Cuando inicié este blog se cumplía el cincuentenario de AVANZADA,
después pensé continuar con algunas notas que nunca llegué a
publicar. Aprovecho aquellos apuntes como preludio a otra
conmemoración importante de la semana próxima, el surgimiento de la
CGT de los Argentinos.
AVANZADA, de memoria
Primeros golpes después
del Golpe
Los errores, debilidades e inoperancias del gobierno de Illia fueron
desgastándolo. Había contado con un cierto respeto aunque no con
respaldo por parte del pueblo, entendido esto en su sentido más
amplio. Se lo criticaba por muy diversas razones y desde los más
variados frentes. Cada uno lo hacía por un motivo particular, pero
todos, a su modo, fueron contribuyendo a socavarlo. El papel de la
prensa, como siempre ocurre, fue determinante en esa campaña de
desgaste. El gobierno trató de defenderse pero ya estaba desbordado.
Recién en marzo de 1966 el Ministerio de Justicia hizo una denuncia
contra Primera Plana, Confirmado, Atlántida e Imagen; ya para
entonces el hostigamiento del periodismo opositor llevaba varios
meses. Mariano Grondona y Mariano Montemayor fueron acusados de
“instigación a la rebeldía, y de participar en la creación de un
clima psicológico propicio al golpe de Estado".
El golpe conducido por Juan Carlos Onganía derrocó al debilitado
gobierno de Arturo Illia el 28 de junio de 1966. En el documento de
los golpistas titulado “Acta de la Revolución Argentina” decían:
“(…) El comandante en jefe del Ejército, teniente general D.
Pascual A. Pistarini, el comandante de Operaciones Navales, almirante
D. Benigno I. Varela, y el comandante en jefe de la Fuerza Aérea,
brigadier general D. Adolfo Álvarez” llegaron a la conclusión que
“la pésima conducción de los negocios públicos por el actual
gobierno, como culminación de muchos otros errores de los que le
precedieron en las últimas décadas, de fallas estructurales y de la
aplicación de sistemas y técnicas inadecuados a las realidades
contemporáneas, han provocado la ruptura de la unidad espiritual del
pueblo argentino, el desaliento y el escepticismo generalizados, la
apatía y la pérdida del sentir nacional, el crónico deterioro de
la vida económico-financiera, la quiebra del principio de autoridad
y una ausencia de orden y disciplina que se traducen en hondas
perturbaciones sociales y en un notorio desconocimiento del derecho y
de la justicia. Todo ello ha creado condiciones propicias para una
sutil y agresiva penetración marxista en todos los campos de la vida
nacional, y suscitado un clima que es favorable a los desbordes
extremistas y que pone a la Nación en peligro de caer ante el avance
del peligro colectivista”.
La decisión de los golpistas fue: “1) Constituir la Junta
Revolucionaria con los comandantes en jefe de las tres fuerzas
armadas de la Nación, la que asume el poder político y militar de
la República; 2) Destituir de sus cargos al presidente y
vicepresidente de la República, y a los gobernadores y
vicegobernadores de todas las provincias; 3) disolver el Congreso
Nacional y las legislaturas provinciales; 4) Separar de sus cargos a
los miembros de la Corte Suprema de Justicia y al procurador general
de la Nación; 5) Disolver todos los partidos políticos del país;
(…) 10) Ofrecer el cargo de presidente de la República al señor
teniente general (R.E.) D. Juan Carlos Onganía”.
Aunque en la ceremonia de juramento de Onganía hubo una presencia
mayoritaria de oficiales superiores de las fuerzas armadas, también
“se registró una importante participación civil en señal de
apoyo a la nueva gestión”. Los diarios de la época destacaron la
presencia de personalidades vinculadas al ámbito empresario, rural y
gremial. Entre las mismas se mencionaba al presidente de la Sociedad
Rural Argentina, Faustino Fano, al presidente de ACIEL, Jorge Oría,
al presidente de la Confederación General Económica (CGE), José
Ber Gelbard, y al presidente de la Cámara Argentina de Comercio,
Horacio García Belsunce. Entre los dirigentes sindicales fueron
mencionados especialmente el Secretario General de la CGT Francisco
Prado, el Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica Augusto
Timoteo Vandor, el dirigente del sindicato del Vestido José Alonso,
y el de Luz y Fuerza Juan José Taccone.
Entre las primeras medidas del gobierno militar, se disolvió el
parlamento, se intervino la universidad y se prohibió la actividad
política. Luego se intervinieron algunos sindicatos, y, entre los
primeros (si es que no fue el primero) estuvo el Sindicato de Prensa.
Nosotros ya teníamos vinculación con los compañeros de Prensa.
Unas semanas antes habíamos estado en el local sindical para ver
unos documentales sobre la guerra de Vietnam. Eduardo Jozami,
Secretario General del Sindicato, y Emilio Jáuregui, Secretario de
la Federación de Trabajadores de Prensa –FATPREN-, habían viajado
a Vietnam como periodistas en marzo de ese año, y al regresar
publicaron extensas notas en el diario El Mundo. También trajeron
los documentales sobre la guerra que vimos aquel día. Recuerdo que
las películas estaban en francés y que, mientras se proyectaban,
tanto Jozami como Jáuregui iban traduciendo los distintos pasajes y
haciendo comentarios sobre la guerra. Una de las imágenes que se me
grabó de manera imborrable mostraba el bombardeo de un hospital
vietnamita por parte de los norteamericanos. En medio de la
destrucción se veía la huida de los internados y, entre ellos, un
hombre con muletas a quien le faltaba una pierna.
Al evocar aquellas imágenes no puedo dejar de relacionarlas con John
McCain, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos
en 2008. La asociación no es caprichosa, ese tenebroso personaje fue
piloto de la aviación naval durante la guerra y efectuó numerosos
bombardeos contra Vietnam del Norte hasta que lo derribaron en
octubre de 1967, cuando realizaba un ataque sobre Hanoi.
Pero, volviendo al tema de la intervención del Sindicato de Prensa,
dije anteriormente que pudo ser el primer gremio atacado por la
dictadura encabezada por Onganía. El golpe de estado se produjo el
28 de junio, y el Decreto 321, que determinó la intervención, tiene
fecha del 22 de julio de 1966. En la mañana en que se tomaba la
resolución en la Secretaría de Trabajo, Jozami y Jáuregui hacían
una reunión en su sindicato y nos habían invitado. Aunque nos
contaron que habían presentado los recursos del caso, y que el juez
César Arias había dejado sin efecto la medida, ya se sabía que la
disposición iba a ser recurrida ante la Cámara de Apelaciones. Con
toda razón preveían que la apelación iba a ser favorable al
gobierno, y estaban pidiendo la colaboración de las agrupaciones
amigas para hacer frente a la nueva situación. En esa época el
Sindicato de Prensa funcionaba en la calle Alsina, a una cuadra de
donde nosotros teníamos nuestro local, y la colaboración que nos
solicitaban era que se lo prestásemos para que ellos pudieran seguir
manteniendo un contacto con los trabajadores del gremio en los días
siguientes. Obviamente, accedimos, y por unos días el Sindicato de
Prensa en la resistencia funcionó en el local de nuestra agrupación.
No recuerdo cuánto tiempo transcurrió para que la Cámara de
Apelaciones repusiera la intervención, pero no debió demorarse
mucho, porque esa medida se complementó con un nuevo decreto que,
con fecha 4 de agosto, extendió la intervención a la FATPREN.
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