Me reprocho
por escribir como si todos tuvieran la obligación de conocer los lugares que
voy nombrando. Uno de ellos es la antigua escuela de ENTel; la mencioné en la
primera de estas notas, y hace mucho tiempo que ya no existe. El edificio de
Tacuarí 1515 funcionó como central telefónica manual a principios del siglo XX;
después, tal vez por los años ’30, los abonados fueron transferidos a las
nuevas centrales automáticas, y el sitio fue destinado a escuela. A mediados de
los ’60 la mayor parte de los cursos pasaron a dictarse en Avenida de Mayo al
700, aunque la antigua escuelita sobrevivió unos años más. Posteriormente vino
la privatización, y en el reparto del botín el viejo edificio quedó para Telefónica.
Ya no hubo más cursos allí, en el lugar se arrumbó lo que quedaba de la Biblioteca de ENTel, como
para que la humedad y la degradación de la construcción terminara también con
los libros y documentos de la vieja empresa estatal. Es muy probable que el
deteriorado material bibliográfico haya sido liquidado como papel viejo. No
puedo afirmarlo, pero sospecho que también el edificio fue objeto de una
maniobra inmobiliaria.
Nombré otros
edificios telefónicos donde funcionaban (y aún funcionan) centrales
telefónicas: Vernet, en Avenida La
Plata 1540; Culpina, en Lafuente 20; Flores-Volta,
en Carabobo 47. Y también me referí a la central Corrales, que estaba ubicada
en la calle Rondeau, cerca de Boedo y Chiclana. En realidad estaba más cerca de
otras calles, pero esa esquina trae nostalgias musicales, porque es recordada
en un tango que cantaba Alberto Marino… Bueno, dejemos eso de lado y volvamos a
los comienzos de la agrupación.
Las reuniones
de AVANZADA se realizaban en un departamento ubicado en la calle Alsina al 700.
Estaba en uno de los viejos edificios que existían por esa zona y que, salvo su
ubicación céntrica y la baratura del alquiler, no eran lugares muy codiciables
como vivienda. Quien lo alquilaba era Juan Carlos Romero, un compañero de Redes
Locales que, además, se dedicaba a la producción artística y que lo usaba como
atelier con otros dos artistas plásticos: Jorge Luna Ercilla y Alicia Orlandi.
Ellos facilitaron el local y allí funcionó la agrupación durante bastante
tiempo. En esa época yo sentía un gran deslumbramiento por las creaciones de
Juan Carlos, quien ya para entonces había obtenido un primer premio en el Salón
Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Fue Juan Carlos quien diseñó el logo de
nuestro boletín, eso distinguía nuestras publicaciones de todas las otras
agrupaciones, y nos proporcionaba un cierto orgullo, como quien usa una prenda
exclusiva que es envidiada por los demás.
En aquellos
tiempos nuestro organizador y conductor indiscutido era Ricardo Campari. Él
presidía las reuniones de nuestra agrupación, era delegado de Cuentas de
Gobierno (un sector de Comercial que hoy no existe) y fue, en aquella primera
elección en la que participamos, el apoderado de nuestra Lista. Esto puede
parecer inconcebible a la luz de otras experiencias en el movimiento obrero,
porque lo habitual es que quien conduce una agrupación sea el candidato natural
para ser cabeza de Lista. Pero en nuestro caso las cosas no fueron así, Ricardo
no sólo fue el gran arquitecto de aquel proyecto, sino que reservó para sí una
tarea que era muy poco valorada por la mayor parte de la militancia. Durante
muchos años estuve convencido que con eso quiso darnos un ejemplo de modestia y
de un enorme desinterés por la figuración personal. Además, en esos tiempos, lo
normal era que quien se postulara para la máxima representación de los
telefónicos proviniera de los sectores obreros del gremio, y Ricardo pertenecía
a un sector administrativo que, por añadidura, no podía levantar un historial
de lucha en su respaldo. Lo que le sobraba era capacidad y espíritu de trabajo.
Risueñamente lo comparábamos con El Profesor de la película “Los compañeros”,
aquel personaje inmortalizado por Marcelo Mastroiani, y al que se asemejaba
hasta en los anteojos y en la manera descuidada de su indumentaria.
Esos meses
previos a las elecciones fueron de enorme actividad. Todos los días había
alguna reunión en el local de la agrupación. Se había dividido a los compañeros
en cuatro grandes zonas: Centro y Este, Sur, Norte y Oeste. La primera era una
zona geográficamente más reducida, pero con una mayor concentración de personal
telefónico, las otras tres zonas tenían una extensión enorme porque incluían a
los respectivos suburbios de la ciudad de Buenos Aires. Nos habíamos organizado
para que las distintas zonas tuvieran cada una su día de reunión. El mayor
desarrollo de la agrupación estaba en la zona Oeste y le seguía la de
Centro-Este. En Sur y Norte teníamos un desarrollo parejo aunque menor que en
las otras zonas. Lo de la división zonal para las reuniones no era algo
demasiado estricto, se hacía, simplemente, porque el local quedaba chico si se
juntaba a todos los compañeros. Además había un día de la semana en que se
hacía una reunión general de las distintas zonas y, en cualquiera de esos
encuentros, se podía acercar a los nuevos compañeros.
Se había
conseguido congregar a un gran número de telefónicos y eso habla del
descontento existente con la conducción de Allan Díaz, pero también de un clima
de participación muy especial. Para tratar de entender este fenómeno hay que
comentar cuál era el contexto político en que nos encontrábamos.
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