miércoles, 18 de octubre de 2017

1957, la huelga grande de los Telefónicos (XVI)

El reclamo salarial de 1956 (IV)

La negociación que hasta ese momento se encontraba paralizada comenzó a moverse lentamente. El avance no fue espectacular, pero dada la quietud precedente, los cambios después de la presión sindical fueron significativos. En la semana siguiente se realizaron algunas reuniones, una de ellas fue con el general Aramburu a quien los representantes sindicales entregaron un memorial cuyos puntos principales eran el reclamo salarial y el pedido de reincorporación de cesantes. Otra entrevista fue con el ministro de comunicaciones, ingeniero Ygartúa, pero la que debía realizarse con el Tribunal Arbitral, el organismo del Ministerio de Trabajo encargado de laudar entre las partes cuando éstas no hubiesen llegado a acuerdo, fue postergada por una semana. Aunque el fondo del problema se encontraba sin resolver, había suficientes novedades como para informar al gremio.
El viernes 10 de agosto, siete días después de la multitudinaria movilización que comenté en la nota anterior, se efectuó un plenario de delegados telefónicos en el local de la CGT. La reunión fue presidida por el interventor en FOETRA, teniente Mascheroni, quien había acompañado a los representantes paritarios en las entrevistas de esa semana. El funcionario dio un informe sobre las gestiones realizadas por la Comisión Paritaria y Asesora. Dijo que en el encuentro con el presidente Aramburu, se le hizo entrega de un memorial “que contempla las justas aspiraciones de los trabajadores telefónicos”. Los temas centrales de ese memorial eran escalafón y Reincorporación de los cesantes. También informó que los miembros paritarios se habían reunido con el titular de Comunicaciones, y que en la semana siguiente serían recibidos por el vicepresidente Rojas. Instó a los asambleístas a mantenerse unidos, a esperar confiados la solución del problema, y opinó que por el cariz que habían alcanzado las gestiones cualquier medida de fuerza sería perjudicial.
Esta última observación tenía que ver con la resolución del plenario anterior, aquel que había declarado la huelga y cuya ratificación estaba pendiente de una asamblea general de afiliados. A pesar de esa advertencia, hubo una moción para que se efectuase un paro de una hora por turno el mismo día en que estaba prevista la reunión con el Tribunal arbitral. La moción fue rechazada por los delegados, pero en cambio aprobaron que se convocara a dos nuevos plenarios, uno para evaluar los resultados de las gestiones que habían sido anunciadas, y otro hacia fin de mes, cuando estaba previsto que finalizara el funcionamiento de la Comisión paritaria.
Una semana después de haberse reunido con el general Aramburu, los delegados telefónicos se encontraron con el contralmirante Rojas. Al igual que el primero, éste también les prometió estudiar el caso con toda la prontitud que le fuese posible. No queda claro por qué esa duplicación de gestiones en niveles de gobierno que se supondrían muy semejantes, pero la situación de la época parecía requerir de la doble aprobación para que algo fuese resuelto. También se realizó la primera reunión oficial con el tribunal arbitral, el organismo encargado de “dar solución definitiva e inapelable a los diferendos entre las partes que negocian la renovación de los convenios”.
Ya para entonces habían pasado más de seis meses desde el vencimiento del convenio anterior, el poder adquisitivo del salario estaba muy deteriorado, y la situación económica de los telefónicos debía ser muy penosa. Mientras se esperaba que el Tribunal arbitral emitiera su resolución, el interventor Mascheroni decidió gestionar ante la Empresa Nacional de Telecomunicaciones un adelanto a cuenta del aumento que se estaba discutiendo. Su pedido fue que se pagara $ 1.120 a quienes cobraran el sueldo mínimo, y que en los demás casos se aumentara en un 15 por ciento la remuneración que venían cobrando. Es imposible saber si esa fue una iniciativa suya o si alguien se la sugirió. Tampoco es posible saber qué segundas intenciones podía haber detrás de esa solicitud, si es que las hubo. Pero apenas se conoció la iniciativa se efectuó un plenario de delegados en la Seccional Buenos Aires, se rechazó la gestión del interventor en la Federación por incosulta, se le exigió que retirase su pedido a la Empresa, y en su reemplazo los delegados y activistas reunidos reclamaron a la dirección empresaria que pagara el aumento fijado por el decreto 2.739/56 del que habían quedado excluidos.
Es de suponer que la autorización para realizar el plenario como para emitir el comunicado tenía que estar en conocimiento del interventor de la Seccional Buenos Aires, Guillermo Tamassi. Por supuesto, esto no es central en el relato, pero sería un ejemplo de las rencillas entre los dos niveles de intervención: el de la seccional y el de la Federación. Volviendo al episodio, Mascheroni dio un comunicado diciendo que la reunión en la Seccional Buenos Aires no podía ser considerada representativa de los delegados de ese sindicato, pues la mayor parte de los asistentes no lo eran. Según su versión, con los delegados se mezclaban “grupos de reconocida filiación política que quieren forzar a tomar resoluciones que afectan la unidad y los intereses del gremio”. Finalizaba diciendo que persistía en su propósito de conseguir el pago de los anticipos gestionados, no estando dispuesto “a tolerar resoluciones forzadas por elementos extremistas que no tienen en cuenta la situación económica del personal telefónico”. Esa gestión dio lugar a algún otro equívoco, porque los diarios hablaron de una propuesta de FOETRA para fijar el salario mínimo en $ 1.120. Eso obligó a que Mascheroni saliera a desmentir la información, aunque tomó el recaudo de hacer firmar el nuevo comunicado también por los dos representantes obreros en la paritaria.

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