lunes, 26 de abril de 2021

El nacimiento de AVANZADA

 Entre los días 28 y 30 de abril de 1965 se realizaron en el Sindicato Buenos Aires de FOETRA las elecciones en que participamos con la Lista Rosa por primera vez. Las notas de esta semana están dedicadas al nacimiento de nuestra agrupación; pero un 26 de abril, aunque de 1978, se produjo el secuestro de un gran compañero telefónico; por eso al cumplirse un nuevo aniversario de su desaparición es importante comenzar con su recuerdo.

Marcelo Senra

Marcelo Senra fue delegado de los trabajadores de instalaciones que tenían como oficina de asiento al edificio Conesa. Como delegado se esforzaba por resolver los problemas de los telefónicos que representaba, pero no se limitó a lo que ocurría exclusivamente en su lugar de trabajo. Con el mismo empeño se involucró en todas las tareas del sindicato, participó de los plenarios de delegados, las asambleas de afiliados y las movilizaciones tan frecuentes por aquellos años. 

La preocupación por los problemas sociales nos hizo coincidir en un mismo espacio de militancia sindical. Desde mediados de los ’60 Marcelo integró la Lista Rosa; esa pertenencia no implicó enemistad ni beligerancia con los compañeros de otras agrupaciones, todos teníamos en claro que nuestros enemigos no eran los trabajadores con pensamientos distintos, los enemigos eran los representantes de una patronal voraz e impiadosa que cada tanto instalaban una dictadura en el país.

Fue la última de esas dictaduras la que en la noche del 26 de abril de 1968 lo hizo detener en Darregueyra 2126; desde entonces permanece detenido-desaparecido.

Los telefónicos le rindieron homenaje colocando una placa conmemorativa en el edificio que lo tuviera como representante. Pero cuando Instalaciones dejó de funcionar en el edificio Conesa, sus compañeros conservaron y protegieron la placa hasta reinstalarla en Paternal, el nuevo asiento de la especialidad. Fue un hermoso ejemplo de identificación entre un delegado y sus representados.

Marcelo ya pertenece a la historia de todo el gremio.

El comienzo

El Movimiento Gremial Telefónico se constituyó a mediados de 1964 bajo la conducción de Ricardo Campari. Por entonces el agrupamiento aún no tenía color de lista, eso recién vendría en las primeras semanas del año siguiente cuando hubiera que inscribirse para las elecciones que tuvieron lugar en abril. Hasta ese momento el agrupamiento sólo era conocido por el nombre de su boletín: AVANZADA. Y seguiría siendo AVANZADA Telefónica por muchos años más, aunque ese no haya sido nunca el nombre oficial.

Fuimos muchos los jóvenes que nos sumamos a ese proyecto junto a otros veteranos que venían fogueados de la huelga de 1957, la más prolongada de la historia del gremio telefónico. Estábamos disconformes con la conducción de Allan Díaz y con los magros resultados de un reclamo salarial efectuado durante ese año. Díaz debía estar cuestionado también por sus compañeros de la Lista Marrón, porque en las elecciones de abril de 1965 fue Agustín Cuello quien encabezó esa lista.

Aquí aprovecho para hacer una digresión. En esa época los estatutos no estipulaban que las listas tuvieran definidos los cargos para los que se postulaban los candidatos; se mencionaban 15 postulantes a Comisión Administrativa, en teoría cualquiera de ellos podría ser el Secretario General, eso se definiría en la primera reunión de la Comisión. Obviamente, se daba por sobreentendido que quien encabezaba la lista sería el Secretario General del Sindicato.


En aquellos tiempos nuestro organizador y conductor indiscutido era Ricardo Campari. Él presidía las reuniones de nuestra agrupación, era delegado de Cuentas de Gobierno (un sector de Comercial que hoy no existe). Risueñamente comparábamos a Ricardo con El Profesor de la película “Los compañeros”, aquel personaje inmortalizado por Marcelo Mastroiani, y al que se asemejaba hasta en los anteojos y en la manera descuidada de su indumentaria.

Esos meses previos a las elecciones fueron de enorme actividad. Todos los días había alguna reunión. Se había agrupado a los compañeros en cuatro grandes zonas: Centro y Este, Sur, Norte y Oeste. La primera era geográficamente más reducida, pero con una mayor concentración de personal telefónico, las otras tres tenían una extensión enorme porque incluían a los respectivos suburbios de la ciudad de Buenos Aires. Nos habíamos organizado para que las distintas zonas tuvieran cada una su día de reunión. El mayor desarrollo de la agrupación estaba en la zona Oeste y le seguía la de Centro-Este. En Sur y Norte teníamos un desarrollo parejo aunque menor que en las otras. Lo de la división zonal para las reuniones no era algo demasiado estricto, se hacía, simplemente, porque el local quedaba chico si se juntaba a todos los compañeros.

Las reuniones de AVANZADA se realizaban en un viejo edificio ubicado en la calle Alsina al 700. El lugar era usado como atelier por tres artistas plásticos, y uno de ellos, Juan Carlos Romero, era delegado en Redes Locales. Juan Carlos convenció a sus amigos, Jorge Luna Ercilla y Alicia Orlandi, para que facilitaran el local durante los meses previos a las elecciones del Sindicato.

Se había conseguido congregar a un gran número de telefónicos y eso habla del descontento existente con la conducción del Sindicato, pero también de un clima de participación muy especial.

El gobierno, la empresa, el sindicato

Arturo Illia había asumido la presidencia de la Nación en octubre de 1963 tras derrotar en las elecciones al jefe golpista de 1955, Pedro Eugenio Aramburu. Aramburu no sólo participó del derrocamiento de Perón, sino que dos meses después de aquel golpe estuvo a la cabeza de los que destituyeron al general Eduardo Lonardi. Tras el gobierno (del también derrocado) Arturo Frondizi y de José María Guido (quien sucedió a Frondizi y llamó a elecciones anticipadas) Aramburu apareció como un firme candidato para reasumir el gobierno por vía electoral.

Pero Illia ganó las elecciones y llegó al gobierno con una gran suma de debilidades. Había triunfado con 2.441.000 votos, en unas elecciones en que el peronismo estuvo proscrito, y en las que el voto en blanco ordenado por Perón obtuvo 1.884.000 votos. Ya ese sólo hecho deslegitimaba bastante su victoria. A eso se sumaba no disponer de la mayoría dentro de su partido. No sólo carecía de un sólido respaldo radical, sino que se encontraba amenazado por dos fuerzas poderosas: las que habían acompañado a Aramburu, por un lado, y las del peronismo, por el otro.

Illia designó al frente de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones a Javier López Zavaleta. Era un personaje que trasmitía toda la imagen de un puntero de comité. Durante su gestión se repartieron favores y prebendas de una manera escandalosa. No era un ejemplo de probidad republicana y, por si fuera poco, no ocultaba en lo más mínimo su interés por llevar al sindicato una conducción de filiación radical.

El reparto de cargos y ascensos para ganar adhesiones se efectuaba en forma impúdica. Como la generosidad bien entendida comienza por casa, los primeros en ser favorecidos fueron los propios familiares de López Zavaleta. Su esposa y sus hijos fueron incorporados a la empresa con cargos que suponían un importante ingreso económico. Por cierto, el otorgamiento de cargos de jerarquía tenía un límite, pero el abanico de favoritismos era bastante amplio. Se concedían traslados y cambios de funciones, se justificaban ausencias en forma generosa y se aceleraba el otorgamiento de línea telefónica en una época en que había esperas de años para conseguir el servicio.

El edificio de Defensa 143 operaba como un gran comité, en el peor sentido que tiene esa palabra dentro de la historia argentina. Allí se constituyó el Círculo de Obreros y Empleados Telefónicos –COETRA- una suerte de sindicato paralelo que manifestaba esa intención hasta en la similitud de sigla con FOETRA. Con todo ese despilfarro de recursos se fue armando una agrupación para competir por la conducción del sindicato. Pero el tipo de adherentes que se incorporó por este procedimiento no se caracterizaba por su espíritu de sacrificio ni por la solidez de sus principios.

Sería injusto decir que la totalidad de adherentes a la Lista Azul eran oportunistas, ventajeros y arribistas. Pero la metodología clientelista contaminó todo el proyecto y lo descalificó ante los ojos de los telefónicos. De todos modos, la Lista Azul llegó a reunir una fuerza bastante importante, ellos también expresaban una forma de descontento con la conducción del Sindicato.


En esos años había una fuerte campaña antiperonista; los golpistas del ’55 habían proscripto a la fuerza política mayoritaria, antiguos funcionarios y simpatizantes del llamado “régimen depuesto” estaban impedidos de ejercer sus derechos civiles, y hasta los nombres de Perón y Evita (además de las denominaciones partidarias) estaban prohibidos en los medios de difusión. Algo semejante ocurría con el Partido Comunista y otras organizaciones de izquierda, que eran víctimas de la persecución macarthista que se extendía por todo el mundo.

En medio de esa atmósfera asfixiante se desarrollaba la actividad política y sindical en el país.

La intoxicación mediática no tenía las dimensiones de la actual, pero tampoco la sociedad de entonces era similar a esta, y quienes crecimos y nos formamos en aquel contexto no fuimos inmunes al envenenamiento ideológico. La única actividad política tolerada era la que no estuviera contaminada de izquierdismo o populismo, un término que empezó a ponerse de moda a partir de entonces. La prédica del apoliticismo era un martilleo constante, los sindicatos no debían incursionar en política, salvo que esa política fuera la propagandisada por el propio sistema. Esta era una imposición inadmisible para peronistas y comunistas, pero todos los que no estaban comprometidos con esas fuerzas fueron naturalizando el planteo. El rechazo a peronistas, “zurdos” o “bolches” era pregonado hasta en forma subliminal, y la campaña de demonización calaba profundo en todas las conciencias.

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