AVANZADA en el comienzo (XIII)
Las elecciones
Cuando se
está en medio de un proceso electoral, Con una actividad tan grande como la que
desarrollamos y con tal grado de entrega y entusiasmo, es bastante razonable
que, hasta los más mesurados, lleguen a convencerse de la posibilidad de
victoria. En general se tienden a medir las perspectivas de acuerdo al
microclima en que uno se mueve, tomando en cuenta únicamente las noticias y
comentarios favorables y restando importancia a los datos sobre la fuerza de los
adversarios. En algunos casos es aún peor, porque se tiende a ver como un
enemigo al que nos advierte con objetividad sobre la correlación de fuerzas
existente. En nuestro caso no llegamos a este último extremo, pero diría que la
inmensa mayoría de nosotros (sobre todo los más jóvenes) veíamos posible el
triunfo en aquellas elecciones.
Los comicios
se desarrollaron durante los últimos tres días de abril, el lugar de votación
fue un salón frente al viejo sindicato que, por entonces, estaba en General Perón
2574. El recuento llevó algo más de tres horas y luego supimos que la Lista Marrón había
vuelto a ganar las elecciones, que la
Azul había salido en segundo lugar y que nosotros éramos
terceros. Hubo un primer momento de desconcierto, habíamos creído tanto en la
posibilidad del triunfo que era difícil asimilar la derrota. Pero eso duró muy
poco. Enseguida nos esforzamos por recomponer el gesto, por mostrarnos enteros
en la adversidad y por “no darles el gusto a los otros de que nos vieran
amargados”.
Nos acercamos
al sindicato para esperar la salida de los apoderados y los fiscales, para que
supieran que seguíamos muy firmes (aunque no lo estuviéramos tanto) y para
expresarles todo nuestro reconocimiento por el trabajo que habían realizado.
Esa fue una de las cosas más valorables que los más jóvenes aprendimos aquella
noche: a mantenernos firmes en los momentos difíciles. En los duros tiempos por
venir esto iba a ser enormemente importante.
Después
pudimos hacer un análisis más tranquilo de los resultados. La nuestra había
sido una elección enormemente buena; habíamos obtenido 1.500 votos, alrededor
del 10 % del total. La gran perdedora había sido la Lista Azul, porque todo
el aparato desplegado para apoyarla no le había servido ni para alcanzar el 20
% de los votos. Y la gran triunfadora era la Marrón que había obtenido un número de votos
superior al de toda la oposición. Una vez superado el fantaseo triunfalista en
que muchos de nosotros habíamos caído, se aceptaba como lógico el triunfo de la Marrón, pero lo que
resultaba desconcertante era la magnitud de esa victoria. Después iríamos
comprendiendo que todo el peronismo del gremio se había volcado
incondicionalmente hacia allí, y había una muy buena razón para que eso
ocurriera.
La Lista Azul se mostraba
como la opositora con posibilidades muy concretas de disputarle el triunfo. Se
respaldaba en un enorme despliegue propagandístico y contaba con todo el apoyo
político y económico de la dirección de la Empresa. En el
imaginario de los compañeros debía aparecer casi como una reedición de la
disyuntiva Braden o Perón, y eso polarizó fuertemente la elección.
Pero hubo
algo más. El 14 de marzo, es decir un mes y medio antes de las elecciones en el
sindicato, se habían realizado elecciones nacionales para renovar parte de la Cámara de Diputados. En
esos comicios el triunfo peronista fue importante, y se sabe que un triunfo
electoral condiciona y se proyecta en las situaciones semejantes que están a
continuación. A quien busque los resultados de aquella renovación
parlamentaria, tal vez le sorprenda encontrar que quien ganó fue la Unión Cívica Radical
del Pueblo, con algo más de 2.200.000 votos, seguida por la Unión popular con 2.171.000
votos. En realidad ese fue el recurso gubernamental para maquillar el resultado
adverso, porque el peronismo concurrió con otras denominaciones además de la de
Unión Popular. En Chubut fue como Partido Provincial; en Mendoza distintos
sectores del peronismo usaron las denominaciones Justicialista, Tres Banderas y
Movimiento Popular Mendocino; En río Negro concurrió como
Partido Blanco; los puntanos usaron el nombre de Acción Popular
Sanluiseña; En Santa Cruz y Santa Fe el rótulo fue Justicialista; En Santiago
del Estero fue como Tres Banderas; y en Tucumán como Alianza Provinciana.
Con todas
esas “colectoras” el peronismo se colocó muy por encima del radicalismo,
consiguió incorporar 44 nuevos diputados que, sumados a los 8 que habían sido
elegidos dos años antes y que aún tenían dos años más de mandato, totalizaban
52 representantes. Con ese salto espectacular el peronismo unificado en un solo
bloque, se transformó en la segunda fuerza parlamentaria detrás del
radicalismo. Semejante avance tenía que galvanizar las fuerzas, y seguramente
algo de eso ocurrió en telefónicos.
Por eso nuestro
honroso tercer puesto tuvo casi el valor de una hazaña. Lo destacable fue que
esa polarización entre la
Marrón y la
Azul no nos diluyera a nosotros como ocurrió con todas las
otras agrupaciones que participaron en aquella elección. Para darse una idea,
hay que tener en cuenta que las 5 listas que nos seguían, reunieron un total de
votos que era inferior al que nosotros habíamos alcanzado.
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