Huelga general (VI)
La afirmación de que los telefónicos estaban a la vanguardia de la
clase trabajadora podía parecer, en otras circunstancias, un simple
recurso retórico. Pero, en ese momento, los dos nucleamientos en que
se encontraba dividida la clase obrera, coincidían en asignarle ese
rol. Esto habla de un buen manejo por parte de la dirección de la
Federación y, también, de un correcto comportamiento de todos los
sectores internos del gremio.
No está de más recordar que la conducción del Sindicato Buenos
Aires ejercía una suerte de dirección compartida del conflicto, no
sólo por dirigir al sindicato con mayor número de afiliados, sino
por la influencia que ejercía sobre el Concejo Federal. El Concejo
se encontraba en sesión permanente desde la iniciación del
conflicto; había reglamentado la realización de los paros
iniciales, participaba de las negociaciones designando a los
paritarios (que eran miembros de la conducción del Sindicato Buenos
Aires) y sus integrantes habían estado junto a Pedro Valente durante
las asambleas generales efectuadas en Buenos Aires. La cercanía de
Pedro Valente con los dirigentes de “Los 32 gremios democráticos”
le abrían algunos canales de diálogo con el gobierno. Sin embargo,
en esas oportunidades, mantuvo con firmeza el reclamo de aumento
salarial y la revisión de las sanciones del gobierno militar contra
los telefónicos.
Por su parte, el Secretariado Nacional de FOETRA, conseguía que ese
apoyo de “Los 32” no se transformara en rechazo (o por lo menos
indiferencia) de “Las 62 Organizaciones”. No sólo se habían
logrado declaraciones solidarias, también estaban los paros de apoyo
y la huelga general convocada por ese sector que se realizaría el
viernes 27. El nucleamiento (que por esa época reunía a peronistas,
comunistas y otros sectores combativos) no sólo había manifestado
su apoyo incondicional a la lucha de los telefónicos, también diría
que la suerte del movimiento obrero estaba atada a la suerte que
tuvieran los conflictos de telefónicos y telegrafistas. En la
extensa declaración que dieran a conocer en la víspera de la huelga
dirían:
“Agotadas las gestiones de carácter conciliatorio efectuadas para
solucionar el conflicto que castiga severamente a los gremios de
telefónicos, telegrafistas, del tabaco y otros, y fracasada la
solicitud de audiencia para entrevistar al presidente provisional de
la Nación, los trabajadores se ven en la obligación de adoptar la
medida de paralizar sus actividades”. Y agregaba más adelante “La
lucha librada en este momento por telefónicos y telegrafistas no son
sino las escaramuzas de avanzada con que la oligarquía antinacional
pretende provocar al obrerismo argentino. De su resultado depende la
suerte futura de todos los trabajadores; una derrota de telefónicos
y telegrafistas significará en realidad, una derrota para toda la
clase obrera organizada”.
La huelga del día 27 merece que le dediquemos algunas líneas. Fue
una medida de enorme importancia, aunque los diarios de mayor
difusión trataran de minimizar su alcance. Ya el día jueves la
Intervención militar en la CGT había dado a conocer un comunicado
en el que, con típico lenguaje patronal, expresaba:
“Con la irresponsabilidad que siempre los ha caracterizado, un
grupo de dirigentes ha decretado una huelga general para el día de
mañana. Es necesario que los trabajadores, que en definitiva van a
ser los únicos perjudicados por esta medida, comprendan la tremenda
injusticia que con ella cometen estos pretendidos dirigentes. Estos
señores, que por extraña coincidencia, son los mismos que desde
hace una década gobiernan ciertos gremios, política y
discrecionalmente, no perderán nada con la huelga que decretan.
Están muy bien pagados por los mismos a quienes dejarán sin jornal
mañana. Ellos no trabajan en fábricas, ellos no pueden ser
sancionados; esta es la causa por la cual tan desaprensivamente
ordenan las huelgas”.
Una declaración de la Confederación de Empleados de Comercio
mostraba curiosas coincidencias con la posición castrense. Después
de reiterar su determinación de no plegarse al paro, afirmaba que
“no ha de dejarse arrastrar en esta oportunidad ni en ninguna otra,
por condenables maniobras tras las cuales se agitan solapados y
deshonestos intereses foráneos de llevar a la masa trabajadora por
el camino de la fuerza incontrolada y perturbadora, hacia un destino
suicida”.
Otras organizaciones pertenecientes a los “32 Gremios democráticos”
se expresaban de modo bastante parecido al de los empleados de
comercio. Pero había otros gremios, que sin encuadrarse en este
sector, rechazaban sumarse al paro declarado por las “62
Organizaciones”. Los “neutrales” no constituían un
nucleamiento tan definido como los otros dos y, por lo menos en
apariencia, no querían verse comprometidos con las decisiones de
ninguno de ellos. La Fraternidad era un representante característico
de este grupo intermedio; durante esas semanas había aparecido como
el mediador para tratar de conciliar a los otros dos sectores acerca
de la continuidad del congreso cegetista, y ante el paro declaraba
que, si bien consideraba justas sus demandas, no adhería a el porque
no había sido resuelto en forma unificada por todo el movimiento
obrero.
Pero a pesar de las amenazas oficiales de declarar ilegal la huelga
(con lo que se permitía el descuento de haberes a los trabajadores y
las multas a los sindicatos) y contra las oposiciones y los
distanciamientos de otras organizaciones sindicales, el paro fue
contundente. Las apreciaciones más conservadoras estimaron en 900
mil el número de huelguistas en todo el país.
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