viernes, 1 de diciembre de 2017

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XXXIV)

Huelga general (VI)

La afirmación de que los telefónicos estaban a la vanguardia de la clase trabajadora podía parecer, en otras circunstancias, un simple recurso retórico. Pero, en ese momento, los dos nucleamientos en que se encontraba dividida la clase obrera, coincidían en asignarle ese rol. Esto habla de un buen manejo por parte de la dirección de la Federación y, también, de un correcto comportamiento de todos los sectores internos del gremio.
No está de más recordar que la conducción del Sindicato Buenos Aires ejercía una suerte de dirección compartida del conflicto, no sólo por dirigir al sindicato con mayor número de afiliados, sino por la influencia que ejercía sobre el Concejo Federal. El Concejo se encontraba en sesión permanente desde la iniciación del conflicto; había reglamentado la realización de los paros iniciales, participaba de las negociaciones designando a los paritarios (que eran miembros de la conducción del Sindicato Buenos Aires) y sus integrantes habían estado junto a Pedro Valente durante las asambleas generales efectuadas en Buenos Aires. La cercanía de Pedro Valente con los dirigentes de “Los 32 gremios democráticos” le abrían algunos canales de diálogo con el gobierno. Sin embargo, en esas oportunidades, mantuvo con firmeza el reclamo de aumento salarial y la revisión de las sanciones del gobierno militar contra los telefónicos.
Por su parte, el Secretariado Nacional de FOETRA, conseguía que ese apoyo de “Los 32” no se transformara en rechazo (o por lo menos indiferencia) de “Las 62 Organizaciones”. No sólo se habían logrado declaraciones solidarias, también estaban los paros de apoyo y la huelga general convocada por ese sector que se realizaría el viernes 27. El nucleamiento (que por esa época reunía a peronistas, comunistas y otros sectores combativos) no sólo había manifestado su apoyo incondicional a la lucha de los telefónicos, también diría que la suerte del movimiento obrero estaba atada a la suerte que tuvieran los conflictos de telefónicos y telegrafistas. En la extensa declaración que dieran a conocer en la víspera de la huelga dirían:

“Agotadas las gestiones de carácter conciliatorio efectuadas para solucionar el conflicto que castiga severamente a los gremios de telefónicos, telegrafistas, del tabaco y otros, y fracasada la solicitud de audiencia para entrevistar al presidente provisional de la Nación, los trabajadores se ven en la obligación de adoptar la medida de paralizar sus actividades”. Y agregaba más adelante “La lucha librada en este momento por telefónicos y telegrafistas no son sino las escaramuzas de avanzada con que la oligarquía antinacional pretende provocar al obrerismo argentino. De su resultado depende la suerte futura de todos los trabajadores; una derrota de telefónicos y telegrafistas significará en realidad, una derrota para toda la clase obrera organizada”.

La huelga del día 27 merece que le dediquemos algunas líneas. Fue una medida de enorme importancia, aunque los diarios de mayor difusión trataran de minimizar su alcance. Ya el día jueves la Intervención militar en la CGT había dado a conocer un comunicado en el que, con típico lenguaje patronal, expresaba:

“Con la irresponsabilidad que siempre los ha caracterizado, un grupo de dirigentes ha decretado una huelga general para el día de mañana. Es necesario que los trabajadores, que en definitiva van a ser los únicos perjudicados por esta medida, comprendan la tremenda injusticia que con ella cometen estos pretendidos dirigentes. Estos señores, que por extraña coincidencia, son los mismos que desde hace una década gobiernan ciertos gremios, política y discrecionalmente, no perderán nada con la huelga que decretan. Están muy bien pagados por los mismos a quienes dejarán sin jornal mañana. Ellos no trabajan en fábricas, ellos no pueden ser sancionados; esta es la causa por la cual tan desaprensivamente ordenan las huelgas”.

Una declaración de la Confederación de Empleados de Comercio mostraba curiosas coincidencias con la posición castrense. Después de reiterar su determinación de no plegarse al paro, afirmaba que “no ha de dejarse arrastrar en esta oportunidad ni en ninguna otra, por condenables maniobras tras las cuales se agitan solapados y deshonestos intereses foráneos de llevar a la masa trabajadora por el camino de la fuerza incontrolada y perturbadora, hacia un destino suicida”.
Otras organizaciones pertenecientes a los “32 Gremios democráticos” se expresaban de modo bastante parecido al de los empleados de comercio. Pero había otros gremios, que sin encuadrarse en este sector, rechazaban sumarse al paro declarado por las “62 Organizaciones”. Los “neutrales” no constituían un nucleamiento tan definido como los otros dos y, por lo menos en apariencia, no querían verse comprometidos con las decisiones de ninguno de ellos. La Fraternidad era un representante característico de este grupo intermedio; durante esas semanas había aparecido como el mediador para tratar de conciliar a los otros dos sectores acerca de la continuidad del congreso cegetista, y ante el paro declaraba que, si bien consideraba justas sus demandas, no adhería a el porque no había sido resuelto en forma unificada por todo el movimiento obrero.
Pero a pesar de las amenazas oficiales de declarar ilegal la huelga (con lo que se permitía el descuento de haberes a los trabajadores y las multas a los sindicatos) y contra las oposiciones y los distanciamientos de otras organizaciones sindicales, el paro fue contundente. Las apreciaciones más conservadoras estimaron en 900 mil el número de huelguistas en todo el país.

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