viernes, 30 de abril de 2021

El nacimiento de AVANZADA (3)

En 1964 el malestar con la conducción del Sindicato era muy extendido, hasta en el interior de la lista oficial se preanunciaban cambios. Fue en esa época cuando se fundó el Movimiento Gremial Telefónico que al año siguiente participaría por primera vez en las elecciones de FOETRA Buenos Aires.

En la asamblea de fines de marzo de 1965 definimos nuestro color. Luego vino la presentación ante la Junta Electoral y finalmente la designación quedó oficializada. A partir de allí nos impusimos la tarea de hacer conocer en todo el gremio que AVANZADA era Lista Rosa. Hasta ese momento los telefónicos nos habían conocido como “los de AVANZADA”, después de la oficialización, en toda nuestra propaganda, desde el boletín a los volantes, desde los afiches hasta las pintadas, empezamos a colocar el nombre de AVANZADA junto a nuestro color de lista.

Al comenzar el mes de abril incorporamos los afiches a la campaña. La Lista Marrón y la Lista Azul venían usándolos desde un principio, pero nosotros no contábamos con tantos recursos económicos, teníamos que regular los gastos y nos reservamos para el momento de la pelea fuerte. Aunque Ricardo Campari exprimía los bolsillos de los compañeros no podíamos soñar con igualar la cantidad de carteles que marrones y azules publicaron en esos días, pero en calidad aspirábamos con fundamento a pasarles por encima. En total presentamos tres diseños distintos.

El primero de ellos apareció poco después que definimos nuestro color de lista. Como el nombre de AVANZADA venía siendo trabajado desde meses atrás, era obligatorio establecer la relación entre la denominación conocida y el color que nos distinguiría electoralmente. Sobre un fondo en el que se repetía el nombre de AVANZADA en tinta negra, se destacaba en color: Telefónico avance con Lista Rosa.

Ya dije que Juan Carlos Romero y Guillermo Pérez Curtó fueron quienes se encargaron de la propaganda, precisamente fue Juan Carlos quien me facilitó las fotos que figuran en esta nota. Aprovecho para hacer una acotación; años después estos afiches formaron parte de la exposición ¡VIVA LA TIPOGRAFÍA!, cuyo catálogo todavía se puede encontrar en Internet. En cuanto a la serie completa de los afiches se los puede encontrar en el libro “Romero tipo-gráfico”.

La elección y su resultado

Los comicios se desarrollaron durante los últimos tres días de abril, el lugar de votación fue un salón frente al viejo sindicato que, por entonces, estaba en General Perón 2574.

El recuento llevó algo más de tres horas y luego supimos que la Lista Marrón había vuelto a ganar las elecciones, que la Azul había salido en segundo lugar y que nosotros éramos terceros. Hubo un primer momento de desconcierto, habíamos creído tanto en la posibilidad de un mejor resultado que era difícil asimilar la derrota. Pero eso duró muy poco. Enseguida nos esforzamos por recomponer el gesto y por mostrarnos enteros en la adversidad.

Nos acercamos al sindicato para esperar la salida de los apoderados y los fiscales, para que supieran que seguíamos muy firmes (aunque no lo estuviéramos tanto) y para expresarles todo nuestro reconocimiento por el trabajo que habían realizado. Esa fue una de las cosas más valorables que los más jóvenes aprendimos aquella noche: a mantenernos firmes en los momentos difíciles. En los duros tiempos por venir esto iba a ser enormemente importante.

Después pudimos hacer un análisis más tranquilo de los resultados. La nuestra había sido una elección enormemente buena; habíamos obtenido 1.500 votos, alrededor del 10 % del total. La gran perdedora había sido la Lista Azul, porque todo el aparato desplegado para apoyarla no le había servido ni para alcanzar el 20 % de los votos. Y la gran triunfadora era la Marrón que había obtenido un número de votos superior al de toda la oposición. Una vez superado el fantaseo triunfalista en que muchos de nosotros habíamos caído, se aceptaba como lógico el triunfo de la Marrón, pero lo que resultaba desconcertante era la magnitud de esa victoria. Después iríamos comprendiendo que todo el peronismo del gremio se había volcado incondicionalmente hacia allí, y había una muy buena razón para que eso ocurriera.

La Lista Azul se mostraba como la opositora con posibilidades muy concretas de disputarle el triunfo. Se respaldaba en un enorme despliegue propagandístico y contaba con todo el apoyo político y económico de la dirección de la Empresa. En el imaginario de los compañeros debía aparecer casi como una reedición de la disyuntiva Braden o Perón, y eso polarizó fuertemente la elección.

Pero hubo algo más. El 14 de marzo, es decir un mes y medio antes de las elecciones en el sindicato, se habían realizado elecciones nacionales para renovar parte de la Cámara de Diputados. En esos comicios el triunfo peronista fue importante, y se sabe que un triunfo electoral condiciona y se proyecta en las situaciones semejantes que están a continuación.

A quien busque los resultados de aquella renovación parlamentaria tal vez le sorprenda encontrar que quien ganó fue la Unión Cívica Radical del Pueblo, con algo más de 2.200.000 votos, seguida por la Unión popular con 2.171.000 votos.

En realidad ese fue el recurso gubernamental para maquillar el resultado adverso, porque el peronismo concurrió con otras denominaciones además de la de Unión Popular. En Chubut fue como Partido Provincial; en Mendoza distintos sectores del peronismo usaron las denominaciones Justicialista, Tres Banderas y Movimiento Popular Mendocino; En río Negro concurrió como Partido Blanco; los puntanos usaron el nombre de Acción Popular Sanluiseña; En Santa Cruz y Santa Fe el rótulo fue Justicialista; En Santiago del Estero fue como Tres Banderas; y en Tucumán como Alianza Provinciana.

Con todas esas “colectoras” el peronismo se colocó muy por encima del radicalismo, consiguió incorporar 44 nuevos diputados que, sumados a los 8 que habían sido elegidos dos años antes y que aún tenían dos años más de mandato, totalizaban 52 representantes. Con ese salto espectacular el peronismo unificado en un solo bloque, se transformó en la segunda fuerza parlamentaria detrás del radicalismo. Semejante avance tenía que galvanizar las fuerzas, y seguramente algo de eso ocurrió en telefónicos.

Por eso nuestro honroso tercer puesto tuvo casi el valor de una hazaña. Lo destacable fue que esa polarización entre la Marrón y la Azul no nos diluyera a nosotros como ocurrió con todas las otras agrupaciones que participaron en aquella elección. Para darse una idea, hay que tener en cuenta que las 5 listas que nos seguían, reunieron un total de votos que era inferior al que nosotros habíamos alcanzado.

La nueva etapa

Nos reunimos inmediatamente después de las elecciones, y aunque la asistencia fue menos numerosa que en los encuentros previos, no hubo una estampida de compañeros. Nos reorganizamos para la nueva etapa, Ricardo fue confirmado como Secretario General de la agrupación y José Baddouh fue designado como Secretario de Organización. Juan Carlos Romero siguió a cargo de Prensa y Florencio Fernández pasó a hacerse cargo de finanzas. A mí me fue asignada la tarea de Asuntos Profesionales.

La primera decisión fue la de prepararnos para las elecciones de delegados, que tendrían que realizarse en todos los edificios una vez que asumiera la nueva conducción del sindicato. Ahora había que mostrar en otro tipo de tarea que no éramos sólo una lista para las elecciones, sino que éramos una agrupación para el trabajo cotidiano por los intereses de los trabajadores.

miércoles, 28 de abril de 2021

El nacimiento de AVANZADA (2)

 Entre los días 28 y 30 de abril de 1965 se realizaron en el Sindicato Buenos Aires de FOETRA las elecciones en que participamos con la Lista Rosa por primera vez.

Los compañeros que tenían a su cargo la prensa en AVANZADA eran Juan Carlos Romero, delegado de Redes Locales en la dirección de Ingeniería, y Guillermo Pérez Curtó, delegado en oficina Comercial. El primero era un artista plástico que ya había ganado un primer premio en el Salón Buenos Aires; junto a Luna Ercilla y Alicia Orlandi tenían su atelier en la calle Alsina al 700, fueron quienes nos facilitaron el lugar para funcionar durante toda la campaña y más allá. Guillermo era un excelente fotógrafo: si es por artistas no nos podíamos quejar.

En aquellos meses tuvieron la responsabilidad de editar comunicados, volantes y boletines en forma permanente. En el último tramo de la campaña diseñaron tres afiches que eran un motivo más de orgullo para todos nosotros. Eso en cuanto a la artística de nuestra prensa. La redacción era hecha por distintos compañeros, pero luego los contenidos eran discutidos colectivamente.

El primer número de AVANZADA fue impreso en una hoja de papel tamaño oficio. Era una hoja de 35 por 22 centímetros doblada al centro; cuatro paginitas de 22 centímetros de alto por 17,5 de ancho. A pesar del tiempo transcurrido el papel ha resistido bastante bien, ni siquiera está amarillento como ha ocurrido con otros volantes de la misma época. Aunque no tiene fecha de publicación deduzco que pudo editarse alrededor de octubre o noviembre de 1964. Por entonces yo estaba cursando en la Escuela Técnica de la Empresa y fue donde lo recibí.

