sábado, 18 de octubre de 2014

Organizarse para avanzar


Me reprocho por escribir como si todos tuvieran la obligación de conocer los lugares que voy nombrando. Uno de ellos es la antigua escuela de ENTel; la mencioné en la primera de estas notas, y hace mucho tiempo que ya no existe. El edificio de Tacuarí 1515 funcionó como central telefónica manual a principios del siglo XX; después, tal vez por los años ’30, los abonados fueron transferidos a las nuevas centrales automáticas, y el sitio fue destinado a escuela. A mediados de los ’60 la mayor parte de los cursos pasaron a dictarse en Avenida de Mayo al 700, aunque la antigua escuelita sobrevivió unos años más. Posteriormente vino la privatización, y en el reparto del botín el viejo edificio quedó para Telefónica. Ya no hubo más cursos allí, en el lugar se arrumbó lo que quedaba de la Biblioteca de ENTel, como para que la humedad y la degradación de la construcción terminara también con los libros y documentos de la vieja empresa estatal. Es muy probable que el deteriorado material bibliográfico haya sido liquidado como papel viejo. No puedo afirmarlo, pero sospecho que también el edificio fue objeto de una maniobra inmobiliaria.
Nombré otros edificios telefónicos donde funcionaban (y aún funcionan) centrales telefónicas: Vernet, en Avenida La Plata 1540; Culpina, en Lafuente 20; Flores-Volta, en Carabobo 47. Y también me referí a la central Corrales, que estaba ubicada en la calle Rondeau, cerca de Boedo y Chiclana. En realidad estaba más cerca de otras calles, pero esa esquina trae nostalgias musicales, porque es recordada en un tango que cantaba Alberto Marino… Bueno, dejemos eso de lado y volvamos a los comienzos de la agrupación.


Las reuniones de AVANZADA se realizaban en un departamento ubicado en la calle Alsina al 700. Estaba en uno de los viejos edificios que existían por esa zona y que, salvo su ubicación céntrica y la baratura del alquiler, no eran lugares muy codiciables como vivienda. Quien lo alquilaba era Juan Carlos Romero, un compañero de Redes Locales que, además, se dedicaba a la producción artística y que lo usaba como atelier con otros dos artistas plásticos: Jorge Luna Ercilla y Alicia Orlandi. Ellos facilitaron el local y allí funcionó la agrupación durante bastante tiempo. En esa época yo sentía un gran deslumbramiento por las creaciones de Juan Carlos, quien ya para entonces había obtenido un primer premio en el Salón Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Fue Juan Carlos quien diseñó el logo de nuestro boletín, eso distinguía nuestras publicaciones de todas las otras agrupaciones, y nos proporcionaba un cierto orgullo, como quien usa una prenda exclusiva que es envidiada por los demás.
En aquellos tiempos nuestro organizador y conductor indiscutido era Ricardo Campari. Él presidía las reuniones de nuestra agrupación, era delegado de Cuentas de Gobierno (un sector de Comercial que hoy no existe) y fue, en aquella primera elección en la que participamos, el apoderado de nuestra Lista. Esto puede parecer inconcebible a la luz de otras experiencias en el movimiento obrero, porque lo habitual es que quien conduce una agrupación sea el candidato natural para ser cabeza de Lista. Pero en nuestro caso las cosas no fueron así, Ricardo no sólo fue el gran arquitecto de aquel proyecto, sino que reservó para sí una tarea que era muy poco valorada por la mayor parte de la militancia. Durante muchos años estuve convencido que con eso quiso darnos un ejemplo de modestia y de un enorme desinterés por la figuración personal. Además, en esos tiempos, lo normal era que quien se postulara para la máxima representación de los telefónicos proviniera de los sectores obreros del gremio, y Ricardo pertenecía a un sector administrativo que, por añadidura, no podía levantar un historial de lucha en su respaldo. Lo que le sobraba era capacidad y espíritu de trabajo. Risueñamente lo comparábamos con El Profesor de la película “Los compañeros”, aquel personaje inmortalizado por Marcelo Mastroiani, y al que se asemejaba hasta en los anteojos y en la manera descuidada de su indumentaria.
Esos meses previos a las elecciones fueron de enorme actividad. Todos los días había alguna reunión en el local de la agrupación. Se había dividido a los compañeros en cuatro grandes zonas: Centro y Este, Sur, Norte y Oeste. La primera era una zona geográficamente más reducida, pero con una mayor concentración de personal telefónico, las otras tres zonas tenían una extensión enorme porque incluían a los respectivos suburbios de la ciudad de Buenos Aires. Nos habíamos organizado para que las distintas zonas tuvieran cada una su día de reunión. El mayor desarrollo de la agrupación estaba en la zona Oeste y le seguía la de Centro-Este. En Sur y Norte teníamos un desarrollo parejo aunque menor que en las otras zonas. Lo de la división zonal para las reuniones no era algo demasiado estricto, se hacía, simplemente, porque el local quedaba chico si se juntaba a todos los compañeros. Además había un día de la semana en que se hacía una reunión general de las distintas zonas y, en cualquiera de esos encuentros, se podía acercar a los nuevos compañeros.
Se había conseguido congregar a un gran número de telefónicos y eso habla del descontento existente con la conducción de Allan Díaz, pero también de un clima de participación muy especial. Para tratar de entender este fenómeno hay que comentar cuál era el contexto político en que nos encontrábamos.

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