jueves, 2 de julio de 2020

Sobre populismo y antipopulistas (5)

Cuál es el problema

En la célebre conferencia en que el Profesor Isaiah Berlin habló del “complejo de la Cenicienta describió con lenguaje poético al populismo puro. Ese arquetipo casi platónico del populismo simbolizado por un pie que calzaría de forma exacta en el zapato llamado populismo. Fue una manera elegante de reconocer la vaguedad del término, incluso de la falta de seguridad en la existencia de ese pie perfecto, de ese fenómeno “que puede haber durado sólo seis meses, o haberse dado en un solo lugar (...)Este es el ideal platónico del populismo, todos los otros son versiones incompletas o perversiones de aquel" (25).

Es posible que existan un pie y un zapato que se correspondan de manera impecable, pero lo habitual es la multiplicidad de extremidades forzadas a tratar de entrar en un mismo calzado. Tal vez la metáfora que mejor se adecuaría a esa situación sería la de igualar el término populismo con el lecho de Procusto. El mítico delincuente tenía la costumbre de tender a sus víctimas sobre un camastro con la rara característica de no adecuarse a las dimensiones del yacente. Si éste sobresalía en el largo o en el ancho, Procusto lo comprimía o recortaba hasta emparejarlo. Si por el contrario, era más corto que el instrumento de tortura, el asesino lo estiraba hasta conseguir que cubriera todo el largo del lecho. Del mismo modo el fenómeno político que se quiere incluir dentro de la denominación es estirado o estrujado a placer, no importa si hay que descoyuntarlo o mutilarlo, en definitiva ese es sólo el primer paso para crímenes mayores.

Un término que adolece de tantas imprecisiones y vaguedades no merecería estar tan bien ubicado en el repertorio académico, incluso el primer recaudo que toman quienes lo utilizan es señalar su carácter difuso (26). Lo curioso es que un término tan difícilmente definible sea usado con tanta frecuencia. Tal vez su atractivo sea precisamente ese, el de ser mucho más manipulable que las masas por el caudillo populista.

Al principio el término fue usado para calificar con un cierto desdén elitista a los gobiernos de Juan Domingo Perón, Getulio Vargas y Lázaro Cárdenas. Con el paso del tiempo pudo surgir el interés en dotar de barniz académico al vocablo, porque hasta los insultos deben estar cargados de sentido. Quienes fueron armando el diccionario eran los enemigos y, por si fuera poco, los enemigos victoriosos. Eso facilitó las cosas para que la expresión fuera una refinada batería de interpretaciones descalificadoras, una aristocrática mirada dirigida desde la cúspide social hacia los adversarios que habían contado con el apoyo popular. Podemos imaginar que en un principio no se pensase en un uso intelectual, que simplemente fuese un reaccionario desahogo emocional, como antes lo había sido la calificación de “aluvión zoológico” para referirse a las masas movilizadas. Después, ya institucionalizado, y a pesar de su vaguedad e imprecisión, fue ampliando su área de aplicación. Otros gobiernos, otros movimientos políticos, otros fenómenos y proyectos sociales que recibían la desaprobación oligárquica o imperialista fueron colocados bajo el mismo rótulo.

Quienes definieron el, llamémosle concepto, contaron con suficiente margen de libertad como para establecer aires de familia y relaciones de parentesco aunque fueran bastante forzadas (27). No sólo se engrosó la lista de populistas contemporáneos y posteriores, otro tanto se hizo hacia atrás y también hacia los costados (28). En un trabajo de 1982 Paul Drake sugirió la conveniencia de usar las nociones de populismo temprano (o populismo liberal, definición que suena casi como un oxímoron), clásico y tardío. Esa periodización le permite arrancar prácticamente desde el principio del siglo XX, bastante antes del período de sustitución de importaciones considerado fundacional por la sociología germaniana (29). También Osmar Gonzales retrocede hasta el gobierno del peruano Guillermo E. Billinghurst entre los años 1912 y 1914, para compararlo luego con otros gobiernos muy cercanos en el tiempo: los de José Batlle Ordóñez en Uruguay, Hipólito Irigoyen en Argentina y Arturo Alessandri en Chile (30). En ese documento comenta que los elementos centrales que luego definirían al populismo se encuentran en el libro de Haya de la Torre, El antiimperialismo y el APRA. Esos elementos son la convivencia de características de tipo feudal y de tipo capitalista en un mismo espacio nacional; la subordinación de las economías latinoamericanas al capital imperialista; la definición de la oligarquía y el imperialismo como los dos enemigos principales; la necesidad de la participación de todos los sectores y clases afectados por el imperialismo (coalición policlasista ) para lograr la transformación social. En cambio Susanne Gratius (31) pasa por alto las experiencias tempranas y señala que “la región acogió tres “olas populistas”: la vertiente nacional-populista de los años cuarenta, el neopopulismo de los años noventa y, más recientemente, lo que podría denominarse el populismo de izquierdas”, integrado por Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.

