Entre los días 28 y 30 de abril de 1965 se realizaron en el Sindicato Buenos Aires de FOETRA las elecciones en que participamos con la Lista Rosa por primera vez.
Los compañeros que tenían a su cargo la prensa en AVANZADA eran Juan Carlos Romero, delegado de Redes Locales en la dirección de Ingeniería, y Guillermo Pérez Curtó, delegado en oficina Comercial. El primero era un artista plástico que ya había ganado un primer premio en el Salón Buenos Aires; junto a Luna Ercilla y Alicia Orlandi tenían su atelier en la calle Alsina al 700, fueron quienes nos facilitaron el lugar para funcionar durante toda la campaña y más allá. Guillermo era un excelente fotógrafo: si es por artistas no nos podíamos quejar.
En aquellos meses tuvieron la responsabilidad de editar comunicados, volantes y boletines en forma permanente. En el último tramo de la campaña diseñaron tres afiches que eran un motivo más de orgullo para todos nosotros. Eso en cuanto a la artística de nuestra prensa. La redacción era hecha por distintos compañeros, pero luego los contenidos eran discutidos colectivamente.
El primer número de AVANZADA fue impreso en una hoja de papel tamaño oficio. Era una hoja de 35 por 22 centímetros doblada al centro; cuatro paginitas de 22 centímetros de alto por 17,5 de ancho. A pesar del tiempo transcurrido el papel ha resistido bastante bien, ni siquiera está amarillento como ha ocurrido con otros volantes de la misma época. Aunque no tiene fecha de publicación deduzco que pudo editarse alrededor de octubre o noviembre de 1964. Por entonces yo estaba cursando en la Escuela Técnica de la Empresa y fue donde lo recibí.
En el logo hay dos teléfonos, uno que ya era un aparato de colección por ese tiempo: el histórico “candelero”, con el auricular colgado en la horquilla del costado; el otro era un contemporáneo, el teléfono “sapo”, un aparato con carcasa de baquelita negra. Nadie podía dudar que esa era la publicación de los trabajadores telefónicos.
El nombre del boletín terminó por eclipsar la denominación de Movimiento Gremial Telefónico, y en el gremio se nos reconocería simplemente como “los de AVANZADA”.
Construcción de la lista
La disconformidad con la conducción de Allan Díaz era evidente incluso hacia el interior de la propia Lista Marrón. Ni él ni su adjunto, Carlos Gallo, fueron incluidos entre los candidatos para las elecciones de abril de 1965. Fueron varios los sectores que comenzaron a agruparse por fuera del oficialismo del Sindicato y de la oposición organizada desde la conducción de la Empresa. No recuerdo ninguna otra elección del Sindicato Buenos Aires donde se presentaran tantas listas: 8 en total. En ese marco AVANZADA consiguió agrupar buena parte de los descontentos.
Tal vez fue un año antes de las elecciones que comenzó a imaginarse la forma de armar la lista; el objetivo era que fuera lo más representativa posible, tanto por el lugar de asiento como por la especialidad laboral de los candidatos. Aunque AVANZADA había conseguido una buena inserción en el gremio el desarrollo no era parejo en todas las zonas, era mayor en Oeste, luego le seguía Centro-Este, y Norte y Sur era más disperso. En todos los lugares donde se tenía alguna presencia se volvió imperativo recorrer el edificio, conocer a los compañeros, distribuir la propaganda. Esto era de sentido común, primero asegurar el territorio propio, luego extenderse hacia afuera. En esas visitas se fueron privilegiando los sitios con mayor concentración de personal.
La convocatoria tuvo buenos resultados; no se consiguió un aumento aluvional pero los adherentes aumentaron. Se consiguió tener compañeros hasta en edificios que inicialmente habían sido indiferentes y hasta hostiles. Aquel fue el primer paso.
Después, una vez designados todos los candidatos vino el armado de la lista. Esto se hizo en una reunión abierta a la participación de todos los telefónicos que quisieron asistir. Visto a la distancia parece que había un exceso de democratismo en esa metodología, si bien se estaba preparado para hacer frente a una injerencia externa que quisiera provocar problemas, no sé qué habría pasado si las diferencias se hubieran planteado desde dentro. Todo salió bastante bien, por lo menos ningún compañero se quejó de manejos dudosos o censurables, ni durante ni después de conformada la lista.