En el logo hay dos teléfonos, uno que ya era un aparato de colección por ese tiempo: el histórico “candelero”, con el auricular colgado en la horquilla del costado; el otro era un contemporáneo, el teléfono “sapo”, un aparato con carcasa de baquelita negra. Nadie podía dudar que esa era la publicación de los trabajadores telefónicos.

El nombre del boletín terminó por eclipsar la denominación de Movimiento Gremial Telefónico, y en el gremio se nos reconocería simplemente como “los de AVANZADA”.

Construcción de la lista

La disconformidad con la conducción de Allan Díaz era evidente incluso hacia el interior de la propia Lista Marrón. Ni él ni su adjunto, Carlos Gallo, fueron incluidos entre los candidatos para las elecciones de abril de 1965. Fueron varios los sectores que comenzaron a agruparse por fuera del oficialismo del Sindicato y de la oposición organizada desde la conducción de la Empresa. No recuerdo ninguna otra elección del Sindicato Buenos Aires donde se presentaran tantas listas: 8 en total. En ese marco AVANZADA consiguió agrupar buena parte de los descontentos.

Tal vez fue un año antes de las elecciones que comenzó a imaginarse la forma de armar la lista; el objetivo era que fuera lo más representativa posible, tanto por el lugar de asiento como por la especialidad laboral de los candidatos. Aunque AVANZADA había conseguido una buena inserción en el gremio el desarrollo no era parejo en todas las zonas, era mayor en Oeste, luego le seguía Centro-Este, y Norte y Sur era más disperso. En todos los lugares donde se tenía alguna presencia se volvió imperativo recorrer el edificio, conocer a los compañeros, distribuir la propaganda. Esto era de sentido común, primero asegurar el territorio propio, luego extenderse hacia afuera. En esas visitas se fueron privilegiando los sitios con mayor concentración de personal.

La convocatoria tuvo buenos resultados; no se consiguió un aumento aluvional pero los adherentes aumentaron. Se consiguió tener compañeros hasta en edificios que inicialmente habían sido indiferentes y hasta hostiles. Aquel fue el primer paso.

Después, una vez designados todos los candidatos vino el armado de la lista. Esto se hizo en una reunión abierta a la participación de todos los telefónicos que quisieron asistir. Visto a la distancia parece que había un exceso de democratismo en esa metodología, si bien se estaba preparado para hacer frente a una injerencia externa que quisiera provocar problemas, no sé qué habría pasado si las diferencias se hubieran planteado desde dentro. Todo salió bastante bien, por lo menos ningún compañero se quejó de manejos dudosos o censurables, ni durante ni después de conformada la lista.

Un detalle que no mencioné es que el número de candidatos superaba el centenar. Para conducir el Sindicato Buenos Aires se elegían 15 miembros de Comisión Administrativa, acompañados por igual número de suplentes. En los mismos comicios se elegían los delegados congresales para representar al Sindicato en la Federación; en esa época el número de congresales que llevaba Buenos Aires era muy elevado: 36 titulares y otros tantos suplentes. Por último había que sumar a los revisores de cuentas, que eran 3 titulares e igual número de reemplazos. A estos había que agregar los dos apoderados de la lista y un mínimo de 50 avales para presentarse ante la Junta Electoral.

Reunir tal cantidad de candidatos no era nada fácil. Ricardo Campari alardeaba de que en el Sindicato no presentaba lista el que quería sino el que podía. Pero eso era parcialmente cierto, porque se podían repetir nombres postulándolos simultáneamente para integrar la Comisión Administrativa y como delegados congresales. De hecho todas las listas repetían los nombres de algunos de los primeros titulares de Comisión Administrativa para que fueran como delegados al congreso, porque allí podían ser designados como autoridad a nivel nacional. Repetir muchos nombres era un signo de debilidad, lo mismo que si un número elevado de postulantes provenía de un mismo edificio o zona.

La Lista y su color

Así llegamos a la asamblea en la que se armó la lista. En primer término se nominó a la Comisión Administrativa titular. Ricardo, que como siempre dirigía las deliberaciones, dijo que la agrupación se atribuía el derecho de postular al candidato a Secretario General, pero que esa propuesta podía ser objetada y modificada por los compañeros reunidos en la asamblea. Después de eso propuso que la lista fuera encabezada por Juan Carlos Picone.

Picone era un viejo compañero de larga trayectoria en el gremio y con todas las características de un caudillo. Con un físico que imponía respeto, sonriente, campechano, con “mucha calle” (y, tal vez, con “mucho estaño”). No era un intelectual pero era inteligente, rápido y bastante intuitivo. Era capaz de hacer frente a situaciones difíciles con mucha sangre fría; lo había demostrado en numerosos conflictos desde mucho antes de la Huelga de 1957. Pero no era en mérito a su valor personal que se lo postuló para el cargo de Secretario General. Picone era un compañero de extracción obrera, muy representativo en toda la zona oeste.

Una vez que se designó a Picone como cabeza de lista se siguió con los demás integrantes de la Comisión Administrativa. Cada zona fue proponiendo un candidato por vez, procurando no repetir especialidades y que las compañeras tuvieran la mayor cantidad de cargos posibles. Esto último no era fácil de realizar, porque, a pesar de que se suponía que la mitad de las componentes del gremio eran mujeres, no eran tantas las compañeras que tenían participación sindical. Para muchos de nosotros esta era la primera vez que participábamos en el armado de una lista y, por añadidura, con una metodología tan abierta. Creo que Ricardo era muy consciente de esto y de las desconfianzas y suspicacias que podían existir entre los compañeros, por eso se esforzó en dar el máximo de trasparencia a aquel proceso. Tanto él como los compañeros que venían trabajando a su lado hicieron un verdadero ejercicio de pedagogía democrática con todos nosotros.

Tras el armado vino la elección de color, y ese no fue un tema sencillo.

Primero se pasó revista al listado de colores que ya estaban usándose. La Lista Marrón correspondía a la agrupación peronista mayoritaria. La Lista Naranja pertenecía a los compañeros del PC. El Azul era propagandizado por el agrupamiento radical impulsado por el presidente de la Empresa. Había una Lista Oro, de un pequeño agrupamiento demócrata cristiano. Y otras listas más pequeñas que ya no recuerdo. Luego se mencionaron nombres que habían sido usados en años recientes por algunos agrupamientos que ya se habían disgregado o que habían cambiado su identificación. Así fueron quedando de lado el Verde, el Rojo y el Blanco. Lo cierto es que después de todo ese recuento descubrimos que no eran tantas las posibilidades disponibles.

Se hicieron algunas propuestas (alguien bromeó con lo de Lista Negra) hasta que quedaron sólo dos mociones: Lista Rojinegra y Lista Rosa. José Baddouh y un buen número de compañeros sostenían la primera propuesta, pero el otro bando se fue perfilando como mayoritario. José siempre contaría riéndose cuál había sido el argumento final con que Ricardo fundamentó su apoyo a la propuesta de Lista Rosa:

“Piensen que después hay que salir a hacer la propaganda, y Lista Rosa se pinta mucho más rápido que Lista Rojinegra”.

lunes, 26 de abril de 2021

El nacimiento de AVANZADA

 Entre los días 28 y 30 de abril de 1965 se realizaron en el Sindicato Buenos Aires de FOETRA las elecciones en que participamos con la Lista Rosa por primera vez. Las notas de esta semana están dedicadas al nacimiento de nuestra agrupación; pero un 26 de abril, aunque de 1978, se produjo el secuestro de un gran compañero telefónico; por eso al cumplirse un nuevo aniversario de su desaparición es importante comenzar con su recuerdo.

Marcelo Senra

Marcelo Senra fue delegado de los trabajadores de instalaciones que tenían como oficina de asiento al edificio Conesa. Como delegado se esforzaba por resolver los problemas de los telefónicos que representaba, pero no se limitó a lo que ocurría exclusivamente en su lugar de trabajo. Con el mismo empeño se involucró en todas las tareas del sindicato, participó de los plenarios de delegados, las asambleas de afiliados y las movilizaciones tan frecuentes por aquellos años. 

La preocupación por los problemas sociales nos hizo coincidir en un mismo espacio de militancia sindical. Desde mediados de los ’60 Marcelo integró la Lista Rosa; esa pertenencia no implicó enemistad ni beligerancia con los compañeros de otras agrupaciones, todos teníamos en claro que nuestros enemigos no eran los trabajadores con pensamientos distintos, los enemigos eran los representantes de una patronal voraz e impiadosa que cada tanto instalaban una dictadura en el país.

Fue la última de esas dictaduras la que en la noche del 26 de abril de 1968 lo hizo detener en Darregueyra 2126; desde entonces permanece detenido-desaparecido.

Los telefónicos le rindieron homenaje colocando una placa conmemorativa en el edificio que lo tuviera como representante. Pero cuando Instalaciones dejó de funcionar en el edificio Conesa, sus compañeros conservaron y protegieron la placa hasta reinstalarla en Paternal, el nuevo asiento de la especialidad. Fue un hermoso ejemplo de identificación entre un delegado y sus representados.

Marcelo ya pertenece a la historia de todo el gremio.

El comienzo

El Movimiento Gremial Telefónico se constituyó a mediados de 1964 bajo la conducción de Ricardo Campari. Por entonces el agrupamiento aún no tenía color de lista, eso recién vendría en las primeras semanas del año siguiente cuando hubiera que inscribirse para las elecciones que tuvieron lugar en abril. Hasta ese momento el agrupamiento sólo era conocido por el nombre de su boletín: AVANZADA. Y seguiría siendo AVANZADA Telefónica por muchos años más, aunque ese no haya sido nunca el nombre oficial.

Fuimos muchos los jóvenes que nos sumamos a ese proyecto junto a otros veteranos que venían fogueados de la huelga de 1957, la más prolongada de la historia del gremio telefónico. Estábamos disconformes con la conducción de Allan Díaz y con los magros resultados de un reclamo salarial efectuado durante ese año. Díaz debía estar cuestionado también por sus compañeros de la Lista Marrón, porque en las elecciones de abril de 1965 fue Agustín Cuello quien encabezó esa lista.

Aquí aprovecho para hacer una digresión. En esa época los estatutos no estipulaban que las listas tuvieran definidos los cargos para los que se postulaban los candidatos; se mencionaban 15 postulantes a Comisión Administrativa, en teoría cualquiera de ellos podría ser el Secretario General, eso se definiría en la primera reunión de la Comisión. Obviamente, se daba por sobreentendido que quien encabezaba la lista sería el Secretario General del Sindicato.


En aquellos tiempos nuestro organizador y conductor indiscutido era Ricardo Campari. Él presidía las reuniones de nuestra agrupación, era delegado de Cuentas de Gobierno (un sector de Comercial que hoy no existe). Risueñamente comparábamos a Ricardo con El Profesor de la película “Los compañeros”, aquel personaje inmortalizado por Marcelo Mastroiani, y al que se asemejaba hasta en los anteojos y en la manera descuidada de su indumentaria.

Esos meses previos a las elecciones fueron de enorme actividad. Todos los días había alguna reunión. Se había agrupado a los compañeros en cuatro grandes zonas: Centro y Este, Sur, Norte y Oeste. La primera era geográficamente más reducida, pero con una mayor concentración de personal telefónico, las otras tres tenían una extensión enorme porque incluían a los respectivos suburbios de la ciudad de Buenos Aires. Nos habíamos organizado para que las distintas zonas tuvieran cada una su día de reunión. El mayor desarrollo de la agrupación estaba en la zona Oeste y le seguía la de Centro-Este. En Sur y Norte teníamos un desarrollo parejo aunque menor que en las otras. Lo de la división zonal para las reuniones no era algo demasiado estricto, se hacía, simplemente, porque el local quedaba chico si se juntaba a todos los compañeros.

Las reuniones de AVANZADA se realizaban en un viejo edificio ubicado en la calle Alsina al 700. El lugar era usado como atelier por tres artistas plásticos, y uno de ellos, Juan Carlos Romero, era delegado en Redes Locales. Juan Carlos convenció a sus amigos, Jorge Luna Ercilla y Alicia Orlandi, para que facilitaran el local durante los meses previos a las elecciones del Sindicato.

Se había conseguido congregar a un gran número de telefónicos y eso habla del descontento existente con la conducción del Sindicato, pero también de un clima de participación muy especial.

El gobierno, la empresa, el sindicato

Arturo Illia había asumido la presidencia de la Nación en octubre de 1963 tras derrotar en las elecciones al jefe golpista de 1955, Pedro Eugenio Aramburu. Aramburu no sólo participó del derrocamiento de Perón, sino que dos meses después de aquel golpe estuvo a la cabeza de los que destituyeron al general Eduardo Lonardi. Tras el gobierno (del también derrocado) Arturo Frondizi y de José María Guido (quien sucedió a Frondizi y llamó a elecciones anticipadas) Aramburu apareció como un firme candidato para reasumir el gobierno por vía electoral.

Pero Illia ganó las elecciones y llegó al gobierno con una gran suma de debilidades. Había triunfado con 2.441.000 votos, en unas elecciones en que el peronismo estuvo proscrito, y en las que el voto en blanco ordenado por Perón obtuvo 1.884.000 votos. Ya ese sólo hecho deslegitimaba bastante su victoria. A eso se sumaba no disponer de la mayoría dentro de su partido. No sólo carecía de un sólido respaldo radical, sino que se encontraba amenazado por dos fuerzas poderosas: las que habían acompañado a Aramburu, por un lado, y las del peronismo, por el otro.

Illia designó al frente de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones a Javier López Zavaleta. Era un personaje que trasmitía toda la imagen de un puntero de comité. Durante su gestión se repartieron favores y prebendas de una manera escandalosa. No era un ejemplo de probidad republicana y, por si fuera poco, no ocultaba en lo más mínimo su interés por llevar al sindicato una conducción de filiación radical.

El reparto de cargos y ascensos para ganar adhesiones se efectuaba en forma impúdica. Como la generosidad bien entendida comienza por casa, los primeros en ser favorecidos fueron los propios familiares de López Zavaleta. Su esposa y sus hijos fueron incorporados a la empresa con cargos que suponían un importante ingreso económico. Por cierto, el otorgamiento de cargos de jerarquía tenía un límite, pero el abanico de favoritismos era bastante amplio. Se concedían traslados y cambios de funciones, se justificaban ausencias en forma generosa y se aceleraba el otorgamiento de línea telefónica en una época en que había esperas de años para conseguir el servicio.

El edificio de Defensa 143 operaba como un gran comité, en el peor sentido que tiene esa palabra dentro de la historia argentina. Allí se constituyó el Círculo de Obreros y Empleados Telefónicos –COETRA- una suerte de sindicato paralelo que manifestaba esa intención hasta en la similitud de sigla con FOETRA. Con todo ese despilfarro de recursos se fue armando una agrupación para competir por la conducción del sindicato. Pero el tipo de adherentes que se incorporó por este procedimiento no se caracterizaba por su espíritu de sacrificio ni por la solidez de sus principios.

Sería injusto decir que la totalidad de adherentes a la Lista Azul eran oportunistas, ventajeros y arribistas. Pero la metodología clientelista contaminó todo el proyecto y lo descalificó ante los ojos de los telefónicos. De todos modos, la Lista Azul llegó a reunir una fuerza bastante importante, ellos también expresaban una forma de descontento con la conducción del Sindicato.


En esos años había una fuerte campaña antiperonista; los golpistas del ’55 habían proscripto a la fuerza política mayoritaria, antiguos funcionarios y simpatizantes del llamado “régimen depuesto” estaban impedidos de ejercer sus derechos civiles, y hasta los nombres de Perón y Evita (además de las denominaciones partidarias) estaban prohibidos en los medios de difusión. Algo semejante ocurría con el Partido Comunista y otras organizaciones de izquierda, que eran víctimas de la persecución macarthista que se extendía por todo el mundo.

En medio de esa atmósfera asfixiante se desarrollaba la actividad política y sindical en el país.

La intoxicación mediática no tenía las dimensiones de la actual, pero tampoco la sociedad de entonces era similar a esta, y quienes crecimos y nos formamos en aquel contexto no fuimos inmunes al envenenamiento ideológico. La única actividad política tolerada era la que no estuviera contaminada de izquierdismo o populismo, un término que empezó a ponerse de moda a partir de entonces. La prédica del apoliticismo era un martilleo constante, los sindicatos no debían incursionar en política, salvo que esa política fuera la propagandisada por el propio sistema. Esta era una imposición inadmisible para peronistas y comunistas, pero todos los que no estaban comprometidos con esas fuerzas fueron naturalizando el planteo. El rechazo a peronistas, “zurdos” o “bolches” era pregonado hasta en forma subliminal, y la campaña de demonización calaba profundo en todas las conciencias.

lunes, 19 de abril de 2021

A 60 años de Playa Girón

 Mucho antes del triunfo de la Revolución Cubana la maquinaria bélica de los Estados Unidos se puso en marcha contra ella. El apoyo a la dictadura de Fulgencio Batista fue constante, le proveyó de armas en forma directa o a través de Trujillo y otros incondicionales gobiernos centroamericanos y caribeños. Al producirse la huida del dictador se orquestó un golpe de estado con “fachada democrática”, pero el intento continuista fue desbaratado por la fulminante ofensiva final del Ejército Rebelde. Los revolucionarios estaban haciéndose cargo del gobierno cuando comenzaron las advertencias, presiones y maniobras desestabilizadoras. Entre las primeras actividades subversivas estuvo el secuestro de aviones. Habían pasado pocas semanas desde el triunfo cuando la primera aeronave fue secuestrada: el 15 de abril de 1959 un avión fue desviado hacia Estados Unidos por cuatro antiguos miembros del Ejército batistiano. Los personeros del antiguo régimen tuvieron una fraternal acogida en territorio norteamericano, descontentos y contrarrevolucionarios fueron incentivados para efectuar espectaculares fugas desde la Isla. (https://javiernieva.blogspot.com/2020/06/sobre-vuelos-y-revuelos.html)

El plan del Departamento de Estado y la CIA

En enero de 1960 el director de la Agencia Central de Inteligencia, Allen Dulles, presentó al presidente Dwight Eisenhower un proyecto para sabotear los centrales azucareros. Eisenhower se mostró disconforme con lo que se había hecho hasta entonces, cualquier plan debía ser más ambicioso, “ya era tiempo de moverse contra Castro en forma positiva y agresiva. Para cumplir con la exigencia presidencial se creó un aparato para la guerra secreta contra Cuba, la Sección 4 de la División del Hemisferio Occidental de la CIA (WH/4, según sus siglas en inglés).

A mediados de marzo de 1960 ya estuvo listo el plan de “acciones encubiertas”; el objetivo explicitado era “provocar la sustitución del régimen de Castro por uno que responda mejor a los verdaderos intereses del pueblo cubano y sea más aceptable para los Estados Unidos”. El método propuesto “consistirá en incitar, apoyar, y en lo posible, dirigir la acción, dentro y fuera de Cuba, por parte de grupos selectos de cubanos, que pudieran realizar cualquier misión”. Todo el abanico de acciones desestabilizadoras sería centralizado; la propaganda subversiva incluyó la reactivación de una emisora que ya había actuado durante la guerra sucia contra el gobierno guatemalteco de Jacobo Arbenz. Se creó una fuerza paramilitar fuera de Cuba, así como los mecanismos para el necesario apoyo logístico a operaciones militares encubiertas en la isla.

En la reunión del 16 de marzo de 1960 donde se aprobó “El Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro” estuvieron presentes además del presidente Eisenhower, el vicepresidente Richard Nixon, el director de la CIA Allen Dulles, el subdirector Richard Bissell y el Coronel J.C. King. Por el Departamento de Estado participaron el secretario Christian Herter y los subsecretarios Livingston Mer¬chant y Roy Rubottom. Otra media docena de altos funcionarios completaron el tenebroso cónclave.

Al comenzar el encuentro el secretario Christian Herter reiteró lo que ya había adelantado en una carta a Eisenhower: “[…] el Departamento de Estado, la CIA y la USIA están comprometidos en un programa acelerado dirigido a preparar a la opinión pública y gubernamental de América Latina para apoyar a Estados Unidos en posibles acciones contra Cuba en la OEA”.

El presidente norteamericano se mostró complacido con el plan presentado por el jefe de la CIA: “[…] no conocía otro plan mejor para enfrentar la situación”. Pero como era consciente de las ilegalidades incluidas en el proyecto el mandatario norteamericano recalcó la necesidad de evitar todo tipo de filtración de información secreta y a negar la veracidad de la misma si llegara a trascender.

¡Patria o muerte!

El Subsecretario de Estado Lester Mallory resumió en un documento secreto los aspectos más salientes del plan norteamericano:

“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro (...) No existe una oposición política efectiva (...) El único medio posible para hacerle perder el apoyo interno [al gobierno] es provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria (...) Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (...) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.

El plan perfeccionaba y sistematizaba lo que ya venía haciéndose contra la Revolución: secuestro de naves y aviones, ataques a fábricas y centros comerciales, sabotajes a ingenios azucareros y quema de cañaverales que se complementaban con el accionar de pandilleros en distintas ciudades.

Uno de los atentados más terribles se produjo contra el barco francés La Coubre el 4 de marzo de 1960. El carguero transportaba armas y municiones que el gobierno revolucionario había comprado a proveedores europeos. Una primera explosión causó decenas de víctimas, cuando los soldados y trabajadores trataban de auxiliar a los heridos se produjo una segunda explosión. Fue un plan siniestro para causar el mayor daño posible, el atentado dejó como saldo un centenar de muertos. Al día siguiente, durante el funeral de las víctimas, Fidel pronunció por primera vez la consigna que se transformaría en un símbolo de la Revolución: “¡Patria o muerte!”.”.

Al año siguiente esa consigna sería el grito de guerra para enfrentar a los mercenarios que llegaron a Cuba queriendo destruir la Revolución.

Los preparativos eran conocidos desde mucho tiempo antes, en un magnífico relato García Márquez contó que Rodolfo Walsh había descubierto la clave de un mensaje llegado accidentalmente a los teletipos de Prensa Latina.

“El cable estaba dirigido a Washington por un funcionario de la CIA adscrito al personal de la Embajada de Estados Unidos en Guatemala, y era un informe minucioso de los preparativos de un desembarco armado en Cuba por cuenta del Gobierno norteamericano. Se revelaba, inclusive, el lugar donde iban a prepararse los reclutas: la hacienda de Retalhuleu, un antiguo cafetal en el norte de Guatemala”.

Jorge Masetti, que por entonces era el director de Prensa Latina, imaginó que Walsh podría hacerse pasar por pastor protestante, entrar a Guatemala desde Panamá y llegar hasta el pueblo donde se entrenaban los mercenarios. El proyecto no pudo concretarse pero la inteligencia cubana fue detectando suficiente información.

El primer ataque

A las 6 de la mañana del sábado 15 de abril tres aeropuertos cubanos fueron atacados por aviones que llevaban insignias cubanas pintadas en sus fuselajes. En el funeral de las víctimas diría Fidel:

No se trató del vuelo de un avión pirata, no se trató de la incursión de un barco pirata: se trató nada menos que de un ataque simultáneo en tres ciudades distintas del país (…) Tres ataques simultáneos al amanecer, a la misma hora, en la ciudad de La Habana, en San Antonio de los Baños y en Santiago de Cuba (...) llevados a cabo con aviones de bombardeo tipo B-26, con lanzamiento de bombas de alto poder destructivo, con lanzamiento de rockets y con ametrallamiento sobre tres puntos distintos del territorio nacional. Se trató de una operación con todas las características y todas las reglas de una operación militar.

La campaña de intoxicación mediática se volvió abrumadora, embrutecedora. Las dos principales agencias noticiosas de los Estados Unidos –que es lo mismo que decir las dos principales agencias noticiosas de todo el mundo- se lanzaron al combate. La United Press informó desde Miami: “Pilotos cubanos que escaparon de la fuerza aérea de Fidel Castro, aterrizaron hoy en Florida con bombarderos de la Segunda Guerra Mundial tras haber volado instalaciones militares cubanas”. Algo similar divulgó la Asociated Press.

A esos primeros cables siguió una catarata de nuevos despachos. “(…) el nuevo gobierno cubano en el exilio se trasladará a Cuba a poco de la primera ola de invasión contra el régimen cubano de Fidel Castro, para establecer un gobierno provisional, que se espera sea reconocido rápidamente por muchos países latinoamericanos anticastristas’”. “‘Una declaración entregada por el doctor Miró Cardona: un heroico golpe en favor de la libertad cubana fue asestado esta mañana por cierto número de oficiales de la fuerza aérea cubana. Antes de volar con sus aviones a la libertad, estos verdaderos revolucionarios trataron de destruir el mayor número posible de aviones militares de Castro”. “El Consejo Revolucionario se enorgullece de anunciar que sus planes fueron realizados con éxito, y que el consejo ha tenido contacto con ellos y ha estimulado a esos valientes pilotos”.

El canciller cubano, Raúl Roa, consiguió que se convocara a una reunión de urgencia en Naciones Unidas para denunciar el ataque norteamericano. El embajador yanqui, Adlai Stevenson, aplicó la receta que un año antes mencionara Eisenhower, negó toda responsabilidad y atribuyó los bombardeos a rebeldes anticastristas. Todo esto hizo decir a Fidel:

“Aquí tenemos, como pocas veces ha tenido ningún pueblo, la oportunidad de conocer por dentro, y por fuera, y por los costados, y por abajo, y por arriba, qué es el imperialismo; (...) cómo funciona todo su aparato financiero, publicitario, político, mercenario, cuerpos secretos, funcionarios, que con tanta tranquilidad, que de manera tan inaudita estafan al mundo”.

La invasión era inminente, no se sabía el lugar ni la hora, pero todo el pueblo se preparó para el combate. Cada uno de los dirigentes tomó bajo su responsabilidad la defensa de una parte del territorio

Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida”.

A las 3.27 del lunes 17 de abril se tuvo la noticia de que había comenzado el desembarco de los mercenarios; detrás de esa invasión estaba la escuadra norteamericana y las tropas necesarias para intervenir inmediatamente después de instalado un gobierno títere. Años después Fidel comentaría a un cineasta de la televisión sueca:

“Ellos desembarcaron por un lugar donde podían sostenerse un tiempo, porque era un lugar muy difícil de recuperar, puesto que las carreteras de acceso tienen que atravesar varios kilómetros de ciénaga, intransitable, se convertía en una especie de Paso de las Termópilas”.

De inmediato se iniciaron las operaciones para frenar el avance de los invasores y para cortarles las vías de escape. Los barcos que los habían traído fueron atacados desde aire y tierra, algunos fueron hundidos y otros se alejaron mar adentro. Uno de los barcos hundidos era el que llevaba la planta de radio que iban a instalar los invasores para dar a conocer que ya disponían del territorio donde llegaría Miró Cardona y su gobierno títere.

