miércoles, 6 de diciembre de 2017

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XXXVI)

Huelga general (VIII)

Poco antes del viernes 27 la agencia France-Presse calificaba al paro proyectado por Las 62 como un ultimátum al gobierno. La medida de fuerza en apoyo a telefónicos y telegrafistas se había decidido días antes, pero se le había puesto fecha de realización en la víspera de la reunión programada con el presidente de facto. La reacción gubernamental fue cancelar el encuentro argumentando que el general Aramburu no aceptaba presiones. A partir de ese momento comenzaron negociaciones procurando que la medida de fuerza fuera suspendida. El ministro de trabajo utilizó una mezcla de presión y seducción, prometió que si los dirigentes desistían del paro, al lunes siguiente serían recibidos en la casa de gobierno. Después mejoró la oferta, el encuentro podría concretarse el mismo viernes 27, y hasta puso a disposición de los sindicalistas una línea telefónica directa para que pudieran comunicarse con él si aceptaban la propuesta.
Dar marcha atrás era dejar abandonados a los trabajadores en conflicto, y aunque eso ocurriría muchas veces en años posteriores, en ese momento Las 62 eran una expresión del sindicalismo combativo y se mantuvieron firmes. También los telefónicos venían sosteniendo con firmeza la lucha; el servicio se encontraba muy deteriorado y aunque la propaganda oficial pretendía mostrar mejoras inexistentes, la coincidencia del reclamo con los radiotelegrafistas prácticamente habían aislado al país del mundo exterior.
Aunque la incorporación de nuevo personal era un recurso efectista que no resolvía gran cosa, las empresas publicitaban esos ingresos para convencer a los usuarios de que se estaban mejorando las prestaciones, y a los huelguistas para que desistieran de sus reclamos. El enfrentamiento con rompehuelgas y carneros fue un aspecto inseparable del conflicto, en todo el país se reprodujeron situaciones como las informadas en Rosario donde una larga fila de interesados en reemplazar a los trabajadores en huelga fue hostigada por los telefónicos. “Policías y soldados del regimiento 11 de infantería debieron intervenir en la sede empresaria situada en la calle Mitre, entre Córdoba y Santa Fe”.
Al deterioro provocado por la falta de mantenimiento se sumó el causado por actos de sabotaje. La organización sindical rechazó toda responsabilidad, mientras el gobierno insistía en adjudicarles la autoría. Unos pocos ejemplos de lo que ocurría a fines de septiembre puede dar una idea sobre cómo estaban las cosas. “A causa del paro no ha podido ser subsanado el corte de cables efectuado en la localidad de San Isidro, por eso continúan incomunicadas 1200 líneas telefónicas”. “En Rosario tres centrales telefónicas quedaron incomunicadas; en Avellaneda y Barracas fueron cortados dos cables que comunican con el aeropuerto de Ezeiza”. “También en Puente Márquez, sobre la ruta a Luján, se cortaron cables que luego fueron reparados por una brigada móvil custodiada por personal militar”.
La participación de militares para tratar de paliar los deterioros y la falta de personal no resultó muy efectiva, al igual que la incorporación de nuevos empleados parecía más bien un recurso propagandístico. La Empresa obtenía más éxitos con los adicionales que pagaba a los carneros; el ministro de comunicaciones –Ángel H. Cabral- declaró a periodistas cordobeses que los trabajadores telefónicos que no se habían plegado al paro recibían un adicional de $ 50 diarios, mientras que los que realizaban tareas extraordinarias tenían un premio de $ 100 por día. A pesar de eso el servicio desmejoraba notoriamente y el gobierno se proponía movilizar militarmente a unos 500 telefónicos para lo cual preparaba un decreto ley.
Así se llegó al viernes 27 sin que ninguna de las partes cediera en sus posiciones. La huelga resultó contundente, pero el gobierno y los 32 gremios democráticos se apresuraron a descalificarla. De algún modo éstos últimos estaban entrampados, porque apoyaban decididamente el reclamo de los telefónicos y al mismo tiempo definían el paro de Las 62 como “un intento perturbador”.
El comunicado con que el nuevo nucleamiento informó sobre el resultado de la huelga podría ser considerado como la partida de nacimiento de las 62 Organizaciones. Este tipo de afirmaciones siempre resulta discutible, pero según mis apuntes esa fue la primea vez que se usó oficialmente la denominación. El documento comenzaba diciendo: “La clase trabajadora argentina ha respondido con unidad, con disciplina y con firme espíritu combativo al paro de 24 horas declarado por las 62 Organizaciones Sindicales que asumieron la responsabilidad histórica de esta lucha en todo el país”.
Después de afirmar que la huelga había sido una grandiosa demostración de fuerza y de solidaridad de la clase, anticipó que abría grandes perspectivas para “las futuras luchas que los trabajadores y las demás fuerzas progresistas del pueblo deberán librar para obtener soluciones reales a los grandes problemas de orden económico, social e institucional que padece el país”. Y a continuación el documento obrero reiteró los objetivos de la jornada de lucha.

“Los trabajadores queremos la solución satisfactoria de los conflictos que sostienen los compañeros telefónicos y telegrafistas y de los demás gremios en lucha. Queremos que se ponga dique a una tremenda carestía de la vida y que la crisis la paguen los grandes capitalistas y terratenientes y no los trabajadores. Queremos un aumento de emergencia para hacer frente de inmediato al creciente costo de vida. Queremos que se derogue el decreto 824 que prorroga los convenios y por ende congela los salarios. Queremos la derogación sin más dilaciones del decreto 10.596 que pretende arrasar con el derecho de huelga y demás derechos sindicales”.

Más adelante el extenso documento señalaba que no habría soluciones si no se satisfacían los reclamos de los telefónicos, radiotelegrafistas y demás gremios; que para ello era necesario hacer ceder a los grandes capitalistas y terratenientes, y que a esa solución no contribuía la desafiante declaración del contraalmirante Rojas que había proclamado: “Nada de aumentos de sueldos, más producción”.

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