jueves, 29 de marzo de 2018

Raimundo Ongaro

AVANZADA, de memoria (VIII)
Raimundo Ongaro

La CGT de los Argentinos había estipulado desde un principio que podían participar en ella los sindicatos, las agrupaciones y los trabajadores que quisieran sumarse. Eso era así desde el punto de vista declarativo, pero es obvio que no se podía otorgar un rango igual a un sindicato que a una agrupación sindical por muy desarrollada que ésta fuera. Además había otro problema, si un sindicato formaba parte de la CGT, las agrupaciones que militaban en ese sindicato no podían reclamar un reconocimiento por parte de la central sindical. Esto era bastante razonable, porque se habría devaluado la representatividad del sindicato si se reconocía un status igual a una agrupación del mismo gremio.
En nuestro caso FOETRA no sólo estaba afiliada a la CGT A, sino que Guillán formaba parte de la conducción. Nosotros teníamos críticas hacia él, pero eso no tenía por qué ser considerado un argumento válido para que se nos reconociera. Además éramos lo bastante sensatos como para no ponernos pesados con una exigencia de ese tipo. Es más, creo que ni se nos pasó por la cabeza esa posibilidad, y aceptamos las reglas del juego. Comenzamos a participar de reuniones y tareas, fuimos sumándonos a los actos y movilizaciones, distribuíamos la prensa, y nos relacionábamos con otros compañeros del movimiento obrero.
Pero FOETRA empezó a tomar distancia de la CGT A Hasta que llegó un momento en que se desvinculó de hecho. Se produjeron algunas críticas a Guillán, al principio con cierta mesura, y luego con mayor virulencia. Incluso hubo un intento de promocionar a Jorge Ribot como figura de reemplazo. En febrero de 1969 se le hizo una nota en el periódico, con fotografía y todo, pero el coqueteo de Ribot finalizó rápidamente, hizo una pública demostración de lealtad hacia la conducción del sindicato, y FOETRA dejó de participar en la CGT de los Argentinos.
No sé si fue antes o después de esa ruptura que nosotros nos entrevistamos con Raimundo Ongaro. En realidad reunirse con él no era demasiado difícil, no era un burócrata con el que había que solicitar turno. Si uno estaba por allí y él estaba desocupado no ponía reparos en recibir a los compañeros. A pesar de eso nosotros fuimos muy formales y le solicitamos la entrevista a través de Raúl Aragón, un viejo amigo nuestro que colaboraba como abogado de Gráficos y de la CGT A.
Nos recibió y estuvimos conversando largamente con él. En realidad tendría que haber dicho que él estuvo conversando largamente con nosotros, porque su característica era hablar extensamente. Tenía algo de predicador, pero lo hacía con criterio, no era un charlatán de feria. Muchos le adjudicaban cierto mesianismo, pero si hablaba mucho también era mucho lo que hacía, y en líneas generales durante aquellos años difíciles demostró una consecuencia inobjetable.
Nuestro objetivo era simplemente conocerlo y darnos a conocer. Le acercamos algunos boletines, le comentamos sobre las características de la agrupación, y le reiteramos nuestra adhesión a la central que él conducía. No esperábamos mucho más de ese encuentro, por eso salimos satisfechos de la reunión. No buscábamos colgarnos del brazo de los dirigentes, ni que se nos reconocieran jerarquías especiales. Volveríamos a cruzarnos con él en otras oportunidades, y en mi caso particular, compartiríamos un mismo lugar de destierro. Pero eso ocurrió mucho después.

Raúl Aragón

Dije que Raúl Aragón fue quien gestionó la entrevista con Raimundo Ongaro, y eso hace que sea un buen momento para hablar de él. Raúl era un viejo amigo, había trabajado en ENTEL como operador de tráfico en su época de estudiante. Risueñamente decía que había tenido una beca en la empresa para poder estudiar Derecho. Cuando años después me puse a recopilar información sobre la huelga telefónica de 1957 me sorprendió con su interés por contarme una anécdota sobre la militancia sindical de su padre.
Si la traigo a colación es porque explica en parte la relación de Raúl con los gráficos. Su padre había militado en ese gremio en años del peronismo, era un socialista que parecía gozar de bastante predicamento entre sus compañeros, y era un decidido opositor al gobierno. Los dirigentes del sindicato habrían tenido un vicio muy común en la época, la de subordinarse a los dictados gubernamentales y tratar de acallar las voces contestatarias. La descripción no los favorecía mucho, más bien los pintaba como uno serviles que ni siquiera sabían mediar para posicionar mejor al gremio con respecto al gobierno. En ese contexto hubo una asamblea en la que intervino el padre de Raúl, con una oratoria encendida y con buena adhesión de los asambleístas. Según el relato, éstos habrían manifestado su respaldo gritando “¡Aragón!, “¡Aragón!” Y desde el otro bando se lo hostigaba con el clásico “¡Perón!, ¡Perón“!”. Hubo enfrentamiento entre ambos bandos, y el padre de Raúl terminó con su traje roto. Lo del traje roto parecía ser una cosa muy importante, porque el viejo Aragón era un tipo muy elegante, y valoraba su indumentaria de un modo especial.
Hasta allí la anécdota. Ignoro si tras el derrocamiento de Perón el padre de Raúl tuvo alguna función interventora en la Gráfica. Si fue así no parece que hubiese dejado secuelas graves, porque siguió teniendo buenos amigos entre los gráficos de extracción peronista. Raúl mismo tejió lazos de amistad con ellos y particularmente con Ongaro. Por eso formaba parte del equipo de abogados que colaboraba con la Gráfica y con la CGT de los Argentinos.
Alguien con poco conocimiento de la historia podría suponer que era imposible que un colaborador de los golpistas de 1955 pudiera tener buenas relaciones con peronistas combativos y que habían participado muy activamente de la resistencia. Sin embargo los ejemplos en contrario son numerosos, baste recordar que Cerruti Costa fue ministro de trabajo durante el efímero gobierno del General Eduardo Lonardi, y que luego formó parte del equipo de abogados de la CGT A, y que asesoró a varios sindicatos (entre ellos a FOETRA) durante la dictadura de Onganía.
Pero volvamos a Raúl. Fue un gran amigo y un buen compañero, siempre estuvo dispuesto a dar una mano en circunstancias complicadas, y colaboró no sólo como abogado sino con sus conocimientos históricos. Aún conservo un libro suyo sobre Manuel Belgrano y la educación, y recuerdo que nos brindó algunas charlas sobre pasajes de la historia argentina.
Tras el golpe de 1976 debió exiliarse en Francia, pero retornó al país inmediatamente después de la victoria de Alfonsín. Su compromiso antidictatorial fue genuino, y lo demostró formando parte de la CONADEP, donde tuvo a su cargo la Secretaría de Procedimientos.

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