La reducida Fuerza Aérea Revolucionaria se empleó a fondo, además de ofrecer protección a las fuerzas propias se dedicó a atacar a los invasores: “hoy vamos a hundir barcos, mañana vamos a tumbar aviones”. Fidel conducía las operaciones desde el puesto central, el Che se encontraba en Pinar del Río, Raúl en Oriente, y otros jefes militares estaban alertas en distintos lugares de la Isla.

El grueso de las fuerzas terrestres recién se movieron en la noche del día 17 para evitar ser blanco de la aviación enemiga. El plan era tratar de dividir a los invasores para derrotarlos con mayor facilidad; si se hubiera conseguido hacerlo, al día siguiente habría estado terminada la invasión. Pero se produjeron algunos imponderables, entre ellos una operación diversionista en las cercanías de La Habana, no fue posible fragmentar al enemigo y los combates continuaron hasta el día 19.


Hoy se cumplen 60 años de la primera gran derrota del imperialismo en tierras latinoamericanas. Esta evocación es un modesto homenaje al pueblo heroico que llevó a cabo aquella hazaña, a su vanguardia dirigente que se situó en la primera línea de combate y a sus Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Para cerrar esta nota se han elegidos las palabras que pronunciara Che Guevara en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social realizada en Punta del Este. Allí diría:

“El día 13 de marzo de 1961, el presidente Kennedy hablaba de la «Alianza para el Progreso». (…) En aquel discurso, que no dudo será memorable, Kennedy hablaba también de que esperaba que los pueblos de Cuba y de la República Dominicana, por los que él manifestaba una gran simpatía, pudieran ingresar al seno de las naciones libres. Al mes se producía Playa Girón… (…) El día 13 de abril el presidente Kennedy, una vez más, tomaba la palabra y afirmaba categóricamente que no invadiría Cuba y que las fuerzas armadas de Estados Unidos no intervendrían nunca en los asuntos internos de Cuba. Dos días después, aviones desconocidos bombardeaban nuestros aeropuertos y reducían a cenizas la mayoría de nuestra fuerza aérea, vetusta, remanente de lo que habían dejado los batistianos en su fuga. El señor Stevenson, en el Consejo de Seguridad, dio enfática seguridad de que eran pilotos cubanos, de nuestra fuerza aérea, «descontentos con el régimen de Castro», los que habían cometido tal hecho y afirmó haber conversado con ellos. El día 17 de abril se produce la fracasada invasión donde nuestro pueblo entero, compacto y en pie de guerra, demostró una vez más que hay fuerzas mayores que las de la propaganda generalizada, que hay fuerzas mayores que la fuerza brutal de las armas, que hay valores más grandes que los valores del dinero, y se lanzó en tropel por los estrechísimos callejones que conducían al campo de batalla, siendo masacrados en el camino muchos de ellos por la superioridad aérea enemiga. Nueve pilotos cubanos fueron los héroes de aquella jornada, con los viejos aparatos. Dos de ellos rindieron su vida; siete son testigos excepcionales del triunfo de las armas de la libertad. Acabó Playa Girón y, para no decir nada más sobre esto, porque «a confesión de parte relevo de pruebas», señores Delegados, el presidente Kennedy tomó sobre sí la responsabilidad total de la agresión. Quizás en ese momento no recordó las palabras que había pronunciado pocos días antes.”

miércoles, 14 de abril de 2021

Recordando los últimos días de Agustín Tosco

 Esa tarde Alicia me dijo: “Conozco al médico que atendió a Agustín Tosco en sus últimos días”.

Recordando los últimos días de Agustín Tosco

En la noche del 27 de febrero de 1974 la policía provincial comandada por el coronel Antonio Navarro irrumpió en la casa de gobierno y secuestró al gobernador Obregón Cano y al vicegobernador Atilio López. De ese modo Córdoba se adelantaba en dos años a lo que luego ocurriría a nivel nacional. Los amotinados llevaron a Obregón Cano y a Atilio López hasta el Comando Radioeléctrico de la Policía y los mantuvieron cautivos durante dos días. En lugar de hablar de golpe de estado se definió lo ocurrido como acefalía, el presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia asumió como gobernador interino y se inició una oleada de detenciones de dirigentes políticos y sindicales. Luego el gobierno nacional dispuso la intervención de Córdoba para subsanar el “vacío de poder” , como interventor fue designado Duilio Brunello, quien sería reemplazado por el brigadier Raúl Lacabanne meses más tarde.

Las bandas parapoliciales que ya actuaban en el país empezaron a perfeccionar la maquinaria de terrorismo estatal. La denominación de Alianza Anticomunista Argentina –Triple A- se transformaría en Comando Libertadores de América en los operativos cordobeses. Junto a las intervenciones y los apresamientos más o menos formales empezarían a crecer los secuestros, desapariciones y asesinatos. Los sindicatos combativos y clasistas serían los primeros en ser intervenidos, los dirigentes de esas organizaciones gremiales empezarían a llenar las cárceles y los campos clandestinos de detención. Una burocracia sindical asociada a los golpistas se presentó para reemplazar a los dirigentes encarcelados o perseguidos, que a pesar de ese acoso se haya conseguido estructurar la Mesa de Gremios en Lucha fue una muestra de resistencia verdaderamente extraordinaria.

Entre los sindicatos perseguidos se encontraba el de Luz y Fuerza, su Secretario general fue uno de los que consiguió eludir el primer golpe, pero a partir de ese momento se convirtió en el principal objetivo de la represión. Agustín Tosco debió tomar múltiples medidas de seguridad, rodearse de compañeros que lo resguardaran, ya no podría volver a moverse libremente; pero al mismo tiempo creció la solidaridad con uno de los hijos más queridos del pueblo cordobés. Durante más de un año y medio contó con el amparo de todas las fuerzas progresistas, democráticas y revolucionarias de la provincia y de todo el país. En condiciones de acoso permanente se vio obligado a cambiar de casas, a moverse entre la ciudad y las sierras, a descuidar su salud.


Cuando Alicia Sanguinetti me dijo que conocía al médico que había atendido a Agustín en aquellos días de 1975 le pregunté si yo podría hablar con él. Habían pasado diez años desde entonces, en medio estaba la dictadura más feroz de la historia moderna argentina, la CONADEP, los juicios contra las juntas militares, recuerdos y temores todavía en carne viva. Muchos comenzaban a hablar, pero también eran muchos los que preferían callar, por eso mi pregunta. Ella me contestó que si él había arriesgado su seguridad y hasta su vida atendiendo a Tosco, seguramente no tendría miedo de hablar. Y no se equivocó, unos días después pude conversar con el doctor Juan Azcoaga.

Pero antes de continuar es mejor brindar algunos datos complementarios.

La escalada represiva

Durante el Navarrazo, el “pustch policíaco-burocrático-fascista” según lo definiera Tosco, se fueron sucediendo “la toma de la Casa de Gobierno, el encarcelamiento del Gobernador, del vicegobernador, de dirigentes de las 62 Organizaciones “legalista” y los funcionarios, las barricadas y la toma de la zona céntrica por la policía y elementos civiles fascistas armados, la difusión por las tres emisoras de radio copadas de consignas reaccionarias, oscurantistas antipopulares, antidemocráticas y antisindicales”.

Ese fue el cuadro descripto por Agustín en la conferencia de prensa del Movimiento Sindical Combativo donde estuvo acompañado por Campbell de Viajantes, Leiva del SMATA, Malvar de Gráficos, Canelles de la Construcción, Vila de Perkins y compañeros del Caucho, del Movimiento Sindical de Base y de la Intersindical

La ferocidad fascista se extendía por todo el país, se sucedían los secuestros y asesinatos, las amenazas de la Triple A se divulgaban impúdicamente a través de los medios de difusión. El diario Mayoría, órgano de la derecha peronista, divulgó a fines de septiembre una nueva amenaza de muerte contra el dirigente lucyfuercista.

“No es la primera vez que se me amenaza, ni será la primera vez que se intenta asesinarme. Ya el 16 de julio del año pasado un grupo de quince personas fuertemente armado, en medio de intenso fuego, quiso copar el local del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba y “ejecutarme”, según lo había anticipado 48 horas antes un comando clandestino. La decisión y valentía de un conjunto de trabajadores del gremio, impidió se consumara tal objetivo”.

Agustín era un verdadero “blanco móvil”, ya para entonces muchos otros dirigentes populares habían sido asesinados por las bandas parapoliciales: Alfredo Curuchet, Atilio López, Juan Varas y muchos más. En octubre Rodolfo Ortega Peña se sumaría a esa lista.

Menciono especialmente a Ortega Peña porque en el momento de su asesinato nuestro Movimiento Gremial Telefónico conmemoraba el décimo aniversario de su creación, a pesar de eso un buen número de telefónicos acompañó el cortejo que fue rodeado por la policía. Todos fueron detenidos y sus nombres circularon en una nueva lista de “condenados” por la Triple A.


En esta historia de persecuciones se cruza otro sindicato.

La Seccional Villa Constitución de la UOM estuvo entre las organizaciones sindicales que sufrieron el ataque de las fuerzas represivas más o menos oficiales coligadas con las parapoliciales y la burocracia sindical. Una primera embestida destinada a desconocer el resultado de una elección en la Seccional Villa Constitución pudo ser rechazada con éxito en 1974, la segunda terminó pasando por encima de toda legalidad. La Operación “Serpiente Roja del Paraná” se realizó en 1975 con la presunta finalidad de abortar un plan terrorista para paralizar la actividad industrial desde el norte bonaerense hasta la localidad santafecina de San Lorenzo. Al mismo tiempo que se ponía cerco a Villa Constitución centenares de obreros fueron apresados, mientras otros eran secuestrados, torturados y asesinados.

Entre los detenidos se contó la Comisión Directiva de la Seccional de la UOM con su Secretario General a la cabeza; Alberto Piccinini y sus compañeros fueron absueltos tanto en primera instancia como por la Cámara Federal de Apelaciones, pero continuaron presos a disposición del Poder Ejecutivo. Recién en 1980 Alberto Piccinini recuperó algo parecido a la libertad; sus movimientos estaban vigilados y tardaría muchos meses hasta poder viajar fuera del país. Cuando lo hizo entró en contacto con centrales sindicales y organismos de derechos humanos consiguiendo un apoyo que sumado al de los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución le permitirían recuperar la conducción del Sindicato.

Alrededor de Alberto Piccinini y del Sindicato de Villa se nucleó un buen número de compañeros que dieron nacimiento al Centro de Estudios y Formación Sindical. Cada uno de estos compañeros tenía una larga historia de lucha antidictatorial, y entre ellos estaba Alicia Sanguinetti.

Pequeña historia de una nota

Yo comencé a colaborar en el Centro de Estudios y Formación Sindical a mi regreso del exilio; cuando Alicia dijo que conocía al médico que había atendido a Agustín pensé en la posibilidad de hacer un trabajo reuniendo los testimonios de quienes habían estado junto a él en ese tiempo. Le pedí a Horacio Rovelli que me acompañara hasta el consultorio y así fue como hablé con el doctor Azcoaga.

Tosco había sido trasladado desde Córdoba a Buenos Aires, en las condiciones de clandestinidad los recursos para atenderlo en la provincia eran muy limitados. Padecía fuertes dolores de cabeza, los medicamentos no resultaban efectivos, en algún momento se supuso que podía tener un tumor cerebral. El temor fue descartado tras los primeros estudios, lo que había era una infección que debía ser tratada con antibióticos.

El doctor Azcoaga me dijo: “Los antibióticos deben ser manejados con responsabilidad, algunos funcionan bien inicialmente pero después hay que reemplazarlos”.

Agustín empezó a mejorar, el progreso resultó evidente. El equipo médico se mostró optimista, si todo seguía así en un tiempo prudencial podría dársele el alta. Pero el medicamento dejó de ser efectivo, nuevamente comenzó a deteriorarse su salud y hubo que recurrir a otros antibióticos. Esta vez no se consiguió recuperarlo, la batalla para salvarle la vida terminó en derrota.


Otros allegados al CEFS me fueron proporcionando la información que yo necesitaba.

Jorge Lannot, Adriana Amantea y Tito suiglia habían publicado el libro "Agustín Tosco presente en las luchas de la clase obrera”. Era una obra importante, tal vez una de las primeras recopilaciones de escritos y discursos de Agustín después de la dictadura; una versión más reducida fue publicada por el Centro Editor de América Latina bajo el título “Agustín Tosco, conducta de un dirigente obrero”. Ellos me contaron que la recopilación de escritos y discursos se había efectuado a partir de documentos y grabaciones de las que fueron depositarios tras la intervención del sindicato. Si habían tenido en custodia ese material durante los años del terror era porque formaban parte de los amigos de confianza de Luz y Fuerza de Córdoba. Ese antecedente era toda una garantía, tuve varias conversaciones con Lannot y él fue muy generoso proporcionándome una valiosa información sobre el traslado de Agustín desde la provincia a Buenos Aires.

Consulté también a Jorge Canelles, el dirigente cordobés del gremio de la Construcción, a Susana Funes, compañera de Agustín, y a otros amigos y conocidos. La salud de Agustín se había ido agravando y la asistencia médica que se le podía brindar en la clandestinidad era muy limitada. En la provincia los médicos hicieron cuanto estaba a su alcance, Azcoaga había dicho que si en Córdoba no hicieron más fue porque no pudieron.

El Partido Comunista puso a disposición un buen número de cuadros, el traslado fue confiado a Alberto Caffaratti, miembro del Comité Central del partido. Fue uno de los que arriesgó la vida para trasladar a Tosco, luego se haría cargo de devolver el cuerpo a Córdoba porque, oficialmente, el fallecimiento se produjo allí.

Canelles había acompañado a Tosco hasta último momento, cuando me dijo que los fuertes dolores de cabeza habían sido causados por una septicemia agregó que en otra época era una enfermedad mortal, pero tratada a tiempo podía curarse.

La nota perdida

Con toda esta información y otros testimonios fui armando una nota que en principio iba a publicarse en “Democracia Sindical”, no recuerdo por qué eso no se concretó, seguramente otras tareas se cruzaron entonces. Después dejé de trabajar en el Centro de Estudios, el borrador circuló por varias manos, y cuando hacía bastante tiempo que había dejado el CEFS recibí un llamado telefónico. Era un compañero del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, tenía una copia de ese borrador y me pidió autorización para incluir el relato en el periódico sindical.

Yo no conocía al compañero, podía decir que sí o que no, que me hubiese llamado era un gesto a tener en cuenta, imaginariamente revoleé una moneda y preferí aceptar. Sólo le pedí que respetaran dentro de lo posible el contenido del artículo y que cuando estuviera impreso hicieran el favor de mandarme un ejemplar.

Pasaron las semanas y no tuve ninguna noticia; no tenía ningún dato como para comunicarme, di por supuesto que la nota había sido descartada. Unos meses más tarde hablé con un compañero de Luz y Fuerza, habíamos compartido el exilio y me contó que se había sorprendido al leer en el periódico del sindicato un artículo sobre Tosco que llevaba mi firma. Así, indirectamente y de modo casual vine a enterarme que el relato se había publicado.

Le conté la historia de ese trabajo, tenía curiosidad por conocer cómo había quedado y le pedí que al menos me enviara una fotocopia. Tampoco esta vez tuve suerte. Pasados los años aquel escrito se parece a los mensajes lanzados al mar en el interior de una botella. En última instancia me queda la esperanza de que haya llegado a ser leído en alguna parte.

sábado, 10 de abril de 2021

El exilio (3)

 Fue tiempo de vivir con lo justo y hasta con menos que eso. La inmensa mayoría de los exiliados tuvo que ganarse la vida en actividades totalmente impensadas. Algunos aprendiendo nuevos oficios, otros incursionando en la fabricación de baratijas para venderlas en algún puesto improvisado en el Rastro madrileño.

Ser un residente ilegal es siempre problemático, finalmente llegó el momento de tener que regularizar la situación. En nuestro caso (como en el de muchos otros) eso significó presentarnos al ACNUR. Iniciamos los trámites para ser reconocidos como refugiados y eso nos proporcionó una cierta cobertura legal. Pasaría bastante tiempo antes de que se oficializara nuestra nueva situación, pero al menos no seríamos expulsados del territorio español.

Los exiliados

Hasta aquí conté la historia en términos muy personales, pero el exilio no fue una vivencia individual. Ya desde antes del golpe de marzo de 1976 la feroz persecución había ido expulsando del país a todos los comprometidos con la lucha por un mundo mejor. Así se fue formando el exilio argentino en esos años, superpuesto y entrecruzado con el exilio de otros desesperados que escapaban de las feroces dictaduras que asolaban el continente: chilenos, uruguayos, salvadoreños, nicaragüenses.

En general no podría decir que fuimos discriminados, al menos no fuimos más discriminados que los propios españoles de bajos ingresos o de existencia marginal. Algunos argentinos se quejaban de no tener las mismas oportunidades que los peninsulares, fantaseaban con que provenían de un país donde no se excluía a los extranjeros. Olvidaban el trato despectivo a bolivianos, paraguayos o chilenos, a otros compatriotas de piel más oscura o de ascendencia indígena o africana. Y sobre todo parecían ignorar que en nuestro país de origen la dictadura más feroz de la historia sólo igualaba a los que quería reprimir

Los trabajadores españoles se convirtieron en nuestros aliados naturales, también ellos habían sufrido una dictadura feroz, estaban transitando los primeros tiempos de democracia y tenían muy fresco el recuerdo de las persecuciones durante el franquismo. Por entonces visitamos Comisiones Obreras, la CNT y la Unión General de Trabajadores, el objetivo era que denunciaran en los foros internacionales a la dictadura argentina. Los telefónicos españoles fueron muy solidarios, se organizó una campaña para pedir la libertad de los compañeros presos y desaparecidos de FOETRA. Era una relación muy incipiente que luego se estrecharía cuando llegara el tiempo de TYSAE.

En esos primeros años (fines de 1977, principios de 1978) el exilio argentino estaba disperso en varios organismos. El COSPA (Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino), la Casa Argentina, la CADHU (Comisión Argentina de Derechos Humanos) y algunos más. Por supuesto, también estaban los partidos políticos y las organizaciones revolucionarias con sus múltiples variantes. Por afinidad política y simpatía personal nos acercamos a la CADHU, en su conducción se encontraban Gustavo Roca, Eduardo Luis Duhalde y Lili Masaferro. Eso no nos impidió mantener una buena relación con COSPA o la Casa Argentina.

El trabajo es el gran organizador social, también lo fue en cuanto al tiempo que nos quedaba disponible para la militancia. A mediados de 1978 los ojos de todo el mundo estuvieron puestos sobre Argentina, se disputaba el Mundial de Fútbol y el evento quiso ser usado por la dictadura como prueba de apoyo popular. La mayor parte del exilio aprovechó la oportunidad para denunciar las atrocidades dictatoriales, en distintos lugares se organizaron comisiones de repudio y nosotros nos sumamos a esa tarea.

Trabajadores y Sindicalistas argentinos en el exilio

Apenas terminado el Campeonato se realizó una reunión en París para tratar de coordinar la actividad de los agrupamientos de trabajadores y sindicalistas en Europa. El nacimiento de TYSAE es asociado al nombre de Raimundo Ongaro, el antiguo dirigente de la CGT de los Argentinos.

Después de ser apresado en 1975 Raimundo fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo; el 7 de mayo de ese mismo año su hijo Alfredo Máximo fue asesinado por la Triple A. dos días más tarde se conocía el mensaje de solidaridad firmado por Agustín Tosco desde la clandestinidad.

“Compañero Raimundo Ongaro: Muy caro has pagado y estás pagando tu compromiso inagotable con la clase trabajadora y el pueblo. Nosotros sabemos que un golpe vil y traicionero, aplicado con ferocidad y con saña sobre la vida de tu querido hijo, flor de la juventud laboriosa de nuestra patria, no puede ser asimilado fácilmente porque es como arrancarle el corazón a un hombre. (…)Recibe junto a tu familia, nuestro cálido abrazo fraternal desde lo más profundo del compañerismo”

Tras el asesinato de su hijo aquel gran compañero fue empujado al destierro. Sobreponiéndose a su dolor continuó su lucha; la reunión parisina en que se gestó TYSAE fue facilitada por el pedido de Raimundo ante la Confédération Générale Démocratique du Travail para que proporcionara el apoyo material necesario. En el intercambio de correspondencia entre Ongaro y los dirigentes de la central sindical francesa se garantizó financiamiento para la reunión, que se concretó los días 28 y 29 de agosto de 1978. Tras ese encuentro, se hizo un llamamiento a todos los sindicalistas en el exilio para que se integraran al accionar común de solidaridad con la clase obrera y el pueblo argentino. Pocos meses después, en enero de 1979, se realizó el Segundo Encuentro, esta vez en Turín. La concurrencia fue más numerosa y se adoptó un programa reivindicativo que sería ratificado en el Tercer Encuentro, celebrado en septiembre de ese mismo año en Ámsterdam. El Cuarto encuentro (1980) tuvo lugar en Malmo, Suecia, y el Quinto (1981) en Madrid.


En los antecedentes del TYSAE estaba GTAE, Grupo de Trabajadores Argentinos en el Exilio. Aquel nombre parecía más adecuado para un agrupamiento partidario que para una entidad que pretendiera reunir a sindicalistas exiliados. Tal vez fuera una sospecha exagerada, pero algunos creían ver cierta reminiscencia de un grupo político detrás de ese nombre. Los programas, las declaraciones y las denominaciones nunca son asépticos ni ingenuos; junto a cada uno de ellos hay cierta intencionalidad, cierta orientación. Además cada uno de nosotros llegaba con una historia militante, incluso los que proveníamos de una práctica en organizaciones sindicales habíamos tenido un encuadramiento en agrupaciones, corrientes o tendencias. Nuestro común denominador era haber estado comprometidos en algún sindicato, pero allí se terminaba la coincidencia. Entre los exiliados había peronistas, comunistas, izquierdistas de las más variadas tendencias; la variedad era enorme; pretender construir un espacio que diera cabida a todos era casi utópico, la aspiración era, en todo caso, conseguir armar algo parecido a un sindicato amplio y pluralista

El GTAE se reunía en la oficina de la Comisión Argentina de Derechos Humanos; ese también debió ser tema de controversia porque los dirigentes de la CADHU tenían su propia historia política, sus simpatías y antipatías, sus partidarios y opositores. Cuando digo que reunirse en esa oficina debió ser inicialmente tema de controversia es porque cada tanto aparecía la sugerencia de buscar otro espacio. En general se suponía que lo mejor era un sindicato, pero allí también se presentaban simpatías y antipatías. Alguno sugería a Comisiones Obreras, otro a la Unión General de Trabajadores, otro a la CNT; no faltaba algún delirante que quería plantear a las centrales sindicales que nos facilitaran un local para nuestro uso exclusivo.

Todo organismo está sujeto a movimientos y cambios, un nucleamiento que pretendía representar a trabajadores y sindicalistas exiliados no podía ser una excepción. Algunos compañeros se alejaron, otros se acercaron y reemplazaron a los que habían partido, con esas variaciones volvió a ponerse sobre la mesa la cuestión del nombre. No recuerdo cómo fue que se produjo la modificación, lo cierto fue que se pasó de GTAE a TYSAE: Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio.

Una historia todavía pendiente

Entre los nuevos integrantes del TYSAE madrileño se destacaban compañeros que habían sido liberados después de pasar mucho tiempo detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. Los cordobeses, así los llamamos entonces, tenían antecedentes sindicales que nadie podía objetar, Rafael Flores había sido Secretario del Sindicato del Caucho, Taurino Atencio provenía del Sindicato de Luz y Fuerza (donde integró la Comisión dirigida por Agustín Tosco), y Soledad García era una reconocida dirigente docente: ella alcanzaría la conducción de la UEPC, Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba tras su regreso al país.

Otros militantes de reconocida trayectoria también participaron aunque de forma menos continua, entre ellos Armando Jaime y Marcelo Frondizi. Armando había participado en varios proyectos políticos y sindicales desde su juventud, tal vez el que le dio mayor proyección fue el Frente Antimperialista y por el Socialismo que lo propuso para integrar una fórmula presidencial acompañando a Agustín Tosco. Marcelo Frondizi contaba con una larga militancia entre los trabajadores estatales y, tras su retorno al país, llegaría a ser uno de los Secretarios adjuntos de la CTA conducida por Hugo Yasky.

Me animaría a decir que en Europa el TYSAE madrileño fue el que alcanzó mayor desarrollo. La relación con las grandes centrales sindicales (particularmente con Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores) se hizo muy estable. La publicación de “El Trabajador” alcanzó bastante regularidad y se transformó en un vínculo con el resto del exilio argentino y latinoamericano.

Se formaron otros TYSAE en Francia, Holanda, Suecia, Italia; dentro de España el de Tarragona desarrolló una invalorable actividad editando un pequeño-gran boletín con el nombre de “La abeja obrera”.

Los encuentros periódicos y el intercambio de correspondencia permitieron mantener una cierta coordinación entre los distintos TYSAE, pero esto fue más efectivo entre los ubicados en Europa, con los que se formaron en Latinoamérica casi no hubo contacto. Este es un tema que refuerza la necesidad de investigar la historia de cada una de esas organizaciones hermanas. La identidad de denominación no implica necesariamente coincidencias entre los distintos grupos, cada uno se movió por su lado y en muchos casos sin conocimiento de los demás. Supe de la existencia del TYSAE mexicano porque tomó contacto con Madrid cuando se organizaba el encuentro de 1981, pero de la existencia de otros (por ejemplo en Venezuela y Brasil) recién me enteré hace muy poco tiempo a través de alguna publicación académica.

TYSAE fue un organismo que desde el exilio aportó a la denuncia de la dictadura y a la solidaridad con los trabajadores y el pueblo argentino. Rescatar esa historia es una deuda todavía no saldada.

jueves, 8 de abril de 2021

El exilio (2)

 Escala en Río

Cuando se tomó la decisión de salir de Argentina Tito Paoletti dijo que viajaría a España, allí tenía conocidos que podrían darle una mano durante los primeros tiempos, nos propuso que hiciéramos lo mismo y así fue como nos planteamos llegar a Madrid.

Antes debíamos pasar por Río de Janeiro, teníamos que acercar algo de dinero a Sarita quien ya se había presentado al ACNUR y esperaba que le gestionaran un lugar de asilo. Sarita era la compañera de Esteban Andreani, él había sido secuestrado el 10 de abril y durante unas semanas se consiguió mantenerla a resguardo; después pudo salir del país y emprendió el viaje hasta Río.

Tito también pasaría por Río, pero se detendría el menor tiempo posible, lo necesario para sacar pasaje y volar a España. Aunque remota existía una posibilidad de que nos encontráramos, jocosamente dijo que nos esperaría en El Amarillinho para tomar un café. No nos encontramos allí sino en la “cita de recambio” al otro lado del Atlántico.

