Los caníbales llegan a América
“Con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad, y tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere, como a vasallo que no obedece ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen…”
Del Requerimiento del Imperio Español a los Pueblos Originarios de América
Antes de que los españoles llegasen a América el término caníbal no existía. El nacimiento de esa expresión y su posterior significado es resultado de equívocos e interpretaciones forzadas, de supersticiones y prejuicios. El mismo viernes 12 de octubre Colón anotó en su diario de a bordo (7): “Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían”. El domingo 4 de noviembre, cuando ya había avanzado en la exploración de algunas islas, quedó registrado en su diario: “(…) Entendió también que lejos de allí había hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que comían los hombres y que en tomando uno lo degollaban y le bebían su sangre y le cortaban su natura”. Pero es el viernes 23 de noviembre cuando aparece el término caníbal en las anotaciones:
“Navegó el Almirante todo el día hacia la tierra, (…) y sobre este cabo encabalga otra tierra o cabo que va también al Este, a quien aquellos indios que llevaba llamaban Bohío, la cual decían que era muy grande y que había en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamaban caníbales, a quien mostraban tener gran miedo”.
Estos indígenas que informaron al almirante sobre la isla “Bohío” usaron el término que él tradujo como “caníbal” para referirse a sus enemigos los caribes. De aquellos Cariba o Canima, habrían afirmado que se comían a quienes hacían prisioneros, y que eran gente muy armada. Con una lógica belicista Colón dedujo que si disponían de armas, serían individuos inteligentes (y los definió como “gente de razón”). También supuso que los caribes habrían capturado a algunos de los arauacos, y que éstos, al ver que sus compañeros no volvían, dirían que los comían. Pero, según comenta Bartolomé de las Casas en la transcripción del diario colombino, los indígenas también suponían que los españoles se comían a los prisioneros.
Una acotación que es necesario hacer aquí es que los indígenas hablaban una lengua que los recién llegados no conocían, presumiblemente unos y otros tratarían de complementar las palabras con movimientos del cuerpo, señalamientos y mímicas. Lo que cada uno entendiese del otro sería muy dudoso, estaría teñido de presunciones y creencias preliminares, y lo más probable es que se atribuyesen sentidos equívocos a las expresiones ajenas. Puede ser que los arauacos llamaran Cariba o Canima a los otros indígenas, también es posible que señalaran heridas y mutilaciones en sus propios cuerpos, y hasta podemos imaginar que hicieran gestos de dentelladas o mordeduras, pero la atribución de sentidos corrió por cuenta de los españoles, y de ellos se transmitió al resto de los europeos.
Aparentemente Colón creía que los pueblos situados más allá de las Columnas de Hércules hablaban un lenguaje edénico o por lo menos prebabélico, y confiaba que el traductor que lo acompañaba, Luis de Torres, podría entenderlos ya que hablaba hebreo, árabe y arameo. Pero los conocimientos lingüísticos de su ayudante resultaron inútiles. Como en una comedia de enredos, el navegante entendía –creía entender, quería entender- que los aborígenes le hablaban de presuntos enemigos, de devoradores de hombres, de seres sanguinarios como los engendrados por sus supersticiones y fantasías. Y aún más.
Aunque confesaba no entender el lenguaje de los isleños supuso que le hablaban de un territorio próximo donde podría encontrar grandes riquezas como las que venía buscando. La codicia que lo empujara a cruzar el Atlántico le hizo seguir adelante, “para ir a la isla de Cuba, adonde oí de esta gente que era muy grande y de gran trato y había en ella oro y especierías y naos grandes y mercaderes”. Sólo la ambición y el voluntarismo podían moverlo a decir que no entiende lo que le dicen, y, a continuación, deducir de los gestos y señas que está en las proximidades de “la isla de Cipango, de que se cuentan cosas maravillosas”, porque “en las esferas que yo vi y en las pinturas de mapamundos es ella en esta comarca.”
