miércoles, 22 de octubre de 2014

Combatividad y rechazo al sectarismo



AVANZADA en el comienzo (V)
 
No estuve entre los fundadores del Movimiento Gremial Telefónico, ese mérito corresponde a otros compañeros: Ricardo Campari, Juan Carlos Romero, José Baddouh, Aníbal San Juan, y varios más. Es importante dejar esto en claro, porque he conocido a muchos charlatanes que se adjudicaban la paternidad de proyectos a los que llegaron tarde y no siempre bien. Yo era muy joven entonces, recién tenía 21 años, y los compañeros que he nombrado ya disponían de una mayor experiencia sindical. Algunos de ellos habían tenido una importante participación en la huelga de 1957, la más prolongada en la historia de los telefónicos. No sé cuándo comenzaron a reunirse, cuáles fueron las discusiones que tuvieron, qué diferencias fueron dejando de lado para ponerse de acuerdo respecto a lo que iban a construir. Puedo imaginármelos alrededor de una mesa de café o en una pizzería, criticando a la conducción del sindicato, porque siempre se critica lo viejo que se busca reemplazar. Como desconozco esa primera parte de la historia yo tomo como referencia al primer número de AVANZADA, el boletín que llegó a mis manos a fines de 1964.
A través de él la agrupación se mostraba como un importante polo de atracción para quienes nos oponíamos a la conducción del sindicato desde posiciones combativas. Se rechazaban las definiciones partidistas sectarias y se trataba de no caer en el apoliticismo, por eso se eludían aquellas declaraciones que podían provocar el encasillamiento.
Voy a hacer algunas precisiones antes de entrar en el tema. En esos años había una fuerte campaña antiperonista; los “revolucionarios” del ’55 habían proscripto a la fuerza política mayoritaria, antiguos funcionarios y simpatizantes del llamado “régimen depuesto” estaban impedidos de ejercer sus derechos civiles, y hasta los nombres de Perón y Evita (además de otras muchas denominaciones partidarias) estaban prohibidos en los medios de difusión. Algo semejante ocurría con el Partido Comunista y otras organizaciones de izquierda, que eran víctimas de la persecución macarthista que se extendía por todo el mundo. En medio de esa atmósfera asfixiante se desarrollaba la actividad política y sindical en el país.
La intoxicación mediática no tenía las dimensiones de la actual, pero tampoco la sociedad de entonces era similar a esta, y quienes crecimos y nos formamos en aquel contexto no fuimos inmunes al envenenamiento ideológico. La única actividad política tolerada era la que no estuviera contaminada de izquierdismo o populismo, un término que empezó a ponerse de moda a partir de entonces. La prédica del apoliticismo era un martilleo constante, los sindicatos no debían incursionar en política, salvo que esa política fuera la propagandisada por el propio sistema. Esta era una imposición inadmisible para peronistas y comunistas, pero todos los que no estábamos  comprometidos con esas fuerzas fuimos naturalizando el planteo. El rechazo a peronistas, “zurdos” o “bolches” era pregonado hasta en forma subliminal, y la campaña de demonización calaba profundo en todas las conciencias.
Me recuerdo a mí mismo leyendo revistas como Selecciones, Life o sus equivalentes locales, deslumbrado, crédulo, intoxicado. No podría haberme sumado a un proyecto sindical si éste hubiera tenido una fuerte definición partidaria, por eso creo que lo que me animó a acercarme fue el tono casi aséptico de la propaganda de la agrupación. Un lector con anteojeras podría definir aquellos textos como reformistas o socialdemócratas, pero había en ellos una crítica medida y consecuente al gobierno de la empresa, a los monopolios imperialistas y a la burocracia sindical.
Era obvio que desde AVANZADA no nos definíamos como peronistas ni como radicales, y que tampoco estábamos en el Partido Comunista. En una época de fuerte prejuicio macarthista, la sospecha de que una agrupación tuviera definiciones marxistas era suficiente para que se retrajeran los compañeros. Por eso, el recurso más simple para tratar de impedir el desarrollo de cualquier agrupamiento contestatario era tildarlo de comunista o trotskista o cualquier otra denominación más o menos emparentada con las anteriores. No hacía falta ningún fundamento consistente para lanzar el calificativo, ese era un recurso tan efectivo que era el incriminado quien se sentía obligado a desmentirlo. Cuando, mucho tiempo después, conseguí remontar mis propios temores ante ese tipo de ataques, pude asomarme a la lectura de algunos textos a los que, prejuiciosamente, me había negado. Cuando lo hice, descubrí con asombro que ese tipo de método no era una novedad de nuestro tiempo. En el propio Manifiesto comunista decían Marx y Engels:
“¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición, más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?”
Se estaba construyendo una fuerza en telefónicos con un perfil combativo y progresista. Nos manifestábamos antiimperialistas a través de nuestro rechazo a las multinacionales de las telecomunicaciones, algo en lo que coincidían la inmensa mayoría de los telefónicos. Sin embargo había que mantenerse firme ante los tironeos de distintos compañeros que querían algunas definiciones mayores. Estaban los que querían un discurso peronista para ganar el apoyo de los peronistas del gremio. Estaban los que querían un lenguaje mucho más izquierdista o que reclamaban posicionamientos marxistas por parte de la agrupación. Y estaban los que no querían saber nada con los partidos políticos y esperaban una declaración de apoliticismo.
Había que combatir contra cada una de esas tendencias y, al mismo tiempo, hacerlo de forma muy medida y equilibrada para no desbandar a los compañeros y conseguir su gradual elevación de conciencia. Si algo así es problemático en todo tiempo, lo era mucho más en ese momento en que estábamos metidos en una campaña electoral y había que consolidar una fuerza. Pero conseguimos hacerlo, y todos aportamos bastante para que eso fuera posible.

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