Con las escasas referencias que teníamos conseguimos ubicar a Sarita y entregarle el dinero, en medio de tanto desbande seguía existiendo algo parecido a la organización y la solidaridad. Nos comprometimos a un futuro encuentro cuando pudiéramos hacer pie en algún lugar del mundo. No le dijimos que estábamos tratando de llegar a Madrid, seguíamos manteniendo los reflejos y no hablamos más que de lo necesario. Cumplida la tarea empezamos a ocuparnos de lo nuestro, buscar la oficina de Varig para sacar pasajes.

Ni Olga ni yo sabíamos portugués, nunca habíamos estado en Brasil, pero suponíamos que en la zona de frontera nos podríamos hacer entender. Que consiguiéramos hacerlo más adelante fue realmente asombroso. De todos modos no teníamos opciones, debíamos viajar y viajamos. Además los brasileños nos facilitaron las cosas, cuando resultaba evidente que no conocíamos el idioma nos hablaron del modo más sencillo y comprensible. En la oficina de Varig nos atendió un empleado que hablaba perfectamente en español, por entonces mi oído funcionaba bastante bien y pude captar cierto acento conocido. Le pregunté si era chileno y me dijo que sí. Pero esa es una anécdota, lo importante fue poder comprar los pasajes y asegurarnos una buena información sobre el viaje que íbamos a realizar.

El vuelo salía de noche; llegamos al aeropuerto del Galeao con la debida anticipación y fuimos haciendo los trámites de rutina. Todo fue bien hasta que presentamos los pasaportes y, por separado, los formularios de la entrada al país. El funcionario dijo que en esas condiciones no podíamos viajar, que el ingreso debía estar registrado en el pasaporte para poder darnos la salida. Todo se desmoronaba porque ante nuestro reclamo el funcionario se fue poniendo inflexible; no sólo perderíamos el vuelo sino que tendríamos que ir a la embajada argentina para que nos gestionaran un visado.

La empleada de Varig que nos acompañaba con los trámites nos apartó del mostrador, nos indicó que nos quedáramos callados y que ella trataría de solucionar el problema. Estábamos jugados y ahora dependíamos de ella. No sé si fue seductora o convincente o ambas cosas. No sé si dijo que éramos unos nabos o unos despistados, lo cierto fue que volvió a dirigirse a nosotros para que presentáramos nuevamente los documentos. El funcionario nos hizo colocar los bultos de mano en una cinta, selló la hoja de entrada al país y nos dijo casi con tono sobrador: que tengan un buen viaje.

Apenas si pudimos decir gracias a la empleada que nos había devuelto el alma al cuerpo, después nos dirigimos hacia el avión. Los pasaportes estaban sin sellar, pero eso era algo que trataríamos de resolver en Madrid, por el momento seguíamos estando en carrera.


Una vez en el avión fue como si estuviéramos en un mundo aparte, todavía tardaríamos en salir pero ingenuamente nos creíamos a salvo de cualquier contingencia. No recuerdo que haya pasado por nuestra imaginación la posibilidad de que nos ordenaran desembarcar. Cuando levantamos vuelo fue la confirmación de un gran alivio, seguramente comimos algo y después dormimos un rato. El viaje fue de noche, por la diferencia horaria cuando llegamos a destino ya el sol estaba alto. Mientras nos acercábamos a Madrid llenamos papeles y preparamos documentos, pensamos en las posibles explicaciones para justificar la falta de sellado en el pasaporte. Nada de eso fue necesario, fuimos siguiendo a los demás pasajeros y alguien nos indicó que tuviéramos abierto el pasaporte en la hoja que debía ser sellada.

En Madrid

Era verano y los turistas llegaban por millares, el aeropuerto de Barajas parecía un gigantesco hormiguero; el empleado de aduana bajó el sello con una precisión de autómata y sin prestarnos ninguna atención. Ya afuera nos reímos como chicos comentando que si no teníamos abierto el documento lo habrían sellado en la tapa.

Nos dirigimos a un taxi y con la experiencia de la etapa anterior le indicamos al conductor que nos llevara a un hotel barato. Probablemente mencionamos algo sobre el Museo del Prado y el chofer debió entender que queríamos alojarnos en sus inmediaciones, terminó dejándonos en un apartamento para turistas frente a la Iglesia de Los Jerónimos. Esa es una de las zonas más lujosas y más caras de Madrid, cuando estuvimos allí ya no tuvimos alternativas.

Como imaginamos el lugar era carísimo, pero la preocupación más inmediata era averiguar dónde quedaba el Museo del Prado. En ese momento no nos movía ninguna afición artística, teníamos que ir allí porque habíamos acordado con Tito que cuando llegáramos nos encontraríamos frente al cuadro de Las Meninas. Él daba por seguro que esa obra de Velázquez estaba en exposición permanente. Y no se equivocó.

Ya hacía tiempo que iba diariamente al Prado, se rio parodiando al guardián que debía creerlo un fanático de la pintura o un ladrón de obras de arte. Caminamos hasta nuestro alojamiento de alta categoría, nos dijo que con ese tren de vida nos íbamos a gastar todos los recursos en menos de dos semanas. Estábamos contentos, habíamos vuelto a encontrarnos, otros compañeros llegarían y volveríamos a reorganizarnos.

Con su experiencia viajera nos indicó la conveniencia de buscar un Hostal que resultaría mucho más económico. Nosotros ya teníamos pensado el alquiler de un departamento pero la posibilidad de un hostal nos pareció un buen paso intermedio. Esa misma tarde salimos a buscar uno en las cercanías. No nos fijamos mucho en los detalles, cuando encontramos uno reservamos una habitación y regresamos al apartamento a buscar nuestro equipaje.

Debíamos ser la contracara de los turistas que deambulaban por Madrid, cargando nuestros bultos volvimos a nuestro nuevo alojamiento. Nos propusimos buscar departamento en cuanto nos levantáramos al día siguiente.

Era domingo, acostumbrados a Buenos Aires supusimos que encontraríamos todo abierto desde muy temprano. El quiosquero nos indicó el diario en que encontraríamos el mayor número de avisos, conseguimos una cafetería y allí nos pusimos a revisar los anuncios. No teníamos ni idea de cómo era la ciudad, pero no era la primera vez que debíamos salir adelante en situaciones complicadas y prácticamente sin conocer nada. Cuando las calles comenzaron a poblarse y nos pareció que ya era un horario razonable hicimos algunos llamados telefónicos. Finalmente encontramos un interlocutor que se mostró muy satisfecho con nuestra comunicación, hizo la esperable publicidad del departamento amoblado que ofrecía, nos indicó cómo llegar y hacia allí salimos.

Tomamos el Metro y viajamos hasta Ciudad Lineal, en esa época era la última estación de ese ramal, después caminamos unas cuadras por Avenida de Aragón y llegamos a destino. El propietario nos consideró los inquilinos que estaba esperando desde siempre, nosotros nos esforzamos por parecer los mejores viajeros que llegaban a la ciudad por un año. El departamento era pequeño pero cómodo, mentalmente calculábamos cuánto tiempo podríamos vivir con el dinero que teníamos. Lo principal era llegar al nacimiento de nuestro hijo, después ya veríamos.

Olga era capaz de hacer milagros con cada moneda, desde que nos casamos llevábamos una contabilidad rigurosa y no pensábamos salir de nuestras espartanas costumbres. La única gran inversión fue comprar una máquina de escribir portátil en el Rastro madrileño; iba a ser nuestra arma de combate contra la dictadura durante el exilio. Como Olga era una excelente dactilógrafa me enseñó a escribir a ciegas, después de mucho tiempo recuperé la posibilidad de volver a situarme frente al teclado de una máquina.

La búsqueda de asistencia médica fue una de nuestras primeras preocupaciones; durante todo su embarazo Olga sólo había tenido un control, afortunadamente no se había producido ninguna situación desagradable. Una médica ligada al exilio fue la primera en revisarla; la delicadeza no era una de sus virtudes, sin el más mínimo tacto preguntó si nuestra intención era quedarnos con el niño cuando naciera. A pesar de esa torpeza inicial terminó orientándonos para llegar al hospital público donde luego nacería nuestro hijo. La mayor parte de la colectividad latinoamericana con la que nos conectamos estaba compuesta por exiliados, pero también algunas personas solidarias acercaban su colaboración para ayudar a salir a flote en medio del naufragio: una mujer a quien sobraba un moisés o un cochecito de bebé, un médico pediatra que asistía sin cobrar o algunos compañeros que ayudaban a conseguir ropa.


Así llegamos a la madrugada del 10 de septiembre cuando se presentaron los síntomas del nacimiento inminente. Llamé por teléfono a Tito y éste estuvo en el departamento un rato después, ya Olga tenía preparado su bolso desde tiempo atrás. Tito llamó a otro compañero y le dijo con tono risueño: “Flaco, se armó la gorda, Olga está por parir”. Después nos acercó hasta el hospital y entre él y el Flaco se turnaron para acompañarnos hasta el atardecer cuando se produjo el nacimiento de Claudio Martín. A pesar de las circunstancias fue uno de los momentos más felices de la vida. Una enfermera me puso entre los brazos al pequeño, Olga era llevada a la habitación y alcanzó a decirme: “Tiene la cabeza llena de rulitos. ¡Es hermoso!”.