La manipulación de la opinión pública
En la entrega anterior mencionamos al
eurocentrismo, y aquí conviene hacer una reflexión. Muchas beses
nos olvidamos que una cosa es la realidad, y otra cosa es el esquema
explicativo que armamos para tratar de comprenderla. Esto ya es un
problema, pero si además las generalizaciones que hacemos pretenden
borrar las particularidades que no se ajustan a ella, entonces el
pecado es doble y nos mete en un pantano del que es difícil volver.
Todavía hay un peldaño más en esa escalera de equívocos. Si era
cuestionable que tratáramos de forzar los hechos para que entraran
dentro del modelo, redoblamos la apuesta cuando pretendemos aplicar
ese esquema a una realidad distinta de la de partida.
Vamos a tratar de ordenarnos. Una buena parte de los críticos de los
llamados populismos latinoamericanos nos presentan a la sociedad
europea como si toda ella fuera homogénea. Eso no quiere decir que
ignoren la existencia de clases, capas y sectores sociales, sino que
describen una sociedad ideal armada a partir de datos reales de un
país o pequeño grupo de países, y luego extienden el modelo al
resto del conjunto. Allí no hay particularidades ni diversidad, se
da por supuesto que Inglaterra es igual que Gales, Escocia e Irlanda,
y así Gran Bretaña pasa a ser un todo idéntico que, además, no se
diferencia de Francia, Alemania u Holanda. Europa misma se estira o
encoge a conveniencia, y todo el sur, desde Portugal a Grecia puede
ser presentado como sector indiferenciado o como parte rezagada según
las circunstancias.
Luego de ese discutible ejercicio de compactación, se toma al modelo
ideal como parámetro para juzgar al resto de las sociedades. Pero la
realidad es testaruda, y frente a eso se destacan dos posiciones
posibles: o se concluye que el modelo es inadecuado (e inaplicable a
todo el mundo), o la que está equivocada es la realidad.
La generalización teórica tiene su
valor cuando no se trata de una imposición ni de un trasplante
artificial. Puede ser cuestionable un planteo nacionalista como el
aprista, aunque ese nacionalismo abarque a todo el continente
latinoamericano, pero eso no quiere decir que la propuesta teórica
europea tenga que ser necesariamente correcta. En el tema que nos
ocupa se ha imaginado una estructura social ideal, y con ese
modelo considerado como lo bueno, se quiere arrasar con las
diferencias y particularidades del resto de mundo (39).
Todavía hay una falacia complementaria,
porque en la construcción artificial que hemos descripto, se pasan
por alto los propios vicios y deformaciones que luego se encontrarán
o imaginarán en las sociedades sometidas a crítica. Es el caso de
la manipulación de las masas por el demagogo gobernante, algo que,
según los teorizadores antipopulistas, sería connatural a todo
populismo. Sin embargo ya hemos visto las recomendaciones que
daba Edward Bernais en 1928 a los dirigentes norteamericanos. En sus
trabajos la manipulación de la llamada opinión pública era
mostrada sin ningún pudor: “si conocemos el mecanismo y los
motivos que impulsan a la mente de grupo, ¿no sería posible
controlar y sojuzgar a las masas con arreglo a nuestra voluntad sin
que éstas se dieran cuenta?” Con esta convicción el autor
sostenía que: “Los Estados, ya sean monárquicos,
constitucionales, democráticos o comunistas, tienen que contar con
el consentimiento de la opinión pública si quieren lograr sus
proyectos y, de hecho, un gobierno no gobierna si no es en virtud de
la aquiescencia pública” (40).
Pero si de manipulaciones se trata, aún hay ejemplos más
dramáticos. En 1989 un grupo de oficiales del ejército y la marina
estadounidense publicó el documento titulado "El rostro
cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación" (41). Desde
entonces se comenzó a hablar de Guerra de cuarta generación en la
que la manipulación de la opinión pública adquirió Un valor
fundamental.
“Las posibilidades que brinda el desarrollo tecnológico permitirán
que los mensajes emitidos por los medios de comunicación constituyan
un factor esencial para influir en la opinión pública, tanto en el
ámbito doméstico como en el internacional, por lo que la propaganda
llegará a constituir el arma estratégica y operacional dominante”
(42).
Esta forma de confrontación se caracteriza por el empleo planificado
de la propaganda y de la acción psicológica; su objetivo es
direccionar las conductas para conseguir el control social y político
de la población. No pone el centro en las operaciones militares
clásicas, aunque tampoco las excluye, sino que privilegia las
operaciones mediáticas y propagandísticas. Es como si un ejército
invisible se apoderara de la mente y la voluntad de las personas,
condicionando las emociones y los sentimientos, logrando adhesiones y
alineamientos que no responden a una elección racional.
Inconcientemente el individuo es captado para una causa cuyos fines y
dirección desconoce. Pero esta colosal forma de manipulación, ante
la que palidece la atribuida al populismo, no era novedosa.
En 1948la rama de espionaje y contrainteligencia de la CIA se propuso
crear una estructura que, entre otras actividades, se encargara de la
propaganda, la guerra económica, sabotajes, subversión contra
“estados hostiles”, incluyendo ayuda y apoyo a grupos de
resistencia ilegales, además de apoyo a todas las fracciones
antiizquierdistas en los países que amenazaran al mundo libre. Esto
se tradujo en la Operación Sinsonte, una campaña secreta de la
Agencia Central de Inteligencia para influir en los Medios de
comunicación masivos, tanto norteamericanos como del resto del mundo
(43). Hasta la elección del nombre del proyecto era toda una
declaración de principios, porque se atribuye al sinsonte la
capacidad de engañar a otras aves con su canto.
Se reclutó a periodistas y directores de periódicos, se organizaron
programas de propaganda más o menos encubierta, la industria del
entretenimiento, el cine, la literatura y las artes plásticas
también fueron incluidas. Las ciencias sociales no quedaron al
margen del campo de manipulación, sociólogos y antropólogos
formaron parte del proyecto Camelot, un ambicioso programa que
incluía la recopilación de datos en países de América Latina
–espionaje sociológico- y su posterior utilización en la acción
cívica, la guerra psicológica, o la acción de contrainsurgencia.
Psicólogos y psiquiatras se destinaron a la Operación MK Ultra, que
buscaba encontrar métodos y drogas para controlar la mente. Y todo
eso ocurría mientras una legión de cientistas sociales hablaba de
las presuntas manipulaciones de las masas por los líderes
populistas.
Sería un poco fuerte afirmar que los intelectuales que sostenían (y
sostienen) las críticas al populismo, estaban modelados por los
programas armados en las usinas de pensamiento que acabamos de ver.
Damos por descontado que se trata de pensadores serios, sinceramente
convencidos de los postulados que defienden y que no son simples
asalariados encargados de reproducir el guión imperialista. Muchos
de ellos asociarán capitalismo con democracia, aunque tal vez
prefieran la denominación de “sistema de libre empresa” en lugar
de capitalismo, tal como lo proponía el Departamento de Educación
del Estado de Texas. Independientemente de la denominación que
prefieran, puede que asocien capitalismo
con democracia, pero el capitalismo está muy lejos de ser el
paradigma democrático, en todo caso, las expresiones democráticas
son coyunturales, transitorias y muy restringidas a un espacio
geográfico y, dentro de este, a un determinado sector de la
sociedad. Lo predominante, aún en los países de más alto
desarrollo económico, es la explotación de los trabajadores, y el
abuso contra los sectores llamados subalternos.
El capitalismo puede tener (y de hecho ha tenido) tanto
características liberales como fascistas. El mayor holocausto de la
historia (la segunda guerra mundial) fue producido por regímenes
capitalistas. Y esa guerra no puede desligarse de la primera,
impulsada por la puja en torno al reparto colonialista del mundo. De
los rescoldos de aquella gran guerra, surgieron los distintos
fascismos que se extendieron por toda Europa, y de allí al resto del
mundo. Se hace centro en el régimen nazi, pero con gradaciones y
matices, hubo fuertes movimientos fascistas en casi toda Europa.
Italia, España y Portugal estuvieron entre los más destacados, pero
también aparecieron experiencias fascistas en Francia, Bélgica,
Inglaterra, Rumanía, y otros países (44).
Retornando a nuestro tema debemos decir
que el llamado populismo suele ser presentado como una deformación
de la perfecta democracia de los países desarrollados, cuando en
realidad lo que se define de ese modo no sería nada más que la
variante de un fenómeno que se produjo a nivel mundial. La decidida
participación del estado en el ordenamiento de la economía fue un
recurso al que echaron mano gobiernos de signos muy diversos ante la
magnitud de la crisis iniciada en 1929. De golpe la mano invisible
del mercado se puso en movimiento mostrando que no estaba para
repartir riquezas sino para arrebatarlas. La gran depresión se
prolongó durante toda la década del ‘30, la renta
nacional, los ingresos fiscales, los beneficios y los precios se
vinieron abajo. El comercio internacional cayó en picada, y la
desocupación creció como espuma en todas partes. Los efectos fueron
devastadores en todo el mundo capitalista.
