Con esta nota
iniciamos el mes de noviembre, aunque originalmente estaba programada para
formar parte de las publicadas durante octubre. En la semana pasada se
superpusieron varios problemas, la organización se resintió, un par de
artículos que ya estaban listos quedaron demorados. No está demás confesar que
este blog es también parte del aprendizaje de un aficionado, con todos los
errores de quien está dando los primeros pasos. Digo esto sin vergüenza,
imitando a Juan Sasturain cuando dijo que sino se podían ocultar las costuras
había que resaltarlas. Supongo que el recurso sirve mientras no se abuse de él,
por eso intentaré mayor regularidad en el futuro.
Aprovecho
para hacer el recuento de las notas ya publicadas bajo la denominación de
AVANZADA en el comienzo. La primera de la serie fue con ese título el 14 de
octubre. Luego le siguieron: Rechazo en Castro Barros, aprobación en el Luna
Park (16.10.2014), Organizarse para avanzar (18.10.2014), El gobierno, la
empresa, el sindicato (21.10.2014), Combatividad y rechazo al sectarismo
(23.10.2014), Y llegó el Número 1 (25.10.2014), Elección de los precandidatos
(30.10.2014).
AVANZADA en el comienzo (VIII)
Un armado de
lista muy democrático
La vez pasada
comenté cómo se fueron eligiendo en las distintas zonas a los compañeros que
integrarían la lista con la que competiríamos, pero un detalle que no mencioné
es que el número de candidatos superaba el centenar. Para conducir el Sindicato
Buenos Aires se elegían 15 miembros de Comisión Administrativa, acompañados por
igual número de suplentes. En los mismos comicios se elegían los delegados
congresales para representar al Sindicato en la Federación, y en esa
época el número de congresales que llevaba Buenos Aires era muy elevado: 36
titulares y otros tantos suplentes. Por último había que sumar a los revisores
de cuentas, que eran 3 titulares e igual número de reemplazos. Reunir tal
cantidad de candidatos no era nada fácil sin una fuerte inserción en el gremio.
Ricardo alardeaba de que en el Sindicato no presentaba lista el que quería sino
el que podía. Pero eso era parcialmente cierto, porque se podían repetir
nombres postulándolos simultáneamente para integrar la Comisión Administrativa
y como delegados congresales. De hecho todas las listas repetían los nombres de
algunos de los primeros titulares de Comisión Administrativa para que fueran
como delegados al congreso, porque allí podían ser designados como autoridad a
nivel nacional. Repetir muchos nombres era un signo de debilidad, lo mismo que
si un número elevado de postulantes provenía de un mismo edificio o zona.
Así llegamos
a la asamblea en la que se armó la lista. En primer término se nominó a la Comisión Administrativa
titular. Ricardo, que como siempre dirigía las deliberaciones, dijo que la
agrupación se atribuía el derecho de postular al candidato a Secretario
General, pero que esa propuesta podía ser objetada y modificada por los
compañeros reunidos en la asamblea. Después de eso propuso que la lista fuera
encabezada por Juan Carlos Picone. Y todos estuvimos de acuerdo con esa
proposición.
Picone era un
viejo compañero de larga trayectoria en el gremio y con todas las
características de un caudillo. Con un físico que imponía respeto, sonriente,
campechano, con “mucha calle” (y, tal vez, con “mucho estaño”). Seguramente no
tenía una gran formación política, pero era inteligente, rápido y bastante
intuitivo. Era capaz de hacer frente a situaciones difíciles con mucha sangre
fría. Se contaba la anécdota que durante la huelga de 1957, había ido a llevar
volantes a la oficina Retiro. Después, no se sabe bien por qué, había llegado
hasta el puerto donde lo detuvieron los de Prefectura. Y aunque le encontraron
parte del paquete de volantes, estuvo conversando con ellos hasta convencerlos
de que lo soltaran. También se comentaba que durante ese conflicto se había
metido en una cámara telefónica a cortar cables con un hacha. Hay que recordar
que en 1957 el gobierno era detentado por Aramburu y Rojas, quienes se habían
mostrado insensibles a cualquier reclamo obrero y que eso legitimaba las
medidas de lucha más enérgicas. Para no correr el riesgo de ser descubierto
mientras cortaba cables, le había indicado a otros compañeros que volvieran a
tapar la cámara mientras él estaba dentro. El detalle es que esa tapa metálica
pesa alrededor de 70 kilos y que si no era levantada desde fuera, el quedaría
encerrado indefinidamente.
Por cierto,
no era en mérito a su valor personal que se lo postulaba para el cargo de
Secretario General. Picone era un compañero de extracción obrera, muy
representativo en toda la zona oeste. Pero tenía un defecto: era bastante
anárquico. No se sujetaba a una disciplina de funcionamiento orgánico y, de
hecho, participaba muy poco de las reuniones de agrupación.
Una vez que se designó a Picone como cabeza de lista se siguió con los
demás integrantes de la Comisión Administrativa. Cada zona fue
proponiendo un candidato por vez, procurando no repetir especialidades y que
las compañeras tuvieran la mayor cantidad de cargos posibles. Esto último no
era fácil de realizar, porque, a pesar de que se suponía que la mitad de las
componentes del gremio eran mujeres, no eran tantas las compañeras que tenían
participación sindical. Para muchos de nosotros esta era la primera vez que
participábamos en el armado de una lista y, por añadidura, con una metodología
tan abierta. Creo que Ricardo era muy consciente de esto y de las desconfianzas
y suspicacias que podían existir entre los compañeros, por eso se esforzó en
dar el máximo de trasparencia a aquel proceso. No sé si esa era la intención
pero tanto él, como los compañeros que venían trabajando a su lado, hicieron un
verdadero ejercicio de pedagogía democrática con todos nosotros.
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