Últimas semanas (VII)
A partir del 17 de octubre todos los caminos quedaron cerrados para
los telefónicos. La propuesta trasmitida por la Empresa –y avalada
por el representante de Aramburu- puso fin a las negociaciones
abiertas luego de la reunión en Olivos. El aumento en las
remuneraciones quedaba atado al incremento en la jornada de trabajo,
ni siquiera sacrificando esa conquista gremial se conseguía
recuperar lo perdido desde el congelamiento salarial. La clausura de
las tratativas fue acompañada con la intimación al personal en
huelga para que se reintegrara inmediatamente.
Desde ese momento se reanudó el bombardeo mediático en que se
mezclaban amenazas, noticias distorsionadas sobre regreso al trabajo
de los huelguistas y ejemplos edulcorados sobre las nuevas escalas
salariales. Durante el fin de semana se dijo que en Mar del Plata y
Miramar se habían efectuado asambleas donde los telefónicos
desistían de continuar con el conflicto. En realidad esas
deserciones minoritarias se hicieron al margen de la organización
sindical, pero la publicidad empresaria las sobredimensionó. Aunque
se notaba cierto desgaste y vacilaciones, la inmensa mayoría de los
trabajadores continuaban respondiendo con firmeza.
Manuel Gómez, delegado general de la oficina flores al que me referí
anteriormente, había sido designado responsable para la zona oeste
de Capital Federal. Se reunía con los huelguistas en las
inmediaciones de Plaza Flores, les comunicaba las novedades del
conflicto y distribuía los volantes del sindicato. En uno de esos
encuentros le dijeron que algunos compañeros empezaban a flaquear
abrumados por las carencias y la propaganda gubernamental. Si
aflojaban podían abrir la puerta a otras deserciones, Manuel fue a
hablar con ellos. “No pueden abandonar al resto de los compañeros,
si ustedes se cortan solos la empresa va a aprovechar para dejar
cesantes a los demás; salimos todos juntos y tenemos que volver
todos juntos”. Seguramente no fue un caso aislado, situaciones como
esa debieron repetirse en muchos otros lugares, pero la información
disponible dice que predominó la disciplina.
Una extensa solicitada de FOETRA “a la opinión pública y a los
hermanos trabajadores” se publicó el domingo 20. Allí el
Secretariado Nacional pasó revista a las infructuosas gestiones para
conseguir un aumento de sueldo, la adopción de medidas de fuerza
respaldadas por todos los telefónicos del país, la distorsión del
problema queriendo implantar una jornada de trabajo más extensa y
discontinua. Recordó que el horario corrido era una conquista que
databa de años atrás, por eso era inaceptable que mediante la
depreciación del salario se pretendiera aumentar la jornada de
trabajo. Además la imposición patronal traería aparejado otro
problema; la combinación de mayor jornada e incremento de la
productividad provocaría el despido de miles de telefónicos.
“La organización gremial lo considera inaceptable (…) no puede
basarse la subsistencia de un sector de trabajadores en la miseria y
desocupación de sus hermanos de clase. (…) Tolerar esta situación
sería permitir que se forme en el país, mediante la reducción
progresiva de la fuente de trabajo, una masa de desocupados que va a
gravitar desfavorablemente en las condiciones económico sociales del
pueblo”.
Después de agradecer el “afectuoso y solidario apoyo recibido de
la clase trabajadora y de la ciudadanía progresista”, el
comunicado se refirió a la intimación para reintegrarse al trabajo:
“Constituye una nueva tentativa para quebrantar a un gremio que por
su valentía, entereza y espíritu de lucha ha escrito una página
honrosa en la historia de las luchas sociales de la clase trabajadora
argentina”.
Y concluyó afirmando que las medidas empleadas para ahogar el
reclamo popular “son una solución transitoria y desgraciada” que
“lejos de establecer la paz social será semilla que germinará en
luchas más crudas y violentas”.
La intimación empresaria para que los huelguistas regresaran al
trabajo había sido efectuada a última hora del jueves 17, las
expectativas estaban puestas en lo que ocurriría a partir del lunes
21. La información fue muy poco confiable, la patronal habló
alegremente de un 30 por ciento de retorno, luego elevó el
porcentaje a 40, los lugares donde se mencionaban éxitos eran en
general inverificables o muy distantes. Toda la semana pasó sin
cambios significativos, pero la propaganda oficial hablaba de
progresiva normalización en los distritos 2 (zona centro y litoral
norte) y 3 (costa bonaerense y sur del país). En el distrito 1
(Capital Federal y suburbios) no había forma de maquillar la
realidad; al promediar la semana la Empresa echó mano a un recurso
efectista, dijo que de las 14 oficinas comerciales 3 contaban con su
personal normal (Constitución, San Isidro y Palermo) y casi normal
otras 3 (Vicente López, Belgrano y Congreso).
Lo cierto era que el servicio seguía colapsado, el número de
teléfonos incomunicados seguía siendo altísimo, Tampoco esas
cifras eran confiables porque aumentaban o disminuían sin ninguna
relación lógica. Habían sido 100 mil una semana antes, luego
bajaron a 72 mil, y volvieron a subir a 82 mil sin que ningún
funcionario se hiciera responsable de la información. A ello había
que agregar la incomunicación existente entre distintas ciudades, la
que en lugar de disminuir aumentaba.
Los cortes de cables eran una constante, uno de ellos dejó
incomunicado al estadio de Independiente. Es sólo una anécdota,
pero tuvo cierta importancia porque el domingo 27 jugaba allí el
seleccionado argentino contra el de Bolivia en partido clasificatorio
para el Mundial de Suecia. Los técnicos trabajaron contrarreloj
tratando de reparar las líneas. Ignoro si llegó a solucionarse el
desperfecto, pero para los que no pudieron escuchar el partido puedo
decirles que Argentina ganó 4 a 0 con goles de Zárate, Corbatta,
Prado y Menéndez.
Dejo atrás la anécdota y vuelvo a nuestro tema. La pretensión
gubernamental de quebrar a los telefónicos no conseguía los
resultados esperados, una semana después de la intimación el gremio
seguía resistiendo. FOETRA ya no podía aspirar a ganar el
conflicto, pero al menos quería proteger a los compañeros y
replegarse en orden. El Consejo Federal se reunió, y tras repudiar
el ofrecimiento y los procedimientos empleados por la Empresa,
resolvió que “durante los próximos diez días todos los
sindicatos realizarán asambleas cuyos resultados serán elevados al
Consejo Federal para que, de acuerdo a los estatutos, adopte una
resolución”.
El sindicato Buenos Aires solicitó la autorización policial para
realizar la asamblea, en el comunicado difundido a los compañeros
decía: “El gremio ha refirmado su espíritu de lucha en seis
grandes asambleas a las que concurrieron más de 10 mil afiliados”.
En dos oportunidades solicitó permiso policial para una nueva
asamblea y en ambos le fue negado, una tercera solicitud espera
respuesta. “Los telefónicos fueron a la huelga mediante una
asamblea, debe ser una asamblea la que decida los pasos futuros”.
Pero el gobierno no entendía de argumentos democráticos, la
asamblea propuesta para el sábado en el Luna Park no fue autorizada.
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