Huelga general (VII)
El mismo día en que se cumplía un mes de comenzada la lucha de los
telefónicos se realizó la huelga general convocada por las 62
Organizaciones. “Jornada de solidaridad y de protesta”, la
definirían los organizadores, y pondrían el acento en reiterar que
“los trabajadores queremos la solución satisfactoria de los
conflictos que sostienen los compañeros telefónicos y
telegrafistas”. El enfrentamiento con las empresas de
comunicaciones ya llevaba un mes, pero desde diez días antes se
había convertido en huelga general a causa de las duras medidas
represivas implementadas por el gobierno militar. Las masivas
detenciones de delegados y activistas eran las de mayor impacto. Un
antiguo trabajador que durante el conflicto era delegado general en
la oficina Flores me hizo valiosos comentarios.
Manuel Gómez participaba de la Lista Azul, la que había conseguido
la representación por la minoría cuando se realizaron las
elecciones para normalizar FOETRA. En el mismo edificio donde él era
delegado general trabajaba Pascual Masitelli, histórico dirigente de
la Lista Verde a quien me he referido varias veces en estas notas. A
pesar de estar en agrupaciones enfrentadas se respetaban
recíprocamente, la anécdota que me refirió Manuel Gómez sobre
Masitelli habla de la consideración que tenía por aquel.
“Pascual era jefe de Plantel Interior, era un compañero que ya
tenía como veinte años de empresa y se había afiliado al sindicato
apenas ingresó. Cuando empezaron los paros lo llamaron sus jefes
para que no participara, pero él les contestó: “ustedes quédense
en su lugar que yo me quedo en el mío”. Y cumplió con todas las
medidas de fuerza como lo había hecho siempre”.
Cuando comenzaron las redadas policiales en todos los edificios ya se
habían organizado comités de huelga locales; el delegado general
tenía designado un sustituto por si era detenido, la consigna era
mantener la organización. Manuel Gómez me contó que en su caso
estuvo reunido con sus compañeros de trabajo hasta la medianoche del
17 de septiembre, junto a ellos recibió la noticia de que FOETRA se
había declarado en huelga. Se fue a su casa a descansar, eran las 3
de la mañana cuando llegó la policía a detenerlo. Lo despertaron
los golpes en la puerta, mientras se vestía cinco agentes iniciaron
el allanamiento. “Revolvieron todo, se llevaron una carpeta en la
que tenía 150 comunicados del gremio”. Me llamó la atención que
recordara el detalle con tanta precisión, entonces agregó: “Yo
era delegado general y conservaba todos los comunicados y
resoluciones importantes”.
El trato fue bastante considerado teniendo en cuenta las
circunstancias, los policías aclaraban continuamente que no tenían
nada contra él “pero tenemos orden de llevarlo”. Primero fueron
a la seccional 48, más tarde a la 2. Allí fue encontrándose con
otros delegados generales, también con dirigentes y activistas del
sindicato, entre ellos, Pascual Masitelli. Luego fueron trasladados
al Departamento Central de Policía y desde allí a Devoto. “En
Devoto estuvimos presos más de 80 delegados generales. Después de
cuatro días vino un capitán de apellido alemán que nos preguntó
si nos habían tratado bien”. A partir de ese momento fueron
liberándolos.
Le dije que, según los datos que yo había reunido, el número de
detenidos que mencionaba en Devoto estaba por debajo del total de
apresados en esos días; él no tenía conocimiento de lo que podía
haber ocurrido en otros lugares de reclusión. Al quedar en libertad
se enteró que muchos delegados habían conseguido escapar a los
arrestos. “Hasta los canas me dijeron ¿sabiendo que los íbamos a
ir a buscar por qué no se rajó?” Sonreí ante su comentario,
recordé lo que me había dicho Diego Pérez sobre cierta tolerancia
de los policías: “muchos debían ser peronistas, y si podían
hacer la vista gorda, lo hacían”.
Pero estos últimos eran los comentarios simpáticos, lo importante
era que ya iba un mes de confrontación con la empresa sin que se
vislumbrara ninguna posibilidad de solución. Los salarios no se
habían modificado en el último año mientras los precios habían
experimentado un gran aumento; el gobierno sostenía que cualquier
incremento salarial (en realidad recuperación del poder adquisitivo)
debía estar precedido de un aumento en la productividad. Si para
recuperar el poder de compra de un salario era necesario trabajar
más, era obvio que se estaba superexplotando al trabajador. Pero no
era necesario explicar la situación en términos de plusvalía
extraordinaria, en la pretensión gubernamental había mucho de
revancha clasista. Diego Pérez lo definió en términos simples: “Si
decían que habían venido para terminar con los excesos del
peronismo, más bien daba la impresión de que lo único que querían
era pisarle la cabeza a los trabajadores”.
El reclamo salarial fue desoído sistemáticamente, todas las
instancias negociadoras habían sido agotadas. Los paros escalonados
de los telefónicos y las medidas solidarias de distintos gremios
chocaron con la intransigencia gubernamental. Se acumulaban las
provocaciones buscando que el resultado del conflicto se convirtiera
en un “caso testigo”, un modelo al cual se ajustasen futuros
reclamos. Por eso se había dicho: “De su resultado depende la
suerte futura de todos los trabajadores; una derrota de telefónicos
y telegrafistas significará en realidad, una derrota para toda la
clase obrera organizada”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario