sábado, 19 de diciembre de 2020

El hombre que calculaba (6)

 Daba por concluida la serie, pero la nota anterior contenía demasiadas simplificaciones y no es bueno dejar las cosas así. Quería mostrar que los números se inflan con total desapego a la realidad cuando se habla de una movilización, por eso describí una columna moviéndose como un mecanismo de relojería entre dos puntos muy concretos, con una disposición organizativa puramente ideal.

Curiosamente una marcha real presenta mayor dispersión entre sus participantes, las distancias que separan a unos de otros son más grandes que las que yo di. Bastaría con mirar unas cuantas fotografías tomadas al azar en cualquier manifestación donde la gente esté en movimiento; incluso la salida de un cine o de un espectáculo deportivo, donde los agrupamientos y las separaciones casuales se parecen a los de una movilización. Las personas no avanzan formando una línea perfecta, separadas de otra línea igualmente homogénea, seguida por otras semejantes en su disposición y con una distancia entre líneas siempre idénticas.

Si una cuadra pudiera ser vaciada de toda otra persona que no participara del evento, o si supusiéramos que todos los que se mueven por allí en la dirección de la marcha están participando de ella, una fotografía tomada desde cierta altura (parece que 600 metros es la adecuada), permitiría hacer un conteo riguroso y proyectar luego el resultado al resto de la columna en movimiento. Por supuesto, eso no da un número exacto, apenas si permite una aproximación a la realidad. Pero, a pesar de su inexactitud, ese dato sería mucho más creíble que las estimaciones interesadas de adherentes u opositores.

La metodología científica es todavía más compleja, hay que considerar puntos de ingreso y egreso de los movilizados, velocidades de desplazamiento, simultaneidad o no de las mediciones, etc. Sin llegar a ese extremo de rigurosidad, con la tecnología disponible podría realizarse una prueba como esta.

Imaginemos un recital importante o un partido de fútbol en el estadio de Ríver. La cantidad de asistentes se sabe con cierta exactitud por el número de entradas vendidas, todos están concentrados en el interior y el espectáculo llega a su fin. Se abren las puertas y el estadio comienza a vaciarse. Desde arriba se van tomando fotografías para seguir el desplazamiento de los que se alejan.

Podrían proporcionarse algunos datos orientativos. Por ejemplo, hacer mediciones verdaderas en determinados sectores de la ciudad; guardar esas imágenes para poder hacer comparaciones con otros eventos posteriores, establecer índices de corrección de acuerdo a las densidades mostradas por las imágenes.


Con un banco de datos de ese tipo sería muy fácil hacer otras estimaciones posteriores. Habría errores como en cualquier estadística, pero seguramente serían mucho menores que si confiamos en los números de Patricia Bullrich hablando de su poder de convocatoria al Obelisco.

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