sábado, 18 de octubre de 2014

Sobre "Casa tomada"



Esto no estaba en mis planes, porque aunque dije desde un principio que tal vez fuera incluyendo notas que no tuvieran que ver con la historia sindical o política, no creí que iba a hacerlo tan pronto.
Hace un rato estaba leyendo el diario, el artículo de Mario Goloboff publicado en la contratapa de Página 12 llamó mi atención, lo leí imaginando de antemano lo que podía decir. Mucho tiempo atrás yo escribí algo sobre “Casa tomada”, nunca lo compartí con nadie porque conozco de mis insuficiencias literarias, por eso lo dejé archivado. Cuando hacía planes para este blog pensé que podría rescatar algunos de esos viejos borradores, que revisaría carpetas y corregiría lo que encontrase más interesante. Pero el artículo de Goloboff no me deja tiempo para hacer ningún cambio: o subo aquel borrador ahora mismo o callo para siempre. Y así va, con los errores e insuficiencias de origen.

Sobre “Casa tomada”

No quise releer “Casa tomada” antes de ponerme a escribir estas líneas. No lo hice porque quiero escribir sobre ese cuento tal como lo recuerdo, sin la contaminación académica de tomar fragmentos para intercalarlos aquí, sin pretender justificar mi punto de vista con una cita textual. Y prefiero hacerlo así porque discrepo totalmente con algunas interpretaciones, que en realidad, son una única interpretación repetida hasta el hartazgo como oficializándola, como si fuera la interpretación correcta y canónica.
Yo era joven cuando leí ese cuento por primera vez. No sólo lo era biológicamente sino también literariamente. Digo esto porque en ese tiempo estaba descubriendo la excelencia de la literatura, consumía libros y revistas con verdadera voracidad y eso coincidía con mi despertar a la práctica política y con el deslumbramiento ante las realizaciones del cine, de la plástica y de la música. No era un especialista ni siquiera un estudioso de ninguna de esas manifestaciones artísticas, era simplemente un aficionado entusiasta que gastaba buena parte de los recursos en publicaciones o en ir al cine varias veces en la semana.
Leí por primera vez a Cortázar en la revista El escarabajo de oro, fue su cuento “Reunión”, y a partir de allí compré y leí cuanto libro de Cortázar encontraba en las librerías. No podría decir cuándo ni dónde fue que leí su cuento “Casa tomada”, pero sé que me deslumbró, como antes lo habían hecho “Reunión”, “La autopista del sur” o “La noche boca arriba”. Leí ese relato, disfruté con él, volví a releerlo, como lo hacía siempre con todo aquello que me llegaba particularmente. Me pareció maravillosamente inquietante, con esos dos personajes que van sintiendo como su mundo es invadido progresivamente por una presencia extraña y de algún modo amenazante. Cómo van tratando de aislar a esas imaginarias presencias, y en realidad se van aislando ellos mismos, y van autoexpulsándose de ese mundo que hasta ese momento les había parecido tan seguro e inmodificable. Y el final, cuando sienten que han perdido el mundo que les era familiar y deben abandonarlo porque se ha transformado en algo hostil.
Así lo leí, así lo recuerdo, así me gustó. No busqué interpretaciones adicionales del texto, no conecté supuestas metáforas ni mensajes ocultos, no descubrí guiños ni señales que me indicaran segundas intenciones. Yo era un novato, un lector aficionado que leía por el placer de la lectura, no para evadirme del mundo, pero tampoco para buscar otro tipo de evasión en la invención de “segundas lecturas”. Pero un día escuché o leí que había un sentido oculto (y que parecía no ser tan oculto) en ese cuento, un sentido en el cual yo ni siquiera podía haber pensado. Según esos exégetas del pensamiento cortazariano, “Casa tomada” era una metáfora de la irrupción del peronismo. Yo no tenía simpatías por el peronismo, de modo que no podía experimentar un rechazo hacia una visión crítica de ese movimiento. El problema estaba en que yo no encontraba ninguna evidencia que confirmara la interpretación de los sabedores, eso me desconcertaba y, en alguna medida, me causaba consternación.
Por cierto, no me atrevía a preguntar cuáles eran los elementos que justificaban esa forma de ver el relato. No era una simple cuestión de amor propio o de vergüenza para reconocer mis propias limitaciones, pero temía ser blanco de las burlas de aquellos que habían descubierto la piedra filosofal mientras yo seguía sumido en las tinieblas de la ignorancia. Para colmo de males, otros amigos y compañeros de esos tiempos daban por buena la versión sin reflexionar demasiado en ella.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que, en alguna parte, encontré resumida la explicación. Según él o los intérpretes (nunca supe si alguien reclamaba la paternidad o maternidad de la interpretación) la pareja de hermanos representaba a la burguesía argentina, la casa que los albergaba era un mundo ordenado, rutinario pero sin sobresaltos, y los misteriosos ocupantes que venían a desalojarlos, esa oscura fuerza emergente, representaba al peronismo. Desde la perspectiva de un crítico al peronismo, la explicación cerraba perfectamente. Todo quedaba claro, salvo en que yo me preguntaba cómo era posible hacer toda esa conexión de ideas sin una guía explícita por parte del autor. Esto no hacía nada más que aumentar mi desasosiego, porque me indicaba que el mundo de la buena literatura me estaba vedado y que, para poder abordarlo necesitaría de muchos años de estudio y dedicación.
En alguna oportunidad leí que habrían comentado a Julio Cortázar sobre la lectura que se hacía de su cuento, y, para mi sorpresa, él no habría confirmado ni desmentido nada. Lo dejaba pasar, como quien dice: que cada cual saque su propia conclusión. No sé si esto era mejor o peor. Ya dije que yo era un modesto aficionado que leía sin método ni educación previa, de modo que no tenía los elementos para comprobar si la presunta consulta a Cortázar se había producido efectivamente o si era una mera invención. Tuvieron que pasar muchos años para que encontrara (por pura casualidad) una entrevista en la que Julio contaba que aquel cuento había sido producto de un sueño.
No había sido una pesadilla, y el propio tono del relato tampoco es una pesadilla, aunque contenga pasajes de acentuada inquietud. Según su comentario, él estaba solo en ese sueño, e iba siendo testigo de la gradual ocupación de la casa y fue experimentando los temores y las angustias imaginables en una situación como la relatada. Al despertar, recordaba con mucha claridad todo lo soñado, y, a partir de esos elementos, armó el relato que hoy conocemos. Cuando contó cómo había nacido “Casa tomada” no mencionó en ningún momento una motivación política (como sí lo hizo con “Reunión” o “La escuela de noche”) sino que destacó el origen puramente onírico de aquel cuento.
Cautelosamente seguí buscando datos. La cautela se justificaba porque yo tenía que enfrentar a toda la sapiencia institucionalizada, a todos los que daban por buena aquella interpretación de la que vengo hablando. Sabía que el cuento había sido publicado en Bestiario, un libro editado a principios de los 50, y que antes había aparecido en una revista literaria dirigida por Jorge Luis Borges. Estos datos tendrían que haber despertado mi atención, pero, como diría Julio, quedaron trabajando subterráneamente, y recién afloraron a la superficie cuando escuché una mención de ellos a fines de enero de 2009. Se cumplían 25 años del fallecimiento de Cortázar, periódicos y programas radiales y televisivos recordaban al escritor, era un sábado por la mañana y yo escuchaba distraídamente La voz de las Madres, cuando Elina Alejandra Jiménez mencionó aquellas fechas. Bestiario era de 1951, y la revista que dirigía Borges había publicado por primera vez aquel cuento en 1946. Hasta allí todavía podía sostenerse la explicación de que el relato fuese una metáfora de la irrupción del peronismo en la historia argentina. Pero, según el comentario que hacía la especialista literaria, “Casa tomada” había sido escrita mucho antes de su publicación, probablemente entre 1937 y 1939. Si esos datos eran exactos, toda la interpretación que hasta entonces se había sostenido se derrumbaba. Curiosamente, y tal vez para no granjearse el encono de quienes por años habían visto al cuento como metáfora de una irrupción opresiva, Elina Alejandra Jiménez aventuró que el relato estaría haciendo referencia a la emergencia del fascismo europeo.
Esa interpretación tampoco me convencía, porque yo no vislumbraba las posibles insinuaciones políticas dentro del relato. Recordaba otros cuentos del mismo Julio, donde la conexión era mucho más trasparente. Pero también hice comparaciones con otros autores, como Rodolfo Walsh en “Esa mujer”, o Echeverría en “El matadero”, o Borges en “La fiesta del monstruo”. De todos modos, me conformaba el hecho de que, en el caso de “Casa tomada”, la interpretación canónica parecía mostrar toda su artificiosidad. Sólo bastaría con confirmar el dato sobre la fecha de escritura del cuento, y todo el mundo abandonaría la errónea creencia sostenida hasta entonces.
Pero, unas semanas después me encontraba con una joven compañera en la facultad, y ella empezó a argumentar recurriendo a la interpretación ya conocida. Con una rara mezcla de firmeza e inseguridad, le expuse los datos que tenía y las conclusiones que, a mi juicio, eran obvias. Por una fracción de segundo pareció dudar, si las cosas eran como yo decía, lo canónico perdía validez y su argumentación se volvía inconsistente. Pero se rehizo, y contestó tranquilamente: aunque sea como vos decís, prefiero la otra lectura. Y esta vez fui yo quien se quedó sin argumentos.
Creo que en un primer momento juzgué lo suyo como una caprichosa testarudez, y tal vez pensé que, para no dar el brazo a torcer, era capaz de aferrarse a una creencia falsa a pesar de saber que era falsa. Con el tiempo me fui dando cuenta de que todo era mucho más complejo de lo que yo creía. En esos días yo participaba en un seminario sobre Borges, había vuelto a releer "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", ese fantástico relato en que un grupo de conjurados se da la tarea de inventar un lugar dentro del mundo, un país imaginario. Un multimillonario norteamericano es ganado para esa causa, pero en Estados Unidos las cosas deben ser hechas a lo grande, y no basta con inventar un país, sino que hay que inventar todo un planeta. Ese mundo imaginario se revierte luego sobre el mundo real, sus creencias y sus leyes pasan a operar sobre el mundo existente, lo condicionan y transforman. Lo ficcional se sobreimprime en lo real, y lo real se vuelve equívoco e inconsistente, hasta que termina por ser sustituido por lo imaginario.
Visto desde un ángulo menos literario y más cotidiano, tenía allí la confirmación de que una idea repetida incansablemente durante mucho tiempo, termina por ser adoptada como cierta aunque su inconsistencia sea manifiesta. Se dice que Goebbels decía: miente, miente, que algo siempre queda. Yo no se si el responsable de propaganda nazi fue alguna vez tan sincero en sus comentarios, de todos modos es de buen tono no poner en duda su cinismo. Pero otros, que pretenden situarse en posiciones presuntamente democráticas, ponen en práctica esa máxima todos los días. Basta con hojear las páginas de los grandes medios gráficos, o con escuchar el martilleo cotidiano de radios y emisoras televisivas, para comprobar como se forma la llamada opinión pública. Una vez que la nueva idea ha sido asimilada por los demás, adquiere vida propia y parece transformarse en una entidad. Es fácil imaginarla como algo autónomo, como una ley surgida desde si misma, que opera sobre otros que, a su vez, la admiten como propia.
Volviendo ahora al cuento de  Cortázar, podemos decir que alguien (un Alguien que puede estar formado por uno o varios individuos) postuló que ese relato era la metáfora de un proceso político. Esa interpretación sincera o intencionada, fue repetida y aceptada como buena, independientemente de que hubiera estado o no en la génesis de esa historia. Con el paso del tiempo esa ficción de la ficción se convirtió en la verdad de la ficción. Pero como esa ficción reinterpretada remitía a un suceso real, la realidad pasó a ser leída a través de una ficción ficcionalizada. Hasta aquí yo sostengo la tesis de que “Casa tomada” no tiene el sentido que se le adjudica, pero soy muy consciente de la pequeñez de mi entendimiento y de la limitación de mis fuerzas para enfrentar a semejantes molinos de viento. Por eso ya no pretendo ganar a nadie para mi punto de vista, simplemente propongo, a quienes sostengan la interpretación canonizada, que digan al menos dónde fue que Julio explicó que esa era la forma correcta de leer su relato.

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