Por su parte Mario Toer, Pablo Martínez Sameck y Juan Diez, creen que si el término conserva su utilidad, al menos puede hablarse de seis variantes de “populismo”: 1) La que desde principio del siglo reclamaba la extensión de los derechos constitucionales que habían quedado reducidos a una mera formalidad por los gobiernos oligárquicos. Su base de apoyo eran los sectores medios urbanos, y las experiencias destacadas fueron José Batlle y Ordóñez y los colorados en el Uruguay, Hipólito Yrigoyen y la UCR en la Argentina, Francisco Madero en México, Arturo Alessandri en Chile o el Partido Liberal en Colombia antes que Eliécer Gaitán lo liderara. 2) La que aparece tras la radicalización provocada por la Revolución Mexicana es la segunda variante. Su principal expresión será el APRA, en Perú, y tendrá en Acción Democrática, de Venezuela, y después en el PS chileno a sus referencias más cercanas. También se pueden incluir aquí a las experiencias de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz en Guatemala, Augusto César Sandino en Nicaragua y, más adelante, al MNR boliviano. 3) El populismo propiamente dicho, estará asociado al intento de lograr el crecimiento económico por sustitución de importaciones en los tres países de mayor envergadura de América Latina. Sus figuras descollantes serán Juan Domingo Perón, Getulio Vargas y Lázaro Cárdenas. 4) Esta variante aparece en los años ’50, cuando ya las principales potencias han recuperado la capacidad de control del mercado mundial y, por añadidura, los intentos se producen en países con un menor potencial económico -inadecuación en tiempo y lugar, la definirán los autores-. Incluye las experiencias truncas de Carlos Ibáñez, Gustavo Rojas Pinilla y Marcos Pérez Jiménez. 5) Después de la Revolución Cubana llega la quinta variante integrada por gobiernos que, explícitamente o con alusiones, contemplan la posibilidad de trascender el marco capitalista: Juan Bosch, Joao Goulart, Salvador Allende, Juan Velasco Alvarado, Juan José Torres, entre los más relevantes. 6) Esta corriente que nos es contemporánea, intenta delinear proyectos alternativos después de lustros de dictaduras y tras la década de predominio neoliberal. Entre sus integrantes se mencionan a Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, el Frente Amplio, Néstor Kirchner (32).

Nos pareció importante resumir la exposición de Toer, Martínez Sameck y Diez, porque cada una de las variantes enumeradas define un momento de intento progresista con mayor inclusión social. Puede discutirse si los llamados populismos clásicos se proponían en perspectiva alguna forma de ruptura con el sistema capitalista, si sólo eran actitudes paternalistas para asegurarse el respaldo popular en su permanencia al frente del gobierno, o si fueron meros cambios cosméticos destinados en lo sustancial a fortalecer el sistema. Como decíamos al principio, en nuestra opinión estas experiencias políticas plantearon mejoras en las condiciones de vida de los sectores populares. Teniendo en cuenta la situación preexistente, algunas de las transformaciones generadas calaron tan hondo, que fueron necesarias décadas de dictaduras sanguinarias y de práctica neoliberal para poder erradicarlas. Pero si aceptamos las dudas planteadas alrededor del llamado populismo clásico, también debemos aceptar las que puedan plantearse respecto a las formas tempranas y sobre el denominado populismo de izquierda. Incluso puede resultar controversial la incorporación en la nómina de experiencias como las de Salvador Allende, Hugo Chávez o Luiz Inácio Lula da Silva. Ya hemos visto el empeño por tratar de establecer una firme divisoria entre lo que se llama populismo y los gobiernos de perfil izquierdista. Nos parece que ese esfuerzo sólo es funcional a los clásicos enemigos de ambas vertientes populares: las oligarquías y el imperialismo. Este es un tema del que hablaremos hacia el final de este trabajo.

Llegados a este punto creemos que puede ser interesante adentrarnos en el pensamiento de un autor peruano que, desde mediados de la década del ’20 del siglo pasado, presentó en sus escritos los que serían considerados elementos centrales del llamado populismo. Esos elementos no tienen nada que ver con la pueril descripción que relaciona líderes demagógicos y masas atrasadas, los que enumera y describe son objetivos políticos y económicos que van más allá de los presuntos intentos de enriquecimiento personal atribuidos a los dirigentes populares, forman un conjunto coherente de proyectos con extensión continental. Hemos hecho deliberadamente esta elección, porque el autor que veremos resume ideas y acciones que le preceden, polemiza con otras fuerzas de su tiempo y antecede en varios años al populismo clásico.

(Continuará)


Notas

(25) J. B. Allock; "Populism, a brief biography", Sociology, septiembre 1971, p. 385. Citado por Mackinnon y Petrone, Op. cit.

(26) A modo de ejemplo citemos lo dicho por Aboy Carlés al comenzar uno de sus trabajos:

Se ha repetido hasta el hartazgo que pocos términos han gozado en el ámbito de las ciencias sociales de tan escasa precisión como el de populismo. La mayor parte de los estudios dedicados a explorar y criticar este término, con mayores o menores pretensiones de alcanzar definiciones conceptuales mínimas, inician su recorrido con una trillada advertencia de este tipo. Más aún, podría afirmarse que en general, los trabajos sobre el populismo conforman una suerte de subgénero menor de la literatura académica.”

Aboy Carlés, Gerardo; “Repensando el populismo”, Ponencia preparada para el XXIII Congreso Internacional Latin American Studies Association, Washington D.C. 6 al 8 de Septiembre de 2001.

(27) Las características que inicialmente se endilgaron al término populismo fueron engrosadas con nuevos atributos cuando las primeras resultaron insuficientes para abarcar a otras experiencias políticas que se quería descalificar. No siempre fue posible hacer un estiramiento o un recorte a lo Procusto pero, en esos casos, se optó por convalidar la pertenencia fundándose en que el fenómeno enjuiciado tenía algunos de los rasgos que se atribuían al populismo. Aboy Carlés se refiere a esto apoyándose en los aportes realizados por Kurt Weyland:

El autor vincula la confusión existente en torno a la noción de populismo con la transformación operada por el paso de un concepto acumulativo (esto es por agregación de atributos, todos los cuales deben estar presentes para caracterizar a un fenómeno como populista) a un concepto aditivo, en el que no es necesaria la presencia de todos los atributos, sino la de uno u otro, para calificar como populista a un caso particular. La conversión del populismo en un concepto aditivo implicó que nuevas situaciones, que sólo comparten algunos atributos del llamado “populismo clásico” y que poseen otras facetas completamente diferentes de las de aquél, sean englobadas en la categoría, dando lugar a una infinita serie de subtipos (radial categories).”

Aboy Carlés, Gerardo; nota al pié Nº 3, en “Repensando el populismo”, Op. Cit.

(28) Mackinnon y Petrone, en “Los complejos de la Cenicienta” (Op. Cit.), incluyen una nota al pie, la Nº 1, en la que dicen:

Casi todos los regímenes políticos de América han sido catalogados como populistas desde Batlle en Uruguay, Yrigoyen en Argentina y Alessandri en Chile a principios de siglo hasta Fujimori en Perú, Menem en Argentina, Collor de Melo en Brasil y Chuauhtémoc Cárdenas en México en los ochenta y noventa, pasando por Perón, Vargas, Cárdenas, Velasco Alvarado, Bolivia con Paz Estenssoro durante la revolución de 1952, Guatemala durante los períodos de Arévalo y de Arbenz, Chile durante el Frente Popular y los gobiernos de Ibáñez, Perú en las primeras etapas del APRA y el gobierno de Belaúnde Terry, la figura de Gaitán y también el gobierno de Rojas Pinilla en Colombia, el breve período de Bosch en República Dominicana, Cuba entre 1934 y 1958, etc.”

(29) Drake, Paul W.; "Conclusión: Réquiem for Populism?", en Michael Connif (ed.), Latin American Populism in Comparative Perspective, Albuquerque, New México University Press, 1982. Citado por Mackinnon y Petrone, Op. cit.

(30) Gonzales, Osmar; “Los orígenes del populismo latinoamericano: Una mirada diferente”; Cuadernos del Cendes Nº 66, Caracas, diciembre de 2007.

(31) Gratius, Susanne; “La “tercera ola populista” de América Latina”; Op. Cit.

(32) Toer, Mario, Martínez Sameck, Pablo y Diez, Juan; “Las miradas desde afuera a la izquierda latinoamericana: Un desafío”; en Sociedad Nº 24, Buenos Aires, invierno de 2005.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario