Estado de sitio (IV)
Cuando hablé con algunos de los dirigentes de la huelga de 1957 les
pregunté por las negociaciones que llevaron adelante. Se daba por
sobreentendido que el interlocutor natural de los trabajadores era la
empresa; tendría que haber dicho las empresas, pero por su dimensión
e importancia, la que determinaba el curso de la negociación era la
Empresa Nacional de Telecomunicaciones. Las otras, CAT, CET y
Siemens, eran simples actores de reparto en esa obra. Pero por encima
de la empresa estatal estaba el propio Estado, y aunque en toda
relación entre patronal y trabajadores el Estado juega un papel
importante, esa importancia se vuelve mayor cuando éste también
tiene el rol de empleador. En definitiva, la confrontación entre
trabajadores y patronal termina siendo una lucha entre trabajadores y
Estado sin ningún tipo de disimulo, mediación o maquillaje.
Volviendo al tema de la negociación, desde un primer momento el
reclamo de aumento salarial fue dirigido al conjunto de las
compañías. Tradicionalmente el acuerdo era definido por la entidad
de mayor importancia en el sector, lo que acordara la Empresa
Nacional de Telecomunicaciones sería seguido por las demás. La
empresa estatal usó todas las artimañas dilatorias antes y después
de iniciarse el conflicto; aunque era evidente que el gobierno no era
ajeno a las maniobras, desde FOETRA y los sindicatos se actuó como
si se tratase de dos instancias diferentes. No lo hicieron por
ignorancia ni ingenuidad, mostrarse respetuosos de las instituciones
era una regla no escrita para dejar abierta una posibilidad
negociadora a un nivel más alto.
A mediados de septiembre el conflicto escaló bruscamente, primero se
usó a la policía, luego intervinieron las fuerzas armadas. Las
masivas detenciones se hicieron con participación judicial, ya no
bastó con los buenos oficios de otros dirigentes sindicales y
debieron buscarse instancias más altas para tratar de encontrar una
solución. El interventor en la CGT, ministros, jefes militares,
fueron algunas de las posibilidades exploradas. Cuando todavía no
había terminado septiembre, los dirigentes de la Federación se
entrevistaron con Isaac Rojas. Esto me dijo Diego Pérez:
“Rojas nos recibió durante unos 15 o 20 minutos. Tratamos de
explicarle nuestros puntos de vista, no se mostró muy dispuesto al
diálogo y nos dijo: “O levantan el paro o ya están saliendo para
Ushuaia”. Le contestamos que el paro sólo podía ser levantado por
la asamblea, que nosotros no podíamos hacerlo, entonces se levantó
y nos ordenó retirarnos.
En esa reunión estuvimos Andreatta, Pravisani, Piacentini y yo. Nos
acompañó Schettini, el jefe de Coordinación Federal. Lo increíble
es que cuando fuimos a esa reunión todos nosotros teníamos pedido
de captura”.
Sin embargo esa no fue la instancia más alta, el domingo 6 de
octubre la entrevista fue con Aramburu. Tuve la posibilidad de hablar
con dos de los dirigentes que estuvieron en esa reunión, y el
episodio merece ser recordado aunque más no sea por lo original de
la gestión. En la noche del sábado 5 estaban dos compañeros en la
Secretaría de Prensa de FOETRA, uno de ellos comentó que tenía el
número de teléfono del edecán de Aramburu. El otro, Raúl Aragón,
le dijo que un dato como ese podía ser muy útil. Raúl me contó
cuál fue esa utilidad.
“Llamé al número que me indicó el compañero, cuando atendieron
di mi nombre y apellido y dije que estaba comunicándome desde
FOETRA, y quería saber si el presidente podría conceder una
entrevista a los dirigentes del gremio. Preguntaron los motivos de la
solicitud y que les diera el número desde el cual llamaba para
verificarlo. Después de comprobar que los datos eran ciertos me
dijeron que volverían a comunicarse para dar una respuesta”.
Alrededor de la medianoche llegó la contestación, informaron que
Aramburu los esperaba a las 10 de la mañana en la residencia
presidencial de Olivos.
Diego Pérez llegó a Ambrosetti a eso de las 9 y se encontró con la
novedad. Habló con Andreatta diciéndole que tenían que ir a
Olivos: “me mandó a la mierda y me dijo que no era momento de
hacer jodas de ese tipo”. La discusión que siguió podría haber
servido para una comedia, pero no era una obra cómica sino pura
realidad. “Se hacía cada vez más tarde y no podía convencer a
Andreatta; al final lo amenacé con denunciarlo ante el Congreso y el
Consejo Federal por no haber aprovechado esa posibilidad de
solucionar el conflicto”. Convencido o no, Andreatta decidió
encabezar la delegación integrada por Diego Pérez, Pravisani,
Piacentini y Aragón. Con tantas discusiones preliminares llegaron a
la residencia presidencial cuando ya eran las 11.15.
A pesar de haber llegado tarde los hicieron pasar, y aunque Aramburu
tenía invitados para el almuerzo los atendió durante casi una hora.
Escuchó con atención, tomó nota de las inquietudes y propuestas,
prometió estudiarlas.
Con Diego Pérez hablé sobre el tema en 1986, Con Raúl Aragón lo
hice doce años después. Ambos testimonios me ofrecían total
credibilidad, eran más fiables que la versión periodística que
incurría en algunos errores. Pero lo más importante no pude
hablarlo con ellos porque fue mucho después cuando me di cuenta que
esa entrevista había tenido lugar dos días después de implantarse
el estado de sitio. En la nota anterior comenté que el decreto
12.171 se firmó en la noche del viernes 4 de octubre; al día
siguiente fue cuando Raúl Aragón llamó a Casa de gobierno y
solicitó la entrevista con Aramburu, y en la mañana del domingo
fueron recibidos en Olivos.
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