Faltaba una semana para que comenzara la primavera, era de madrugada
cuando tres muchachitos que volvían de bailar llegaron hasta la
remisería del barrio buscando un coche. La persiana estaba baja, la
costumbre era golpearla para que salieran a atender. Fue entonces
cuando llegó un patrullero y los vio. Jóvenes, morochos y en la
madrugada, para los policías se convirtieron automáticamente en
sospechosos. Bajaron a interrogarlos y, ante el primer intento de
resistencia real o imaginaria, comenzaron a golpearlos. Los vecinos
vieron como los maltrataban, también vieron llegar otros dos
patrulleros, vieron que nuevos agentes se sumaban al apaleamiento.
Después del “ablande” inicial cargaron a los jovencitos en los
coches y se dirigieron hacia el Riachuelo. Eran una docena de
policías rodeando a unos chicos muy asustados. El menor de ellos
tenía 14 años, el mayor había cumplido 19. Les dijeron que iban a
enseñarles a no andar golpeando persianas, les apuntaron con sus
armas y los llevaron hasta la orilla. Allí les ordenaron que se
tiraran al agua, que si sabían nadar, nadaran. Dos de ellos tuvieron
más miedo de las armas que de las aguas oscuras y malolientes,
alguna vez habían nadado, decidieron saltar. El tercero gritó que
no sabía nadar, que iba a ahogarse si se tiraba, que le perdonaran
la vida. Lo empujaron.
Los dos primeros consiguieron mantenerse a flote, torpemente
bracearon hasta la orilla, temblando de frío y de miedo salieron del
agua. No se veía a los policías, tampoco a Ezequiel, el que había
sido empujado por el oficial de la Federal. Familiares y vecinos se
movilizaron para buscar al chico y hacer la denuncia, en este caso
fueron escuchados sin chocar con una muralla de encubrimientos. A
pesar de eso los dos que habían sobrevivido fueron hostigados por
amigos de los agentes de la Comisaría 34.
Durante una larga semana Ezequiel Demonty permaneció desaparecido,
lo habían empujado al agua a la altura del Puente Uriburu, la
búsqueda se hizo desde Puente de la Noria hacia abajo. Buzos de la
Prefectura y bomberos de la zona participaron, algún testigo de esos
que nunca faltan dijo haberlo visto saliendo del Riachuelo del lado
de provincia. Finalmente el cuerpo salió a flote cerca del puente
Victorino de la Plaza; el jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra
había reclamado que no hubiese impunidad ni protección para los
responsables del crimen; en términos similares se expresó Juan José
Álvarez, el Ministro de Justicia de la Nación.
Todo esto ocurrió hace quince años, entre el 13 y el 21 de
septiembre de 2002, todavía se pueden leer las noticias en las
páginas digitales de Clarín, La Nación y Página12. No hubo
entonces una ministra que dijera “Tenemos que cuidar a los que nos
cuidan”, el contexto político no le era favorable, el gobierno que
la contó entre sus integrantes se había derrumbado meses atrás
dejando un reguero de muertos en las calles. No hubo una voluminosa
diputada haciendo comparaciones macabras sobre el cadáver del
muchacho y el de Walt Disney. No hubo un barbado showman televisivo
mostrando pueblos donde los habitantes se parecían todos a Ezequiel.
Los compañeros de escuela del joven asesinado propusieron que se
cambiara el nombre del Puente Uriburu por el de Ezequiel Demonty
simbolizando en él a todas las víctimas de los excesos represivos.
La iniciativa fue aprobada en el Congreso hace dos años, algo
impensable con el gobierno macrista.
Los principales responsables del crimen, los policías Gastón Javier
Somohano, Alfredo Ricardo Fornasari y Gabriel Alejandro Barrionuevo,
fueron condenados a prisión perpetua. Otros uniformados, Luis
Emilio Funes y Luis Antonio Gutiérrez, recibieron condenas menores.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario