miércoles, 5 de agosto de 2020

En el bicentenario de Engels

El próximo 28 de noviembre se cumplen 200 años del nacimiento de Friedrich Engels. Su nombre está indisolublemente unido al de otro genio del siglo XIX, Karl Marx, junto a él construyó la teoría que desde entonces ha venido guiando a los luchadores anticapitalistas en todo el mundo. Fue un intelectual enorme, sus conocimientos e intereses iban desde la filosofía y la historia hasta la antropología y la sociología, pasando por la política y la economía. Era un enciclopedista al que no sólo le atraían las ciencias sociales, durante toda su vida se interesó por los adelantos técnicos y por lo que hoy llamaríamos ciencias puras; durante diez años hizo anotaciones para un libro -Dialéctica de la naturaleza- obra que quedaría inconclusa y que recién sería publicada 30 años después de su muerte. Si bien para entonces muchos de los postulados habían quedado obsoletos, genios de la talla de Albert Einstein consideraban que debían ser conocidos por un público amplio, y el biólogo británico John B. Haldane escribiría un prólogo para su versión inglesa. Marx diría que su amigo era un verdadero diccionario universal, capaz de trabajar a cada hora del día o de la noche, comido o en ayunas, veloz en escribir y comprender.

Un elogio de ese calibre no deja dudas sobre la admiración que el genio de Tréveris sentía por Engels. Ya lo había manifestado al leer su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra que aquel escribiera cuando sólo tenía 25 años; no por casualidad ambos se asociarían en una producción intelectual que duraría toda la vida y que llevaría a uno de sus biógrafos a decir: “Marx y Engels forman la pareja más importante de la filosofía política”.

Pero su proverbial modestia lo hizo ubicarse en un segundo plano –Segundo violín se llamaría a sí mismo- un ejemplo entre miles lo encontramos en el prólogo a su obra de 1888, “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”:

“Últimamente se ha aludido con insistencia a mi participación en esta teoría; no puedo, pues, por menos de decir aquí algunas palabras para poner en claro este punto. Que antes y durante los cuarenta años de mi colaboración con Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamentación, y sobre todo en la elaboración de la teoría, es cosa que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más considerable de las principales ideas directrices, particularmente en el terreno económico e histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo aporté —si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales— pudo haberlo aportado también Marx aun sin mí”.

Ambos revolucionarios fueron objeto del odio más visceral por parte de sus enemigos de clase. Tras la muerte de Marx todo el fuego enemigo se concentró sobre Engels; fue menoscabado y escarnecido desde las más distintas posturas político-intelectuales, Atilio Boron señalaría que:

“En el repudio a Engels coinciden arrogantes "marxólogos", rencorosos "ex marxistas", pensadores burgueses de los más diversos colores. (…)"Marxólogos" y renegados concuerdan en sus acusaciones: Engels habría sido apenas un mediocre "divulgador" de la obra teórica de Marx, a la que simplificó y distorsionó al popularizarla en clave positivista y evolucionista debido a su radical ineptitud para comprender la dialéctica y para captar las profundidades del pensamiento marxiano”.

Muchas de las más impiadosas críticas dirigidas en contra del amigo de Marx se originaron en el propio campo del marxismo, y durante la segunda mitad de la década del sesenta y parte de los años setenta aquéllas llegaron a adquirir una virulencia inusitada. No por casualidad fueron ésos los años en que el pensamiento socialista se encontraba totalmente dominado por el así llamado "marxismo occidental.

El lunes 5 de agosto de 1895 falleció Friedrich Engels

Su gran amigo había fallecido 12 años antes, a partir de aquel momento Engels asumió la enorme tarea de continuar dando forma a la monumental obra que dejara inconclusa. Es habitual hacer referencia a su trabajo en la elaboración de los tomos II y III de El Capital, pero para poder llevarla a cabo antes tuvo que ordenar la enorme cantidad de manuscritos que recibiera como legado. Entre sus planes estaba preparar para la imprenta algunas obras de Marx, reeditar otras que ya estaban agotadas y elaborar una biografía de su camarada teniendo como referencia toda la correspondencia acumulada. Si antes se había definido a sí mismo como un “segundo violín”, desde 1883 en adelante puso todo su empeño en dar a publicidad la obra de su amigo aún a costa de postergar su propia obra.

Quienes lo visitaron a partir de 1883 lo recordarían trabajando primero en el desciframiento y luego en el ordenamiento de la enorme cantidad de manuscritos. La caligrafía de Marx era todo un desafío para quien no la conociera, cuando algún visitante le preguntaba a Engels cuándo estarían listos los tomos II y III de El Capital les mostraba el material a partir del cual realizaba la tarea. Según esos testigos el Tomo II fue más “fácil”, aunque primero hubo que interpretar los originales y volcarlos a una escritura más legible, la ligazón entre los manuscritos pudo desarrollarse en forma rápida: apenas dos años de trabajo. Pero el III Tomo demandó casi diez años. Ya no alcanzaba con un secretario copista tomando notas a partir del dictado de Engels; eran innumerables los pasajes en que sólo había una descripción apenas esbozadas, tramos en los que con pocas palabras se anunciaba un tema que sería desarrollado más adelante… y que nunca lo fue. Allí el trabajo no fue únicamente de interpretación sino de creación lisa y llana. A partir del profundo conocimiento de la teoría y de la multiplicidad de apuntes Engels debió elegir y hasta crear una redacción posible. En un discurso conmemorativo Fidel Castro dijo que al hacer aquella tarea monumental Engels había puesto también su firma junto a la de Marx en la culminación de la obra más importante de la filosofía política.


Hoy se cumplen 125 años de aquella noche en que Friedrich Engels dejó de existir. El cáncer de esófago ya le había privado del habla, sólo podía comunicarse escribiendo notas brevísimas, anticipándose al final redactó su testamento el 29 de julio. Buena parte de su fortuna fue legada al Partido Socialdemócrata Alemán, también su biblioteca y sus papeles. Fue su expreso deseo que sus restos fuesen incinerados y que las cenizas se arrojaran al mar.

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