jueves, 16 de octubre de 2014

Rechazo en Castro Barros, aprobación en el Luna Park

No recuerdo los detalles de aquel conflicto de 1964, pero sí recuerdo el final. La asamblea para considerar la propuesta de acuerdo entre el sindicato y la empresa estaba convocada en la Federación Argentina de Box. Fuimos llegando en forma verdaderamente masiva, y nos acomodamos dentro del local de la mejor manera posible. Quienes conocen el lugar saben que hay un largo pasillo hasta el fondo, que al final de ese pasillo se inicia una escalera que lleva a la bandeja superior, y que a la izquierda de esa escalera está (o estaba) el sitio donde se colocaba el ring, cuando había pelea, o el estrado para las reuniones o espectáculos.
Desde ese espacio, hacia Castro Barros, se elevan las populares. En ese entonces no tenían asientos, y si uno quería sentarse lo hacía directamente en las gradas, o de lo contrario se quedaba de pie. Esa tarde había mucha gente, y todos los que nos ubicamos en las populares nos fuimos quedando parados. Creo que en esa época no había ni alambrado ni barrera de contención que separara a la popular del ring side, lo que permitía una mayor capacidad del local. Y ese fue un detalle importante cuando se hizo la asamblea.
Los asambleístas no conocíamos los pormenores del acuerdo firmado con la Empresa, sino que íbamos a enterarnos allí y a aprobar o rechazar lo acordado. Seguramente se repartieron volantes con los ejemplos de las nuevas escalas salariales. Eso era lo que se acostumbraba, y los ejemplos elegidos siempre mostraban los saltos más favorables, aquellos que podían endulzar un poco los ánimos. Pero esta vez el recurso no funcionó.
Yo estaba junto con un compañero de la central Corrales, Juan Carlos Mori, un tipo buenazo que, sin embargo imponía respeto por su estatura y por su ancho. Tal vez no fuera tan alto, apenas un poco más que yo, pero tenía unas espaldas de estibador y unos puños que parecían masas para demolición. Nunca lo había visto malhumorado ni peleándose con nadie, pero estaba convencido que si le acomodaba una mano a alguno, podía descalabrarlo. Yo había trabajado con él durante unos meses en que estuve prestado en la central Corrales, y habíamos hecho buenas migas.
Creo que quien dio el informe sobre el acuerdo alcanzado con la empresa fue Carlos Gallo, que era el secretario adjunto del sindicato. No sé si se llegó a abrir la lista de oradores, pero el rechazo ya se manifestaba en el aire, y Mori me sorprendió levantando su puño en el aire y gritando “¡Leña!” “¡Leña!”. Y no sólo gritó, sino que empezó a bajar las gradas como si fuera una locomotora, y contagiados por su ejemplo, junto a él nos fuimos los que estábamos en la popular.
En la parte baja todos se abrían para dejar pasar al aluvión, y tanto Allan Díaz como Carlos Gallo salieron corriendo del estrado y se escabulleron por una puerta del fondo. Todo fue tan sorprendente, incluso para nosotros mismos, que no llegó a haber una verdadera pelea. Fue más un amontonamiento, muchos gritos, algún forcejeo, y un rechazo de hecho a la propuesta de acuerdo.
Unos días después se convocó a una nueva asamblea, pero esta vez en el Luna Park. El argumento era que en Castro Barros no había lugar, que allí íbamos a estar más cómodos, y que todo iba a ser más ordenado. Y lo fue. Lo primero que se hizo fue movilizar a los sectores que querían levantar las medidas de fuerza, y que estaban dispuestos a aceptar la propuesta empresaria. Se incentivó esa concurrencia diciendo que había aventureros que querían continuar indefinidamente con el conflicto. Y se completó la organización con un fuerte despliegue de fuerzas.
En el estrado, cuidando las espaldas de los dirigentes, se ubicó una barra de unos 30 o 40 forzudos, todos de un físico respetable, aunque no creo que estuvieran armados. De todos modos esa presencia era bastante disuasiva. Además se tuvo el cuidado de ubicar en las primeras filas a quienes apoyaban la propuesta de acuerdo, y junto a ellos un buen número de simpatizantes dispuestos a rechazar a “díscolos” y revoltosos”.
La reunión fue brevísima, porque el informe ya había sido dado en Castro Barros, y porque un orador que ya tenía acordada la palabra antes de haberla solicitado, mocionó para que se aprobara la propuesta de la Comisión Administrativa, y que se cerrara la lista de oradores. Creo que ni se cumplió con la formalidad de preguntar si había moción en contra. Lo cierto fue que la propuesta se aprobó e inmediatamente quedó levantada la asamblea.

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