La intervención (II)
El gobierno declaró ilegal la huelga y el día 16 intervino la CGT y
todos los sindicatos. El nuevo ministro de Trabajo continuó con el
desmantelamiento de la organización gremial disolviendo todas las
comisiones internas, y a partir de allí muchos delegados fueron
designados por el propio ministerio, nominando a los trabajadores de
mayor antigüedad en el empleo y que no fuesen de filiación
peronista.
Aquí es oportuno recordar lo comentado por Alain Rouquie, en su
libro Poder militar y sociedad política en la Argentina:
“El 16 de noviembre se declaró intervenida la CGT, caducas sus
autoridades, a las que se encarceló, así como todas las
asociaciones gremiales sometidas a su jurisdicción, y se designó
como interventor a un oficial de marina. El nuevo ministro de
Trabajo, Raúl Migone, antiguo delegado ante la OIT, era un ferviente
adepto del sindicalismo libre a la norteamericana; así lo atestiguó
Serafino Romualdi, secretario general adjunto de la ORIT, cuando se
enteró de su nombramiento, al que aplaudió calurosamente”.
Las medidas punitivas contra los sindicalistas de filiación
peronista y comunista comenzaron de inmediato. Aparentemente en
telefónicos los casos de cesantías no fueron tan numerosos como en
otros gremios, aunque alcanzaron alguna significación. Pero que no
hubiera cesantías masivas no quiere decir que no se forzara el
alejamiento de los trabajadores, la modalidad elegida fue el
traslado. En general esa forma de arbitrariedad represiva buscaba que
el trabajador se viera obligado a renunciar al dislocar su ritmo de
vida normal. La mayoría de los traslados implicaban cambiar el lugar
de trabajo habitual por otro situado a algunas decenas de kilómetros,
pero hubo por lo menos un caso en que ese desplazamiento fue de una
provincia a otra. Aunque los compañeros que consulté no pudieron
proporcionarme la identidad del sancionado, coincidieron en que se
trataba de un trabajador de Buenos Aires al que se le notificó su
desplazamiento a Córdoba.
No había ninguna justificación discipllinaria para esos castigos,
se trataba de arbitrariedades por razones ideológicas. No se buscaba
ni una modificación de conductas ni la reinserción en un esquema
que se considerara justo, simplemente se tomaban esas medidas por
puro sadismo. Tal vez en un primer momento se consiguió amedrentar a
los trabajadores, pero la arbitrariedad de las sanciones generó
rebeldías y solidaridades que obligaron a la revisión de las
resoluciones.
Como ya dije, apenas adueñado del poder, Aramburu dictó el decreto
ley 3.032 interviniendo a la CGT y a todos los sindicatos. En FOETRA
fue designado un interventor militar, el capitán Kesler, y en la
seccional Buenos Aires un civil, Guillermo Tamassi.
Cuando en 1987 trabajaba en la recopilación de datos y testimonios
sobre la huelga del ‘57, me entrevisté con Don Pedro Valente, por
ese entonces él tenía alrededor de 80 años y estaba convaleciente
de una enfermedad que lo había tratado bastante mal. Los años y el
deterioro físico habían debilitado enormemente su memoria; sus
recuerdos eran mucho más claros cuando se remontaba a
acontecimientos de su juventud, que cuando evocaba los sucesos de su
etapa madura. Estaba débil y su voz era casi inaudible, por eso su
hijo actuó como portavoz de Don Pedro, relatando acontecimientos de
los que había sido testigo o de los que había recibido información.
También hizo algunos comentarios, pero estos podían coincidir o no
con la opinión de su padre, por eso hago la aclaración, porque más
allá de que trascriba alguno de esos juicios, sería irresponsable
afirmar que padre e hijo tuvieran un pensamiento concordante.
“... Después se mintió mucho. Cuando ellos -Pedro Valente y sus
compañeros- fueron a tomar el gremio, no fueron con los “comandos
civiles” ni acompañados por la intervención, los que fueron eran
los que habían sido desalojados en 1947. Es mentira que fueron con
los militares o con la intervención, la intervención vino después.
Lo que pasa es que los que estaban en el sindicato se quieren
justificar; pero en ese momento lo único que les interesaba era
tomarse el olivo como ya lo había hecho su Líder... Además le
llaman intervención a lo del 55, pero, ¿lo del 47, qué fue?”
Una intervención es un acto de fuerza, es una decisión que rompe
con la legalidad preexistente y establece en forma compulsiva una
nueva legitimidad. La intromisión del estado en la vida interna de
las organizaciones sindicales es siempre un hecho traumáticos.
Existen algunos casos en que todos los miembros del sindicato se
sienten igualmente violentados y rechazan la imposición de manera
mas o menos semejante. Pero en muchos otros casos la intervención
perjudica a un sector y beneficia (o por lo menos no perjudica) a
otros sectores. En cualquier caso una intromisión gubernamental
necesita de un cierto reconocimiento o aceptación por parte de los
afiliados; por eso, salvo que sea una gestión que se mueva con total
brutalidad, buscará siempre tener alguna forma de conexión con el
conjunto del gremio: canales de comunicación, mediadores,
interlocutores o colaboradores. Prestarse al diálogo con una
administración impuesta siempre es un tema polémico; colaborar con
un interventor en forma voluntaria o forzada siempre merecerá alguna
forma de reprobación aunque sólo sea por parte de la parcialidad
perjudicada. Sin embargo no recuerdo ninguna intervención en
Telefónicos que no haya contado con la asistencia, más o menos
abierta, de algún sector interno.
Trabajar junto a una intervención no quiere decir, necesariamente,
que se adhiera a la misma. Los colaboradores de algunos interventores
han argumentado que lo hicieron porque mantenían una cuota de
influencia para seguir solucionando los problemas de los compañeros;
otros, más pragmáticos, confiesan que si ellos no lo hacían otros
iban a ocupar ese espacio. Obviamente, todo esto es materia opinable,
y siempre resulta más fácil hacer la crítica a libro cerrado que
tratar de entenderla o explicarla. De todos modos, quienes
colaboraron con la intervención en el período que nos ocupa no
fueron, precisamente, complacientes con el nuevo régimen. Ya iremos
viendo que esos colaboradores se mostraron muy preocupados por
resolver los problemas de los compañeros, que no vacilaron en chocar
con los mismos interventores, y que, cuando tiempo después, llegaron
a la conducción del gremio, encabezaron una de las luchas más
importantes contra la dictadura.
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