Pero esferas y pinturas de mapamundis no eran de ningún modo una fuente confiable de información. Esas representaciones gráficas mezclaban datos geográficos más o menos confirmados con otros deducidos de pasajes bíblicos o de relatos de expedicionarios, que, en algunos casos, ni siquiera conocían los lugares que describían. “(…) Era común que los viajeros que decidían narrar las experiencias vividas retomasen elementos de viejas tradiciones y, además, enriqueciesen sus andanzas con un abigarrado conjunto de maravillas, portentos naturales y curiosidades diversas para reforzar así la condición fabulosa de los lugares visitados.” (8)
Para nuestro trabajo no nos interesa detenernos en si entendía bien o mal a los indígenas cuando se referían a las islas cercanas –obviamente no estaba en las inmediaciones de Cipango ni próximo a los dominios del Gran Can-, lo que sí nos importa es que tanto Colón como sus acompañantes entendían a sus informantes con el patrón conceptual que traían de Europa. Las palabras y gestos de los taínos (nombre genérico con que llamaron a todos los habitantes de las islas que habían encontrado) eran interpretadas del siguiente modo. Los canibas tenían en algunos casos un único ojo en medio de la frente, en otros casos parecían tener cabeza de perro y ser devoradores de hombres. Seguramente los aborígenes no habrían dicho nada parecido a eso, pero en el imaginario de los recién llegados aparecerían los cíclopes, los cinocéfalos y todos los monstruos que poblaban el bestiario medieval. (9)
Las supersticiones y fantasías que acompañaban a los viajeros que llegaron a América reconocían lejanas herencias del mundo griego y romano. Allí se integraban monstruos nacidos presuntamente en otras latitudes, remotos territorios ubicados más allá del Mar Negro, en un oriente cargado de misterios y leyendas. Entre esos seres fantásticos se encontraban los cíclopes, gigantes que poseían un único ojo en medio de la frente y que, en el relato homérico, devoraban a los compañeros de viaje de Odiseo. Los cinocéfalos, hombres con cabeza de perro, que eran presentados por Hesíodo como habitantes de la tierra de los Masagetas, mientras que para Marco Polo esos seres fantásticos vivían en una imaginaria isla llamada Macumera, situada cerca del archipiélago de Andamán en el Golfo de Bengala. Según el veneciano, se trataba de individuos muy crueles que devoraban a las personas que no fueran de su étnia. (10)
Así, sobre la base de equívocos y expresiones dudosas, de supersticiones y creencias religiosas, de antiguos relatos fabulosos y de místicas interpretaciones bíblicas, se construyó la primera imagen del caníbal.
“Que los caribes hayan sido tal como los pintó Colón (y tras él una inacabable caterva de secuaces), es tan probable como que hubieran existido los hombres de un ojo y otros con hocico de perro, o los hombres con cola, o las amazonas, que también menciona en sus páginas, donde la mitología grecolatina, el bestiario medioeval, Marco Polo y la novela de caballería hacen lo suyo.” (11)
Lo único novedoso en todo esto fue la denominación, porque los personajes de fantasía venían acompañando a los europeos aún desde antes de haber iniciado el viaje. Después, los imaginarios caníbales saltaron de las islas caribeñas a Centroamérica; siguiendo el derrotero de los invasores, fueron entrevistos entre aztecas y tlaxcaltecas, enfrentándose en guerras rituales –las guerras floridas- cuya única finalidad era la de tomar prisioneros por centenares para sacrificarlos como presuntas ofrendas a los dioses y devorarles el corazón. Fueron encontrados en el norte, resistiendo el embate civilizatorio de españoles, ingleses, holandeses y franceses. Reaparecieron hacia el sur, entre los guaraníes guerreando contra los invasores portugueses, y aún mas lejos todavía, hasta aparecer entre los araucanos y patagones. Todo un continente plagado de caníbales era un buen argumento para justificar el salvajismo civilizador. (12)
Dice Gabriel Cocimano que desde los inicios de la colonización europea en tierras americanas, los conquistadores concibieron al nativo como un ser abominable, y que, tal vez, esta concepción, sumada al temor y al oportunismo político, hayan sido los fundamentos para fetichizar al habitante de las tierras conquistadas y al propio continente y categorizarlo en torno al tópico de caníbal. (13)
Si Edmundo O'Gorman pudo hablar de la invención de América, con mayor razón nosotros podríamos hablar de la invención de los caníbales. Empezó a hablarse de ellos mucho antes de haber hecho contacto con los presuntos antropófagos caribeños; después la acusación de antropofagia se extendió a la mayor parte de los habitantes del Nuevo Mundo: “A partir del siglo XVI la figura del caníbal aparece en todas partes: se le encuentra en los grabados y en las crónicas de viajes, en los libros de caballerías y en los mapamundis; en las fiestas de corte y en los carnavales populares. A medida que los viajeros dan cuenta de su difusión en el nuevo continente, más allá del océano, su celebridad en Europa se extiende rápidamente”. (14)
Nadie había visto nunca un caníbal, pero sus imágenes se multiplicarían en los textos que hablaban del Nuevo Mundo. Las primeras xilografías presentando el desembarco de Colón todavía no los contenían, allí estaban los taínos, los indios buenos, dando la bienvenida al navegante genovés. Los artistas de los grabados se inspiraron en su mundo cotidiano y en la tradición medieval para componer por analogía las escenas. No eran representaciones de la realidad, traducían en imágenes lo que interpretaban de los relatos hechos por los viajeros. El estudioso Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona comenta que las primeras imágenes de la carta de Colón están basadas en los Insularios y en las tradiciones medievales de los viajes a Occidente: las Hespérides y los viajes de San Brendan.
