Cuando yo iba a la escuela primaria; alguna vez fui a la primaria: escuela Nº 16, República Dominicana, Congreso 3045; era una hermosa escuela con el frente de ladrillos rojos y un ceibo en el patio al lado del mástil.
Cuando yo iba a la escuela primaria, repito, nos hacían formar en el patio. Tomábamos distancia extendiendo el brazo hasta tocar el hombro del compañerito de delante, y lo mismo hacían los que venían detrás de nosotros. El que quedaba a nuestro lado no estaba pegado, pero tampoco quedaba tan separado como el de delante y el de detrás. Después que terminaba la ceremonia de la bandera salíamos marchando ordenadamente; la distancia que habíamos tomado aseguraba que no golpeáramos al que nos precedía. Alguna vez, en aquellos años, fui a ver un desfile. Los soldados no marchaban de dos en fondo, cada fila era más nutrida, supongo que la distancia entre las filas era mayor que el largo de un brazo. En los años siguientes pasaron muchas cosas y no volví a presenciar ningún desfile militar.
Después estuve en innumerables marchas y movilizaciones, allí no se tomaba distancia, la formación era mucho más azarosa, pero puedo asegurar que nunca estuve en ninguna en que la distancia entre lo que podríamos considerar las filas fuese menor al largo del brazo. Tampoco recuerdo ninguna en la que los participantes nos alineáramos formando filas ordenadas, pero mi experiencia personal no tiene por qué ser tomada como patrón de referencia. Por eso voy a suponer una movilización muy prolija, con manifestantes formando filas donde la separación sea el largo de un brazo, y de medio metro la separación entre columnas. Imaginemos que avanzan marchando marcialmente por Avenida de Mayo. No tienen más remedio que ir por la calzada, y ésta tiene 17 metros de ancho. Como los manifestantes tienen un enorme entrenamiento, pueden formar filas de 17 personas sin correr el riesgo de tropezar entre ellos o con los cordones laterales. La separación entre filas y columnas se mantiene invariable a todo lo largo de la marcha. Desde que se ingresó en la avenida a la altura de Plaza Lorea el avance tiene la precisión de un mecanismo de relojería: siempre 17 personas por fila, siempre un metro para cada fila, siempre la misma velocidad de desplazamiento. Cuando la cabeza de la movilización está llegando a Bolívar ha recorrido 1.300 metros, pero podemos imaginar que la cola recién deja Plaza Lorea.
Estas notas han sido un obstinado juego de cálculo, una desconfiada apreciación de los datos proporcionados por los convocantes a marchas y concentraciones. Siempre resultan desagradables los aguafiestas y los que pinchan los globos, por eso no voy a decirles cuántos fueron los participantes de esa imaginaria movilización que avanzó tan prolijamente desde Plaza de los Dos Congresos hasta Plaza de Mayo. Si ustedes quieren saberlo tienen todos los elementos en el párrafo anterior, no hay que aplicar fórmulas raras ni análisis matemático, basta con hacer una simple multiplicación como esas que aprendimos en la escuela primaria. Les sugiero que no me crean, que hagan la cuenta, que verifiquen el resultado con la calculadora, y que cuando lean el diario y les hablen de manifestaciones multitudinarias recuerden lo que estuvimos viendo.
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