Huelga general
Después de muchas negociaciones infructuosas reclamando aumento de
sueldo y reincorporación de cesantes, los telefónicos iniciaron
paros progresivos el martes 27 de agosto. Durante tres semanas las
medidas de fuerza fueron en aumento, el gobierno dictatorial que al
mismo tiempo era el empleador principal se mantuvo inflexible. Al
cumplirse el segundo aniversario del golpe de estado se anunció que
las fuerzas armadas se harían cargo de la custodia de los edificios
telefónicos, y el martes 17 de septiembre no sólo se ocuparon
militarmente las instalaciones sino que comenzaron los arrestos
masivos de trabajadores.
Las detenciones que se iniciaron el día martes con la ocupación de
la Repetidora de Adrogué continuaron en la noche y durante el día
siguiente. Sobre esos hechos, la información periodística fue
bastante minuciosa.
“El juez nacional en lo penal especial, Dr. Ovidio Fernández
Alonso, dispuso autorizar por la secretaría del Dr. Benito Yúdice,
que la Policía Federal procediera al allanamiento de los domicilios
y detención de unos 170 empleados telefónicos por considerarlos
incursos en las penalidades previstas por el artículo 197 del código
penal, que reprime los atentados contra los medios de transporte y
comunicaciones. En cuanto a la lista de los detenidos, a los cuales
se aloja en el Departamento Central de Policía, fue confeccionada
por el Ministerio de Comunicaciones y remitida por la Policía
Federal al juez Fernández Alonso, a fin de que el magistrado
facultara su intervención”.
Entre los numerosos detenidos se encontraba el Secretario General de
FOETRA, Héctor Andreatta, apresado en la localidad de San Isidro.
Cuando le pregunté a Diego Pérez quiénes eran los miembros del
Secretariado que habían sido detenidos me comentó:
“Si mal no recuerdo, fueron Andreatta, Pravisani y Piacentini. Las
cosas ocurrieron así.
Los compañeros de la repetidora de Adrogué fueron detenidos a las 5
de la tarde. Nosotros creo que nos enteramos recién a las 7. Después
siguieron llegando noticias de otras detenciones y, después de las
10 de la noche es cuando le mandamos el telegrama a la Empresa
intimándola para que dejaran en libertad a todos los compañeros o
nos íbamos a declarar en huelga general a partir de las 8 de la
mañana. Después de eso, y para que no metieran preso a todo el
Secretariado, les dijimos a Pravisani y Piacentini que se fueran para
el sindicato Standard Electric, en San Isidro. Tombessi se fue para
La Plata y Dopazo también se fue afuera. Y en Ambrosetti nos
quedamos Andreatta y yo.
A eso de las 6 se concentraron frente al local los compañeros de los
talleres de la calle Hidalgo que venían a averiguar que noticias
había. Les dijimos que habíamos declarado la huelga general a
partir de las 8 y, después que ellos se fueron, Andreatta se fue
para San Isidro a dormir un rato. Yo me quedé una hora más, pero,
como no pasaba nada, les dije a los muchachos que me iba a dormir a
casa. Me acuerdo que uno de ellos me dijo si estaba loco, porque en
mi casa ya debía estar esperando la policía. Entonces me fui a la
casa de mi hermana. El compañero tenía razón, esa noche fueron dos
veces a la casa de mis viejos, que es donde yo vivía.
Serían las 2 de la tarde cuando estaba volviendo para Ambrosetti
134. Unos compañeros me paran en José María Moreno y Rivadavia y
me preguntan a dónde iba. Cuando les dije que iba para la federación
me contaron que a eso de las 8 y media había caído la cana y se los
había llevado presos a todos. En realidad en Ambrosetti no hubo
ningún detenido.
Los fondos de la Federación daban con los de una casa que tenía
salida por Acoyte. Cuando llegó la policía todos los que estaban
dentro (las compañeras administrativas que entraban a las 7 de la
mañana y algún compañero con permiso gremial) saltaron la pared y
se escaparon por detrás. Hay que decir que algunos policías eran
bastante tolerantes. Muchos debían ser peronistas, y si podían
hacer la vista gorda, lo hacían.”
El paro por tiempo indeterminado, que debía cumplirse en el área de
Capital Federal y Gran Buenos Aires, se hizo extensivo a todo el país
como consecuencia del apresamiento de los dirigentes del nivel
nacional. Y para que no quedara ninguna duda respecto a la
disposición combativa de los telefónicos, el Sindicato Buenos Aires
dio a conocer un comunicado que en su parte resolutiva señalaba:
“La huelga general se mantendrá hasta que hayan desaparecido las
causas que la determinaron, debiéndose impartir la orden de
levantamiento únicamente por las autoridades de la Federación o el
Sindicato, previa aclaración de las razones que motiven dicho
levantamiento”.
El comunicado, firmado por Pedro Valente y Norberto Espínola,
informaba que se contemplaba la formación de subcomités de huelga
en todos los lugares de trabajo.
Al mismo tiempo las muestras de solidaridad con los trabajadores
telefónicos siguieron aumentando. El secretariado nacional de la
Unión Obrera Metalúrgica dispuso la realización de un paro de 15
minutos (de 9 a 9,15, de 15 a 15,15 y de 24 a 0,15), mientras
manifestaban su adhesión la Asociación Bancaria (Regional Buenos
Aires), la Federación de vendedores de Diarios, Revistas y Afines, y
el Sindicato Unido Petroleros del Estado. También expresaron su
apoyo solidario la Comisión de Acción Política de la Unión Cívica
Radical Intransigente y el Dr. Alfredo Palacios, diputado
constituyente por el Partido Socialista. La Comisión de Acción
Política de la UCRI, que recibió a los representantes telefónicos
y repudió las detenciones, estaba presidida por el Dr. Alejandro
Gómez, futuro vicepresidente de la Nación.
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