Aquellas imágenes, que ya eran fantásticas, fueron repetidas, adaptadas y cambiadas, pero lo que a nosotros nos interesa particularmente es señalar la aparición de los caníbales. La famosa viñeta que Lorenz Fries hizo entre 1525 y 1527 para el cosmógrafo Martín Waldseemüller reúne todos los elementos proporcionados por el diario colombino: un salvaje antillano, antropófago y con cabeza de perro. Después seguirán otras ilustraciones horrorosas, indígenas caribes representados con características agresivas, armados, semidesnudos, llevando la cabeza de una víctima o entregados a festines antropofágicos.
“El mito del caníbal como devorador de carne humana comenzó a ser forjado con Colón y Vespucio, y creció causando profundo espanto y horror en la sociedad europea. Estos comportamientos viciosos y salvajes de los aborígenes, desde la perspectiva occidental, sólo reforzaban la idea de la superioridad del europeo cristiano y justificaba la guerra justa, sus derechos como conquistadores y colonizadores para evangelizar y controlar los nuevos territorios”. (15)
Fue un proceso de verdadera intoxicación, tal vez hasta los propios invasores creyeran que se encontraban en una tierra poblada íntegramente por antropófagos, lo cierto fue que esta creencia les resultó útil para autojustificarse. Por eso comenta Chicangana-Bayona que “en la Real Cédula de 1503 se autoriza a los conquistadores españoles a esclavizar a los indios caribes bajo pretexto de su canibalismo y por haberse opuesto a sus requerimientos “pacíficos””.
(Continuará)
Notas
(7) Lo que llamamos Diario de Colón (“El diario de a bordo de Cristóbal Colón sobre el descubrimiento de América”) en realidad es un texto compendiado por Bartolomé de las Casas. Aparentemente el fraile dominico trabajó sobre una copia del original, haciendo extensos resúmenes en la mayor parte del diario, aunque hay pasajes en los que transcribe íntegramente la redacción colombina. Eso explica que en algunas partes el texto aparezca en primera persona, y que en otros momentos el escrito esté en tercera persona. El diario original fue entregado por Cristóbal Colón a los Reyes Católicos para ser incorporado a los archivos reales. Ese original desapareció. Todas las citas que hemos incorporado en este trabajo provienen de la versión digital del Diario de a bordo del primer viaje de Cristóbal Colón, tomado de Wikisource, y cotejado el 31.7.2014 en:
http://es.wikisource.org/wiki/Diario_de_a_bordo_del_primer_viaje_de_Crist%C3%B3bal_Col%C3%B3n:_texto_completo
(8) Ramírez Alvarado, María del Mar; “Mitos e información: geografía fantástica y primeras apreciaciones del continente americano”, en Revista Latina de Comunicación Social número 8, de agosto de 1998; La Laguna (Tenerife). Cotejado el 31.7.2014 en:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/biblio/actasjovenes/60alva.htm
(9) En el trabajo de Paolo Vignolo “HIC SUNT CANIBALES: EL CANIBALISMO DEL NUEVO MUNDO EN EL IMAGINARIO EUROPEO (1492-1729)” se comenta la interpretación que hacen los españoles de las palabras y gestos de los arauacos. En una llamada al pié dice: “Vale la pena subrayar que los dos pueblos monstruosos nombrados por Colón son los primeros del catálogo de las fabulosas razas plinianas redactado por Isidoro de Sevilla, que aparecen también en la Imago Mundi de Pierre D’Ailly, libro de cabecera del Almirante genovés: “Los cinocéfalos, los cíclopes, los blemmies, los panoti, los artabatitos, los sátiros y faunos de pies torcidos, los sciapodes, los antípodas, los hipopodas leves en el correr, los macrobos de legendaria longevidad y los pigmeos, en perpetua guerra contra las grullas, que ellos pelean montados sobre chivos.” Citado en Frank Lestringant; Le cannibale: Grandeur et décadence, París, Perrin, 1994, p. 44”
