sábado, 16 de diciembre de 2017

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XL)

Estado de sitio (IV)

Cuando hablé con algunos de los dirigentes de la huelga de 1957 les pregunté por las negociaciones que llevaron adelante. Se daba por sobreentendido que el interlocutor natural de los trabajadores era la empresa; tendría que haber dicho las empresas, pero por su dimensión e importancia, la que determinaba el curso de la negociación era la Empresa Nacional de Telecomunicaciones. Las otras, CAT, CET y Siemens, eran simples actores de reparto en esa obra. Pero por encima de la empresa estatal estaba el propio Estado, y aunque en toda relación entre patronal y trabajadores el Estado juega un papel importante, esa importancia se vuelve mayor cuando éste también tiene el rol de empleador. En definitiva, la confrontación entre trabajadores y patronal termina siendo una lucha entre trabajadores y Estado sin ningún tipo de disimulo, mediación o maquillaje.
Volviendo al tema de la negociación, desde un primer momento el reclamo de aumento salarial fue dirigido al conjunto de las compañías. Tradicionalmente el acuerdo era definido por la entidad de mayor importancia en el sector, lo que acordara la Empresa Nacional de Telecomunicaciones sería seguido por las demás. La empresa estatal usó todas las artimañas dilatorias antes y después de iniciarse el conflicto; aunque era evidente que el gobierno no era ajeno a las maniobras, desde FOETRA y los sindicatos se actuó como si se tratase de dos instancias diferentes. No lo hicieron por ignorancia ni ingenuidad, mostrarse respetuosos de las instituciones era una regla no escrita para dejar abierta una posibilidad negociadora a un nivel más alto.
A mediados de septiembre el conflicto escaló bruscamente, primero se usó a la policía, luego intervinieron las fuerzas armadas. Las masivas detenciones se hicieron con participación judicial, ya no bastó con los buenos oficios de otros dirigentes sindicales y debieron buscarse instancias más altas para tratar de encontrar una solución. El interventor en la CGT, ministros, jefes militares, fueron algunas de las posibilidades exploradas. Cuando todavía no había terminado septiembre, los dirigentes de la Federación se entrevistaron con Isaac Rojas. Esto me dijo Diego Pérez:

“Rojas nos recibió durante unos 15 o 20 minutos. Tratamos de explicarle nuestros puntos de vista, no se mostró muy dispuesto al diálogo y nos dijo: “O levantan el paro o ya están saliendo para Ushuaia”. Le contestamos que el paro sólo podía ser levantado por la asamblea, que nosotros no podíamos hacerlo, entonces se levantó y nos ordenó retirarnos.
En esa reunión estuvimos Andreatta, Pravisani, Piacentini y yo. Nos acompañó Schettini, el jefe de Coordinación Federal. Lo increíble es que cuando fuimos a esa reunión todos nosotros teníamos pedido de captura”.

Sin embargo esa no fue la instancia más alta, el domingo 6 de octubre la entrevista fue con Aramburu. Tuve la posibilidad de hablar con dos de los dirigentes que estuvieron en esa reunión, y el episodio merece ser recordado aunque más no sea por lo original de la gestión. En la noche del sábado 5 estaban dos compañeros en la Secretaría de Prensa de FOETRA, uno de ellos comentó que tenía el número de teléfono del edecán de Aramburu. El otro, Raúl Aragón, le dijo que un dato como ese podía ser muy útil. Raúl me contó cuál fue esa utilidad.

“Llamé al número que me indicó el compañero, cuando atendieron di mi nombre y apellido y dije que estaba comunicándome desde FOETRA, y quería saber si el presidente podría conceder una entrevista a los dirigentes del gremio. Preguntaron los motivos de la solicitud y que les diera el número desde el cual llamaba para verificarlo. Después de comprobar que los datos eran ciertos me dijeron que volverían a comunicarse para dar una respuesta”.

Alrededor de la medianoche llegó la contestación, informaron que Aramburu los esperaba a las 10 de la mañana en la residencia presidencial de Olivos.
Diego Pérez llegó a Ambrosetti a eso de las 9 y se encontró con la novedad. Habló con Andreatta diciéndole que tenían que ir a Olivos: “me mandó a la mierda y me dijo que no era momento de hacer jodas de ese tipo”. La discusión que siguió podría haber servido para una comedia, pero no era una obra cómica sino pura realidad. “Se hacía cada vez más tarde y no podía convencer a Andreatta; al final lo amenacé con denunciarlo ante el Congreso y el Consejo Federal por no haber aprovechado esa posibilidad de solucionar el conflicto”. Convencido o no, Andreatta decidió encabezar la delegación integrada por Diego Pérez, Pravisani, Piacentini y Aragón. Con tantas discusiones preliminares llegaron a la residencia presidencial cuando ya eran las 11.15.
A pesar de haber llegado tarde los hicieron pasar, y aunque Aramburu tenía invitados para el almuerzo los atendió durante casi una hora. Escuchó con atención, tomó nota de las inquietudes y propuestas, prometió estudiarlas.
Con Diego Pérez hablé sobre el tema en 1986, Con Raúl Aragón lo hice doce años después. Ambos testimonios me ofrecían total credibilidad, eran más fiables que la versión periodística que incurría en algunos errores. Pero lo más importante no pude hablarlo con ellos porque fue mucho después cuando me di cuenta que esa entrevista había tenido lugar dos días después de implantarse el estado de sitio. En la nota anterior comenté que el decreto 12.171 se firmó en la noche del viernes 4 de octubre; al día siguiente fue cuando Raúl Aragón llamó a Casa de gobierno y solicitó la entrevista con Aramburu, y en la mañana del domingo fueron recibidos en Olivos.

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