Un detalle que no mencioné es que el número de candidatos superaba el centenar. Para conducir el Sindicato Buenos Aires se elegían 15 miembros de Comisión Administrativa, acompañados por igual número de suplentes. En los mismos comicios se elegían los delegados congresales para representar al Sindicato en la Federación; en esa época el número de congresales que llevaba Buenos Aires era muy elevado: 36 titulares y otros tantos suplentes. Por último había que sumar a los revisores de cuentas, que eran 3 titulares e igual número de reemplazos. A estos había que agregar los dos apoderados de la lista y un mínimo de 50 avales para presentarse ante la Junta Electoral.
Reunir tal cantidad de candidatos no era nada fácil. Ricardo Campari alardeaba de que en el Sindicato no presentaba lista el que quería sino el que podía. Pero eso era parcialmente cierto, porque se podían repetir nombres postulándolos simultáneamente para integrar la Comisión Administrativa y como delegados congresales. De hecho todas las listas repetían los nombres de algunos de los primeros titulares de Comisión Administrativa para que fueran como delegados al congreso, porque allí podían ser designados como autoridad a nivel nacional. Repetir muchos nombres era un signo de debilidad, lo mismo que si un número elevado de postulantes provenía de un mismo edificio o zona.
La Lista y su color
Así llegamos a la asamblea en la que se armó la lista. En primer término se nominó a la Comisión Administrativa titular. Ricardo, que como siempre dirigía las deliberaciones, dijo que la agrupación se atribuía el derecho de postular al candidato a Secretario General, pero que esa propuesta podía ser objetada y modificada por los compañeros reunidos en la asamblea. Después de eso propuso que la lista fuera encabezada por Juan Carlos Picone.
Picone era un viejo compañero de larga trayectoria en el gremio y con todas las características de un caudillo. Con un físico que imponía respeto, sonriente, campechano, con “mucha calle” (y, tal vez, con “mucho estaño”). No era un intelectual pero era inteligente, rápido y bastante intuitivo. Era capaz de hacer frente a situaciones difíciles con mucha sangre fría; lo había demostrado en numerosos conflictos desde mucho antes de la Huelga de 1957. Pero no era en mérito a su valor personal que se lo postuló para el cargo de Secretario General. Picone era un compañero de extracción obrera, muy representativo en toda la zona oeste.
Una vez que se designó a Picone como cabeza de lista se siguió con los demás integrantes de la Comisión Administrativa. Cada zona fue proponiendo un candidato por vez, procurando no repetir especialidades y que las compañeras tuvieran la mayor cantidad de cargos posibles. Esto último no era fácil de realizar, porque, a pesar de que se suponía que la mitad de las componentes del gremio eran mujeres, no eran tantas las compañeras que tenían participación sindical. Para muchos de nosotros esta era la primera vez que participábamos en el armado de una lista y, por añadidura, con una metodología tan abierta. Creo que Ricardo era muy consciente de esto y de las desconfianzas y suspicacias que podían existir entre los compañeros, por eso se esforzó en dar el máximo de trasparencia a aquel proceso. Tanto él como los compañeros que venían trabajando a su lado hicieron un verdadero ejercicio de pedagogía democrática con todos nosotros.
Tras el armado vino la elección de color, y ese no fue un tema sencillo.
Primero se pasó revista al listado de colores que ya estaban usándose. La Lista Marrón correspondía a la agrupación peronista mayoritaria. La Lista Naranja pertenecía a los compañeros del PC. El Azul era propagandizado por el agrupamiento radical impulsado por el presidente de la Empresa. Había una Lista Oro, de un pequeño agrupamiento demócrata cristiano. Y otras listas más pequeñas que ya no recuerdo. Luego se mencionaron nombres que habían sido usados en años recientes por algunos agrupamientos que ya se habían disgregado o que habían cambiado su identificación. Así fueron quedando de lado el Verde, el Rojo y el Blanco. Lo cierto es que después de todo ese recuento descubrimos que no eran tantas las posibilidades disponibles.
Se hicieron algunas propuestas (alguien bromeó con lo de Lista Negra) hasta que quedaron sólo dos mociones: Lista Rojinegra y Lista Rosa. José Baddouh y un buen número de compañeros sostenían la primera propuesta, pero el otro bando se fue perfilando como mayoritario. José siempre contaría riéndose cuál había sido el argumento final con que Ricardo fundamentó su apoyo a la propuesta de Lista Rosa:
“Piensen que después hay que salir a hacer la propaganda, y Lista Rosa se pinta mucho más rápido que Lista Rojinegra”.
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