viernes, 19 de enero de 2018

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XLIX)

Últimas semanas (IX)

La Empresa y el gobierno dieron por terminadas las tratativas a mediados de octubre, los trabajadores fueron intimados a regresar de inmediato al trabajo, policía y fuerzas armadas garantizarían la seguridad de quienes abandonaran la huelga. Sin embargo, dos semanas después los resultados eran más bien escasos; los sindicatos de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Rosario, Santa Fe seguían sin doblegarse. Militares y empresarios contabilizaban algunos éxitos en pequeñas localidades, solo en unas pocas ciudades importantes se había quebrado la resistencia. Con ese panorama se diluía la posibilidad de hacer tierra arrasada con el gremio telefónico, al menos no podría hacérselo sin un gran costo político.
En Buenos Aires se insistía con la necesidad de realizar la asamblea general de afiliados, si había que terminar el conflicto esto debía ser acompañado por todo el gremio para que ningún compañero se sintiera desprotegido o abandonado. La situación económica de los huelguistas era angustiosa, para conseguir recursos con los que auxiliar a los más necesitados FOETRA anunció que hipotecaría sus bienes. Simultáneamente solicitó ayuda económica a todas las organizaciones sindicales del país.
El domingo 3 de noviembre Sindicato Buenos Aires informó que dos días después realizaría la asamblea en el Luna Park. También el martes 5, pero en la noche, se reuniría el Consejo Federal de FOETRA para evaluar lo resuelto por los distintos sindicatos del país. El gobierno no quería que una multitud de telefónicos se concentrara a cuatro cuadras de la Casa Rosada, nuevamente se negó el permiso policial para la asamblea. A pesar de eso desde muy temprano comenzaron a acercarse los trabajadores hasta el Luna Park. Como de costumbre, la policía pasó rápidamente a la represión; gases, palos y corridas se extendieron por la zona céntrica. Unos 200 manifestantes quisieron acercarse a Plaza de Mayo, la crónica periodística habló de decenas de detenidos y hasta del secuestro de un estandarte gremial.
Con una poética socialmente más comprometida lo describió el periódico Propósitos dirigido por Leónidas Barletta

“En repetidas oportunidades funcionarios del gobierno han criticado a los dirigentes gremiales que llevan a la huelga sin consultar a los obreros. Pero resulta que cuando los trabajadores telefónicos quieren reunirse en asamblea no se permite su realización y se reprime con gases lacrimógenos a los manifestantes. El pueblo se hace la misma pregunta que clamoreaban los telefónicos corridos por la policía “¿Esto es libertad?” Y se responden: “Todos a ofrecer ayuda solidaria a los huelguistas”.

Si Buenos Aires no realizó su asamblea no fue porque no quisiera hacerla, como debía fijar posición para la reunión del Consejo Federal convocó a un plenario de delegados en la Federación de Empleados de Comercio. Poco después del mediodía comenzaron las deliberaciones, por momentos el debate fue acalorado, era lo menos que podía esperarse después de 70 días de conflicto. Finalmente se aprobó llevar como mandato la moción de levantar la huelga con la condición de que se restituyese la personería gremial de FOETRA, que fuesen liberados todos los compañeros que habían sido detenidos y que no se tomasen represalias por otras causas.
Por la noche, también en el local de la Federación de Empleados de Comercio, se reunió el Consejo Federal de FOETRA con la presidencia de Bernardo Navarro y la participación de los delegados sindicales del interior. Al finalizar las deliberaciones se decidió el levantamiento de la huelga a partir de las 0 hora del jueves 7 de noviembre. El Consejo Federal se declaró en sesión permanente para continuar monitoreando la situación.
Fue un regreso amargo pero digno el de ese 7 de noviembre; la dictadura tuvo que comprometerse públicamente a no tomar ningún tipo de represalia contra los trabajadores. Lo hizo a través del Capitán Ramón Casanova quien trató de dar cierta honorabilidad a sus palabras: “el término represalia repugna a mi condición de persona y de marino”. En el Ministerio de Trabajo se vaciló esperando indicaciones de presidencia, Barros de la Serna dijo primero que se había devuelto la personería a FOETRA, luego se rectificó, finalmente la medida fue confirmada. Paralelamente la Mesa Coordinadora de los gremios que se retiraron de las deliberaciones en la CGT (así llamaba eufemísticamente la prensa a Los 32) se entrevistó con el ministro de comunicaciones pidiéndole que se allanara el camino para poner fin al conflicto telefónico. Las 62 Organizaciones no intervinieron en esas gestiones, un par de semanas antes habían realizado una huelga de 48 horas, una gran cantidad de dirigentes sindicales y trabajadores de ese sector se encontraban detenidos.
Después de 72 días no sólo el servicio se encontraba desquiciado, la propia dirección de la Empresa se mostraba desorganizada y brindaba una información inconsistente. Al principio dijo que el 90 por ciento de los huelguistas se había reintegrado: “En la dirección empresaria se admite que se reintegró el personal pero no pueden dar números exactos”; luego confirmó que todos los trabajadores estaban de vuelta. Aunque el gobierno hubiese querido tomar represalias no era el mejor momento para intentarlo; de los aproximadamente 700 mil abonados que existían por entonces, la tercera parte se encontraba sin servicio. Los números podían ser caprichosos, pero en ese momento la Empresa habló de 134 mil incomunicados en el distrito 1, y 772 los cables dañados por sabotaje. A eso debían agregarse unos 100 mil incomunicados más en el resto del país. Se decidieron traslados provisorios para reforzar los sectores que debían reparar el servicio, se estimaba que tardarían unos cuatro meses en la normalización. El cálculo estuvo lejos de la realidad.

Epílogo

La huelga de 1957, la huelga grande de los telefónicos, no lo fue sólo por su duración y su extensión territorial, también lo fue por el acompañamiento solidario de los distintos sectores del movimiento obrero. El conflicto comenzó el 27 de agosto, a partir del 18 de septiembre se transformó en huelga y recién concluyó el 7 de noviembre. En total fueron 72 días de lucha, pero entroncaron con los reclamos del año anterior y en cierto modo se prolongaría hasta agosto del año siguiente cuando fue promulgada la ley que dispuso el pago de los días de huelga. Ningún acontecimiento está desgajado de la historia que lo precede, por eso quise retroceder más de una década para recordar hechos y personajes que fueron determinando lo que ocurriría en 1957.
Tuve la posibilidad de conversar con algunos de los protagonistas, les agradezco la información que me proporcionaron, especialmente a Juan Carlos Romero quien puso a mi disposición su archivo particular sobre el conflicto. Encontré una colaboración invalorable en la Biblioteca Nacional, especialmente en el personal y los voluntarios de la Sala Braille, no quiero incurrir en omisiones involuntarias por eso mi agradecimiento abarca a todos.
Tenía una deuda pendiente con todos aquellos a quienes fui pidiendo información a lo largo de los años, en parte considero que la he saldado. No creo que este sea un trabajo concluido, a lo sumo es una aproximación, un borrador que debería ser mejorado en el futuro. Observaciones, críticas y comentarios serán bienvenidos.

Javier Nieva

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