Tres primeras semanas
(IV)
Hay detalles, muy pequeños detalles, que parecen dar la clave de
cual va a ser el resultado final del conflicto, mucho antes de que
este se produzca. Es fácil decir eso cuando ya se sabe lo que
ocurrió finalmente. Pero no está de más el señalar esas cosas. El
jueves 5 de septiembre tenían que comenzar las negociaciones, pero
la Empresa se fue en cuestiones formalistas en lugar de entrar al
fondo del problema. Al día siguiente, cuando FOETRA había
endurecido su posición y llegaba a la mesa de discusión con nuevos
paros en los lugares de trabajo, los portavoces empresarios dijeron
que no se podía negociar bajo presión, y reclamaron el
levantamiento de las medidas de fuerza. Una vez conseguido eso, en
lugar de aprovechar el escaso tiempo de tregua de que se disponía,
no se fijó la hora de inicio de las negociaciones para la mañana
del día lunes, sino para las 5 de la tarde. Por último, cuando
llegó el momento de hablar sobre el reclamo de aumento salarial, la
Empresa planteó que cualquier discusión sobre incremento de
remuneraciones estaba condicionada a un aumento de la productividad.
Esto era, isa y llanamente, patear el tablero. Con los aumentos de
precios que se habían venido operando, el salario de los
trabajadores había sufrido una reducción muy grande; en realidad no
se estaba hablando de un aumento de sueldos, sino de un intento por
tratar de recuperar el poder adquisitivo perdido. Por eso, la
pretensión empresaria de atar el readecuamiento salarial a un
aumento de la productividad era, simplemente, petrificar la pérdida
sufrida por los asalariados.
El miércoles 11 se reiniciaron las medidas de fuerza. Ahora se
sumaba Tráfico, que, además de trabajar a reglamento durante toda
la jornada, realizaba paros de 10 minutos por turno.
La respuesta del gobierno no se hizo esperar. Esa misma noche se dio
a conocer un decreto ilegalizando las medidas de fuerza de los
telefónicos. La resolución del Poder Ejecutivo no sólo declaraba
ilegales los paros, sino que facultaba a la ENTel, “para adoptar
las medidas disciplinarias que considere adecuadas con respecto al
personal que no reanude sus tareas en la fecha y hora que se le
fije”.
El cinismo con el que se justificaba la resolución parecía una
provocación adicional a los trabajadores. Se comenzaba diciendo que
la solución ya había sido alcanzada el día 4 cuando se dejó sin
efecto la resolución 1.712 (aquella que imponía el arbitraje del
Poder Ejecutivo) y quedaron conformadas dos comisiones, una, para
estudiar la revisión de las sanciones impuestas al personal, y otra,
a la que se denominaba “Coordinadora técnico administrativa”.
Para el libretista oficial, con eso se había dado satisfacción a
todos los reclamos y ya no quedaba nada más por discutir.
Luego venía lo de la sorpresa empresaria por la reanudación de los
paros a partir del día 6, como si la Empresa hubiera sido burlada en
su buena fe, y el reproche a los trabajadores por lo que se
consideraba una medida extemporánea. Ante este señalamiento, los
representantes sindicales habían pedido una prórroga para convocar
a las asambleas y levantar los paros, a fin de que la Coordinadora
Técnico Administrativa pudiera comenzar a funcionar a partir del
lunes 9. Pero la incomprensión obrera no había terminado allí;
“las asambleas del gremio resolvieron, indebidamente, levantar el
paro sólo por 48 horas” en lugar de hacerlo en forma definitiva. Y
por si eso fuera poco, el día lunes, los representantes sindicales
llegaron con “una exigencia extraña”, el reclamo de aumento de
sueldo.
La Asamblea General que había quedado convocada desde cuatro días
antes, sesionó ese miércoles 11 de septiembre hasta cerca de la
media noche. Los diarios del día siguiente dirían que “alrededor
de 6 mil trabajadores, aprobaron por unanimidad todo lo actuado por
el Concejo Federal de FOETRA”. Además de resolverse la
continuación de las medidas de fuerza, los asambleístas decidieron
que si se producía la sanción a alguno de los trabajadores por su
participación en el conflicto, o si se detenía a alguno de los
dirigentes, se declararía de inmediato la huelga general del gremio
telefónico en todo el país.
Al día siguiente el conflicto se agudizó aún más. Poco antes de
medio día, las jefaturas informaron al personal que estaba
cumpliendo con el paro, Que si no se normalizaban las tareas de
inmediato, los huelguistas serían suspendidos y deberían hacer
abandono del lugar, tal como lo establecía el decreto 10.822 del día
anterior.
La inmensa mayoría de los trabajadores, de los 79 edificios
telefónicos que existían en el área del Sindicato Buenos Aires,
rechazaron la intimación y continuaron con el paro en el mismo
lugar. Juan Carlos Romero, que por entonces era delegado en
Ingeniería, recordó que en Diagonal Sur donde él trabajaba, se
llamó a la policía para que desalojara el edificio. Algo similar
ocurrió en otras dependencias de la Empresa. En cada una se llamó a
la policía, en todas se labró el acta Correspondiente, y todos
fueron desalojados.
Los telefónicos expulsados de los edificios se fueron concentrando
en distintos lugares de la ciudad: sobre Avenida de Mayo, en Plaza
Miserere, en Barrancas de Belgrano y en otros sitios. Las
manifestaciones callejeras no duraban mucho porque eran disueltas
por la policía, aunque, aparentemente, sin grandes violencias.
En la tarde, Norberto Espínola, Secretario del Sindicato Buenos
Aires, declaraba a un periodista:
”La actitud de la empresa constituye un verdadero lock out
patronal. Esta mañana nosotros continuábamos cumpliendo con el
programa de paros dispuesto por el Concejo Federal cuando, a las
11.30, los jefes de todas las secciones reunieron al personal y les
leyeron el decreto del Poder Ejecutivo. Después se nos intimó a
suspender los paros o hacer abandono de nuestro lugar de trabajo.
Como no acatamos esa imposición, se llamó a la Guardia de
Infantería y a policías de las seccionales para que nos
desalojaran. Entonces el personal decidió labrar actas para dejar
constancia de que eran obligados por la fuerza pública a hacer
abandono de su lugar de trabajo”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario