jueves, 3 de diciembre de 2020

Marxismo y cultura (II)

 Marx, interculturalismo y liberación

Algunas críticas contra el marxismo le atribuyen un cerrado esquematismo economicista, el desdén por los problemas nacionales, la falta de preocupación por las minorías oprimidas, un cierto eurocentrismo. Se dijo que la teoría preveía la revolución obrera triunfando en los países capitalistas más desarrollados, que los otros, los más rezagados, deberían esperar a que terminara su ciclo evolutivo para poder plantearse el salto a un estadio superior.

Para refutar tanta crítica liviana pueden resultar interesantes los argumentos desplegados por Kevin B. Anderson, profesor de sociología y ciencias políticas en la universidad de California, Santa Bárbara. El intelectual norteamericano es autor de Marx at the Margins: On Nationalism, Ethnicity, and Non- Western Societies; (2010) University of Chicago Press. En su libro sostiene que aunque algunos de los escritos testimonian una perspectiva unilineal discutible y, en ocasiones, comportan elementos de etnocentrismo, la obra de Marx en su conjunto va por otros caminos.

Los pensadores postcoloniales y posmodernos, de los cuales el más conocido es Edward Said, criticaron el Manifiesto Comunista y los escritos de 1853 sobre la India como una expresión del conocimiento oriental que surgía del fondo de una mentalidad colonialista. La mayoría de esas críticas no entendieron que a partir de 1853 la posición de Marx sobre Asia viene a ser más sutil y dialéctica, que comienza a variar en relación a la posición defendida en el Manifiesto. En los artículos para la New York Tribune también escribió que una India modernizada encontraría su camino al margen del colonialismo, al que describía como una forma de barbarie. Afirmó que, mas pronto o más tarde, el colonialismo en la India llegaría a su fin a través de la ayuda aportada por la clase obrera británica o por la formación de un movimiento independentista en la India (Anderson, 2012).

En apoyo a su tesis el intelectual norteamericano menciona a Irfan Habib, uno de los historiadores marxistas más reputados de India, quien en diversos volúmenes de la People’s History of India reivindicó las posiciones anticolonialistas de Marx. Sostiene Anderson que esa evolución del pensamiento marxista se acentuó a partir de 1856-1857 cuando, en la New York Tribune, apoyó la resistencia china contra los británicos durante la segunda guerra del opio y se mostró favorable a la insurrección de los Cipayos en la India. Luego, en los Gründisse, esbozó una verdadera teoría plurilineal de la historia según la cual los modos de producción en las sociedades asiáticas no evolucionaban de la misma forma que en Europa occidental.

Su fuerte compromiso con la causa de la emancipación de los trabajadores se dio en el contexto de las luchas contra el esclavismo, el racismo y la opresión nacional. Ya en el Manifiesto (1848), se había planteado el apoyo a la independencia polaca como uno de los principios rectores para el movimiento obrero y socialista. Poco tiempo después de la formación de la Internacional, también se comprometió con el movimiento independentista irlandés. Otro ejemplo mencionado por Anderson son los cambios que introdujo a la edición francesa de El Capital en 1872-1875. Muchas de estas revisiones tuvieron que ver con su nueva visión del desarrollo histórico. Allí afirmó de forma clara y directa, que el tipo de transición que expuso en la primera parte consagrada a la acumulación primitiva no se refiere más que a Europa occidental. En este sentido, el devenir de las sociedades no occidentales quedaba abierto, no estaba predeterminado por el modelo europeo.

Los continuadores

Un desmentido práctico a los críticos que atribuían al marxismo eurocentrismo y desdén por los movimientos de liberación, es la adopción del materialismo histórico por parte de los antiimperialistas y anticolonialistas en todo el mundo. Algunos de ellos descollaron como intelectuales que hicieron importantes contribuciones a la teoría marxista. Lenin fue uno de ellos, Gramsci lo definió como el mayor filósofo, pero lo hizo no sólo por los aportes teóricos sino también por su práctica transformadora de la realidad. En su valoración el filósofo italiano se apoyó en lo postulado por Mar en la Tesis XI sobre Feuerbach: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Indudablemente Lenin había cumplido sobradamente con el mandato de Marx.

Una de las grandes contribuciones teóricas del dirigente ruso fue su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo. Los fenómenos preanunciados por Marx sobre concentración de capital se vieron corroborados con la formación de gigantescos monopolios que pusieron a su servicio a los estados más poderosos de la época. Una de sus consecuencias sería el reparto colonial del mundo a fines del siglo XIX y la gran guerra interimperialista de 1914-1918.

En medio de esa gigantesca matanza Lenin levantó su voz para condenar las complicidades de ciertos dirigentes de la II Internacional con los gobiernos imperialistas: “El programa de la socialdemocracia debe postular la división de las naciones en opresoras y oprimidas, como un hecho esencial, fundamental e inevitable bajo el imperialismo” (Lenin, 1998:7).

El apoyo a las luchas de liberación nacional era manifiesto ya a principios del siglo XX; todavía faltaba mucho tiempo para que triunfara la primera revolución socialista, pero quien sería su máximo dirigente ya sostenía que el proletariado no podía dejar de luchar por la autodeterminación de las colonias y naciones oprimidas.

Los socialistas deben exigir, no sólo una incondicional e inmediata liberación sin indemnizaciones de las colonias -- y esa exigencia, en su expresión política, no significa otra cosa que el reconocimiento del derecho a la autodeterminación --; los socialistas deben apoyar de la manera más decidida a los elementos más revolucionarios de los movimientos democrático-burgueses de liberación nacional de estos países y ayudar a su rebelión -- y si se da el caso, también a su guerra revolucionaria -- contra las potencias imperialistas que los oprimen (Lenin, 1998:13).

Mencionamos más arriba la valoración de Gramsci sobre Lenin, retomémosla porque nos será de gran ayuda para pasar a un concepto desarrollado por el gran pensador italiano. En una recopilación de sus escritos publicada bajo el título de EL materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, habla sobre el principio teórico-práctico de la hegemonía, y dice que tiene también alcance gnoseológico: “por consiguiente, en este campo hay que investigar el aporte máximo de Ilich a la filosofía de la praxis. Ilich habría hecho progresar la filosofía como filosofía, en cuanto hizo progresar la doctrina y la práctica política".

El pasaje es citado por Luciano Gruppi en su libro El concepto de Hegemonía en Gramsci; explica que si de la transformación de la estructura se sigue una transformación en la conciencia, el cambio en la hegemonía provoca un cambio en la sociedad y, consecuentemente, también en el modo de pensar. De allí que lo califique como un gran hecho filosófico.

La contribución de Lenin a la filosofía no es sólo la de haber elaborado la teoría de la dictadura del proletariado, sino el haberla realizado en los hechos. Se trata del valor filosófico del hacer, del transformar la sociedad. Y es filosofía que no surge simplemente por medio de conceptos, por una especie de partenogénesis de los propios conceptos, sino de la estructura económica, de las transformaciones acaecidas en las relaciones de producción, en una continua relación dialéctica entre base económica, estructura social y conciencia de los hombres. (Gruppi, 1978).

Yendo específicamente al concepto de hegemonía debemos comenzar destacando la complejidad del término, su multiplicidad de significados. Por un lado señala la necesidad de neutralizar o derrotar al enemigo, por otro apunta a ganar consensos y adhesiones entre otros sectores o clases sociales. En sus orígenes más remotos la expresión tenía significación militar, era entendida como función dirigente y quien detentaba la hegemonía era el comandante. En el caso de los escritos de Lenin y Gramsci también puede ser entendido como propuesta para generar alianzas y conformar frentes. En un escrito de Lenin citado por Valentino Gerratana decía el dirigente ruso:

Desde el punto de vista del marxismo, una clase que niegue la idea de la hegemonía, o que no la comprenda, no es, o no es todavía, una clase, sino una corporación [es decir, un mero sindicato de oficio] o una suma de diversas corporaciones. (…) Y es, justamente la conciencia de la idea de la hegemonía, la que ha de transformar ‘una suma de corporaciones en una clase (Gerratana, 2013).

Luego Gerratana indica que es difícil encontrar un mejor ejemplo de la diferencia entre corporaciones y clase, y poniendo en diálogo el texto leninista con el pensador italiano, reproduce un pasaje del ensayo sobre La cuestión meridional, el último escrito de Gramsci antes de su encarcelamiento

El proletariado, para ser capaz de gobernar como clase, debe despojarse de cualquier residuo corporativo, de todo prejuicio o incrustación sindicalista. ¿Qué significa esto? Significa que no sólo deben ser superadas las distinciones que existen entre profesión y profesión, sino que es necesario [...] superar algunos prejuicios y vencer ciertos egoísmos que pueden subsistir y subsisten en la clase obrera como tal, incluso cuando ya han desaparecido de ella los particularismos profesionales. El metalúrgico, el carpintero, el albañil, etc. deben pensar, no sólo como proletarios y no ya como metalúrgico, carpintero, albañil, etc., sino que deben dar un paso más adelante todavía: deben pensar como obreros miembros de una clase que tiende a dirigir a los campesinos y a los intelectuales, de una clase que puede vencer y puede construir el socialismo sólo si es ayudada y seguida por la mayoría de estos estratos sociales (Gerratana, 2013).

En el cierre de este trabajo nos interesa destacar la amplitud de criterio que subyace en estas palabras, pueden ser tomadas como una propuesta metodológica para mocionar la necesidad de unir fuerzas de sectores populares frente a enemigos muy poderosos, un verdadero aporte a la cultura política.

Bibliografía

Agoglia, Rodolfo M., “La cultura como facticidad y reclamo”, (1980) Cultura II, 5, Banco Central del Ecuador.

Anderson, Kevin B.; “Marx en torno al nacionalismo, la etnicidad y las sociedades no occidentales”. (2012). Tomado de: http://vientosur.info/spip.php?article6987

Engels,F.; “Discurso ante la tumba de Marx” (1999). Versión digital En https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/83-tumba.htm

Gerratana, Valentino, “El concepto de hegemonía en la obra de Gramsci”, (2013). Tomado del periódico digital Rebelión . http://www.rebelion.org/noticia.php?id=175508

Gruppi, Luciano; El concepto de Hegemonía en Gramsci, México: Ediciones de Cultura Popular (1978). Versión digital tomada de: www.gramsci.org.ar

Lenin; “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación” (1998) (1974) Pekín, Ediciones en lenguas extranjeras. Versión digital tomada de: http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/SRSD16s.html

Marx, K., “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, (2001), Versión digital tomada de: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm#_ftnref4

Marx, K. Y Engels, F.; Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialistas e idealistas, Capítulo I de La ideología alemana, Obras escogidas de Marx y Engels, Tomo I, pp. 11 – 81, Editorial Progreso, Moscú, 1972.

Versión digital tomada de http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/46ia/index.htm#indice

Tylor, Edward B., “La ciencia de la cultura”, en AA. VV. Los orígenes de la antropología. CEAL, Buenos Aires, 1977.

Williams, R., “Teoría cultural”, en Williams, Raymond. Marxismo y literatura, Península, Barcelona, 1980. Versión digital tomada de: https://www.infoamerica.org/documentos_pdf/williams2.pdf


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