lunes, 15 de enero de 2018

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XLVII)

Últimas semanas (VII)

A partir del 17 de octubre todos los caminos quedaron cerrados para los telefónicos. La propuesta trasmitida por la Empresa –y avalada por el representante de Aramburu- puso fin a las negociaciones abiertas luego de la reunión en Olivos. El aumento en las remuneraciones quedaba atado al incremento en la jornada de trabajo, ni siquiera sacrificando esa conquista gremial se conseguía recuperar lo perdido desde el congelamiento salarial. La clausura de las tratativas fue acompañada con la intimación al personal en huelga para que se reintegrara inmediatamente.
Desde ese momento se reanudó el bombardeo mediático en que se mezclaban amenazas, noticias distorsionadas sobre regreso al trabajo de los huelguistas y ejemplos edulcorados sobre las nuevas escalas salariales. Durante el fin de semana se dijo que en Mar del Plata y Miramar se habían efectuado asambleas donde los telefónicos desistían de continuar con el conflicto. En realidad esas deserciones minoritarias se hicieron al margen de la organización sindical, pero la publicidad empresaria las sobredimensionó. Aunque se notaba cierto desgaste y vacilaciones, la inmensa mayoría de los trabajadores continuaban respondiendo con firmeza.
Manuel Gómez, delegado general de la oficina flores al que me referí anteriormente, había sido designado responsable para la zona oeste de Capital Federal. Se reunía con los huelguistas en las inmediaciones de Plaza Flores, les comunicaba las novedades del conflicto y distribuía los volantes del sindicato. En uno de esos encuentros le dijeron que algunos compañeros empezaban a flaquear abrumados por las carencias y la propaganda gubernamental. Si aflojaban podían abrir la puerta a otras deserciones, Manuel fue a hablar con ellos. “No pueden abandonar al resto de los compañeros, si ustedes se cortan solos la empresa va a aprovechar para dejar cesantes a los demás; salimos todos juntos y tenemos que volver todos juntos”. Seguramente no fue un caso aislado, situaciones como esa debieron repetirse en muchos otros lugares, pero la información disponible dice que predominó la disciplina.
Una extensa solicitada de FOETRA “a la opinión pública y a los hermanos trabajadores” se publicó el domingo 20. Allí el Secretariado Nacional pasó revista a las infructuosas gestiones para conseguir un aumento de sueldo, la adopción de medidas de fuerza respaldadas por todos los telefónicos del país, la distorsión del problema queriendo implantar una jornada de trabajo más extensa y discontinua. Recordó que el horario corrido era una conquista que databa de años atrás, por eso era inaceptable que mediante la depreciación del salario se pretendiera aumentar la jornada de trabajo. Además la imposición patronal traería aparejado otro problema; la combinación de mayor jornada e incremento de la productividad provocaría el despido de miles de telefónicos.

“La organización gremial lo considera inaceptable (…) no puede basarse la subsistencia de un sector de trabajadores en la miseria y desocupación de sus hermanos de clase. (…) Tolerar esta situación sería permitir que se forme en el país, mediante la reducción progresiva de la fuente de trabajo, una masa de desocupados que va a gravitar desfavorablemente en las condiciones económico sociales del pueblo”.

Después de agradecer el “afectuoso y solidario apoyo recibido de la clase trabajadora y de la ciudadanía progresista”, el comunicado se refirió a la intimación para reintegrarse al trabajo: “Constituye una nueva tentativa para quebrantar a un gremio que por su valentía, entereza y espíritu de lucha ha escrito una página honrosa en la historia de las luchas sociales de la clase trabajadora argentina”.
Y concluyó afirmando que las medidas empleadas para ahogar el reclamo popular “son una solución transitoria y desgraciada” que “lejos de establecer la paz social será semilla que germinará en luchas más crudas y violentas”.

La intimación empresaria para que los huelguistas regresaran al trabajo había sido efectuada a última hora del jueves 17, las expectativas estaban puestas en lo que ocurriría a partir del lunes 21. La información fue muy poco confiable, la patronal habló alegremente de un 30 por ciento de retorno, luego elevó el porcentaje a 40, los lugares donde se mencionaban éxitos eran en general inverificables o muy distantes. Toda la semana pasó sin cambios significativos, pero la propaganda oficial hablaba de progresiva normalización en los distritos 2 (zona centro y litoral norte) y 3 (costa bonaerense y sur del país). En el distrito 1 (Capital Federal y suburbios) no había forma de maquillar la realidad; al promediar la semana la Empresa echó mano a un recurso efectista, dijo que de las 14 oficinas comerciales 3 contaban con su personal normal (Constitución, San Isidro y Palermo) y casi normal otras 3 (Vicente López, Belgrano y Congreso).
Lo cierto era que el servicio seguía colapsado, el número de teléfonos incomunicados seguía siendo altísimo, Tampoco esas cifras eran confiables porque aumentaban o disminuían sin ninguna relación lógica. Habían sido 100 mil una semana antes, luego bajaron a 72 mil, y volvieron a subir a 82 mil sin que ningún funcionario se hiciera responsable de la información. A ello había que agregar la incomunicación existente entre distintas ciudades, la que en lugar de disminuir aumentaba.
Los cortes de cables eran una constante, uno de ellos dejó incomunicado al estadio de Independiente. Es sólo una anécdota, pero tuvo cierta importancia porque el domingo 27 jugaba allí el seleccionado argentino contra el de Bolivia en partido clasificatorio para el Mundial de Suecia. Los técnicos trabajaron contrarreloj tratando de reparar las líneas. Ignoro si llegó a solucionarse el desperfecto, pero para los que no pudieron escuchar el partido puedo decirles que Argentina ganó 4 a 0 con goles de Zárate, Corbatta, Prado y Menéndez.
Dejo atrás la anécdota y vuelvo a nuestro tema. La pretensión gubernamental de quebrar a los telefónicos no conseguía los resultados esperados, una semana después de la intimación el gremio seguía resistiendo. FOETRA ya no podía aspirar a ganar el conflicto, pero al menos quería proteger a los compañeros y replegarse en orden. El Consejo Federal se reunió, y tras repudiar el ofrecimiento y los procedimientos empleados por la Empresa, resolvió que “durante los próximos diez días todos los sindicatos realizarán asambleas cuyos resultados serán elevados al Consejo Federal para que, de acuerdo a los estatutos, adopte una resolución”.
El sindicato Buenos Aires solicitó la autorización policial para realizar la asamblea, en el comunicado difundido a los compañeros decía: “El gremio ha refirmado su espíritu de lucha en seis grandes asambleas a las que concurrieron más de 10 mil afiliados”. En dos oportunidades solicitó permiso policial para una nueva asamblea y en ambos le fue negado, una tercera solicitud espera respuesta. “Los telefónicos fueron a la huelga mediante una asamblea, debe ser una asamblea la que decida los pasos futuros”.
Pero el gobierno no entendía de argumentos democráticos, la asamblea propuesta para el sábado en el Luna Park no fue autorizada.

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