jueves, 16 de julio de 2020

Reencuentro

El encuentro se produjo el año pasado, exactamente el viernes 24 de mayo. Yo venía de hacer un trámite, caminaba por Callao después de haber cruzado Bartolomé Mitre, alguien se acercó y me preguntó si necesitaba ayuda, le agradecí la amabilidad, le dije que iba hacia Rivadavia y que conocía el camino. El ofrecimiento no me resultó extraño, lo que me sorprendió fue que luego me dijera “Yo lo aprecio mucho”. La expresión me sonó a cargada, en el tono de la voz casi adiviné una sonrisa, me volví hacia él y fue cuando dijo: “soy Horacio Rovelli”.

Nos dimos un abrazo porque hacía una parva de años que no nos encontrábamos, habíamos trabajado juntos en el Centro de Estudios y Formación Sindical cuando regresé del exilio. Con la sobriedad característica de un maduro profesor universitario agregó: ”vamos a tomar un vino y comer unas empanadas”.

Fuimos hasta La Americana, atropelladamente intentábamos ponernos al día con comentarios sobre compañeros y amigos, la situación económica y política, las respectivas dolencias. Le dije que seguía con interés sus artículos en El Cohete a la Luna y Rebelión; después me enteré que escribía en algunos otros sitios además de participar en dos o tres programas radiales. Me maravilló que además se dedicara a la docencia en más de una facultad y que todavía pudiera realizar tareas de asesor económico.

Él tenía que volver a su trabajo, yo debía seguir viaje, intercambiamos correos electrónicos y números de teléfonos, nos comprometimos a un próximo encuentro. La comunicación funcionó bien, me acostumbré a recibir anticipadamente alguna de las notas que pensaba publicar y aproveché para darme corte con la primicia.

Dije que trabajé con Horacio en el Centro de Estudios y Formación Sindical, y es un buen momento para hablar un poco del CEFS.

El Centro de Estudios y Formación Sindical

Conocí a Alberto Piccinini en 1982 cuando él pasó por Madrid después de haber recuperado la libertad. A mediados de los ’70 había sido elegido Secretario General de la UOM de Villa Constitución; la conducción nacional de los metalúrgicos pretendió desconocer la elección y una verdadera pueblada impidió el atropello. Meses después fuerzas policiales, de prefectura y los parapoliciales de la Triple A asolaron la zona en la llamada Operación Serpiente Roja. Él estuvo entre los centenares de apresados en septiembre de 1975. Siguió preso bajo la dictadura hasta que el reclamo internacional por su libertad contribuyó a arrancarlo de la cárcel en 1980.

Recién al año siguiente pudo empezar a moverse fuera del país, cuando viajó a Europa y pasó por España desde el TYSAE se organizó un encuentro con militantes del exilio madrileño, el acompañamiento continuó cuando el CEFS comenzó a formarse bajo su orientación.

Con mi esposa y mi pequeño hijo regresamos del exilio en enero de 1984, las primeras semanas fueron para reencontrarnos con la familia, los compañeros y los amigos, para instalarnos en el “aguantaderito”, una modestísima vivienda en proceso de acondicionamiento. Después fui a visitar el Centro de Estudios que por entonces estaba en Suipacha 128, mi perspectiva de reincorporación a ENTel era todavía bastante incierta, allí me brindaron un espacio de trabajo. Durante un par de años colaboré con los cursos y el periódico, después debí alejarme de la institución.

Tendría que mencionar a los compañeros que conocí entonces, la enumeración sería muy extensa, dejaré que algunos nombres vayan surgiendo un poco al azar a partir de Horacio y Alicia Salomone. Ya entonces él se dedicaba a la docencia en la Facultad de Ciencias Económicas, ella era una joven egresada de la carrera de Historia. Trabajar junto a ellos fue un verdadero privilegio. Alicia continuó un tiempo más en el Centro de Estudios, después se radicó en Chile y comenzó a desempeñarse en la Universidad. Unos años atrás me comuniqué brevemente con ella, los milagros de Internet me proporcionaron una dirección donde la encontré. Había ganado títulos, publicado libros y avanzado en la docencia. Yo aprendí mucho con Alicia y Horacio.

En 1984 el CEFS empezó a publicar Democracia Sindical; en la dirección estaban José Luis Mangieri y Marta Fernández. A Marta la conocía desde la época de la CGT de los Argentinos, era una abogada batalladora, su esposo era el inolvidable “Quito” Burgos. José Luis era un tipo simpatiquísimo; tenía una larga historia en la industria gráfica, estuvo al frente de La Rosa Blindada, tanto de la revista como de la editorial. Antes había estado en el Centro Editor de América Latina, después decidió pegar el salto. Aunque suele ser recordado como editor de libros de poesía se olvida que él mismo era poeta, o la gran cantidad de libros políticos que publicó.

Nombré a Alberto Piccinini porque a partir de su figura se armó el CEFS; él había recuperado la conducción de la UOM de Villa Constitución y sus visitas a Buenos Aires estaban condicionadas por su actividad en el sindicato. La conducción efectiva del Centro de Estudios era ejercida por Eduardo Menajovsky, además existía algo así como un equipo de asesores en el que participaban otros compañeros. Tendría que continuar pero no quiero convertir el relato sobre un encuentro casual en un largo listado de nombres. En otro momento volveré con mayor prolijidad, todas y todos merecen ser mejor evocados.

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