en las actividades
públicas ni en nuestra prensa no quiere decir que el tema estuviera
ausente de las conversaciones en el café, luego de las reuniones.
Vivíamos en un contexto en el que la violencia institucional nos
golpeaba todos los días y un mensaje y un ejemplo como el del Che no
podían sernos indiferentes. Eran los años en que la lucha
revolucionaria se manifestaba por todo el mundo, desde Vietnam hasta
el Congo, Desde Bolivia hasta Argelia. La lucha política también
daba un salto cualitativo en Argentina, y muchos de nosotros asumimos
compromisos que estaban mucho más allá del que teníamos con la
agrupación sindical.
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