(Continuará)
Notas
(39)
Este es un lugar oportuno para señalar que la perspectiva
eurocéntrica no tiene por que ser necesariamente descalificadora de
los fenómenos sociales latinoamericanos. El estudioso ha sido
formado en un determinado contexto, se referencia en conceptos y
categorías que ha terminado naturalizando, por eso cuando dirige su
mirada hacia otras realidades no siempre puede escapar de los
estereotipos que lo condicionan. Es el caso de Alan Angell en su
trabajo “La izquierda en América Latina desde 1920”. El
comentario que al respecto hacen Toer, Martínez Sameck y Diez
resulta muy ilustrativo.
“Para
Angell, el espacio que los socialistas ocupan en Europa, lo cubrirían
las corrientes que denomina “populistas de signo nacionalista”,
en donde reúne al APRA peruano, Acción Democrática en Venezuela,
el peronismo en Argentina, los colorados en Uruguay, el PTB en Brasil
y el Partido Liberal de Colombia (Angell, 1997:74-75).
Esta
consideración no está desprovista de lo que se suele llamar lectura
eurocéntrica. Cuando algunos conceptos o marcos analíticos, fruto
de la experiencia europea, se extrapolan al contexto latinoamericano,
es frecuente que se tienda a construir o convalidar categorías de
carácter residual, produciendo desajustes, limitaciones en la
capacidad de inteligibilidad de los procesos y ciertos reduccionismos
proclives a la incomprensión y, hasta muchas veces, proyectando
cierta peyorización simplificadora de los procesos políticos,
económicos, culturales. Se termina recurriendo, así, a analogías
que, en el mejor de los casos, pueden ser puestas en cuestión.”
Toer,
Martínez Sameck y Diez; Op. Cit.
(40)
Bernays, Edward; Op. Cit., p. 50.
Evidentemente el autor y quienes lo leían sabían mucho de
manipulaciones, por eso él podía completar su razonamiento con
estas palabras:
“El
asesor en relaciones públicas es, por lo tanto, el agente que trae
una idea a la conciencia del público sirviéndose de los medios de
comunicación modernos y de los grupos que conforman la sociedad.
Pero es mucho más que eso. Sabe de la importancia del curso de los
acontecimientos, las doctrinas, los sistemas y las opiniones, y trata
de conseguir el apoyo del público para determinadas ideas”.
(41)Lind,
Nightingale, Schmitt, Sutton y Wilson; “The Changing Face of War:
Into the Fourth Generation”, Marine Corps Gazette, octubre de 1989.
(42)
Fojón, José Enrique; “Vigencia y limitaciones de la guerra de
cuarta generación”. ARI Nº 23-2006, 27.2.2006. Cotejado el
19.1.2014 en:
http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/ari+23-2006
(43)
En el libro de los periodistas David Wise y Thomas B. Ross, El
gobierno invisible, 1964, se publicó abundante información sobre la
Operación Sinsonte y otras actividades similares. En un artículo de
Tom Engelhardt se recuerda las palabras con las que comenzaba aquel
libro.
“Hay
actualmente dos gobiernos en EE.UU. Uno visible. El otro invisible.
El primero es el gobierno respecto al que los ciudadanos leen en sus
periódicos y los niños estudian en sus libros de educación cívica.
El segundo es la maquinaria entrelazada, oculta, que ejecuta las
políticas de EE.UU. en la Guerra Fría. El segundo gobierno
invisible recoge información, hace espionaje y planifica y ejecuta
operaciones secretas en todo el globo”.
Engelhardt,
Tom; “La comunidad de la inteligencia de EE.UU. salió de las
sombras”. Publicado en el periódico digital Rebelión el 21 de
diciembre de 2012. Cotejado el 19.1.2014 en:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=161109
(44)
Para tener una perspectiva sobre la difusión del fascismo en la
Europa de entreguerras, se puede consultar el trabajo “Cuando
Europa Era Fascista”, de León Degrelle. Hay que aclarar que
Degrelle combatió junto a las fuerzas del Eje en la Segunda Guerra
Mundial en la Legión Valonia, una unidad extranjera adscrita a las
Waffen SS. Cotejado el 19.1.2014 en:
http://editorial-streicher.blogspot.com.ar/2013/06/leon-degrelle-cuando-europa-era-fascista.html