El 8 de febrero Cristina Kirchner presentó “Sinceramente” en La Habana, fue la primera presentación internacional de su libro. Entre los numerosos temas sobre los que habló estuvo el de la deuda externa:
“Durante la dictadura nos endeudaron a un ritmo de 10.000 millones de dólares por año. Nosotros, con Néstor, desendeudamos, dejamos de estar sometidos a las condicionalidades del FMI. Y entonces sobrevino un período de endeudamiento más terrible: nos endeudaron a un ritmo de 30.000 millones de dólares por año, triplicando el ritmo de la dictadura. Nunca, en toda la historia contemporánea argentina se había debido una suma de esta magnitud al FMI. Más que de endeudamiento, se trata de un plan de subordinación del país a intereses que no son los nuestros”.
Fue una descarnada exposición de la realidad: un gobierno, el de Mauricio Macri, endeudando al país a un ritmo tres veces superior al de la dictadura como parte de un plan sistemático. No fue un desatino, parafraseando viejas consignas podría decirse “no hubo errores, no hubo excesos”, la deuda cumplía dos finalidades, por un lado beneficiar a un puñado de superricos, por otro entregar al país atado de pies y manos durante décadas.
Que Cristina hablara de la deuda y que lo hiciera desde Cuba tuvo una resonancia especial, fue allí donde hace 35 años se realizaron numerosas reuniones y conferencias para debatir sobre un problema que había alcanzado dimensiones insoportables. Esto llevó a que Fidel se preguntara en aquel entonces:
“cómo van a pagar, cómo le van a pagar a Estados Unidos, cómo van a satisfacer la deuda exterior con ese poderoso país, y cómo van a satisfacer los dividendos, y cómo van a mantener un nivel mínimo de subsistencia y cómo van a desarrollarse.”
La bola de nieve había estado creciendo desde la década anterior hasta convertirse en un problema irresoluble en términos económicos. Si bien Fidel llevaba la delantera en la denuncia, la deuda terminó por movilizar al llamado Grupo de Cartagena y al SELA, Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe. En ese momento se debatía la posibilidad de convocar a una reunión de presidentes, uno de los primeros en hacer la propuesta fue Raúl Alfonsín, otros fueron León Febres Cordero, de Ecuador, y Alan García, de Perú. Precisamente este último había declarado: "En las actuales condiciones Perú no puede pagar”. No era el único que no podía hacerlo, los que estaban encadenados por una deuda impagable eran todos los países del Tercer Mundo, entre ellos Argentina.
La propuesta de Fidel era formar un frente común de deudores sin hacer exclusiones por el carácter político de los países. Todos los que estaban perjudicados debían unirse para reclamar la anulación o el alivio en la deuda. Estados Unidos y el Fondo Monetario no querían saber nada con deudores negociando en forma unificada, la posición de los poderosos acreedores era conversar con cada país por separado, en el mejor de los casos llegar a acuerdos individuales. Mantener fragmentado y disperso el frente adversario era una segura carta de triunfo desde los remotos tiempos del Imperio Romano.
Los presidentes latinoamericanos estaban muy presionados por los Estados Unidos, por el FMI y por las oligarquías locales; algunos países ni siquiera mantenían relaciones diplomáticas con Cuba, otros eludían cualquier compromiso porque no querían aparecer cerca del gobierno revolucionario. Bajo cuerda coincidían con el reclamo, se alegrarían si la demanda era satisfecha, pero no aportarían su presencia. A pesar de eso en unos pocos meses se realizaron en la Isla varios encuentros de gran importancia política, uno de ellos fue la Conferencia Sindical de los Trabajadores de América Latina y el Caribe sobre la Deuda Externa. La finalidad era acumular fuerzas, ganar voluntades y que en cada país se reprodujeran los reclamos para cancelar una deuda injusta e impagable.
En la noche del 18 de julio se realizó la clausura del evento y Fidel intervino largamente respondiendo a las preguntas de los dirigentes sindicales. Había estado con todos ellos desde la mañana, venía participando día a día desde que se inaugurara la conferencia el 15 de julio. Aquella intervención merece ser repasada con mucha atención, aquí sólo se señalarán algunos pasajes en que el gran estadista dio cátedra para todos los trabajadores.
Les dijo que si se unían y empleaban su fuerza podían poner límites a los métodos expoliadores del imperialismo, como hacen los obreros de un sindicato cuando se cansan, cuando no soportan las prácticas abusivas, cuando quieren una mejora; porque eso es lo que debía hacerse.
“Yo diría que son demandas sindicales del Tercer Mundo: no hagan estas cosas oprobiosas, señores, porque están acabando con nuestros países y no estamos dispuestos a seguirlo tolerando”.
La mecánica del endeudamiento había sido casi idéntica en todas partes, prestar dinero a un interés razonable para luego ir aumentándolo; en ese momento los acreedores pretendían cobrar 40 mil millones de dólares anuales sólo de intereses de toda América Latina. Y eso al mismo tiempo que se multiplicaban las medidas proteccionistas en los países acreedores: “no podemos vender ni lo que producimos a esos precios miserables, y luego que no podemos ni venderlo, quieren que les paguemos esas cantidades colosales”.
Las cifras eran abrumadoras, los precios de los productos primarios –los exportados por los países latinoamericanos- estaban cada vez más bajos, los productos industriales de los países desarrollados eran cada vez más altos, y lo mismo ocurría con los intereses de la deuda; era imposible saldarla, por mucho que se pagase cada vez se debía más. Y todavía hubo otro ejemplo.
Durante el período del gran endeudamiento sectores ligados a los grandes grupos financieros se habían llevado de Venezuela más del 100 por ciento del dinero ingresado:
“Curiosamente se fugó el 132% de lo que entró; por cada dólar que le prestaron, salieron fugados —fíjense bien— un dólar y 32 centavos. Es decir que no solo se fue el dinero que le prestaron, sino el que tenían guardado, el de la reserva, o el que adquirían por las exportaciones, ¡increíble!”
Esta nota comenzó hablando de la presentación que hizo Cristina en La Habana, continuó con la intervención de Fidel en la Conferencia Sindical de los Trabajadores de América Latina y el Caribe, y ahora es posible cerrar con las palabras de Cristina, casi como si escucháramos un diálogo entre ambos. Y eso porque Fidel mencionó la fuga de dinero prestado a un país latinoamericano, y Cristina habló de la sangría efectuada por el macrismo hasta hace unos pocos meses; prácticamente como había sido hecho durante la dictadura.
“Hay que empezar por investigar. Porque como la otra vez no se investigó, volvió a ocurrir… ¡y hasta con los mismos personajes, como Sturzenegger! Vino por segunda vez y volvió a hacer lo mismo. Si lo hizo y no le pasó nada… Es más: ¡lo premiaron con otro puesto! Entonces, hubo impunidad. Si nosotros no hacemos nada, si mansamente dejamos que todo sea igual, en uno o dos períodos más volverán al país a hacer lo mismo”.
A 35 años de las palabras de Fidel las de Cristina parecían ser un eco. Investigar a fondo el endeudamiento y la fuga para que los culpables sean castigados y la historia no vuelva a repetirse.
“El Banco Central debe darle un informe a los argentinos de cómo fue el endeudamiento, cómo fue el proceso y quiénes fueron los responsables. Es una deuda que la democracia tiene. De la misma manera que Alfonsín entendió que había una deuda de la democracia de decirles a los argentinos qué pasó en materia de derechos humanos durante la dictadura, también está la deuda de decirles a los argentinos cómo fue este nuevo proceso de endeudamiento. Es algo que hace a la moral de un gobierno”.
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