Últimas semanas (IX)
La Empresa y el gobierno dieron por terminadas las tratativas a
mediados de octubre, los trabajadores fueron intimados a regresar de
inmediato al trabajo, policía y fuerzas armadas garantizarían la
seguridad de quienes abandonaran la huelga. Sin embargo, dos semanas
después los resultados eran más bien escasos; los sindicatos de
Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Rosario, Santa Fe seguían sin
doblegarse. Militares y empresarios contabilizaban algunos éxitos en
pequeñas localidades, solo en unas pocas ciudades importantes se
había quebrado la resistencia. Con ese panorama se diluía la
posibilidad de hacer tierra arrasada con el gremio telefónico, al
menos no podría hacérselo sin un gran costo político.
En Buenos Aires se insistía con la necesidad de realizar la asamblea
general de afiliados, si había que terminar el conflicto esto debía
ser acompañado por todo el gremio para que ningún compañero se
sintiera desprotegido o abandonado. La situación económica de los
huelguistas era angustiosa, para conseguir recursos con los que
auxiliar a los más necesitados FOETRA anunció que hipotecaría sus
bienes. Simultáneamente solicitó ayuda económica a todas las
organizaciones sindicales del país.
El domingo 3 de noviembre Sindicato Buenos Aires informó que dos
días después realizaría la asamblea en el Luna Park. También el
martes 5, pero en la noche, se reuniría el Consejo Federal de FOETRA
para evaluar lo resuelto por los distintos sindicatos del país. El
gobierno no quería que una multitud de telefónicos se concentrara a
cuatro cuadras de la Casa Rosada, nuevamente se negó el permiso
policial para la asamblea. A pesar de eso desde muy temprano
comenzaron a acercarse los trabajadores hasta el Luna Park. Como de
costumbre, la policía pasó rápidamente a la represión; gases,
palos y corridas se extendieron por la zona céntrica. Unos 200
manifestantes quisieron acercarse a Plaza de Mayo, la crónica
periodística habló de decenas de detenidos y hasta del secuestro de
un estandarte gremial.
Con una poética socialmente más comprometida lo describió el
periódico Propósitos dirigido por Leónidas Barletta
“En repetidas oportunidades funcionarios del gobierno han criticado
a los dirigentes gremiales que llevan a la huelga sin consultar a los
obreros. Pero resulta que cuando los trabajadores telefónicos
quieren reunirse en asamblea no se permite su realización y se
reprime con gases lacrimógenos a los manifestantes. El pueblo se
hace la misma pregunta que clamoreaban los telefónicos corridos por
la policía “¿Esto es libertad?” Y se responden: “Todos a
ofrecer ayuda solidaria a los huelguistas”.
Si Buenos Aires no realizó su asamblea no fue porque no quisiera
hacerla, como debía fijar posición para la reunión del Consejo
Federal convocó a un plenario de delegados en la Federación de
Empleados de Comercio. Poco después del mediodía comenzaron las
deliberaciones, por momentos el debate fue acalorado, era lo menos
que podía esperarse después de 70 días de conflicto. Finalmente se
aprobó llevar como mandato la moción de levantar la huelga con la
condición de que se restituyese la personería gremial de FOETRA,
que fuesen liberados todos los compañeros que habían sido detenidos
y que no se tomasen represalias por otras causas.
Por la noche, también en el local de la Federación de Empleados de
Comercio, se reunió el Consejo Federal de FOETRA con la presidencia
de Bernardo Navarro y la participación de los delegados sindicales
del interior. Al finalizar las deliberaciones se decidió el
levantamiento de la huelga a partir de las 0 hora del jueves 7 de
noviembre. El Consejo Federal se declaró en sesión permanente para
continuar monitoreando la situación.
Fue un regreso amargo pero digno el de ese 7 de noviembre; la
dictadura tuvo que comprometerse públicamente a no tomar ningún
tipo de represalia contra los trabajadores. Lo hizo a través del
Capitán Ramón Casanova quien trató de dar cierta honorabilidad a
sus palabras: “el término represalia repugna a mi condición de
persona y de marino”. En el Ministerio de Trabajo se vaciló
esperando indicaciones de presidencia, Barros de la Serna dijo
primero que se había devuelto la personería a FOETRA, luego se
rectificó, finalmente la medida fue confirmada. Paralelamente la
Mesa Coordinadora de los gremios que se retiraron de las
deliberaciones en la CGT (así llamaba eufemísticamente la prensa a
Los 32) se entrevistó con el ministro de comunicaciones pidiéndole
que se allanara el camino para poner fin al conflicto telefónico.
Las 62 Organizaciones no intervinieron en esas gestiones, un par de
semanas antes habían realizado una huelga de 48 horas, una gran
cantidad de dirigentes sindicales y trabajadores de ese sector se
encontraban detenidos.
Después de 72 días no sólo el servicio se encontraba desquiciado,
la propia dirección de la Empresa se mostraba desorganizada y
brindaba una información inconsistente. Al principio dijo que el 90
por ciento de los huelguistas se había reintegrado: “En la
dirección empresaria se admite que se reintegró el personal pero no
pueden dar números exactos”; luego confirmó que todos los
trabajadores estaban de vuelta. Aunque el gobierno hubiese querido
tomar represalias no era el mejor momento para intentarlo; de los
aproximadamente 700 mil abonados que existían por entonces, la
tercera parte se encontraba sin servicio. Los números podían ser
caprichosos, pero en ese momento la Empresa habló de 134 mil
incomunicados en el distrito 1, y 772 los cables dañados por
sabotaje. A eso debían agregarse unos 100 mil incomunicados más en
el resto del país. Se decidieron traslados provisorios para reforzar
los sectores que debían reparar el servicio, se estimaba que
tardarían unos cuatro meses en la normalización. El cálculo estuvo
lejos de la realidad.
Epílogo
La huelga de 1957, la huelga grande de los telefónicos, no lo fue
sólo por su duración y su extensión territorial, también lo fue
por el acompañamiento solidario de los distintos sectores del
movimiento obrero. El conflicto comenzó el 27 de agosto, a partir
del 18 de septiembre se transformó en huelga y recién concluyó el
7 de noviembre. En total fueron 72 días de lucha, pero entroncaron
con los reclamos del año anterior y en cierto modo se prolongaría
hasta agosto del año siguiente cuando fue promulgada la ley que
dispuso el pago de los días de huelga. Ningún acontecimiento está
desgajado de la historia que lo precede, por eso quise retroceder más
de una década para recordar hechos y personajes que fueron
determinando lo que ocurriría en 1957.
Tuve la posibilidad de conversar con algunos de los protagonistas,
les agradezco la información que me proporcionaron, especialmente a
Juan Carlos Romero quien puso a mi disposición su archivo particular
sobre el conflicto. Encontré una colaboración invalorable en la
Biblioteca Nacional, especialmente en el personal y los voluntarios
de la Sala Braille, no quiero incurrir en omisiones involuntarias por
eso mi agradecimiento abarca a todos.
Tenía una deuda pendiente con todos aquellos a quienes fui pidiendo
información a lo largo de los años, en parte considero que la he
saldado. No creo que este sea un trabajo concluido, a lo sumo es una
aproximación, un borrador que debería ser mejorado en el futuro.
Observaciones, críticas y comentarios serán bienvenidos.
Javier Nieva
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