(10) El estudio del patrimonio teratológico medieval es abordado por Ofelia Manzi y Patricia Grau-Dieckmann en “Los monstruos en el medioevo: su ubicación en el espacio geográfico”. En ese trabajo las autoras señalan que hacia el 500 a.C., Heródoto de Halicarnaso recoge muchas de las antiguas fábulas en sus “Historias”. Y agregan: “La “Historia Natural” (de Plinio el Viejo) —conocida de manera directa o por medio de la “Colección de cosas memorables” de Cayo Julio Solino, polígrafo del siglo III— es la base del conocimiento sobre los seres monstruosos en la Edad Media. Otra fuente fundamental son las “Noches áticas” de Aulo Gelio, escritas hacia 146, en las que el autor recoge antiguas tradiciones referidas a seres maravillosos mencionados por otros autores tales como Tácito, Suetonio y Apuleyo. Otra obra fundamental para la cuestión es “Las bodas de Filología y Mercurio” escrita por Marciano Capella en el siglo V. El libro sexto de esta obra contiene una compilación del tema y su importancia radica en que fue uno de los textos más difundidos durante la Edad Media.”
(11) Fernández Retamar, Roberto; “Caliban”, en Todo Cqaliban, pp.24-25. Para nuestro trabajo hemos recurrido a la versión de la Biblioteca digital de CLACSO, cotejada el 31.7.2014 en:
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/caliban/caliban.html
(12) “Desde el Descubrimiento, los europeos reportaron antropófagos por doquier, creando una suerte de afinidad semántica entre el canibalismo y América. En los siglos XVI y XVII el Nuevo Mundo fue construido cultural, religiosa y geográficamente como una especie de Canibalia. En las islas del Caribe, luego en las costas del Brasil y del norte de Sudamérica, en Centroamérica, en la Nueva España y más tarde en el Pacífico, el área andina y el Cono sur, el caníbal fue una constante y una marca de los “encuentros” de la expansión europea”. Jáuregui, Carlos; Canibalia. Canibalismo, calibanismo, Antropofagia cultural y consumo en América Latina, Iberoamericana Editorial Vervuert, 2008 p. 15.
(13) “La fuerza simbólica del concepto canibalismo contiene, en la trama latinoamericana, resonancias tan intensas que definen acontecimientos y representaciones históricas, políticas y sociales desde los lejanos tiempos coloniales hasta la actualidad. Antropofagia ritual, canibalismo simbólico, apropiación, posesión, consumo, manipulación, voracidad: todos tópicos que definen la relación conquistador-conquistado, imperialismo-colonialismo, Occidente-Otro. De la utilización política del caníbal a través de la deshumanización del Otro hasta la metáfora del cuerpo (social) consumido por el capital, la antropofagia también constituye una alegoría de la apropiación y digestión latinoamericana de las virtudes y habilidades del conquistador para transformar sus códigos, lenguajes y culturas en términos locales y autónomos.” Cocimano, Gabriel; “El canibalismo como alegoría de la relación Occidente-Latinoamérica”. Escáner Cultural, Revista Virtual de Arte Contemporáneo y Nuevas Tendencias; año 8Número 87 - Septiembre 2006. Cotejado el 31.7.2014 en:
http://www.escaner.cl/escaner87/ensayo.html
(14)Vignolo, Paolo; “HIC SUNT CANIBALES…”, Op. cit.
(15) Chicangana-Bayona, Yobenj Aucardo; “El nacimiento del Caníbal: un debate conceptual”. Historia Crítica No. 36, Bogotá, julio-diciembre 2008, pp 150-173
No hay comentarios.:
Publicar un comentario