Aunque ambos habíamos estado exiliados en Madrid no nos conocimos allí sino –muchos años después-en una visita al ex Centro clandestino de Detención de la calle Virrey Cevallos. Nenina Boulliet me había invitado a participar de una actividad y en una conversación posterior comentábamos nuestros respectivos destierros durante la dictadura. Recordábamos las dificultades económicas, el vivir con lo justo y hasta con menos que eso, el trabajo en condiciones precarias. La inmensa mayoría habíamos tenido que ganarnos la vida en actividades totalmente impensadas. Algunos aprendiendo nuevos oficios, otros incursionando en la fabricación de baratijas para venderlas en algún puesto improvisado en el Rastro madrileño.
Nenina me contó que en algún momento había estado en un puesto callejero; había que llegar temprano para asegurarse el lugar, lo que me llamó la atención fue su diálogo con un inspector municipal. Él le preguntó de dónde era ella, cautelosamente contestó que era argentina, entonces él dijo”Ah, de Evita Perón”. Quedó un poco desconcertada y le picó la curiosidad. Le preguntó al inspector qué sabía él sobre Evita y la nueva respuesta la sorprendió todavía más: “¿Cómo no voy a saber? Nosotros cobramos la Gracia de Evita”.
La historia era más o menos así. Durante su visita a España Evita le había pedido a Franco que pagase un premio a esos trabajadores; la petición había sido satisfecha y el adicional quedó bautizado como “la Gracia de Evita”. Supongo que esa no sería la denominación oficial, pero es posible que en el lenguaje popular se le adjudicara ese nombre. En ningún momento dudé de la anécdota pero después fui pensando algunas preguntas. ¿Cuántos componían ese universo, el de “nosotros”? y el “cobramos” ¿se refería a un único pago o a un adicional que se había prolongado en el tiempo?
Simplemente por una manía de juntar documentos me pregunté si podía conseguir la resolución oficial. En otras circunstancias habría recurrido a Roberto Baschetti, una enciclopedia caminante del peronismo, pero él ya no estaba en la Biblioteca Nacional que era donde solía encontrarlo. Con muy pocas esperanzas seguí el concejo de un afamado periodista: “Preguntale al doctor Google que la sabe lunga”.
Tal vez en algún recodo del ciberespacio esté escondido ese dato, yo todavía no pude encontrarlo, lo que sí reencontré fue una historia que tenía casi olvidada.
La comunista a la que Evita salvó la vida
En 1947 estalló un explosivo junto a la embajada argentina en España; el embajador argentino de entonces había calificado al país peninsular de ser un “verdadero oasis”, y el ataque fue una muestra de repudio a sus palabras. La militante comunista Juana Doña fue detenida y acusada de ser la autora material del atentado; después de torturarla se la sometió a algo parecido a un juicio y fue condenada a muerte.
Con 14 años recién cumplidos Juana se había afiliado a la Unión de Juventudes Comunistas de España; meses después fue detenida por formar parte de un piquete durante la huelga general de Madrid. Ese antecedente muestra su temple militante y su disposición para estar en la primera línea de la pelea. Luego vendría la Guerra Civil, la heroica resistencia a la embestida de los golpistas y su activa participación en la Agrupación de Mujeres Antifascistas.
Al comenzar la guerra se encontraba embarazada, eso no le impidió colaborar desde la retaguardia en apoyo de los milicianos. La niña nacida en enero de 1937 moriría 7 meses más tarde a causa de la meningitis. Al año siguiente nació Alexis, su segundo hijo, quien jugará un papel destacado en esta historia.
Juan Perón fue invitado por Franco para visitar España, era una forma de agradecimiento por la asistencia alimentaria argentina en un momento difícil; varios años de sequía la habían dejado al borde de la hambruna. El régimen franquista había sido excluido de las Naciones Unidas y del Plan Marshall para la reconstrucción europea después de la guerra. Cuando a instancia de Estados Unidos e Inglaterra se tomó la resolución de no admitir a España en la ONU, Argentina junto a otros países latinoamericanos votó en contra. La posición argentina fue muy criticada, como también lo fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestro país y la Unión Soviética. Lo de la asistencia alimentaria al franquismo fue más bien un slogan antiperonista, en realidad Argentina tenía excedentes de trigo, maíz y carne, España quería comprarlos y se terminó firmando un tratado comercial a bajo interés y largo plazo.
Volviendo a la invitación para viajar a España, no era el momento más oportuno para que el presidente argentino se ausentara del país, otras invitaciones se habían sumado y no podían ser desairadas. Perón decidió aceptar pero enviando a alguien en su representación, alguien con suficiente peso político y que contara con toda su confianza: su propia esposa. Así fue como Eva Perón inició el viaje que la llevaría por España, Italia, El Vaticano, Portugal, Francia y Suiza.
"Señora Eva Perón, por favor, a mí me han fusilado a mi padre y ahora van a fusilar a mi madre".
Así decía el mensaje que Alexis envió a Evita para pedirle que intercediera por la vida de su madre ante el dictador español. Era un recurso desesperado porque Juana y Evita no se conocían ni se conocerían nunca, el niño que entonces tenía 9 años escribió bajo la dirección de su abuela y una tía con la esperanza de conseguir sensibilizar a la esposa del presidente argentino.
Ambas mujeres tenían en ese momento 28 años, la condenada a muerte había nacido en diciembre de 1918, la enviada presidencial en mayo de 1919. Qué pensó esta última cuando leyó la nota es algo que nunca sabremos; lo que sí sabemos es que se plantó frente al dictador y le pidió que perdonara la vida de Juana. Franco no pudo negarse, lo que tal vez no dijo fue que cambiaba la condena por la de 30 años de prisión.
En 1961 el reclamo popular consiguió que Juana fuera liberada, su hijo Alexis siempre recordó con gratitud el pedido de Evita para salvar la vida de su madre: "Eva me regaló a una madre durante cincuenta años, y no una madre cualquiera, sino, salvando todas las distancias, una madre que fue también histórica, ya que se convirtió en un referente de la lucha comunista y del feminismo en este país".
Cuando hace unos años Alexis visitó Buenos Aires se acercó hasta el lugar donde descansan los restos de Evita para llevarle un ramo de claveles rojos. "Allí tuve un momento de reflexión y de agradecimiento", diría el hijo de Juana Doña.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario