miércoles, 4 de octubre de 2017

1957, la huelga grande de los Telefónicos (X)

La intervención (II)

El gobierno declaró ilegal la huelga y el día 16 intervino la CGT y todos los sindicatos. El nuevo ministro de Trabajo continuó con el desmantelamiento de la organización gremial disolviendo todas las comisiones internas, y a partir de allí muchos delegados fueron designados por el propio ministerio, nominando a los trabajadores de mayor antigüedad en el empleo y que no fuesen de filiación peronista.
Aquí es oportuno recordar lo comentado por Alain Rouquie, en su libro Poder militar y sociedad política en la Argentina:

“El 16 de noviembre se declaró intervenida la CGT, caducas sus autoridades, a las que se encarceló, así como todas las asociaciones gremiales sometidas a su jurisdicción, y se designó como interventor a un oficial de marina. El nuevo ministro de Trabajo, Raúl Migone, antiguo delegado ante la OIT, era un ferviente adepto del sindicalismo libre a la norteamericana; así lo atestiguó Serafino Romualdi, secretario general adjunto de la ORIT, cuando se enteró de su nombramiento, al que aplaudió calurosamente”.

Las medidas punitivas contra los sindicalistas de filiación peronista y comunista comenzaron de inmediato. Aparentemente en telefónicos los casos de cesantías no fueron tan numerosos como en otros gremios, aunque alcanzaron alguna significación. Pero que no hubiera cesantías masivas no quiere decir que no se forzara el alejamiento de los trabajadores, la modalidad elegida fue el traslado. En general esa forma de arbitrariedad represiva buscaba que el trabajador se viera obligado a renunciar al dislocar su ritmo de vida normal. La mayoría de los traslados implicaban cambiar el lugar de trabajo habitual por otro situado a algunas decenas de kilómetros, pero hubo por lo menos un caso en que ese desplazamiento fue de una provincia a otra. Aunque los compañeros que consulté no pudieron proporcionarme la identidad del sancionado, coincidieron en que se trataba de un trabajador de Buenos Aires al que se le notificó su desplazamiento a Córdoba.
No había ninguna justificación discipllinaria para esos castigos, se trataba de arbitrariedades por razones ideológicas. No se buscaba ni una modificación de conductas ni la reinserción en un esquema que se considerara justo, simplemente se tomaban esas medidas por puro sadismo. Tal vez en un primer momento se consiguió amedrentar a los trabajadores, pero la arbitrariedad de las sanciones generó rebeldías y solidaridades que obligaron a la revisión de las resoluciones.
Como ya dije, apenas adueñado del poder, Aramburu dictó el decreto ley 3.032 interviniendo a la CGT y a todos los sindicatos. En FOETRA fue designado un interventor militar, el capitán Kesler, y en la seccional Buenos Aires un civil, Guillermo Tamassi.
Cuando en 1987 trabajaba en la recopilación de datos y testimonios sobre la huelga del ‘57, me entrevisté con Don Pedro Valente, por ese entonces él tenía alrededor de 80 años y estaba convaleciente de una enfermedad que lo había tratado bastante mal. Los años y el deterioro físico habían debilitado enormemente su memoria; sus recuerdos eran mucho más claros cuando se remontaba a acontecimientos de su juventud, que cuando evocaba los sucesos de su etapa madura. Estaba débil y su voz era casi inaudible, por eso su hijo actuó como portavoz de Don Pedro, relatando acontecimientos de los que había sido testigo o de los que había recibido información. También hizo algunos comentarios, pero estos podían coincidir o no con la opinión de su padre, por eso hago la aclaración, porque más allá de que trascriba alguno de esos juicios, sería irresponsable afirmar que padre e hijo tuvieran un pensamiento concordante.

“... Después se mintió mucho. Cuando ellos -Pedro Valente y sus compañeros- fueron a tomar el gremio, no fueron con los “comandos civiles” ni acompañados por la intervención, los que fueron eran los que habían sido desalojados en 1947. Es mentira que fueron con los militares o con la intervención, la intervención vino después. Lo que pasa es que los que estaban en el sindicato se quieren justificar; pero en ese momento lo único que les interesaba era tomarse el olivo como ya lo había hecho su Líder... Además le llaman intervención a lo del 55, pero, ¿lo del 47, qué fue?”

Una intervención es un acto de fuerza, es una decisión que rompe con la legalidad preexistente y establece en forma compulsiva una nueva legitimidad. La intromisión del estado en la vida interna de las organizaciones sindicales es siempre un hecho traumáticos. Existen algunos casos en que todos los miembros del sindicato se sienten igualmente violentados y rechazan la imposición de manera mas o menos semejante. Pero en muchos otros casos la intervención perjudica a un sector y beneficia (o por lo menos no perjudica) a otros sectores. En cualquier caso una intromisión gubernamental necesita de un cierto reconocimiento o aceptación por parte de los afiliados; por eso, salvo que sea una gestión que se mueva con total brutalidad, buscará siempre tener alguna forma de conexión con el conjunto del gremio: canales de comunicación, mediadores, interlocutores o colaboradores. Prestarse al diálogo con una administración impuesta siempre es un tema polémico; colaborar con un interventor en forma voluntaria o forzada siempre merecerá alguna forma de reprobación aunque sólo sea por parte de la parcialidad perjudicada. Sin embargo no recuerdo ninguna intervención en Telefónicos que no haya contado con la asistencia, más o menos abierta, de algún sector interno.
Trabajar junto a una intervención no quiere decir, necesariamente, que se adhiera a la misma. Los colaboradores de algunos interventores han argumentado que lo hicieron porque mantenían una cuota de influencia para seguir solucionando los problemas de los compañeros; otros, más pragmáticos, confiesan que si ellos no lo hacían otros iban a ocupar ese espacio. Obviamente, todo esto es materia opinable, y siempre resulta más fácil hacer la crítica a libro cerrado que tratar de entenderla o explicarla. De todos modos, quienes colaboraron con la intervención en el período que nos ocupa no fueron, precisamente, complacientes con el nuevo régimen. Ya iremos viendo que esos colaboradores se mostraron muy preocupados por resolver los problemas de los compañeros, que no vacilaron en chocar con los mismos interventores, y que, cuando tiempo después, llegaron a la conducción del gremio, encabezaron una de las luchas más importantes contra la dictadura.

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